La Obra Social “la Caixa” exhibía en Madrid, hasta el domingo 8 de diciembre de 2013, una exposición dedicada al séptimo arte.
Turistas y madrileños, la mayoría de ellos jóvenes, inundaban las salas del museo Caixa Fórum de Paseo del Prado. Una exposición amena y divertida hasta para el menos cineasta. Situado en la segunda planta, un gran vestíbulo daba pie a la exhibición indicando previamente, mediante unos paneles, los orígenes del cine y quién era George Méliès, el protagonista de la muestra. También se formulaban algunas cuestiones cinematográficas que poco a poco irían desvelándose a lo largo de la visita.
La exposición estaba dividida por partes y cada sala estaba vinculada a una época determinada. Empezaba mostrando los orígenes del cine: las sombras animadas, la linterna mágica, la cronofotografía y, por supuesto, la magia. Para cada apartado había un pequeño panel con la explicación del objeto en sí. La sala más llamativa fue, sin duda, la de las fantasmagorías, que se caracterizaba por la oscuridad absoluta y el sonido envolvente de criaturas monstruosas. En cada lateral se proyectaban unas diapositivas de fotografías pintadas a mano de los demonios y fantasmas del pasado. Al mismo tiempo, iban reproduciéndose algunos de los trucos de magia de Méliès entre las risas y los aplausos de los más pequeños de la sala.
Las habitaciones eran oscuras, con tonos grisáceos que invadían gran parte de las paredes, pero al ser tan amplias daba sensación de inmensidad. En cada sección había, en muchas ocasiones, piezas únicas como la primera cámara que utilizó Méliès. La interacción de los visitantes con los objetos expuestos fue de lo más destacado, ya que muchos de ellos hacían cola para probar alguno de estos inventos cinematográficos y conocer qué efectos producían. Reinó el silencio durante toda la visita, excepto en algún momento puntual en el que varias personas debatían frente a un gran póster de una de las películas del cineasta francés. La mayoría, sin embargo, se limitaba a observar en silencio cada obra y, de vez en cuando, anotaban algo en algún cuaderno o fotografiaban clandestinamente alguna obra.
Formaba parte del material original conservado: el cinematógrafo de los hermanos Lumière, varias cartas y documentos del propio George Méliès y parte del vestuario utilizado en el famoso filme de ficción Viaje a la luna (1902),siendo uno de los principales atractivos de la sala. En el mismo recinto, se hallaban los planos de los teatros y maquetas de los mismos, así como las figuras de los personajes de la película. También, gracias a la aportación de La Cinémathèque françaisese mostraron todas las reproducciones que fueron rescatadas después de que el propio Méliès las quemara.
Para terminar la exposición, se dedicaba un gran espacio del museo a Viaje a la luna. Se accedía a través de una puerta situada en una recreación a gran escala de la capsula que lanzaban en el filme. En su interior había dos grandes pantallas que proyectaban dos películas paralelamente. En la primera se proyectaba la famosa producción de Méliès y en la segunda, La invención de Hugo, de Martin Scorsese. Fue sin duda un magnífico cierre que pretendía dar a entender el olvido de George Méliès por parte de la industria cinematográfica y cómo resucita años más tarde en la película de Scorsese. Se mostró principalmente la escena en la que el robot dibuja para los niños un fotograma de este conocido film de ficción del cineasta francés.
Según dijo Méliès, gran pionero de los efectos especiales y protagonista de la muestra: “Las películas tienen el poder de capturar los sueños”. Y así es como debe entenderse el cine, como una gran herramienta para dejar volar la imaginación. En definitiva, a la exposición no le faltó ningún detalle y supo dar a conocer a la perfección la magia del cine desde sus inicios así como hacer revivir al visitante la sensación de estar en unos estudios de cine y trasladarlo a las primeras proyecciones de la historia.
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