El Escorial

Si se tiene tiempo de sobra y se ha visitado gran parte del centro de Madrid, una solución podría ser pasar una jornada alternativa visitando el monasterio de San Lorenzo del Escorial. La ciudad que lo alberga (El Escorial) está a más o menos una hora de autobús o tren de la capital y se puede llegar con las líneas 661 y 664 desde la estación de Moncloa o con los trenes de alta velocidad "Cercanías".

Cuando fui con una amiga cogimos la línea 661 y por lo que recuerdo nos dejó bastante cerca de la entrada al monasterio.

La construcción, que data del siglo XVI, además de haber sido en el pasado la casa de vacaciones de la familia real, fue también adaptada como mausoleo y lugar de culto religioso. El complejo es imponente y majestuoso, y surge en un contexto muy diferente respecto al de la metrópolis cercana. El pueblo, pequeño y característico, está rodeado por las verdes montañas de la Sierra de Guadarrama.

Estando a una altura mayor respecto a Madrid, conviene llevarse ropa un poco más de abrigo, ya que la zona no es muy calurosa. Depende obviamente también del tipo de día que te encuentres: yo fui un 8 de diciembre, pero con el sol y el tiempo tranquilo la temperatura era perfecta.

Al monasterio se entra a través de un ingreso llamado Patio de los Reyes. El billete completo de entrada cuesta unos 10 euros y la visita del interior dura más o menos una horilla y media.

La estructura está formada por una Basílica con una gran cúpula, dos museos (que exponen cuadros italianos, españoles y flamencos), el Panteón de los Reyes y de los Infantes (en el que están enterrados reyes y príncipes), una biblioteca de libros antiguos y las Salas Capitulares (donde se encuentran varias obras del Bosco, Tiziano y El Greco).

Al sureste del monasterio se extienden los Jardínes de los Frailes, que si no me equivoco no hace falta ni siquiera pagar. En la práctica se puede decidir pasar un poco de tiempo sin tener que comprar forzosamente el billete para visitar del interior del Escorial.

El jardín, con un estilo muy renacentista (como, por otro lado, toda la estructura del monasterio), es un lugar relajante tanto para pasear entre los arbustos como para sentarse sobre un banco y admirar desde fuera el complejo monástico. Durante un día soleado es realmente bonito poder detenerte allí durante unos minutos. En realidad, fue mi momento preferido de la jornada.

Subiendo una cuesta es posible visitar también la Casita del Príncipe, que dicen que es muy bonita. Como había que pagar, yo y mi amiga preferimos dar una vuelta rápida por el pueblecito antes de volver a Madrid.

El centro es pequeño y característico, y tiene ese "no se qué" de los pueblecitos de montaña. Hay placitas, casas, bares al aire libre y muchas tiendas de souvenirs.