Hollybelly

Conseguí ir a la cafetería con mucha ilusión y con las expectativas altas, la cafetería «HolyBelly». El nombre me hace pensar, wow, es un nombre con ritmo, creativo, divertido, rimbombante, ocurrente... para una cafetería, pero así son la mayoría últimamente, una buena cafetería siempre tiene que empezar con un buen nombre. Y aquí lo tienes.

Holybelly se sitúa en el décimo distrito de la ciudad, y según mi mejor amigo Google Maps, tenía que parar en la estación de metro Chateau D'eau. Solo os diré que no lo hagáis, es un camino más largo, y encima a la vuelta de allí me crucé con otra boca de metro más cerca. La parada que os recomiendo es Jacques Bonsergent (Metro Ligne 5), porque ir desde allí es mucho más fácil y te ahorras tiempo de caminata. Entiendo perfectamente lo frustrante que puede llegar a ser buscar el sitio al que quieres llegar y tienes demasiada hambre como para mantener la calma.

No soy un fanático experto en desalmuerzos como mis amigos, pero como vengo de Australia, sé alguna que otra cosa sobre la industria de las cafeterías. Serías capaz de encontrar una cafetería con el ambiente y del rollo que quisieras en Sydney y Melbourne. ¿Con resaca? ¿Tienes hambre? ¿Necesitas trabajar? ¿Quieres hacer una paradita antes del curro? Lo que tú quieras. Una buena cafetería es la que te daría todo eso junto, y Holybelly reúne todos los factores clave para mí: la comida, la bebida, el servicio y el ambiente.

Lo primero es lo primero: la comida. El menú es sencillo, con los platos favoritos que tendrías para desayunar junto con unas opciones saludables para almorzar. Cuando llegué al sitio ya estaban dando el almuerzo, pero como me encanta tanto la hora de desayunar y me la había perdido por ir a clase, me pedí lo que vi más simple del menú: unos huevos escalfados, salchichas, hash browns y listo. Tan solo con oír esas palabras ya me hace babear, da igual la hora. También pedí una bebida para acompañar la comida, una bebida muy interesante, cuanto menos.

La bebida caliente llegó a la mesa y, la verdad, fue una de las bebidas más ricas que he probado nunca. Se llamaba «London Fog», que era una mezcla entre té verde y el clásico té earl grey con unas pinceladas de sirope de vainilla. Los sabores se mezclaban junto con una preciosa espuma de la leche. Podría seguir hablando un poco más de lo escandalosamente bueno que estaba el té: los detalles y el cuidado que tenía, no sé si era a posta que fuese así o no. Me fijé en la temperatura, que como es una bebida caliente, es parecida a la de un capuchino, un manchado o un café con leche. La temperatura del London Fog cuando llegó a la mesa era la ideal, ni estaba sacado del infierno ni venía del Ártico, que si hubiese querido me lo hubiese bebido de un sorbo. En cuanto al sabor, era raro, pero en el buen sentido, porque el sabor y el aroma eran del típico té earl grey, con algunas cálidas notas cítricas y con el extracto de sirope de vainilla de fondo, dándole el suficiente dulzor a la bebida. Antes trabajaba en un sitio que servía cantidades indecentes de café en muy poco tiempo, así que no soy ningún principiante en cuanto a ser barista y en el arte de la espuma. Puedo decir quién sabe hacer un buen café y bebidas con leche con solo verlo, aunque hay demasiadas cafeterías en París que usan la máquina para hacer la leche, lo que sería básicamente una máquina de nespresso. Pero el London Fog fue la bomba. A veces hago dos trasbordos y camino hasta Holybelly en los días fríos de invierno solo para degustar un poco de London Fog.

Tan buena estaba la bebida que intenté reservar todo lo que pude para el final, para disfrutarla después de comer y los «Egg and Sides» llegaron a la mesa por fin. La presentación también era sencilla y podía diferenciar todos los ingredientes del plato. La comida estaba bien y estaba claro que los cocineros no habían intentado tergiversar lo que ya era un desayuno sencillo y conciso. Los huevos estaban perfectamente hechos, los hash browns estaba exquisitos, la hamburguesa de salchicha también estaba buenísima y el pan era una gruesa rebanada tostada al punto, la mantequilla también estaba bien.

No os miento si os digo que desalmorcé muy bien, y ahora me gustaría comentar el ambiente del local. Antes dije que me recordaba a Australia, porque esta cafetería sería básicamente la típica que te encuentras en Sídney o Melbourne. Todo el personal hablaba inglés: la señorita que me atendió mientras estuve allí hablaba un perfecto inglés, americano si no me equivoco; el señor en la barra, justo detrás de la máquina del café, también lo hablaba muy bien; la señorita que creo que me preparó el plato salió de la cocina, con su delantal y todo, y me sirvió la comida en la mesa. El sitio es muy agradable y apacible, un lugar perfecto para relajarse.

Antes de terminar, os pondré el enlace a la página oficial. La página tiene un diseño muy elegante, y podrás encontrar más información acerca del menú, lo cual es muy útil porque les gusta cambiar el menú cada cierto tiempo para darles dinero a los agricultores locales y traer la comida fresca de temporada. También puedes leer su sección de preguntas y respuestas, que creo que es estupenda. Como toda buena cafetería en estos tiempos tan modernos que corren, también tienen una cuenta de Instagram en la que suben fotos de comida muy artística, viajes, y más. ¡Que aproveche!