El Palacio Real de Bruselas, después de los edificios que rodean la Grand Place, es el monumento más hermoso e imponente de la capital de Europa, desde mi punto de vista. Se encuentra en el barrio real y forma parte de mis primeros recuerdos en Bruselas ya que lo visité el primer fin de semana que llegué. No solo por fuera sino también por dentro. Abre el público solo durante los meses de verano, desde el 21 de julio, día nacional de Bélgica, hasta el primer fin de semana de septiembre. Por lo que el tiempo de visita es muy reducida, yo tuve la suerte de poder entrar el penúltimo día que se mantenía abierto, el 6 de septiembre.
Yo apenas conocía nada de Bruselas y mucho menos sabía el horario de visita de este palacio, pero gracias a una amiga alemana que conocí el primer día, me dio el aviso y allí fuimos ese fin de semana, sin duda un acierdo, porque todas las estancias quitan el sentido de lo majestuosas que son.
Se ubica en la Place des Palais, abandonando el boulevard du Régent que separa Etterbeek, Ixelles y el barrio europeo de lo que ya es propiamente el centro de Bruselas. Las paradas de autobús más cercanas son Troone y Ducale, y de metro la parada Parc. Se encuentra al doblar la esquina de unas de las plazas más bonitas de Bruselas, la Place Royale y enfrente del Parc de Bruxelles, el parque más céntrico de la ciudad.
Las dimensiones de la fachada y los jardines lo convierten en uno de los palacios reales más grandes del mundo. Sin embargo sus paredes están un poco desgastadas por el paso del tiempo y la climatología, ya que si lo comparamos con el Palacio Real de Madrid o el Palacio de Buckingham, estos tienen las paredes en tonos más claros, crema. Bien es cierto que al Palacio bruselense poco le da el sol. Sobre la cúpula central ondea la bandera belga que cuando se declara el luto en el país ondea a media asta.
El Palacio Real fue construido como lugar de residencia de los Duques de Brabante (Palacio Ducal de Coudenberg que ya no existe) y también sirvió de acomodación para otros miembros de la realeza como Carlos V, emperador del Imperio Romano, pero fue destruido por un incendio en 1731. Se inició su reconstrucción en 1820 bajo el reinado del rey Guillermo, las tareas de reconstrucción duraron hasta 1904 bajo el reinado de Leopoldo II, quien lo quería en el estilo de Louis estilo XVI, usando fondos obtenidos de la explotación del marfil y el caucho en el entonces llamado Estado Libre del Congo. Las alas laterales datan del siglo XVIII y en el extremo de cada ala hay un pabellón. A la derecha del Palacio se encontraba el Hotel Bellevue que actualmente se ha convertido en el Museo Belvue (cuenta con una colección de más de 1.500 documentos, fotografías , vídeos que explican, describen y recrean la historia de Bélgica desde su independencia en 1830, pasando por luchas memorables, como la del sufragio universal, la Revolución Industrial o la resistencia contra la invasión alemana en ambas contiendas mundiales, así como la historia de sus 12 monarcas).
En la actualidad, no es el lugar de residencia de los reyes de Bélgica pero sí donde se asienta la sede de sus oficinas. El lugar de residencia actual de los Reyes es el Castillo de Laeken, que se encuentra a las afueras de Bruselas en el distrito de Laeken, muy próximo al Atomium y a las muestras de la Exposición de 1958, este castilla lamentablemente no es visitable y solo se puede ver por fuera y a una distancia considerable.
El actual Rey belga es Felipe de Bélgica (Philippe Léopold Louis Marie de Belgique en francés y Filip Leopold Lodewijk Maria van België en flamenco), nacido en Bruselas el 15 de abril de 1960 y bautizado en la Catedral de San Miguel y Santa Gúdula. Su tío, el Rey Balduino de Bélgica y su esposa recién fallecida Fabiola de Mora y Aragón no tuvieron descendencia, por lo que ambos quería que su sobrina Felipe fuese su sucesor. Sin embargo, tras la muerte de Balduino, fue su hermano, el padre de Felipe, Alberto II de Bélgica quien ocupó el trono. Hasta el pasado 21 de julio de 2013 cuando este abdicó y Felipe pasó a ser su sucesor como rey de los belgas. Se casó con su esposa, la actual reina de los belgas Matilde de Bélgica, en 1999 y de este matrimonio nacieron cuatro hijos: las princesas Isabel y Leonor y los príncipes Gabriel y Manuel.
El Palacio Real de Bruselas es un edificio de estilo neoclásico que destaca en el exterior por sus tejados, el frontón principal que se sostiene sobre 8 columnas y las puertas en colores negro y dorado. Aquí es donde se celebran las ceremonias de la corte, las audiencias reales y recepciones oficiales se llevan a cabo.
Una vez en el interior nos encontramos con la Gran Escalinata que es una muestra del gran lujo y buen gusto que nos vamos a encontrar en todo nuestro recorrido por el Palacio. Esta escalinata con sus escalones de mármol blanco con balaustrada de mármol verde, fue diseñada para Leopoldo II y en la parte superior se observa la diosa Minerva dando la bienvenida a los visitantes y rodeada por columnas de piedra.
Cada una de las habitaciones y salones reales o salas de estar que vamos atravesando están espectacularmente diseñados y seleccionado su mobiliario, todo encaja a la perfección con la decoración de las paredes, bañadas en blanco y dorada, con preciosos y voluminosas lámparas de araña colgando de los techos a lo largo de todas las estancias, este decoración que mostraba la riqueza de las familias reales que pasaron por aquí antes de que las guerras mundiales desolasen el país, es lo que más llama la atención del visitante. Muchos de los elementos artísticos han sido donados por otras casas reales y por los artistas más célebres, ejemplo de ello con los cuadros de Goya que podemos observar en algunas paredes. Vasijas, jarrones, relojes, chimeneas, candelabros, marcos de fotografías... infinidad de elementos decorativos extremadamente pomposos pero que aportan una increíble riqueza visual y cultural a las habitaciones. En el techo también podemos observar imágenes religiosas y en el suelo tapices que protegen con cuerdas para impedir que los visitantes los pisen.
Atravesamos una puerta más y llegamos a la joya de la corona, la habitación de los espejos, que destaca por los tonos verdes en su decoración y por los bupréstidos tailandeses, un tipo de escarabajos - lámparas que cuelgan del techo y que nunca antes había visto nada parecido. Esta sala atrae a miles de turistas que desean posponer su visita a Bélgica hasta el verano para poder contemplar lo que el artista Jan Fabre creó en el techo de esta habitación, cubrió con caparazones de más de un millón de escarabajos las lámparas de araña para darle un inigualable color esmeralda.
Y como no podía ser de otra manera, el Palacio también cuenta con una sala interactiva o de exposición donde con caricaturas de monarcas con los que te puedes hacer una fotografía poniendo tu cabeza sobre el cuerpo de uno de ellos, paneles explicativos de la historia belga y varios experimentos para los más pequeños completan una de las salas que nos muestran el camino final de la visita.
Desde luego el Palacio Real es uno de los mayores tesoros que ofrece el centro de Bruselas y todos los que como yo tengan la oportunidad de dar un paso más allá y entrar dentro, hacedlo, aseguro que merece la pena. Salas como la de los espejos son una maravilla de la naturaleza... y nunca mejor dicho.
¡Ah! También me gustaría contar que mi única experiencia en el Palacio no fue esta... por todos es sabido el reciente fallecimiento de la reina Fabiola. El Palacio abrió sus puertas durante cuatro días para que todos los belgas y los no tan belgas pudieran despedir a su reina, yo consideré que era una oportunidad para experimentar algo distinto a lo que estoy acostumbrada... sin contar que me parecía una muestra de respeto muy grande ya que Fabiola era madrileña, el poder recibir la despedida de algunos de los españoles que residimos en Bélgica. Así que me acerqué una mañana a mostrar mi admiración y respeto por una reina que siempre ha sido tan cercana y dedicada al pueblo. Fue mi segunda visita al Palacio, una visita que para nada, extraña he de decir, me impactó ver su cadáver enfrente de mí. Pero me alegro de haber tomado la decisión de ir y por qué no, sentir que con ese gesto yo también formo un poquito más de la historia de Bélgica.
Qué ver Bruselas,
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