Bien es conocido por todo el mundo la importancia es la fama de las frites como uno de los platos belgas por excelencia. A mí personalmente, las patatas fritas siempre había sido un alimento que me ha gustado acompañando a la carne o el pescado pero nunca lo habría categorizado como uno de mis platos favoritos ni mucho menos, pero al llegar a Bélgica, esto cambia... y es que las patatas belgas no saben como las del resto del mundo. Veamos el porqué.
El origen de la patata frita es una cuestión que aún resulta bastante ambiguo, aunque muchas teorías lo ubican en Rusia. Sin embargo, los mayores competidores en el mundo de patatas fritas son Bélgica y Francia. En Francia se dice que la patata frita nació con las 'frites du Pont Neuf', siendo imventado por los comerciantes ambulantes del puente más antiguo de Paris el día siguiente a la Revolución Francesa de 1789. De ahí que tomase el nombre en inglés de "french fries" y la anécdota de que el presidente de Estados Unidos en aquellos tiempos, Thomas Jefferson, quien fue embajador en Francia de 1785 a 1789 las introdujese en el país americano.
En contraposición, existen las hipótesis belgas que ubican el nacimiento de las patatas fritas en la región de Namur, en la parte sur de Bélgica, la región valona. Lugar en el que sus ciudadanos se dedicaban a pescar pequeños peces en el río Mosa que luego freían, esta costumbre duró hasta el siglo XVII, cuando el río se congeló y ya no pudieron pescar más. Reemplazando a este alimento introdujeron las patatas fritas de tamaño similar al de los peces.
Aunque sigue sin estar claro cuál de los dos países se lleva la palma en el asunto de las patatas fritas, está claro que las 'frites' son patrimonio nacional belga y nadie puede irse de aquí sin haberlas probado. La manera de prepararlas entre ambos países varía de manera importante. Los franceses las sirven acompañando la carne y se comen con tenedor (de la manera en la que en España estamos acostumbrados también a comerlas). Mientras que los belgas sirven las frites por sí solas y siempre acompañadas de una de las decenas de salsas que existen, y se comen con las manos y a cualquier hora, como aperitivo e incluso como plato único y principal. Podemos ver a miles de turistas comerlas por la calle mientras disfrutan de los tesoros de la cultura belga.
Esta cultura de las "frites" ha desembocado en la proliferación de más de 5.000 friteries por todos los rincones de la capital belga, así como de los frikot en Flandes y las baraques à frites en Valonia.
El secreto de las "frites" belgas reside en el modo de elaboración. Se preparan utilizando una variedad de patata conocida como Bintjes a través de la elección de la grasa o aceite que se va a emplear (según la receta antigua, hay quienes utilizan la graisse o Blanc de Boef, aceite de ternera comercializado en Bélgica con este fin; o según una receta menos calórica, quienes emplean el aceite vegetal) y en el doble proceso de fritura (contrario a otros países que solo las fríen una vez) que les proporciona ese aspecto tan crujiente y dorado.
El proceso de elaboración consiste en lavar las patatas al comenzar, para que al ser cortadas se laven una vez y se sequen antes de freirse. Se cortan en trozos de 1cm de espesor aproximadamente. Se fríen a continuación en el aceite seleccionado a 160º, cuando las patatas floten en la superficie del aceite, se espera un minuto y se sacan de la freidora donde se dejan reposar entre 5-10 minutos para volverlas a freír por segundo vez, ahora subiendo la temperatura del aceite a 180º. Sabremos que están listas cuando la patata coja un color dorado...
El modo más típico de servirlas es en un cono de papel o carton o en cartucho del mismo material.
Tras haber contado un poco la historia de como nació este exquisito manjar para muchos paladeras y el modo de preparación para quienes quieran probar suerte en sus casas, solo me queda recomendar la que está considerada como la mejor Friterie de Bruselas: MAISON ANTOINE.
Se localiza en la Place Jourdan, 1, en la comuna de Etterbeek. Es un puesto-caseta situado en medio de la plaza y se caracteriza porque siempre se forman amplian colas para degustar sus frites. La plantilla la forman 13 empleados y cada día trabajan tres de ellos.
Abre todos los días de 11:30 de la mañana hasta 1:00 de la noche y los precios rondan entre los 6 y 12 euros. Un punto negativo es que no tiene ni mesas ni sillas para poder desgustarlas cómodamente, tan solo dos bancos enfrente de la Maison que pertenecen a la plaza y que casi siempre suelen estar ocupadas. Una opción que muchos turistas escogen es sentarse en uno de los bares de alrededor a tomarse una cerveza mientras las comen o comerlas por el camino mientras se visita el Parlamento, la Comisión o el Parque del Cincuentenario, ya que queda muy cerca del barrio de europeo, próximo al parque de Leopoldo.
En su amplia carta se pueden ordenador muchos otros alimentos como sandwiches, croquetas, hamburguesas, los famosos bocadillos metralleta que se caracterizan porque además de llevar los propios ingredientes de un bocata, meten las frites dentro del mismo; snacks etc... y entre las salsas que acompañan a las patatas destacan: mayonesa, tartare, andalouse (mi favorita sin duda), pickels (pepinillos), mostaza, mega, pitta (la de los durum y kebaps), curry, curry ketchup, provenzal, cocktail, brazil (otra de mis favoritas), china, especial, bicky... en un año erasmus da para probarlas todas desde luego.