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Basílicas de Roma


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Roma, la ciudad más bonita del mundo

Traducido por flag-es Noelia Valverde — hace 5 años

Texto original de flag-ro Patricia Ioana

Pasé cinco días en Roma y nunca tuve la necesidad de utilizar el transporte público. Tan solo el autobús de la compañía «Terravision» que me llevó del aeropuerto Fiumicino a la estación de Termini y que, después, me volvió a llevar al aeropuerto. Este autobús sale a cada poco tiempo; los horarios se muestran en pantallas en el aeropuerto. El viaje, solo de ida, cuesta 6 € por persona (ida y vuelta costaría 11 €), aunque si reserváis el billete por Internet podréis ahorrar 2 o 3 euros. Se tarda aproximadamente 50 minutos en llegar a la ciudad. El resto del tiempo, me incliné por visitar las delicias de Roma a pie; sin duda, una buena forma de descubrir la ciudad y aquellos lugares que no vienen en las guías turísticas. De hecho, caminé kilómetros y kilómetros, pero el cansancio no importa cuando se trata de admirar las pinturas y los frescos de una iglesia (¡todas las iglesias de Roma son preciosas! ) o de caminar por las orillas del Tíber. Cada noche me quedaba dormida pensando que ya había visto todo lo que esta ciudad tiene que ofrecer, pero cada mañana al despertar volvía a sorprenderme con algo nuevo. Esta grandiosa urbe me quedó sin palabras.

Roma, la ciudad más bonita del mundo

Durante mi último día en Roma, hojeando las guías turísticas que había llevado conmigo, me di cuenta de que ya había visto todo lo que quería ver y que no había quedado nada para otra ocasión. Esto sucedió porque Roma no es solo la «Fontana di Trevi», el Coliseo o el Vaticano. Roma es el Foro, sus fuentes, sus calles, sus parques, las basílicas, los obeliscos, las colecciones privadas de arte de las familias que vivían en los famosos «palazzo», las tiendas de moda, etc. Pero estoy contenta con lo que llegué a ver en este viaje, porque, en definitiva, volveré a Roma.

Se considera que Domiciano siguió los pasos de Nerón debido a que continuó persiguiendo a los cristianos. Los judíos comenzaron a negarse a pagar impuestos por el simple hecho de haber nacido en Judea, y, en el año 95 d. C., tras la demolición del Templo de Jerusalén, Domiciano empezó a castigar a dichos judíos (aquí se puede apreciar que no distinguían entre cristianos y judíos). Ordenó matar a muchos nobles romanos, incluido su primo Tito Flavio Clemente y su esposa Flavia Domitila, y se hizo con todas sus posesiones solo por el hecho de que rendían culto a Dios. Según el emperador Nerva, Tiberio dio la orden de matar a una cantidad ingente de personas desde su guarida en la isla de Capri, Calígula tenía una enfermedad mental y Nerón quemó Roma y acusó a los cristianos de haber provocado el fuego. Durante las persecuciones romanas de cristianos, estos no podían reunirse en privado. Después del 313 d. C., el emperador Constantino declaró legal la religión cristiana, y los creyentes comenzaron a construir templos e iglesias, lugares donde venerar a su dios. Hoy hablaremos de algunos de estos lugares de culto que hacen de Roma un lugar tan especial.

La iglesia del Gesù fue construida en 1551 por el arquitecto florentino Nanni di Baccio Biggio por orden de San Ignacio de Loyola. Miguel Ángel realizó un diseño para su construcción, pero las obras de la iglesia y la casa para la orden de los jesuitas de Roma no se llevaron a cabo hasta 1568, y finalizaron en 1584. Se financiaron gracias al cardenal Alessandro Farnese, patrón de las artes durante este periodo, quien contrató a Jacopo Barozzi de Vignola (apodado "Il Vignola"), uno de sus arquitectos favoritos. Varios arquitectos supervisaron las obras para asegurarse de que se cumplían con los cánones requeridos por los jesuitas. Al cardenal Farnese no le agradó la idea de Il Vignola para la fachada de la iglesia, así que escogió el proyecto de Gioconda della Porta, quien dotó al edificio de elementos arquitectónicos típicos del barroco. El interior está decorado de manera exquisita, llevándole la contraria al boto de pobreza que dictan las normas jesuitas. Aquí se encuentra la tumba de San Ignacio de Loyola, el fundador de la orden jesuita, quien fue canonizado el 22 de marzo de 1622 y cuyo día la Iglesia católica celebra el 31 de julio. La estatua de mármol y plata de San Ignacio es una copia de la original. Parte de sus reliquias se encuentran en la capilla de San Francisco Javier (en una hendidura en el antebrazo del santo), y el resto se hallan en la basílica del Buen Jesús en Goa (India), donde San Francisco Javier pasó parte de sus vida. Junto a Loyola, San Francisco Javier fundó la Compañía de Jesús (la orden jesuita) y fue el primer misionero jesuita que viajó a Japón y a la India.

Después de la Iglesia del Gesù, continuaremos con la iglesia más importante de Roma: la Archibasílica de San Juan de Letrán. Esta es la catedral de Roma, denominada "la iglesia madre de todos los mundos habitados". Esta basílica está dedicada al Cristo Salvador y está abierta al público todos los días (la entrada es gratuita). El Palacio de Letrán pertenecía a la familia Laterani; varios miembros de esta familia sirvieron como administradores a varios emperadores romanos. Plautius Lateranus fue el último miembro de esta familia que residió en el palacio. Fue sentenciado a muerte tras haber sido capturado mientras intentaba desarrollar un plan para asesinar al emperador Nerón. Tras su muerte, todas sus pertenencias fueron confiscadas.

Se dice que Santa Helena (la madre de Constantino I) trajo de Jerusalén en el siglo IV los 28 escalones de la Escalera Santa. Aparentemente, se encontraban en el palacio de Poncio Pilatos y fueron las escaleras que Jesús subió antes de ser juzgado. Hoy en día, la Santa Escalera se halla en el la capilla de San Lorenzo in Palatio o Sancta Santorum del Palacio de Letrán, y fue la capilla privada de los Papas hasta el siglo XIV. Yo no pude ver la escalera, porque cuando llegué estaba cerrado. Pero sí pude ver el Triclinium del Papa León III, adornado con mosaicos que representan a Cristo con los Apóstoles en el centro, Cristo con Constantino I y el Papa Silvestre I a la izquierda y San Pedro, el Papa León III y Carlomagno a la derecha. Los mosaicos datan del año 800, cuando Carlomagno fue coronado en Roma.

Roma, la ciudad más bonita del mundo

Avanzando un poco por Via Cavour en dirección a la estación de Termini, descubriréis otra de las cuatro basílicas papales de Roma (título honorífico otorgado por su importancia histórica y religiosa): la basílica de Santa María la Mayor. El nombre completo de esta basílica es «Patriarcale e Arcibasilica Maggiore Arcipretale di Santa Maria Maggiore». Esta basílica se construyó en honor a la Virgen María que se le apareció en sueños al Papa Liberio; tras la aparición, el patricio Juan ordenó construir un lugar de culto para adorar a la Virgen. El 5 de agosto del año 358 nevó en el Esquilino (una de las siete colinas de Roma), y el Papa Liberio trazó el perímetro de la basílica sobre la nieve. En primer lugar, el templo recibió el nombre de «Santa Maria della Neve» ("Santa María de la nieve") y fue erigida gracias a la contribución económica del patricio Juan. Al parecer, se construyó otra iglesia encima de esta primera basílica en tiempos del Papa Sixto III (432-440), poco después de que el Concilio de Éfeso determinada que María era la madre de Jesús.

Detrás de la basílica se erigió un obelisco en 1587 que pertenecía al mausoleo de Augusto, y, frente al templo, apunta hacia el cielo una columna que pertenecía a la basílica de Majencio. Cuenta con el campanario más alto de Roma, edificado tras la vuelta de los Papas a Roma (durante un tiempo, la residencia papal estuvo ubicada en Avignon, Francia). Los techos interiores están construidos a base de artesones dorados. En este templo también encontraréis unos pequeños trozos de madera que se rumorea pertenecen a la cuna en la que Jesús fue depositado nada más nacer. Justo en frente, se ubica una estatua del Papa Pío IX orando. Personalmente, yo no creo que estos sean verdaderamente trozos de la cuna de Jesús, ni que los trozos de la Cruz o del pesebre o los clavos con los que se crucificó a Cristo y que deambulan por el mundo sean auténticos. Una vez leí que el Vaticano había donado a una iglesia de Chicago un trozo de esta cuna. ¿Quiere decir esto que tenían en su posesión todo el establo de Belén donde nació Jesús y podían hacerse de más trozos de madera si donaban alguno?

Pasemos al Panteón. El Panteón (el templo dedicado a todos los dioses) es uno de los monumentos más populares de la ciudad. Quizás Marco Vipsanio Agripa, amigo y yerno del emperador Augusto, tenía la esperanza de que el Panteón lograra que su nombre fuera recordado por los siglos de los siglos. El templo se edificó en el año 27 d. C. en el Campo de Marte. El venerado monumento fue víctima de un incendio en el año 80 d. C. y reconstruido por el emperador Domiciano. En el 110 d. C. volvió a sufrir otro incendio, y esta vez fue reconstruido entre los años 112 y 128 d. C. La reconstrucción la llevó a acabo el emperador Adriano, y para ello ordenó que se eliminara todo rastro de los templos anteriormente construidos para edificar un templo completamente nuevo, único... algo jamás visto por el ojo humano. Aun así, Adriano hizo colocar en el friso del pórtico esta inscripción: "Marcus Agrippa, Lucii filius, consul tertium, fecit (Marco Agripa, hijo de Lucio, cónsul por tercera vez, lo hizo)". De esta manera, hizo creer erróneamente que el templo que vemos hoy en día lo construyó Agripa.

Roma, la ciudad más bonita del mundo

La increíble basílica de San Pedro, situada en la ciudad del Vaticano, cuenta con una enorme plaza diseñada por el escultor Bernini, quien esculpió la mayoría de las estatuas que se encuentran en el interior y el exterior de la basílica, incluyendo el Baldaquino de bronce. Coronan la plaza de San Pedro 140 estatuas, y, en el centro, un obelisco se alza de manera majestuosa. Fue construido en el año 1835 a. C. y cuenta con una historia propia muy especial. El emperador Augusto ordenó que lo trajeran a Roma desde Alejandría. Jamás se había transportado un obelisco de tales dimensiones. El barco donde se transportó fue botado en tiempos del emperador Calígula y se encontraron algunas partes de dicho barco durante las obras de construcción del aeropuerto de Fiumicino. El obelisco de 326 toneladas descansa en medio de la plaza de San Pedro del Vaticano desde 1586. Es el segundo obelisco más grande de Roma, después del que se encuentra frente al Palacio de Letrán, y la esfera de bronce que descansa en su cúspide contiene un fragmento de la Santa Cruz donde fue crucificado Cristo.

A un lado de la famosa plaza, hacia la derecha, encontraréis a la Guardia Suiza, que guarda una de las entradas al Vaticano. Di la vuelta completa a la plaza y salí por el otro lado; a continuación me uní a la cola para subir a lo alto de la cúpula de la basílica (cola de 1 hora). La entrada para subir cuesta 5 euros para aquellos que quieran subir todos los escalones y 7 para los que nos son tan atléticos. Yo elegí coger el ascensor junto con dos señoras más y un niño pequeño. Dudo que la gente quiera gastar un poco más por subir en ascensor. La realidad es que la mayoría de los turistas no entienden verdaderamente lo que están visitando pero nadie quiere perderse ni un solo minuto de toda la experiencia en su conjunto. Así que, en el fondo entiendo que no cojan el ascenso, pero yo gasté dos euros más y, así, logré no tener que subir 330 escalones. Una vez que llegamos arriba y salí del ascensor, pude disfrutar de las impresionantes vistas que ofrece la cúpula de San Pedro del Vaticano.

Otro templo que llegué a visitar es la basílica de Santa María de los Ángeles y los Mártires, situada en la plaza de La República. Está abierta al público todos los días de 7 de la mañana a 6 de la tarde y la entrada es gratuita. El emperador Máximo comenzó a construir unas termas en este lugar en el año 289 d. C. en honor al emperador Diocleciano. Muchos otros emperadores continuaron reformándolas entre los años 298 y 306 d. C. para conseguir que fueran los baños públicos más bellos y suntuosos del Imperio romano. Un gran número de esclavos, hombres que se negaban a unirse al ejército y personas que no procesaban la religión romana llevaron a cabo las obras de edificación. Por supuesto, muchos de ellos eran cristinos convictos que fueron obligados a hacer las tareas más arduas en las canteras de piedra. La Termas de Diocleciano, su nombre oficial, estuvieron en funcionamiento hasta el año 537, cuando Roma fue sitiada y el ejército enemigo cortó el suministro de agua que alimentaba los baños públicos.

En 1512, el Papa otorgó la dirección de la iglesia a la Orden Franciscana, y sigue bajo su dirección hasta día de hoy. En 1632, Marco Montagna pintó los techos del templo. Además, fue construida sobre una base de 7 metros para evitar inundaciones. A pesar de que se han perdido muchos de sus mosaicos, todavía son visibles algunos en los suelos de la antigua cripta. La antigua entrada al edificio se cerró en 1947 y se inauguró la nueva entrada que da a la Via dei Fori Imperial, proyecto que urdió Mussolini en 1932. Frente a la iglesia, una pequeña plaza con una hermosa fuente nos da la bienvenida al lugar. Lo primero que puede apreciarse al entrar en el edificio es el vestíbulo, en cuyos muros se pueden apreciar numerosas pinturas. El silencio reinante en este vestíbulo contrasta con el ruido de la calle y te prepara para entrar en un lugar de culto. Una vez que se profundicéis en la basílica, podréis admirar sus hermosos mosaicos que datan de siglo VI.

Roma, la ciudad más bonita del mundo

En este santuario se encuentran algunos trabajos menos conocidos de Miguel Ángel, como las estatuas de Raquel, Lea o Moisés. Entre otros tesoros con los que cuenta Santa María degli Angeli hallamos un sarcófago con la historia de los 7 hermanos macabeos tallada en piedra (obra de los hermanos Antonio y Piero Pollaiuolo), columnas de mármol que pertenecían a antiguos templos romanos, esculturas alegóricas, puertas de bronce que datan de 1477 y la tumba de Cinzio Passeri Aldobrandini.

La basílica de Santa María del Popolo también merece una visita, sobre todo para contemplar la capilla Chigi, edificada por Rafael Sanzio y Bernini (quien introdujo cambios y terminó el trabajo), dos obras de Caravaggio: «La crucifixión de San Pedro» y «La conversión de San Pablo», y «La adoración del niño» de Pinturicchio. Estos son los principales atractivos de esta iglesia, pero, en realidad, Santa María del Popolo es un tesoro en sí misma. La basílica está situada en la famosa Piazza del Popolo, y se cuenta que el fantasma del emperador Nerón, que murió en esta plaza, vaga por el lugar en forma de cuervo y aterroriza a los habitantes de la zona. La grandeza de la basílica ahuyenta a los curvos, y el fantasma ha desparecido ya.

Quien desee contemplar al «Cristo de la Minerva» (o «Cristo Salvador»), escultura realizada por Miguel Ángel entre los años 1519 y 1521, debe dirigirse a la basílica de Santa María sobre Minerva.

Y, para concluir nuestro recorrido por las basílicas más emblemáticas de Roma, os hablaré de la Basílica de Santa María en Trastevere, la cual probablemente sea la primera iglesia cristiana de Roma, y de la basílica de Sant'Agostino en Campo Marzio. En este último santuario podréis disfrutar de su altar, diseñado por Bernini, y de obras como la «Madonna de Loreto» de Caravaggio (para realizar este cuadro utilizó como modelo para la cara de la Virgen a una modelo famosa y esto causó un gran escándalo), un fresco de Rafael Sanzio que representa al profeta Isaías y una estatua de la Virgen, el Niño Jesús y Santa Ana de Andrea Sansovino.

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