Fallas de Valencia

Un jueves lluvioso de marzo, tocaba ir a la fiesta más conocida de Valencia, ¡las Fallas! Nosotros no las conocíamos por aquel entonces y muy pronto nos percatamos de la magnitud del evento: el ruido de los petardos, las calles llenas de gente, y la variedad de fallas, de la más pequeña a la más grande. Todas tenían algo que las hacía únicas, la de la virgen, la de las princesas Disney... Se diferencian por el estilo, lo que revindican, lo que critican, el humor... La que más me llamó la atención creo que fue la del cine, por su tamaño y la precisión del detalle de sus personajes.

Lo que más me impresionó sin duda fue el ruido ensordecedor de los petardos. Incluso estando todavía en el autobús, los que organizaban el evento nos recomendaron abrir la boca para dejar pasar el aire y hacer el ruido más soportable. Aunque no estuviéramos especialmente cerca del lugar en cuestión, rodeados de miles de personas, los petardos nos reventaban el tímpano, hasta el punto de hacer llorar a los niños. Saltaban hasta las alarmas de las motos.

Al anochecer, los petardos dieron paso a una iluminación espectacular. Las luces cegadoras nos guiaban durante todo el recorrido, rodeados por los vendedores que intentaban que compráramos comida y cachivaches de todo tipo. Por este motivo pudimos probar la famosa bebida alcohólica "Agua de Valencia", a base de cava, zumo de naranja, vodka y ginebra. La acompañamos con tapas de la región.

Resumiendo, fue lo mejor que pudimos hacer para dar por concluida la caminata del día. Más tarde, sobre las diez de la noche, empezaron prenderles fuego a las fallas y la última que quemaron fue una con el símbolo del año 2015 y un imponente león que apoyaba la pata sobre un globo terráqueo. Aunque corría aire, sentimos el calor que venía de la otra punta de la plaza. Este maravilloso día de descubrimientos se acabó a la una de la mañana. La ciudad de Valencia invierte cada año tiempo y dinero para hacer que las fiestas sean excepcionales, ¡conseguido!