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Parque de Cabecera


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Y cuando pensaba que no quedaba más... ¡Cabecera!

Publicado por flag- Maria Murcia — hace 7 años

Entiendo que esto no es una experiencia Erasmus, vaya, en realidad siempre he vivido en la Comunidad Valenciana y visitaba Valencia unas 10 o 12 veces al año, pero siempre viví en un pueblo pequeño, que ni siquiera aparece en esta web, por lo que viví mi primera experiencia sobre “viajar para estudiar porque aquí no hay nada” a la tierna edad de 18 años.

Cuando acabé el instituto y aprobé la selectividad con una nota del montón (para ser de ciencias, en otras ramas sería una nota muy sobresaliente (es broma, todas las carreras molan)), decidí meterme al magisterio de las ciencias (no me culpen por ello, me la expusieron así), Environmental Sciences, o como lo llamamos aquí, Ciencias Ambientales.

¡Ni mucho menos! En esta carrera hay que currárselo y hay que valorarla más, ya que somos una de las carreras multidisciplinares que más ramas tocan y que más dará por culo en el futuro (me estoy pasando con las expresiones obscenas, ¿no?).

El caso es que, tras mucho padecimiento, conseguimos un piso apañado, de esos de “pues la tía del vecino de mi primo segundo tiene un piso en Valencia, a lo mejor os lo alquila” y me mudé con mis 3 mejores amigas (¡Y es lo mejor que he podido hacer! Si alguien os dice que acabaréis odiándoos y que jamás volveréis a ser amigas, os mienten y os privan de la mejor experiencia que se puede vivir con unas amigas).

Todavía recuerdo mi primer día como nueva vecina de la ciudad de Valencia, no dormí en toda la noche y lloré más de 7 veces. Que no os confundan mis 5 estrellas, Valencia no es precisamente el paraíso, pero tiene esas cosillas que la hacen a una sonreír de vez en cuando.

Comencé las clases y mi rutina se convirtió en:

  • Pasar calor
  • Coger el tranvía
  • Pasar calor
  • Estar en clase mañana y tarde
  • Pasar calor
  • Volver a casa
  • Pasar calor
  • ¡Vuelta a empezar!

Oh sí amigas y amigos, en Valencia hace muchísimo calor, calor de ese húmedo y abrasador, de ese que te pega a los sofás de skay (muy propio del estilo de “piso-viejo” que abunda en Valencia si lo que más te falta en la vida son los billetes). Y más en septiembre (pero todavía más en julio y agosto, eso no es natural), que es cuando empezó el curso, y cuando empezó la rutina de la que os he hablado.

Pues bien, tras observar un poco el relieve de mi nueva ciudad, descubrí que es un lugar estupendo para ir en bicicleta a todas partes. Es totalmente llana y cualquier trayecto te ocupa menos de 10 minutos gracias a los nuevos carriles bici que hay por toda la Valencia (gracias Joan Ribó). Estos dos factores y un buen maletero hicieron que acabara por traer mi bicicleta del pueblo a Valencia, por lo que comencé a utilizarla para todo (y, en consecuencia, a pasar todavía más calor si cabe).

Gracias a mi bicicleta, cambié un poco mi rutina y decidí aprovechar alguna que otra tarde libre para descubrir Valencia. Mi ruta favorita era (y seguirá siendo) aquella en la que tenga que pasar por el antiguo cauce del río Turia.

Os comento así por encima. Valencia era una ciudad cruzada por el tramo del río Turia que acababa por desembocar en el Mediterráneo, pero como toda ciudad con río, la mala gestión del cauce acabó por inundar Valencia más de una vez. Hartos ya de estar fregando todo el día, decidieron crear un cauce nuevo que rodeara la ciudad (el cuál siempre está vacío actualmente) y aprovechar el cauce antiguo para… ¡Hacer un parque enorme!

Pues sí, mi ruta favorita es recorrerme los parques del cauce hasta acabar en la Ciudad de las Artes y las Ciencias. Incluso algunos días empalmaba la ruta con la desembocadura del río, el puerto y el paseo marítimo.

Pero un día pensé “si hacia el este desemboca el río falso, hacia el noroeste… ¿Volverá a aparecer el agua?”. Así que cogí mi bici y me encaminé hacia la parte de arriba del cauce, descubriendo nuevos parques, pistas deportivas, zonas verdes muy bonitas, entre otras cosas.

Y cuando pensaba que ya no quedaba más río, que iba a aparecer un entramado de edificios al igual que en el resto de la ciudad, apareció ante mí un lago enorme, con un montón de patitos (tanto reales como falsos, de estas barquitas con forma de cisne), con una montañita a la derecha (que casi se me sale un pulmón de intentar subirla con la bici) en la que había un mirador en el que vi el atardecer ese día.

Sin duda, uno de los lugares más bonitos de Valencia, un lugar mágico para ir a ver el sol desaparecer en la silueta de las sierras que rodean la llanura aluvial del río Turia.

Se te olvida la ciudad, el calor, la rutina, los estudios, el agobio, la gente que hay a tu alrededor (últimamente se ha convertido en un parque muy transitado), desconectas, respiras hondo, y te sientes vivo un día más.

Esa fue mi experiencia, y entre otras muchas más que han completado mis 3 años aquí.

Pero ahora me piro, paso de esta city, ¡me voy de erasmus a Finlandia! Así que espero que la próxima experiencia sea sobre una aurora boreal, o sobre la nieve, o sobre que me caí a un lago.

El qué me deparará el futuro solo lo sabe éste.

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