No es el menor encanto de Medellín, que por todas partes de las montañas que la ciñen, se pueda ver el mundo desde lo alto. La metrópolis, entonces, deja de ser inaprensible. Así, un poco más al norte, está otro mirador en la conocida vía Las Palmas, del nombre de la ruta inmensa que serpentea de El Poblado hasta la cima de la montaña, hasta Ríonegro y su aeropuerto; este es un sitio que reúne a docenas de Paisas cada noche, quienes gozan viendo la centelleante ciudad que pareciera lucir sus galaxias artificiales como un reflejo de las de las alturas. Subiendo a lo largo de Las Palmas en moto, aunque el frío, a cada minuto, se afile con tenaz intensidad, fue como Medellín me atrapó.