El Poblado está divido en dos por una avenida que lo cruza de abajo hacia arriba: la Diez. Y a lo largo de la 10, en las alturas de la comuna, a veinte minutos del río andando, se encuentra el Parque Lleras, el centro de la vida nocturna chic de Medellín, y el punto de encuentro de los turistas. Es un parque chiquito, con pocos árboles; una placita rodeada, por todos sus costados, de restaurantes de sushi, de cafeterías, y sobre todo de bares donde suenan vallenato, champeta, salsa, electrónica y, por supuesto, reggaetón.
Es allí donde las bonitas Paisas, en vestido apretado y tacones de aguja, luciendo sus decoradas uñas y su largo cabello negro ondulando hasta las nalgas, bailan como solo las latinas saben hacerlo, tomando Ron Medellín y Aguardiente Antioqueño. El aguardiente, o guaro, o chorro, es el licor nacional colombiano; licor blanco hecho con anís, el cual se toma puro, a modo de shot. Medellín, como, de hecho, toda Colombia, aparte de Bogotá, la cosmopolita, no es una ciudad de grandes discotecas, pero sí de bares pequeños. Es, sin embargo, parte del Caribe y a nadie se le ocurriría tomar… sin bailar.