Al norte de Belén, centro neurálgico de Laureles, la comuna-espejo de la Candelaria, está el Estadio Atanasio Girardot. El Metro de Medellín cruza la ciudad de sur a norte, del municipio La Estrella al municipio Bello, bordeando el río. Sin embargo, otra línea, llamada San Javier, cruza la ciudad de este a oeste, desde la estación San Antonio, cerca del triángulo mágico, es decir, en el centro exacto del centro, hasta la comuna San Javier, pasando por la estación Estadio.
Infinitamente latinos, los Paisas viven y mueren por el futbol. Me acuerdo de un sábado por la tarde en la Carrera 70, a lo largo del Estadio: Eran las dos y el partido debía empezar al atardecer. Pero el universo entero, mis pupilas mismas, estaban rayados de verde y blanco, de los colores del Atlético Nacional. Mis ojos, mis tímpanos, mi nariz, todo estaba saturado de multitud, de gritos, de cantos, y de vapores de guaro. Y la exaltación sube, aún, cuando los dos gigantes locales se enfrentan, cuando el verde del Nacional encuentra con el rojo y azul del Deportivo Independiente Medellín. Recuerdo escuchar el clamor desde la orilla del río, a un kilómetro del Estadio; cerca, entre las estaciones Suramericana y Cisneros, justo al lado del río, la Biblioteca Pública Piloto (Carrera 64 # 50-32), gratuita y poliglota, cuyo silencio, en contraste, ensordece.