Una de mis experiencias preferidas durante la escapada universitaria a la ciudad de Nueva York, fue seguramente la subida al Empire State Building, en el corazón de la península de Manhattan.
Durante mucho tiempo fue el rascacielos más alto del mundo. Este memorable edificio fue construido a principios de los años noventa con decoraciones que recuerdan las poblaciones indias que habitaron este territorio durante un tiempo. De hecho, entrando por la puerta se siente una atmósfera refinada y exótica al mismo tiempo.
Adquiriendo la entrada es posible subir al centésimo piso con un rápido ascensor. Cuando vi la impresionante vista de la ciudad, me sorprendió la increíble perspectiva de toda la península. Además de otros innumerables rascacielos también pude llegar a ver el verdísimo Central Park, el Puente de Brooklyn y, haciendo un pequeño esfuerzo vi en medio de la Upper Bay, ¡el perfil de la Estatua de la Libertad!
Me hubiera quedado allí para admirar ese panorama único durante horas, pero la visita a la ciudad tenía que continuar. ¿Cuán bellas pueden ser las obras del hombre ante la inmensidad del cielo?
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