La catedral de Murcia

Principal monumento de interés turístico de Murcia, esta catedral alberga numerosos estilos arquitectónicos que la hacen única. De hecho, empezó a construirse en el siglo XIV y terminó en el XIX, pasando del barroco al gótico entre otros estilos. Su fachada espectacular se puede admirar desde la plaza del Cardenal Belluga, su esplendor nos deja boquiabiertos tanto de día como de noche.

Al entrar, uno puede admirar las capillas y los cuadros colgados a lo largo de los muros, identificados con sus respectivas inscripciones latinas. En el centro, encontramos el lugar donde se celebra la misa y el impresionante órgano. A ciertas horas del día, se puede ver a los más creyentes rezar o confesarse.

Los arquitectos españoles e italianos han construido hasta la torre de la catedral, la segunda más grande de España. Aunque pararon la construcción de la estructura en el segundo tercio del siglo XV por falta de financiamiento, continuaron erigiéndola dos siglos más tarde.

Se puede distinguir una ligera inclinación hacia la izquierda en comparación con las casas de detrás. Se pudo corregir el rumbo añadiendo más peso al otro lado. Solamente se puede acceder a este edificio desde el exterior por la "puerta del pozo", que nos permite admirar una vista increíble de Murcia. Pero antes de eso, toca escalar estos lados que se inclinan progresivamente.

La primera etapa nos lleva a la sala de los archivos (por desgracia no he podido verla). Luego se llega a la sala de los secretos, que nos abre sus puertas para mostrarnos el antiguo reloj (cambiado a numérico) que acoge. Esta zona abovedada permite susurrar un mensaje desde una esquina de la pared para enviarlo al otro lado. Por muy bajo que se diga, la voz atravesará la pared para llegar al oído del receptor. Además, al estar en el centro de la sala, todas las conversaciones que nos rodean pueden escucharse gracias a la acústica.

En el piso superior, uno puede echar un primer vistazo a las maravillosas vistas, la que contemplan los visitantes, pero al ser la única ese día, me llevé una gran sorpresa... La guía me llevó a lo alto (por las escaleras) hasta las 20 campanas de la torre. Todas, de la más pequeña a la más grande, rodeaban la torre de manera que toda la ciudad de Murcia las escuchara replicar.

En cuanto a la historia que tiene, esta construcción permitía a los campesinos saber cada 15 minutos cuándo tenían que regar la cosecha. Un ligero retraso podía causar una catástrofe. Alcanzando este nivel, la simpática de mi acompañante me autorizó a seguir subiendo a pesar de que estuviera prohibido. Bajo ese punto de vista, totalmente en el centro, pudimos oír las campanas replicar el cuarto de hora. Aunque me avisó, el miedo me invadió por la amplitud del sonido.

Después, llegó el momento de salir por la estrecha plataforma que rodeaba a la torre. Toda Murcia se abría ante mí, bajo este insoportable calor estival (aunque eran solamente las 11 de la mañana), pero nada podía hacerme apartar la vista del paisaje. Plaza Santo Domingo, la Merced, el río Segura, hasta Monte Agudo, reconocía cada rincón de esta ciudad que me había acogido un año. Gracias a la guía que valientemente había ignorado las prohibiciones por volver mis últimos días en la ciudad más auténticos... Sí, decidí visitar la catedral (y más concretamente, la torre) al final de mi estancia, pero mucho mejor acabar con la belleza de este recuerdo.