Nuestra segunda casa
El bar Erasmus en Murcia o, lo que es lo mismo, nuestra segunda casa durante ese año...Se podía ir de martes a sábado y cada día había una fiesta distinta. A principios de año, todos los Erasmus quedan allí. Hubo momentos en los que era imposible bailar a gusto, no podíamos ni movernos. Pero, allí estábamos todos. Al igual que en la mayoría de bares de Murcia, también llamadas «tascas», el alcohol era muy barato. Descubrimos las fiestas de «chupitos», en las que los chupitos de tequila, de ron caramelo o vodka estaban a 25 céntimos desde las 23 h hasta medianoche; a 50 céntimos desde medianoche hasta la 1 h; a 1 euros desde la 1 h hasta las 2 h y, por último, a 2 euros desde las 2 h hasta que cerraban, a las 4 h.
Aunque hay que reconocer que el alcohol que te ponían no era el mejor del mundo, nos lo bebíamos igualmente. Costaba dos veces menos que en Francia. Había que aprovechar al máximo la oportunidad, sobre todo, cuando un camarero se subía a la barra y empezaba a servir champán directamente en la boca. Al fondo, había otra barra, reservada para los chupitos, en la que podíamos elegir de entre una gran lista el que más nos gustara por solo dos euros.
Los viernes por la noche, era la noche de los tequilas sunrise y los mojitos a 1 euro hasta la 1 h. Los miércoles por la noche, se celebraba la fiesta de la asociación Erasmus ESN (Erasmus Student Network) con cerveza y sangría gratis. Gracias a Desperados, podíamos ganar gafas de sol o sombreros de esta marca de cervezas. Badulake también organizaba eventos más cultos, como Halloween, carnaval o San Patricio y repartían regalos para todos. Los músicos españoles e internacionales, que hasta ahora desconocíamos, se convirtieron en el pan nuestro de cada día, imposible pasar un solo día sin escucharlos. Desde Enrique Iglesias a Ricky Martin o Da Soul, bailábamos todos los ritmos latinos. Además, otro de los encantos del año que pasamos en el extranjero es conversar o ligar con desconocidos mientras bailas.
Por desgracia, cuando se acercaba el final del curso, el bar ya no estaba tan lleno de estudiantes jóvenes, sino de viejos, que podían llegar a ser muy pesados. Pero, como suelo decir, es imposible tener malos recuerdos cuando tienes buena compañía, así que los olvidamos. Echo mucho de menos el hecho de poder salir todos los días, esa música, los camareros tan amables, esas fiestas y emborracharnos con el alcohol tan barato. Lo de Badulake fue una experiencia inolvidable de principio a fin y espero que todos los estudiantes de Murcia puedan vivirla.
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