Se trata de un sitio no extremadamente conocido. Aparece en cualquier guía sobre la ciudad de Budapest que puedas comprar pero es una visita que salvo que estés interesado en la materia es muy posible que pase desapercibida. Sin duda es un lugar imprescindible para cualquier persona que, como yo, le fascine la historia contemporánea.
El parque se encuentra a las afueras de la ciudad. Bastante a las afueras. Para llegar hay que coger el metro hasta la estación la estación “Kelenföldi pályaudvar” y una vez allí esperar a uno de los autobuses que te lleva hacia esa dirección, los cuales son el 150 o el 101.
Yo fui un sábado, y como era de esperar la cadencia de autobuses hizo que la espera fuese de aproximadamente media hora hasta que llegó uno de los autobuses. Lo bueno es que durante ese tiempo descubrimos (mi pareja y yo) la forma de comprar billetes sencillos para desplazarse en autobús, que es encontrando una de las máquinas que hay al lado de cada para y expenden este tipo de billetes. Parece sencillo, pero en esta parada la máquina se encontraba extrañamente escondida lo que nos dificultó un poco la labor. Si bien es cierto que en Budapest el encargado de comprobar el billete, al contrario que en España, no es el conductor, resultaba bastante fácil montarse sin pagar. Pero por miedo a una multa y porque el billete tiene un precio asequible, decidimos ser honrados y montarnos en el autobús con nuestro billete.
El camino hacia allí también es largo. Fácilmente llega a la media hora yendo por carreteras secundarias húngaras en un autobús que, para ir metiéndonos en materia, tenía toda la pinta de ser herencia de la época soviética. Sin saber dónde estábamos ni exactamente donde parar, el GPS del móvil fue de gran ayuda ese día.
La parada se encuentra enfrente de una rotonda rodeada por campo, es decir, es fácil pasarse la parada si no te conoces el sitio. Por eso íbamos con cierto miedo a acabar perdidos en algún lugar de las afueras de Budapest. Pero por suerte todo salió bien y pudimos entrar al parque. La entrada nos costó aproximadamente 4 euros en 2015, con la cual puedes estar allí el tiempo que quieras.
Lo primero que se ve antes de entrar son las botas de Stalin en una tribuna de ladrillo, una estatua que completa medía unos 25 metros de altura. Cuando la aprecias desde la perspectiva de a pie no da la sensación de que pudiesen albergar una estatua de semejante altura, pero más tarde comprobamos que efectivamente sólo las botas miden casi tres metros de alto. Parece imposible.
Cuando entras a pagar la entrada te encuentras con una tienda de suvenires todos ellos relacionados con la Unión Soviética. Este ambiente de recuerdo (quizás nostalgia incluso) se veía aderezado con un hilo musical que repetía el himno de la URSS y marchas militares soviéticas una y otra vez. Imagino que será para crear ambiente, pero a mí me pareció esperpéntico.
Luego ya dentro uno se encuentra con un ambiente más solemne. Es un recinto amurallado circular en el que se albergan todas las estatuas y frisos pertenecientes a diferentes épocas de la era comunista en Hungría y que fueron retiradas tras la desaparición de la URSS. Muchas llaman la atención por su significado, que viene aclarado en ingles en los letreros al pie de las estatuas, otras simplemente impresionan por su tamaño, como es la del hombre de unos 15 metros de altura que parece echarse a correr.
Todas las estatuas se encuentran bien conservadas, aunque no parece que tengan ningún cuidado especial con ellas (no parece que les tengan especial cariño). Simplemente las tienen expuestas allí para que la gente pueda verlas en vez de tenerlas guardadas bajo techo.
Ver todas las estatuas del recinto lleva aproximadamente media hora, es una visita rápida en realidad. Aunque eso sí, es un gran lugar en el que tomar bonitas instantáneas.
A la salida del parque tienen “conservado” un antiguo coche de la época soviética. Está ahí para que los turistas puedan hacerse fotos con él, abrir las puertas, las ventanillas o sentarse al volante e imaginarse que estás conduciendo en la Rusia soviética. Personalmente no me metí porque me daba un poco de asco por la suciedad, pero es bonito acercarse y ver cómo eran los coches de la época.
Después se puede alargar la visita (más nos valía teniendo en cuenta donde está el parque) visitando una caseta que hay a la entrada con una pequeña exposición que hace un repaso a todos los movimientos sociales en contra de la Unión Soviética que hubo en el pueblo húngaro a lo largo de la época. Es una exposición larga e interesante de leer si se tiene tiempo (y ganas). Los carteles están en inglés y están acompañados de fotos de la época. Dentro también hay una réplica de las botas de Stalin que se encuentran en la tribuna de la entrada. Y aquí es donde uno puede comparar su altura con la de las botas. Impresiona mucho desde luego.
Y eso es todo lo que se puede contar sobre esta bonita visita al Memento Park, un sitio en el que parece que la historia sigue intacta y en el que la gente se puede acercar para ver un fragmento de aquella época con sus propios ojos, recordar y poder reflexionar sobre nuestro pasado reciente.