Aventura en Portugal
¡Por fin tengo tiempo de escribir sobre Portugal! Estaba esperando este momento porque quería describir todo lo que sucedió con detalle y escribir una larga historia sobre la experiencia. El mensaje está claro: ¡fue sin duda el mejor viaje del intercambio!
Cuando escogí Lila para ir de intercambio me di cuenta de que está muy bien situada para viajar, pero no sabía que podría ir a tantos sitios como fui. Ir al sur, a España o Portugal, me parecía un sueño. Me habían dicho que Portugal era increíble. Además, dos de mis amigos estuvieron en otoño y aunque hablaban mucho de sus viajes, no les hice mucho caso. No quería ir deprisa y corriendo, estaba esperando la oportunidad ideal, que por cierto llegó antes de lo previsto.
Después de unas cuantas semanas en Lila haciendo planes de viaje, quedé con otras chicas en ir a Portugal porque vimos buenas ofertas en Ryanair. Algunas eran directamente de Lila a Oporto. Me encantaba la idea de ir al sur de Europa al final del semestre, que se suponía que haría sol y podríamos ir a la playa y bañarnos. Al principio no contaba con lo del país con playa, pero pronto cambié de idea y quise ir a Portugal porque me encanta el verano, la playa, el mar, la gente maja... todo lo que tiene que ver con las vacaciones.
Acordamos estar atentas a los billetes para encontrar la mejor oferta para el mes de mayo. Aunque no los podíamos comprar directamente porque no sabíamos el calendario de exámenes y se suponía que serían ese mes. Más tarde, descubrí que no éramos las únicas con intención de ir a Portugal porque hablando con Lilian y otros chicos vi que también estaban emocionados con su viaje. Un día, celebramos un concurso de cocina e invité a Lilian, Andreas y Arnaud a que cenaran con nosotros.
Por cierto, creo que esa cena fue un momento importante, porque me hice muy amiga de esas personas y empecé a salir más con ellos. Así que un día, como ya era marzo, momento perfecto para planear el viaje, les dije: «¡Chicos, tenemos que buscar billetes para Portugal y planearlo todo! ». Pero no dijeron nada, solo se miraron entre ellos. Yo empecé a sospechar, aunque no tenía del todo claro por qué no decían nada, así que añadí: «¿Es que ya no queréis ir? ». Tras una pausa uno de ellos confesó que ya los había buscado. Como esa respuesta era muy ambigua, seguí preguntando y descubrí que no solo habían buscado los billetes, ¡los habían comprado! No podía creerlo, no sé si porque había bebido demasiado o porque me sorprendía que no me hubieran dicho nada.
Me limité a responder enfadada: «Vale, muy bien. O sea, que los habéis comprado sin mí. Perfecto. Que dijimos de ir juntos, pero bueno». Soné enfadada, pero estaba de broma. Ni siquiera sabía si iba a estar libre y necesitaba más tiempo para pensarlo. Cuando vieron mi reacción, Andreas se puso a buscar un billete para mí. Salí de la habitación a por otra bebida, pero me di cuenta de que iban en serio cuando vi la página de compra de billete con mi nombre. Intenté quitarle el teléfono, ¡no podía gastarme 30 euros en ir a Portugal solo por la broma! ¡Y ni siquiera sabía qué fecha habían escogido! Conseguí quitarle el móvil, todo bien, hasta que Lilian dijo: «Ya lo tienes». ¿Cómo? ¿Qué acababa de decir? Estaba tan centrada en el móvil de Andreas que no me di cuenta que Lilian estaba mientras comprando el billete. Aunque estaba segura de que no habría puesto bien mi nombre. En Facebook tengo puesto Barbarka, yo me presentaba como Barbara y mi verdadero nombre es Barbora. ¡Qué casualidad que lo puso bien! No sabía qué hacer. Tenía muchas ganas de irme una semana a Portugal, pero al mismo tiempo me preocupaban la fecha, los exámenes, el dinero... No suelo tomar decisiones tan precipitadas, siempre me tomo mi tiempo para pensarlo bien, pero esta vez había sido diferente.
Cuando me desperté tras la fiesta, lo primero que pensé fue: «Me voy a Portugal en mayo con gente a la que apenas conozco». Dos días después ya estaba segura de que iría. Comprobé el calendario de exámenes y por suerte teníamos la primera semana de mayo libre, así que la fecha era perfecta. Pero a las chicas no les hizo mucha gracia cuando lo dije. Querían planear el viaje juntas y para esa fecha los billetes ya habían subido de precio. Por eso planearon otra cosa. Lucia fue a Portugal con Juan más tarde y Katarina se compró un billete desde París, pero se fue antes de Lisboa para ir a las islas Azores. Una historia graciosa. Supongo que como ya estaba mosqueada por tener que planearlo todo, cuando encontró billetes baratos de Lisboa a las Azores los compró sin decírselo a nadie. ¡Y se fue allí una semana ella sola! Cuando me lo contó la miré asombrada. Yo no me veo capaz de hacer algo tan poco premeditado, pero supongo que los planes locos y espontáneos son los mejores. Más adelante, hicimos un grupo común en Facebook llamado «Portugal», y así descubrí que venía aún más gente. No era tan cercana a todos, pero había tenido buen trato con ellos antes del viaje. Era una locura, casi 20 personas. Cuando intentábamos quedar en clase para comprar los billetes era inútil porque solo íbamos cuatro personas de diecinueve, era imposible planear el viaje juntos. Por eso hicimos pequeños grupos con planes diferentes, aunque el objetivo principal era ir a Oporto y Lisboa. ¡Lilian era una experta planeando cosas y lo hizo genial! ¡Se las arregló para convencer a la gente, reservar los billetes y el alojamiento y programar visitas a los distintos lugares!
No tenía ni idea de quién se venía al viaje, solo sabía que éramos unos 15. El alojamiento fue un caos, así que pensamos en buscar otro con Airbnb, lo cual como veréis a continuación no fue buena idea. También estábamos un poco tristes porque nos pusieron un examen de francés el 9 de mayo y arruinaron nuestro plan de ir a Faro, al sur de Portugal. Por eso tuvimos que volver antes. Pero bueno, teníamos toda una semana.
Las cosas fueron complicadas desde el principio. Teníamos que salir de Lila a las tres de la mañana para coger un bus y después coger un avión desde Bruselas, por lo que decidimos ir con Lilian, Andreas y Arnaud para hacer la cena, dormir e ir a la estación de autobuses porque Andreas vivía muy cerca.
Mi última semana en Lila fue una de las mejores. Estuve todas las noches con Lilian. Puede parecer una locura, pero fue increíble. No queríamos perder el tiempo, teníamos que disfrutar de Lila todo lo que podíamos. Nos daba todo igual, hasta fuimos a solo la mitad de las clases. Cada noche íbamos a cenar o de fiesta. Pasábamos horas hablando de lo que fuera. Me sentía muy feliz. Esa noche también estábamos juntas y fuimos a casa de Andreas. Después de todo el semestre, por fin nos preparó comida mexicana, a pesar de que todo este tiempo había estado diciendo que no sabía cocinar. Mentira cochina, la comida estaba buenísima. Esa noche también estuvimos con Javier, pero él tenía otros planes. Tomamos sopa de fideos y tortillas rellenas de ternera y pimientos. Después nos dio sueño y Lilian y yo nos dormimos en una cama pequeña. Javier se fue, Arnaud durmió en el suelo y diría que Andreas no durmió en absoluto.
En la estación de autobuses nos encontramos con el resto del grupo y, obviando el hecho de que eran las tres de la mañana, todos estábamos muy emocionados por ir a un sitio con sol y sin lluvia. Volamos de Bruselas a Oporto.
Oporto
Mucha gente me había dicho que Oporto era una ciudad cutre y yo lo había asimilado tanto que cuando llegamos me sorprendí mucho. La ciudad era maravillosa. Había un gran río con un puente y muchos restaurantes alrededor. El tiempo era mil veces mejor que en Lila. ¡Por fin, vacaciones! Nuestro alojamiento también estaba muy bien, aunque un poco lejos del centro. La mayor diferencia con Lila es que había muchas cuestas y era incómodo para llevar el equipaje, pero yo solo llevaba una mochila.
No recuerdo exactamente nuestro programa, pero lo primero que queríamos ver era la playa, así que fuimos en taxi y en Uber. Sin embargo, hacía tanto viento que no nos pudimos bañar, solo nos tumbamos en la orilla. Luego encontramos un sitio con gente bailando y estuvimos allí un rato. Tras unas horas, volvimos a casa.
También probamos la comida típica portuguesa de Oporto: la francesinha. No tuvimos mucha suerte porque estaba de oferta, pero justo el día que fuimos no. Se trataba de un sándwich de queso corriente empapado en una especie de sopa. No me pareció nada del otro mundo. Por la tarde todos estábamos tan cansados que apenas teníamos ganas de fiesta. Algunos nos quedamos despiertos, otros se echaron una siesta y otros empezaron a beber directamente. Katarina y Adrien volaron desde París, por lo que llegaron más tarde, sobre las 23:00. Cuando se nos pasó el cansancio y nos pusimos a cantar, ¡unos vecinos muy desagradables se pusieron a dar golpes en la pared! No creo que estuviéramos haciendo tanto ruido, pero según ellos sí. La tercera vez que dieron golpes nos fuimos a dormir.
Al día siguiente quedamos con Arisa y Eduardo y nos sentamos en la orilla del río a disfrutar de la ciudad. ¡No me cansaba! La gente era muy amable y todo era más barato. Katarina se compró una cerveza perfecta para ella: más de medio litro.
Después subimos al puente y estuvimos haciendo fotos porque la vista era magnífica. Acabamos en otro restaurante y decidí pedir mi comida favorita, lasaña. Diría que el precio tan bajo es acorde con la calidad de la comida, porque mi lasaña estaba toda quemada. También me acuerdo del desastre de desayuno. Pedimos varias cosas como tortilla, zumo, café, tostadas... Pero a la camarera le dio bastante igual el orden de la comida. Primero nos trajo las tortillas, luego algunos cafés, luego las tostadas. Quince minutos después se acordó de traer los zumos. Le repetimos todo lo que habíamos pedido y por fin nos trajo los cafés que faltaban, aunque ya había pasado un buen rato. Tampoco sabíamos por qué unos cafés llevaban más cantidad que otros y cosas así, pero bueno, nos reímos un rato.
El móvil de Lilian no tenía ganas de cooperar y se le cayó el botón del menú. Por tanto, ella se pasó todo el desayuno buscando una tienda donde arreglarlo. Por suerte lo consiguió. Yo, como es habitual, me quemé y al día siguiente tuve que ir de manga larga y sufrir. Estuvimos dos días en Oporto. Próxima parada, Lisboa.
Lisboa
Lo gordo pasó en Lisboa. Cuando planeamos el viaje decidimos compartir un Airbnb con Juan y Lucia, mientras que los otros se quedaron en un hostal. El primer error fue no comprobar la ubicación, porque no era nada céntrico, aunque el chico del Airbnb nos había dicho que sí. Llegamos a la casa y se suponía que Juan y Lucia vendrían la tercera noche. Juan reservó cinco noches juntas, pero la noche que se quedaban con nosotros no estaba incluida en el precio. El dueño del piso quería hacernos pagar más por esa noche justo cuando llegamos. Otro error del que no me di cuenta. Y otra cosa más, era un piso compartido, así que había otra gente viviendo allí. No me gustó nada ese sitio.
¡Nuestro plan para el día siguiente era ir a la playa! Los que se quedaban en el hostal podían ir a partir de las 14:00 y pensé que era un rollo porque queríamos pasar todo el día en la playa, por lo que se me ocurrió decirles que dejaran sus maletas en nuestro Airbnb. Ni siquiera lo pensé porque me pareció que era una idea estupenda y que nada podía salir mal. Nuestros amigos llegaron por la mañana temprano. Le había dicho a Lilian que compartíamos el piso con otra gente, pero no lo dejé claro delante de todos, porque cuando llegaron no lo sabían. Otro error por mi parte. Intenté que no hicieran ruido, pero con 15 personas o así no resultaba fácil. Unos minutos después todo era un desastre. La gente del piso hacía cola en el baño porque Lilly lo estaba ocupando, vieron a los que se estaban cambiando de ropa en la habitación y alguien se fue a lavarse los dientes a la cocina.
Como todo esto pasó en 10 minutos, no creí que fuera un problema. Cuando vi que la gente se estaba enfadando les dije a todos que se fueran, dejé el baño libre y le pedí disculpas a la mujer. No fui maleducada en absoluto. Mantuve la calma e intenté arreglarlo todo. Les expliqué a todos la situación, que solo queríamos dejar las maletas en nuestra habitación. Me disculpé muchas veces y todo parecía arreglado. Pero de camino a la playa nos llegó un mensaje de Juan que decía: «¿Pero qué habéis hecho en el piso? El dueño está cabreadísimo y quiere que os vayáis». Adrien llamó entonces al dueño. Cuando terminó de hablar me sentí aliviada porque me dijo que se lo había explicado todo y que no había ningún problema. Pensé que Juan era un exagerado.
Cuando llegamos a la playa me puse muy contenta. Entiendo que a los australianos o a los mexicanos no les parece para tanto, pero a mí me encantaba. Ahora sí que eran vacaciones. Estuvimos tomando el sol, algunos nos bañamos, y luego bebimos, comimos y hablamos. Yo intenté entrar al agua, pero estaba demasiado fría para mí. Fuimos a una franja de tierra desde la que había una vista genial e hicimos fotos. También tuve oportunidad de usar mis chanclas por fin. En la República Checa tenía un montón, pero no me servían de nada y este semestre no contaba con utilizarlas.
Cuando volvimos al piso nos esperaba una desagradable sorpresa. El dueño nos estaba esperando para decirnos que teníamos 5 minutos para irnos. Sí, aunque por teléfono nos hubiera dicho que no pasaba nada. Teníamos que irnos. Intentamos arreglarlo, pero no hubo manera. Los otros inquilinos le habían dicho que habíamos dejado que nuestros amigos pasaran la noche allí, que habían estado usando el baño y la ducha y otra sarta de estupideces. Era imposible convencerlo de que eso no era lo que había pasado. Cuando me di cuenta de que discutir era inútil, al menos intenté asegurarme de que no íbamos a tener que pagar por las noches que no íbamos a pasar en el piso. Así que le pregunté por lo menos tres veces por el pago y respondió quitándole importancia: «No tenéis que pagar el resto de noches, solo la primera que os quedasteis».
Mentira cochina. Nos lo dijo para que nos fuéramos, pero al día siguiente Airbnb se cobró el dinero de la cuenta de Juan. ¡Qué tío más maleducado! Ni siquiera dejó que Jake me ayudara con las maletas y tuvimos que bajarlo todo nosotros solos. Por lo tanto, necesitábamos alojamiento para esa noche. Pero tuvimos suerte, quedaba sitio en el hostal de nuestros amigos. Se llamaba Good Morning Lisbon. Y de hecho, era mucho mejor que el Airbnb. Tengo que admitir que fue la primera vez que me quedaba en un hostal y me sorprendió gratamente. ¡El desayuno estaba genial! Podíamos tomar tarta casera, gofres caseros con Nutella, pan, sándwiches de jamón y queso, zumo, café y muchas cosas más.
En el cuarto de baño había un secador y champú, y todo estaba muy limpio. También tenían un programa por el día y por la noche para los huéspedes, una sala de estar común y ordenadores. Lo del Airbnb quedó sin resolver porque Juan no quiso enfrentarse directamente con Airbnb. Por tanto, pagamos hasta las noches que no estuvimos allí, aunque el hostal merecía la pena y me gustó el cambio. Por cierto, el tío era un imbécil porque cuando intenté llamar para solucionar el asunto, me colgó en cuanto le dije mi nombre. Aquí podéis ver lo tristes que estábamos:
Aunque estábamos cansados, decidimos ir de fiesta esa noche. De camino nos tomamos unos helados buenísimos que se parecían a los que hacen en Italia. Yo probé tres sabores y el mejor fue el de galleta Spéculoos. Era la primera vez que lo probaba. Las Spéculoos son unas galletas de masa quebrada parecidas a las pastas del café. Encontramos un sitio perfecto en el que nos acabamos emborrachando porque tenían unos cócteles geniales que eran enormes. Hacía mucho que no me tomaba uno porque en Francia eran carísimos. Pero en este bar un cóctel para dos o tres personas costaba unos 7 euros. Nos tomamos dos o tres mojitos, estaban buenísimos.
Luego me acuerdo de que Jake nos estuvo divirtiendo toda la noche. Durante el viaje tuve dos cosas en mente. La primera era que era una pena que no hubiera conocido más gente desde el principio. Por ejemplo, apenas recuerdo a Jake al principio del semestre y antes de este viaje apenas lo conocía, aunque me cayó bien enseguida. Es un tío genial, amable, majo, lleno de energía, divertido y optimista. También me alegraba conocer mejor a Lilly porque antes del viaje todo lo que sabía de ella es que era una fiestera: casi todos los días quería ir de fiesta. Aunque he de decir que es muy maja y a veces hasta sabe ser seria.
La otra cosa en la que pensaba era que me alegraba de estar con este grupo de gente una semana entera. No es lo mismo quedar con alguien unas cuantas veces al mes que viajar un tiempo juntos. De alguna manera estás obligada a pasar todo el día con ellos, para lo bueno y para lo malo, resolver los problemas y compartir las alegrías. Quiero mencionar que nuestro grupo de Portugal era genial. Me encantaba estar con cada uno de ellos y tengo unos recuerdos fantásticos del viaje. ¡Todavía me pongo contenta al pensar en el viaje, gracias a la gente con la que fui! Y todas las fotos de la cámara de Andrea me lo recordarán siempre.
En Lisboa tuvimos un paseo guiado gratuito. La guía nos recomendó los mejores sitios para comer y probamos licores y dulces de la zona. Me encantó porque aprendimos muchas cosas sobre Lisboa. Un sitio del que nos habló se llamaba Cabo da Roca, el punto más al oeste de Europa. También nos dijo que no fuéramos al castillo de Lisboa porque no merecía la pena.
Ese día nos separamos, por lo que un grupo fue a ver el castillo y los demás estuvimos esperándolos. Aunque si llego a saber lo mucho que iban a tardar, habría ido con ellos. Cuando volvieron fuimos a ver el gran puente. ¡Era impresionante! Se parecía mucho al de San Francisco. Nos tomamos un descanso en unos asientos en los que estuvimos disfrutando del sol. Por la noche quedamos con Juan y Lucia y fuimos a un bar. Aunque yo estaba muerta de cansancio, así que me fui a dormir enseguida.
Al día siguiente estuvimos pensando en ir a Sintra o a Cabo da Roca. Ninguno de los dos sitios estaba en Lisboa, por lo que tuvimos que ir en tren. Decidimos a qué hora queríamos ir, quedamos con gente de otro hostal y fuimos a Sintra.
Por desgracia, Juan y Lucia perdieron el tren y para cuando llegaron a Sintra, nosotros ya nos habíamos ido. Vimos a mucha gente que ofrecía excursiones por los alrededores. Luego fuimos a Cabo da Roca a ver los acantilados. He de decir que el tiempo era horrible, llovió casi todo el día. Fuimos en un autobús turístico y aunque era cubierto, hacía frío. Nos costó 17 euros, pero duraba todo el día. El bus no era especialmente cómodo. La lluvia se colaba en él, hacía frío y la audioguía no funcionaba del todo. Nos bajamos para entrar en los castillos, pero los precios eran demasiado altos, por lo que nos quedamos bajo el paraguas esperando otro autobús.
Decidimos ir bastante lejos en el bus a Cabo da Roca. Cuando estuve en Dublín me perdí la excursión a los acantilados, así que esto era como para compensarlo. Cuando llegamos el sitio era distinto a lo que imaginaba. No dejaba de llover y había tanta niebla que tampoco vimos mucho. Supuse que con un tiempo mejor, el lugar sería más bonito, pero no podíamos hacer nada. Al menos bajamos por un acantilado y encontramos sitios preciosos con unas vistas geniales.
Nos dio un poco de miedo. Aparte de eso no había nada más que ver, por lo que comimos y volvimos al autobús, donde me quedé durmiendo.
También dimos un pequeño paseo guiado en Sintra, pero visitar el castillo era muy caro. Estaba un poco triste porque ya era el último día y no quería irme. Teníamos prisa por coger el bus porque nuestra próxima parada era Madrid. Ni siquiera tuve tiempo para despedirme, pero quizás era mejor así. Cuando volví a Lila no podía dejar de pensar en el viaje. Aunque tenía exámenes, me alegraba mucho haber pasado esa semana tan maravillosa en Portugal con mis amigos.
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