Mezquita del Cristo de la Luz
Hoy os voy a hablar de un lugar que es muy especial para mí y que sin duda os encantará visitar si sois amantes de la historia y el arte. Se trata de la iglesia del Cristo de la Luz, aunque también fue la mezquita de Bab al-Mardum, por lo que la podemos conocer por ambas denominaciones.
Este edificio está situado en Toledo, una ciudad que me fascina, y al leer sus nombres, ya habréis podido adivinar que es uno de esos edificios de Toledo que guarda una larga e interesantísima historia.
Quizás este monumento no es de los más emblemáticos de nuestro país y habrá mucha gente que ni siquiera haya oído hablar de él si no se han interesado un poco en especial por la historia del arte de España, pero este pequeño edificio posee mucho más valor del que os podáis pensar y es realmente increíble, por lo que para mí no tiene nada que envidiar a los grandes y famosos templos más conocidos de nuestro país.
La primera vez que escuché hablar sobre esta maravilla fue en una clase del instituto sobre arte hispanomusulmán. Conocer un poquito de su historia y ver algunas imágenes me hizo despertar una especial atención hacia esta creación arquitectónica y mi interés por ella fue creciendo cada vez más, hasta que decidí realizar un viaje a Toledo con el objetivo principal de conocerla por mí misma, si bien es cierto que, en sus cercanías, encontraría otros monumentos de un valor igualmente incalculable.
Como os decía, este edificio fue inicialmente una mezquita, y es la mejor conservada de las que existieron en Toledo, por lo que es actualmente una gran referencia del pasado musulmán de esta ciudad durante la Edad Media y una de las huellas que corroboran la fama de la ciudad como la de las tres culturas.
La mezquita de Bab al-Mardum fue construida en el año 999, una fecha fácil de recordar, y que coincide con el esplendor del califato de Córdoba. Posteriormente se añadirían algunos elementos, entre los que cabe destacar el ábside del siglo XII, ya marcados por la reconquista cristiana. Esa nueva ermita ha pasado a ser la muestra más antigua de arte mudéjar que conocemos.
Ya desde el exterior y desde el jardín, este edificio resulta fantástico y posee una gran belleza, pero sin duda, hay que entrar al interior para descubrir verdaderamente el valor de esta obra. Además, el precio de la entrada no llega ni a los tres euros, por lo que no hay excusa para no entrar a visitarlo.
No se trata de un edificio que destaque por su tamaño, más bien al contrario, pero en esos pocos metros, encontramos elementos de gran interés y que nos dejarán con la boca abierta desde el primer minuto.
La planta se divide en nueve compartimentos, los cuales están abovedados, así que no olvidéis que una de las partes más interesantes y curiosas de la visita la encontraréis mirando hacia la cubierta. Destacan las separaciones por arcos de herradura, y también en especial por los capiteles visigodos que se aprovecharon.
Uno de los momentos más mágicos se produce al descubrir la parte de la ampliación de la iglesia, y os preguntaréis por qué. Pues bien, en esta zona del edificio se conservan frescos del siglo XIII dignos de admirar, y cuyos colores aún dan vida a este pequeño templo. Las representaciones cristianas, como el magnífico Pantocrátor, contrastan con las inscripciones de caligrafía cúfica, permitiéndonos ver una vez más la riqueza cultural de Toledo y una diversidad que marcaría por siempre la historia de España.
Como habéis podido comprobar al hablaros de los capiteles que encontramos en su interior, la vida de este edificio no comenzó en la época musulmana. Pero además, no es su pasado visigodo el referente más antiguo, sino que en los jardines del edificio, se realizan excavaciones arqueológicas que han permitido descubrir importantes elementos arquitectónicos de época romana, como una impresionante calzada de enormes y bien conservadas losas de granito. Como podéis apreciar, es un lugar que ha sido testigo de muchos capítulos de nuestra historia.
Siguiendo en el exterior del monumento, apreciamos elementos muy característicos como la cornisa, paños de sebka y una inscripción única e impresionante que dejaba huella de la construcción de la mezquita. En los vanos encontramos arcos de herradura y polilobulados, y llamando especialmente la atención, en algunos se alternan las dovelas de color haciendo una clara referencia a la mezquita de Córdoba.
A los que no lo hayáis hecho ya, espero haberos convencido de realizar una visita a la Iglesia del Cristo de la Luz. Aunque os muestro algunas fotos que realicé, con ellas sólo os haréis una mínima idea de la belleza de este lugar. Os animo a disfrutar de él y de la preciosa ciudad donde se encuentra.
Galería de fotos
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- Italiano: La Moschea del Cristo della Luce
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