Si os encontráis en Toledo, no hay que olvidarse de visitar la iglesia de San Ildefonso, también conocida como la iglesia de los jesuitas. Está situada en el centro histórico, cerca de otros edificios de interés, por lo que os pillará de paso y no perderéis mucho tiempo en buscarla.
Cuando visité Toledo, esta iglesia no estaba en el recorrido que ya tenía planeado y, aun así, al ver el edificio, sentí curiosidad y decidí visitarla. Mereció mucho la pena porque me sorprendió de una forma muy positiva.
Es un edificio de estilo barroco situado en lo que fue el lugar natal del propio San Ildefonso. La construcción de la iglesia comenzó en 1629 pero se prolongó durante más de cien años.
Fue al entrar al interior del templo cuando me llevé la sorpresa, no sólo por las grandes dimensiones, sino por el color blanco que destaca por encima de todo, gracias también al perfecto estudio que se hizo sobre la disposición de la luz, muy importante en un templo cristiano como este. Estas características lo convierten en un edificio muy particular. Cuenta con una gran cúpula en la parte del crucero y es un gran ejemplo de la arquitectura contrarreformista.
En su interior encontramos también importantes obras de escultura y pintura. En la capilla mayor destaca un retablo con una técnica de trampantojo, por la ilusión óptica que causa.
La entrada al monumento tiene un coste de sólo 2,80€, y también está incluida en la pulsera turística para acceder a varios monumentos.
Pero lo mejor de esta visita llegó cuando me enteré de que era posible subir a las torres. Desde ese lugar se tiene una panorámica impresionante de Toledo, unas vistas únicas de la ciudad con monumentos como el alcázar de fondo. Recomiendo a todos los que entréis a visitar la iglesia que os animéis también a realizar la subida, merece mucho la pena.
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