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Viaje al País Vasco (V): últimos días y despedida.

Publicado por flag- Claudia Costas — hace 4 años

3 Etiquetas: flag-es Experiencias Erasmus San Sebastian, San Sebastian, España


¡Hola a todos de nuevo!, ¡este bloque sobre el País Vasco ha llegado a su fin! Hoy os voy a hablar del quinto y último día de estancia, que dedicamos, mis padres y yo, de nuevo a la ciudad de San Sebastián. ¡Empezamos!

Nos levantamos temprano la mañana del segundo domingo de septiembre. Era un día grande para los donostiarras. Se celebraba la última jornada de las regatas, disputada por las cuatro traineras que mejor tiempo habían conseguido en los dos largos del domingo anterior. El tiempo acompañaba, con temperaturas muy altas. Quedamos en encontrarnos con unos amigos de mis padres, asiduos en sus vacaciones a Bueu y la Playa de Portomaior. A las diez y media de la mañana ya estábamos en la Playa de Ondarreta. Queríamos bañarnos y disfrutar del sol y de un día de descanso, más que seguir la competición en sí.

El premio Bandera de la Concha es el más prestigioso en el deporte de remo de banco fijo. Forma, con el Festival de Cine, La Semana Grande y la Tamborrada, el día de San Sebastián, uno de los eventos locales más importantes. El espectáculo resulta indescriptible, tienes que estar allí. Vivir el ambiente ya es una experiencia. La ciudad se convierte en un hervidero, en una interminable riada humana. Llega gente de todas partes, muy especialmente de la provincia, del país vasco francés y de las localidades participantes, como Cantabria, Vizcaya, Galicia…Se produce un estallido de color, entre banderas, banderolas, banderines. Mucha gente se envuelve en bufandas y camisetas, o gorras, exhibiendo el logo de sus traineras. Si vierais la ciudad desde un helicóptero, comprobaríais que no queda sin ocupar un solo metro cuadrado. Hay zonas con vistas privilegiadas, si lo que deseáis es ver la competición en toda regla. Os recomiendo el Paseo Nuevo y la ladera del Monte Urgull, aunque la gente se agolpa a lo largo de la bahía, en el Puerto, en todas partes. Multitud de barcos y vaporcitos privados, así como el catamarán para los turistas, toman posiciones en el mar. Al acabar la regata, acompañan a las traineras, situados a una distancia prudencial. Me recuerda, salvando las distancias, la procesión del Carmen de Bueu. No es lo mismo, pero así os hacéis una idea.

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Desde la playa de Ondarreta no tendréis visibilidad del trayecto, pero percibiréis el ambientazo. No podríais abstraeros, aunque quisierais. Ondarreta es una playa recta, comunicada con la Concha por un peñasco natural. Con la marea baja se pasa al otro lado perfectamente. Desde el extremo del Peine del Viento, se puede llegar a la Isla de Santa Clara caminando sobre las rocas. En los últimos inviernos, los temporales se han llevado la arena. No sé si lo han arreglado ya, pero se había convertido en un pedregal muy incómodo, sobre todo en la orilla. La gente camina mucho de un extremo a otro como deporte al aire libre.

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Tanto Ondarreta como La Concha conservan ese aire Belle Époque. Se han mantenido los toldos y sombrillas de rayas azules y blancas, que se ofrecen en alquiler. Sirven para cambiarse, para tener un servicio mientras estás en la playa. Fue un claro signo de estatus social. No se puede negar que le confieren un atractivo añadido. Las casetas forman parte de la personalidad de una ciudad tan armónica. Hubo un tiempo en que ciertas familias tenían en propiedad estos toldos. En internet podéis consultar los precios…

El agua en esa zona del Cantábrico está muy caliente. Para un gallego acostumbrado al frío del océano, es como meterse en un jacuzzi. A mí, que no tenía tres años, me llamaban la atención las olas. Rompían con tanta espuma, que me lo pasaba bomba cayéndome. Muy cerca de la orilla, podréis ver una plataforma flotante, parecida a una batea abierta. Los donostiarras lo llaman El gabarrón. Es un punto hacia el que nadar, para poner a prueba tu brazada y tu valentía. Cuenta con toboganes y trampolines desde los que lanzarse al agua. Casi todos los que se suben y pasan allí la tarde son niños y jóvenes, pero todavía se dice “voy a nadar hasta el gabarrón”.

Otra peculiaridad de estas playas urbanas es el sonido continuado de los altavoces. ¡No podéis ni imaginar cuántos niños se pierden cada día! Las personas que los encuentran los llevan hasta el puesto de vigilancia, donde les preguntan su nombre. Entonces lo anuncian para todos los playistas, en varios idiomas. La fórmula es “se ha perdido un niño llamado tal y tal”, “se ruega a sus padres pasen a recogerlo”. Hay tanta gente que oyes un rugido humano incesante, además del romper de las olas. Si el niño está asustado o no habla, tienen que conformarse con dar una descripción.

Hay muchas normas de uso y comportamiento. Casi todo está reglamentado o prohibido, a la par que te ofrecen servicios estupendos. Ni se te ocurra molestar con tu radio o llevar el perro. En la parte más seca de la arena, colindante con el paseo, suelen montar piscinas para los más pequeños. Organizan todo tipo de actividades y cursos para aprender a nadar. Hay bar-restaurante, of corse. Podéis tomar un tentempié y beber algo, pero debéis tener mucha precaución con los objetos personales, ¡nada de dejarlos sobre la toalla y ausentaros!

Aquel día ganó la Bandera de la Concha la Erreka, con su color rosa. Como os dije, es la trainera de Pasajes de San Juan. La trainera gallega femenina ganó esta olimpiada del remo… ¡en cinco ocasiones! Las masculinas no lo han conseguido nunca. Una vez que se acaba la regata, el público se agolpa en la rampa del Aquarium. Quieren ver llegar a los remeros, que son muy aplaudidos y ovacionados, cargados con sus traineras. Los últimos en llegar son siempre los vencedores. Se rezagan en la entrega del premio, que se otorga a bordo de una embarcación, en el mar.

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Cuando acaba el espectáculo, se nota la estampida. Hay gente que abandona la ciudad, aunque muchos otros se quedan. Se concentran sobre todo en la Parte Vieja, tan abarrotada que no entra ni un alfiler. Se come y se bebe dentro de los bares y en las calles. Los ganadores se marchan a su localidad de origen. Allí se congrega la afición para celebrarlo. Son recibidos por las autoridades, en el ayuntamiento, desde cuyo balcón el patrón agita la bandera. Si la multitud os agobia, mejor que cambiéis de planes.

Para evitar las aglomeraciones de esa zona, salimos de la playa y comimos muy cerca del Peine del Viento. El paseo de acceso cuenta con un Real Club de Tenis. Era conocido coloquialmente como Txikitenis. En sus instalaciones, (allí están las pistas para jugar), contaba con un restaurante. Tenía un comedor agradable. Más que un restaurante, parecía el salón de tu casa. Sigue ofreciendo menú del día actualmente. Mi madre recuerda el cardo gratinado con queso de idiazábal.

Después de comer volvimos al Peine del Viento. Ese día “los géiseres” artificiales estaban tranquilos. Recorrimos la bahía, rumbo a la zona del puerto. Mi madre quería enseñarme el Aquarium, cuya entrada está al pie del Paseo Nuevo.

El Aquarium se renovó después de muchos años de permanecer igual a sí mismo. Era costumbre entre las familias visitarlo de vez en cuando, como actividad de domingo. A la entrada había un esqueleto de ballena auténtico, en tamaño natural. También podías consultar las rutas de los conquistadores en una bola del mundo que se iluminaba. No pasaba de ser un museíto coqueto con las peceras gigantes en la planta baja, en semipenumbra. Hoy se ha convertido en un Aquarium moderno, con auditorio incluido. Cuando yo estuve, debí alucinar atravesando el pasillo submarino. Vais caminando por un túnel, como si estuvierais en el fondo del mar, y veis los peces a vuestro alrededor. Podéis tumbaros y mirar cómo nadan los tiburones por encima de vuestras cabezas. A la entrada, todavía se mantenían dos viejos cañones. Me compraron una camiseta de recuerdo que usé hasta desgastarla. Un poco antes de llegar al Aquarium, (que ahora llaman Palacio del Mar), también podéis visitar el Museo Naval.

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Cenamos con los amigos de mis padres huyendo de la parte vieja, después de recorrer el Paseo Nuevo hacia el Kursaal. La basura y los desperdicios de un día de desmadre se amontonaban hasta hacer difícil el tránsito. Dicen que las brigadas de limpieza ese día trabajan a destajo. Chorrean las calles y lo limpian todo, para que la ciudad esté a punto a primera hora de la mañana. Escogieron un restaurante del barrio de Gros. ¡A ver si adivináis cual era! A los vascos les apetecía una tapa de pulpo y pimientos de Padrón, así que nos llevaron ¡a la Casa de Galicia! Después tomamos un helado paseando por la bahía. Por la ciudad ya solo quedaban los “últimos korrikalaris”. Nos despedimos y nos fuimos a dormir hechos polvo. El lunes teníamos que emprender viaje.

El trayecto de vuelta a casa también lo dividimos en dos tramos. Como íbamos a comer en Tordesillas, salimos de San Sebastián sin prisa. Antes, recorrimos el mercado de La Brecha, para hacer algunas compras. Está ubicado en una esquina del boulevard. Es un espectáculo de olores y colores que se extiende por varias calles, además del edificio. Todo es de primera calidad, desde una alcachofa hasta la carne. La variedad de quesos es impresionante y los productos de la tierra llegan directamente de los caseríos. Os apetecerá llevároslo todo. Mis padres siempre compran queso de idiazábal y sidra del país. La sidra podréis encontrarla en algunos establecimientos de la Parte Vieja. Os recomiendo los espárragos y los pimientos de piquillo. No dejéis de comprar alubias rojas de Tolosa.

Dejamos la ciudad dirección Burgos y después Valladolid. Tordesillas está a poco más de tres horas y media en coche. Aparcamos justo en frente del restaurante Los Toreros, que también es hotel. Os servirán los mejores cuartos de cordero lechal que hayáis comido. De postre, os recomiendo las cañas rellenas. Para elegir el vino, es buena idea que os dejéis aconsejar. El cordero lo sirven muy ligero, sin patatas, en cazuela de barro. El cuarto de lechal es para dos.

El plan era visitar el Real Monasterio de Santa Clara. Después de la película de Vicente Aranda sobre Juana La Loca, los turistas llegaban hasta allí con una idea errónea.

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Estaban convencidos de que la hija de Isabel la Católica y Fernando de Aragón estuvo recluida en este monasterio, pero no es así exactamente. Aunque se conserva en urna el clavicordio que tocaba, del antiguo Palacio Real, donde de verdad pasó más de cuarenta años, ya no queda nada. La visita está más que recomendada. En origen, el edificio es mudéjar. Se pueden ver los baños árabes y una panorámica impresionante. Las cigüeñas anidan en los campanarios y oiréis su chirrido, que se parece al batir de dos conchas. La Plaza Mayor de Tordesillas, (sí, aquí se firmó el famoso Tratado), es una maravilla. Pasear por debajo de sus balcones te transporta a otra época. De un tiempo a esta parte, se habla mucho de esta localidad, por el dichoso asunto del Toro de la Vega. Dormimos allí mismo, en Los Toreros, y cenamos informalmente, en la plaza. Por la mañana seguimos la ruta rumbo a Galicia. Cuando llegamos, ¡verídico!, llovía a cántaros.

Y hasta aquí mi post de hoy, que cierra el Viaje al País Vasco, Espero que os haya gustado. Ya sabéis: comentad, compartid, preguntad, lo que queráis.


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Comentarios (3 comentarios)

  • flag- José Ramón Núñez Iraola hace 8 años

    Para mi las regatas de La Concha es el acontecimiento que más arraigo tiene desde mi juventud. Por vivir en San Pedro soy de los morados de la Libia pero tengo muchísima afinidad a la Ama Guadalupekoa de los verdes de Fuenterrabia.

  • flag- josefa parejo rejas hace 8 años

    Que buena la playa de la cocha.de lo mas elegante y ordenada. Me encanta lo bien que nos cuentas todos los lugares que visitas,nos trasladamos en nuestra mente a esos lugares. Felicidades por tu trabajo. .

  • flag- Fátima chamadoira hace 8 años

    Como soy donostiarra, no haré comentarios sobre mi ciudad natal, dando la impresión de que se me cae la baba. Así que me voy a Tordesillas. Vi el convento de clarisas, en Tordesillas. Por comer el cordero lechal, vendería mi alma al...


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