Viaje al País Vasco (parte II): Pasajes.
¡Hola a todos un día más! Este es el segundo post que dedico a mi primer viaje, (en la inopia), al País Vasco, (Euskadi o Euskalherría, como queráis). Lo prometido es deuda, así que voy a hablaros de PASAJES, (Pasajes de San Pedro, Pasajes de San Juan, (o Pasaia Donibane) y Trintxerpe), porque hay un cuarto, conocido como Pasajes Antxo, donde se ubica el puerto de carga y descarga. ¡Empezamos!
Es casi seguro que muchos de vosotros habréis oído hablar de la Quinta Provincia Gallega. Durante el “éxodo interior”, (como se le llama a la emigración de los años sesenta), muchos gallegos, (y andaluces, extremeños), emigraron a otras zonas de España, muy especialmente al País Vasco y a Cataluña. También hubo emigración al exterior, a países como Alemania, Suiza, Holanda, Francia, Estados Unidos, Argentina, Chile, Brasil, Uruguay. No todos, pero gran parte de los gallegos que eligieron el País Vasco, lo hicieron porque se dedicaban a la pesca. Eran hombres de mar que se establecieron en los alrededores de los puertos más importantes, (casi siempre con sus familias), como es el caso de PASAJES y ONDÁRROA, (por donde pasaré en otro post).
De aquella, había una flota enorme, muchos más barcos que ahora. En Pasajes en concreto floreció una colonia gallega. No era raro encontrar algún bar con nombre delator, ¡ups!, como “El Coruña”. La lengua gallega convivía por las calles con el euskera y el castellano. En la actualidad, los descendientes de los que se quedaron, (hubo muchos retornados al llegar a la edad de jubilación), están “culturizados”. Se adaptaron en una vasquización, ¿me explico?, que se nota hasta en los apellidos. El que se apellide García, si le apetece, se lo cambia por “Gartzía” y ya está. El Manolo, Imanol, José, Joseba…Para gustos, colores.
Desde el centro de la ciudad de San Sebastián se llega a Pasaia enseguida. Hay buen transporte interurbano, cada pocos minutos. El mítico TOPO, (como lo llaman allí), que es una especie de metro al aire libre, no llega hasta esa zona, al menos de momento. Si lo cogéis en la estación de Amara, (es puntual y muy moderno), os dejaría en Herrera y tendrías que seguir a pie. Si os gusta andar, zapatillas y preguntad, que se llega a Roma. Este TOPO está siendo soterrado en estaciones nuevas, prolongando su vía para dar servicio a otras zonas.
Mis padres y yo hicimos la ruta en coche. Pasamos el Alto de Miracruz, donde tiene Juan Mari Arzak su famoso restaurante. Seguís y dejáis atrás el barrio de BIDEBIETA y AZKUENE, una calle empinada a la izquierda, muy floreciente en aquellos tiempos de asentamiento gallego, con bares, comercios, colegio público, campo de fútbol. Continuamos hasta adentrarnos en el mismo TRINTXERPE, (siempre con “te equis”), una zona que llegaron a llamar, (no es broma), “la ciudad del dólar”, porque se ganaba mucho dinero, se notaba la prosperidad.
TRINTXERPE es una calle larga, no del todo recta. La zona portuaria, (es un canal natural), quedaba a la derecha. Arrancaba desde el principio, a la altura de AZKUENE, con naves enormes y feas, de servicios, transporte, etc. Entonces estaba empezando a parecer semiabandonada y en fase de recuperación y rehabilitación. Hoy todo ha cambiado mucho y hay un puerto deportivo. A la izquierda, un poco más adelante, os llamará la atención la Escuela Náutica. Está situada en el primer tramo de una cuesta por la que llegaríais al Faro de la Plata, en el Monte Ulía. Cuando la inauguraron, (se recuerda la visita de Franco), era un edificio muy puntero, supermoderno. Tiene la base hexagonal y acaba en una torre alta y puntiaguda que coloquialmente llamaban EL PIRULÍ. Contaba con un planetario, el primero que se hizo en España. Allí han estudiado muchas generaciones de jóvenes, marineros en ciernes y aspirantes. Es, podéis creerme, una zona muy, muy conocida entre los gallegos.
Fuente Faro de la Plata.
Aparcamos al llegar a la entrada de Pasajes de San Pedro. La zona de amarre y de descarga de pescado estaba justo allí. Es un pueblo muy pequeño, alrededor de la iglesia. Había frontón, donde se disputan partidos de pelota vasca con mucho ambiente. Las calles interiores son muy estrechas, angostas. Antiguamente el mar llegaba hasta las casas, tipo Venecia. Construyeron un “relleno”, (como se dice en Galicia, recheo), abriendo un paseo, así que, podéis continuar caminando por dentro o por fuera. Por dentro las calles eran adoquinadas, oscuras. El sol no entra ni a tiros y se nota. Hay pasadizos entre algunos edificios, tan estrechos que apenas cabe una persona. Antes de la construcción del paseo estaban inundados por el agua. No podéis pasar por alto la casa del Almirante Blas de Lezo. La reconoceréis enseguida, por su escudo de familia, que señala su importancia. Hay que caminar hasta desembocar en La Torre, (o Torre Atxe). Si escogéis el paseo, tenéis bares y restaurante donde picar algo y hacer un alto. La Torre es un ensanche muy abierto, que se agradece al salir de la zona antigua: veréis un embarcadero y un manantial, (mana de una gruta), en honor a una virgen. Os podéis sentar a contemplar el pueblecito de enfrente, con el Monte Jaizkibel, o continuar camino. Encontraréis rampas de bajada, (cada cual tenía su preferida), en las que se bañaban los niños, (Ondartxo), cuando llegaba el verano. A la izquierda, un poco más adelante, hay un edificio con aire de iglesia nueva: está en lo alto y es la sede del club de remo, ¡verídico! Es un deporte que tiene mucho apoyo y arrastra a la afición hasta el delirio. La rivalidad entre las traineras de San Juan y de San Pedro es cosa seria. A la trainera de San Pedro se la conoce coloquialmente con el curioso nombre de Libia; a la de San Juan se la llama Erreka. Caminando, llegaréis al lugar donde se reparaban los barcos, el viejo astillero. Hoy se ha reconvertido a museo, con actividades artesanales al natural. El proyecto estrella es la construcción de la Nao San Juan, réplica exacta del barco que se fabricó allí hace exactamente 500 años. El último tramo, (Puntas), fue también zona de bañistas y solárium familiar, en verano. El monte se levanta a vuestra izquierda, con mucha altitud y peligro de derrumbes. Es muy habitual ver aficionados a la pesca. Si os asomáis al final, tendréis delante la mítica entrada al Puerto de Pasajes. Tiene fama por la dificultad de la maniobra, sobre todo con temporal. Veréis una escalera larguísima e interminable, que os lleva al Faro y al Monte Ulía. Si os apetece continuar hasta el final del muelle, tendréis que bajar, en lugar de subir, pero hay que atreverse en días de mal tiempo. Las olas rompen y atraviesan el muelle de un lado a otro.
Fuente Embarcadero de Pasajes de San Juan.
Nosotros retrocedimos hacia el embarcadero de La Torre, con intención de coger la lancha motora. Cruzar a Pasajes de San Juan lleva dos minutos, como mucho. Todo el frente es muy, muy pintoresco. Se han rodado muchos anuncios allí, sin duda lo reconoceréis al momento. Al bajar de la lancha, os encontraréis una sola callejuela, estrecha y adoquinada. Podéis ir en dos direcciones, no hay pérdida. Hacia la izquierda llegaréis de nuevo hasta la entrada natural de la ensenada. Si tomáis por la derecha, os sugiero visitar la Casa Museo Victor Hugo. El escritor vivió allí, en el año 1843. La entrada es gratuita y tiene una exposición permanente sobre el personaje en la segunda planta. Después de pasear un poco, mis padres decidieron comer. Escogieron el restaurante Casa Cámara, pero hay algunos más, (como el Txulotxo), todos muy buenos. El Casa Cámara, en concreto, tiene una solera de negocio familiar muy serio que no discute nadie, (o casi nadie). De aquella había un vivero en el centro del comedor y podías ver cómo sacaban las langostas. Un plato muy recomendado allí sería un cogote de merluza para dos, si hay. Lo podéis, ¡obligatorio!, acompañar de sidra del país o txakolí. Es un vino blanco que se bebe muy muy frío. ¡Por favor!, ¡no pidáis un Albariño ni un Ribeiro! Los postres son de lo mejorcito. Podréis observar “la familia vasca” en estado puro y en acción, gente abierta, directa, que prefiere “el tuteo”.
Todo el País Vasco, ¡aviso!, es bastante caro. Siempre se pueden buscar opciones medias, para que no te de un yuyu al mirar la cuenta. El Casa Cámara es muy bueno y razonable, depende de lo que entendáis por razonable, claro. Quiero decir que no son precios a lo Arzak, que tiene tres estrellas Michelín.
Después de comer teníamos que hacer alguna visita. Mis padres habían escogido la Parte Vieja para cenar en plan picoteo. Al atardecer, me llevaron al Parque de los Jardines de Alderdi Eder, para que jugara un poco. Aparcamos en el barrio de Gros y caminamos hasta el edificio del Kursaal. Allí se celebra, como sabréis, el Festival de Cine, en sustitución del Teatro Victoria Eugenia, su antigua sede de corte clásico. Es el mítico edificio que se conoce como los cubos de Moneo, haciendo alusión al arquitecto navarro que los diseñó, Rafael Moneo. Fue el proyecto ganador en un concurso de seis arquitectos. Su inconveniente, dicen, es el alto coste de mantenerlo limpio. Tiene aire “acristalado”, con láminas de vidrio. Imaginad, (je, je), cuánto limpiacristales hace falta y cuántas personas colgadas de los arneses. El solar, que antes ocupó el Gran Kursaal, (que fue casino, etc), derribado en el año 1972, estuvo vacío y vallado al borde del mar durante dos décadas.
Después de atravesar el puente del Kursaal, (hay varios en la ciudad, al estilo parisino), llegamos al boulevard. Es ancho, con jardines en el centro y entrada a parking. Allí podréis ver un quiosco de la música precioso. Es modernista y, ¡ups!, (¿lo habré soñado? ), se le atribuye a Eiffel, el pobre ingeniero.
San Sebastián es tradicionalmente ciudad de muy buenas heladerías, así que nos zampamos un helado de cucurucho cada uno. Si podéis, probad en Los Italianos, aunque hay muchas más. El helado de limón está de vicio, o mezclado con chocolate. Mis padres, (agotados), tomaron un café capuccino. Si tenéis sed os recomiendo probar el granizado natural de limón.
De la Parte Vieja se dice que tiene la mayor densidad de bares por metro cuadrado de toda Europa. No sé si será verdad, pero hay un porrón. Todo está bueno, (dicen), desde un pincho, hasta un bocadillo de jamón o de queso. Si queréis comer o cenar de plato, también podéis, ¡y de cine! Lo mejor es que cumpláis fielmente con el rito de los pinchos. Hay que probar, aunque solo sea una vez. Los mostradores de los bodegones son un espectáculo a la vista, al olfato y a todo. Lo malo es que el cliente no sabe por qué decidirse. Normalmente se acompaña el pincho con un zurito, que es el corto de cerveza, o con un vino. La competencia es fuerte, por lo que nadie baja de un estándar de calidad. Ahora han sacado lo que se conoce como el pintxo pote: combina un pintxo con un trago, o pagas el trago y te regalan el pintxo, depende del establecimiento. No voy a dejar de mencionar una tradición de la Parte Vieja que ya se perdió: había varios puestos de cacahuetes, que expandían el olor por toda la calle. Te los servían recién tostados, (también patatas fritas), en paquetitos calientes y según el peso en gramos.
Y hasta aquí mi post de hoy, amigos. Gracias por leerme un día más, espero que os haya gustado. En la siguiente entrada os hablaré de la zona fronteriza. Ya sabéis: compartid, comentad, lo que queráis. Nos vemos en la siguiente entrada.
Galería de fotos
Contenido disponible en otros idiomas
¡Comparte tu Experiencia Erasmus en San Sebastian!
Si conoces San Sebastian como nativo, viajero o como estudiante de un programa de movilidad... ¡opina sobre San Sebastian! Vota las distintas características y comparte tu experiencia.
Añadir experiencia →
Comentarios (2 comentarios)
José Ramón Núñez Iraola hace 8 años
Yo viví parte de mi niñez en Pasajes de San Pedro, concretamente en el número 48-5º B, de la calle que termina en La Torre. Aprendí a nadar en la rampa de Torreatxe, como casi todos y ya de adolescente más de una vez crucé nadando con mis amigos de San Pedro a San Juan y vuelta. Tengo muy buenos recuerdos. Estudié hasta los 8 años en el colegio de monjas, al lado de casa (hoy residencia de ancianos) y me acuerdo mucho de Sor Celerina, una monja severa pero muy buena enseñando. Teníamos dos libros "Mis dictados" y la "Enciclopedia Alvarez". Y todos forofos de la trainera. Con el paso del tiempo, uno de aquellos amigos, apellidado Fontán ganó cuatro veces la Bandera de la Concha, patroneando la Libia sampedrotarra.
Fátima chamadoira hace 8 años
Yo tengo un recuerdo, debía ser muy pequeña. Me veo asomada a una verja que daba al mar, al lado de la iglesia, antes de la construcción del paseo. Como dicen, siempre se vuelve al principio, aunque los que tenemos doble identidad, (o ninguna), siempre estamos de ida y vuelta.