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Viaje al País Vasco

Publicado por flag- Claudia Costas — hace 7 años

7 Etiquetas: flag-es Experiencias Erasmus San Sebastian, San Sebastian, España


¡Hola a todos un día más! El post de hoy requiere una aclaración previa: está basado (no todo) en la memoria de mis padres, porque os voy a hablar de un viaje que hicimos cuando yo era pequeña. ¡Empezamos!

Mi madre nació en el País Vasco, concretamente en la ciudad de San Sebastián. Para los no españoles, ubicaré la ciudad en el extremo nororiental del Cantábrico. Ahora casi todo el mundo utiliza el topónimo Donostia, o su forma coloquial, Donosti. En mi familia decimos San Sebastián, por costumbre. Se empeñó en llevarme, para que conociera aquello, y lo hizo, pero, ¡ups!, tenía solo dos años y unos meses.

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Me cansaba enseguida, así que tenía que ir en silla. Tengo fotos, montones de fotos. Certificado visual verídico. De aquella, mi madre las pasaba a diapositivas. Quizá algunos no sepáis qué son. Si habéis visto el antiguo método de revelado, podéis haceros una idea. Una diapositiva se parece a un trozo de negativo, solo que está enmarcada en un soporte blanco, más bien rígido. Se introducían ordenadas en una especie de carril, que era parte del aparato proyector. Había que apagar las luces, o cerrar las contraventanas, si era día. Con un dispositivo, (mando, pero no a distancia), ibas pasando una a una. En invierno, sobre todo, organizábamos “sesiones de visionado”. Como pantalla podía servir una pared blanca, pero nosotros teníamos una especie de sábana, ya para eso. ¿Oigo risas? Lo más moderno, jeje, era el contestador automático.

Yo iba anclada a la silla en el asiento trasero. Con una velocidad moderada se tarda entre ocho y nueve horas en llegar. Era un poco excesivo, con una niña tan pequeña como yo a bordo, así que mis padres decidieron hacer la ruta en dos etapas. Escogieron Burgos para comer, pasar el resto de la tarde y dormir. En el coche de mi madre había aparato de CDs y me ponía música, para entretenerme. Debí darle el viaje, pidiéndole siempre el mismo disco. La frase era algo así como “¡póneme música la! ”. Era el mítico disco de, (risas), Los payasos de la tele, ¡verídico! y mi canción favorita, Susanita tiene un ratón. Nota: deben ser unos clásicos populares, porque mi hermana Clara también pasó por esa fiebre, unos años después.

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Me pasearon por los alrededores de la Catedral de Burgos y estuvimos en el Palacio de las Huelgas. Busco en mi memoria: rien de rien. Debí dormir como un tronco, en una cama supletoria. Al día siguiente salimos rumbo a Euskadi, o Euskalherría, (pueblo vasco en castellano), dos topónimos que los vascos prefieren actualmente para designar la Comunidad Autónoma. Corría el mes de septiembre, que allí suele ser el mejor, desde el punto de vista de la climatología. Después de instalarnos en el hotel, lo primero que hicimos fue recorrer la ciudad, bordeando primero El Paseo Nuevo, desde el puente del kursaal. Las míticas olas gigantes que podéis ver en la tele o youtube saltan precisamente en este punto. Está vallado sobre el mar Cantábrico, pero a la gente le gusta ir allí cuando hay temporales. El mar ha provocado destrozos a menudo. Siempre lo están reconstruyendo o arreglando. A la izquierda hay un monte muy alto, o más bien con una caída muy brusca. Es el Monte Urgull, que fue un bastión de ciudad fortificada, donde llegó a vivir el gobernador militar. Hay un museo histórico y un famoso cañón, (entre otros), al que llaman Rosita Waiker. Allí está el Castillo de la Mota. No me llevaron hasta arriba, por razones obvias. Se conserva una capilla con el cristo, (el Sagrado Corazón de Jesús), coronando el monte. Hubo una fuerte polémica, cuando surgió la iniciativa de quitarlo. Como dato curioso os contaré que en las paredes de las celdas del castillo aparecieron incisiones antiguas que los presos hicieron en la pared. Con una técnica de calco se imprimieron una serie limitada de cuadros reproduciéndolos sobre papel. En mi casa tenemos un ejemplar, cuidado como oro en paño. El famoso ciclista Induráin recibió otro como premio, hace ya bastante tiempo. Se puede distinguir el dibujo de un barco, una paloma y la leyenda La France. Tiene un aire abstracto y siempre nos preguntan qué es o qué representa.

Este trayecto te lleva hasta el puerto. Ahí se rueda la serie Allí Abajo, concretamente los planos en los que se ve el bar de Iñaqui. Había muchos restaurantes, puestos de souvenirs, y se vendían las famosas carraquelas, que son nuestros caramuxos, (y las quisquillas, que son nuestros camarones). Las tienen en montones, de los que recogen con una pala y meten en un cucurucho idéntico al de las castañas. Si son carraquelas, te pinchan un alfiler, para que puedas extraer la carne. Seguimos caminando, (yo no :P), hasta llegar al Real Club Náutico. Un poco más adelante están los míticos Jardines de Alderdi Eder, delante del edificio del Ayuntamiento.

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Pusieron, hace años, un carrousel antiguo, de época, auténtico. Está siempre allí, en verano y en invierno, justo al lado de un parque infantil. Hicimos una parada, claro. Me montaron en un barril que daba vueltas, porque me gustó más que el clásico caballito. Se puede decir que ya estás en la Bahía de la Concha, con sus famosos tamarindos, una especie tropical de árboles, (alrededor de cien), que siempre se citan. La verdad es que la ciudad, (el centro), no es muy grande. Paseamos por la acera, al borde de la mítica barandilla de San Sebastián. Por si os apetece, se vende un souvenir de joyería: está hecho con la réplica de un trozo de baranda blanca sobre un pedestal negro con plaquita. La playa está allí mismo, con varios accesos. En frente puedes ver la isla de Santa Clara, cerrando el horizonte. Se puede visitar. Salen barcas en verano. Muchos donostiarras pasan el día allí, tomando el sol y bañándose. Es una ciudad de paseantes, y de mucho turismo. En esas fechas, tuvimos suerte, porque aún no se celebraba el Festival de Cine y estaba más tranquilo. Llegamos a la altura de dos míticos edificios, sobre la playa, dejando el famoso hotel Londres a la izquierda. Formaban la Caseta Real de Baños, una imagen muy emblemática de la bahía. Ahora hay termalismo y otros servicios. Hubo discoteca, restaurante, zona de copas, etc. Todo de mucho copete, a precios prohibitivos. Una vez que pasas ese punto, te diriges a la Playa de Ondarreta. Estás a la altura del Pico del Loro, que es el extremo final de la Playa de la Concha y zona deportiva.

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Fuente Atardecer en el paseo de la Concha.

Tenías que atravesar una especie de pasadizo, que te lleva “al otro lado”. A la izquierda se ve el Palacio de Miramar, residencia veraniega de la familia real cuando salió de España Alfonso XIII. Hay zona ajardinada a la izquierda. Este tramo te lleva hasta el famoso Peine del Viento, del escultor Eduardo Chillida. Mítica pregunta de Trivial que la contestas y eres el p*** amo. Es una estructura formada por tubos de acero, como avanzadilla sobre las rocas. En el pavimento del paseo se abren unos orificios. Cuando las condiciones climatológicas lo permiten, el espectáculo está garantizado. El viento sopla por ellos. Si hay temporal, puede llegar a salir el agua. Chillida tenía su casa familiar allí, en la falda del Monte Igueldo.

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Fuente Aquí os muestro el Peine del Viento, escultura de Chillida.

Allí subimos después de comer. Acordarse del menú ya sería mucho. Lo que suelen visitar los turistas es el Parque de Atracciones.

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Tiene el encanto de la Belle Époque, momento en el que fue inaugurado. Sigue estando igual y mi hermana, (¡yo no! ), se montó en su montaña suiza, ¡al borde de un acantilado! Para acceder hasta arriba del todo, se podía ir por carretera. Lo bonito es tomar el funicular (odio esta palabra), con un desnivel no apto para cardíacos. Uno baja y el otro sube. La gente suele impresionarse por la altura. En un momento del trayecto, la vía se desdobla en dos, en el punto en el que los dos vagones coinciden. Cuando llegas arriba, tienes la ciudad a tus pies. Las vistas son panorámicas, he visto fotos impresionantes. Las atracciones, si se comparan con las actuales, son como de juguete. Había ponis para montarte y hacerte la típica foto de recuerdo. Ahora han desaparecido, por jubilación del negocio, creo. Es obligatorio navegar por el río misterioso, sobre aguas impulsadas por una rueda enorme, con paletas. Hay también un estanque con barquitas, para hacerte la ilusión de que sabes gobernar un timón. Está el Cosmicar, la Casa del Terror… Ya digo. Nada que ver con las barbaridades que se construyen ahora. Si quieres darte el lujo, puedes hospedarte en el Hotel Monte Igueldo. Está allí mismo, a una altura de vértigo. Hay un torreón, El Torreón de Igueldo, también conocido como La Farola. Fue faro y después mirador. Ahora hay restaurante, en el caso de que os apetezca comer allí mismo. La gente suele subir hasta arriba del todo, porque dicen que no existen en el mundo unas vistas como esas. Si no habéis estado nunca, en internet hay muchos vídeos y cientos de fotografías.

Y hasta aquí mi post de hoy. El primer día fue una jornada intensa, aunque a mí me paseaban, a ratos en silla, o en el colo. Supongo que empujar mi carrito cansaba lo suyo. Nos retiramos al atardecer, rumbo a Pasajes, para cenar tranquilamente y descansar un poco. A esa zona portuaria dedicaré mi siguiente entrada. Espero que esta os haya gustado. Ya sabéis: compartid, comentad, o lo que os apetezca. Y gracias por leerme, ¡y por el número de visitas!


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Comentarios (7 comentarios)

  • flag- Maria Escudero hace 8 años

    Hicimos un viaje a A Coruña cuando Miguel tenía 3 o 4 años, tu padre estrenaba coche y Miguel vomitó y pusó el coche perdido. Todo lo demás fue perfecto. Ah no recuerdo que vomitara nunca más. Seguro que tus padres aún lo recuerdan.

  • flag- Claudia Costas hace 8 años

    ¡María! Qué sorpresa ver que todavía andas por aquí, jeje.
    Vaya por dios, qué gracioso O Miguel... :P

  • flag- José Ramón Núñez Iraola hace 8 años

    Yo como donostiarra mi sangre es txuri urdin (azul y blanca). Mi lugar favorito el Monte Urgull. La Tamborrada y las regatas de la Concha los acontecimientos que más me gustan. Unos pintxos de antxoas rebozadas y unos txakolis en el bar Martínez de la calle 31 de agosto néctar de dioses.

  • flag- Fátima chamadoira hace 8 años

    Nunca tuve el valor de montar en la Montaña Suiza. Ni lo tuve ni lo tendré. Hasta los ponis me daban vértigo. La sensación de la brisa en la orilla de la playa, en la bajamar, no se borrará jamás.

  • flag- josefa parejo rejas hace 8 años

    Pues yo si tuve la valentía de montarme en la montaña suiza con mis niños pequeño hace 35años.buenos recuerdos tengo de esas tierras. Ah,algunas también menos buenas.pero todas ellas no las olvidos,algun dia volvere..

  • flag- josefa parejo rejas hace 8 años

    Pues yo si tuve la valentía de montarme en la montaña suiza con mis niños pequeño hace 35años.buenos recuerdos tengo de esas tierras. Ah,algunas también menos buenas.pero todas ellas no las olvidos,algun dia volvere..

  • flag- Maria Escudero hace 8 años

    Cómo que por aquí !! yo me leo todos tus post y los publico todos en Facebook. Siempre estoy jajaja


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