llegando a un lugar desconocido: Balneario Camboriu

Cuando decidí aprender portugués, lo primero en que pensé fue si me convendría mejor estudiar en Brasil o en Portugal, aunque muchos amigos me recomendaron estudiar en Angola, dónde la lengua portuguesa se había mantenido intacta y aún hoy en día es fácil distinguir la forma formal a la informal (lo cual no sucede en Brasil); es así como comencé a investigar más a fondo estos tres países, teniendo en cuenta ventajas como viajes, comida, cercanía, cultura y claramente economía.

Comencé a investigar a Portugal que claramente se supone habla el mejor portugués del mundo, porque si allí no se habla bien el portugués ¿en dónde si? (pues es la cuna del idioma), aun así me decidí investigar un poco más al respecto, descubriendo que la acento “sotaque” brasilero es más melódico y el portugués más cerrado y, aunque en Angola se habla un portugués colonial, este ya no es muy usado en el “portugués internacional”; es así como mi duda se redujo a Brasil o Portugal, tomando la decisión de ir a Brasil por muchas razones:

1. Los carnavales (los cuales son tan famosos que, personas de todas partes del mundo viajan todos los años para celebrar la semana de fiestas en todas las calles de Brasil, porque si ustedes son como yo, que pensaba que los carnavales solo eran en Rio, se equivocan, hasta en la ciudad más pequeña y apartada se disfrutan igual los carnavales).
2. Brasil estaba más cerca de casa, por lo que suponía que la cultura y el horario no serían tan distintos a los que estoy acostumbrado (una mentira que iba a descubrir con mi estadía en Brasil).
3. Los costos (cuando me decidí ir a Brasil pensé “Brasil tiene que ser más barato que Portugal porque el Real es más barato que el Euro” otro de mis errados pensamientos porque créanme, en Brasil no existe nada económico pero tampoco nada excesivamente caro que impida disfrutar de buenas fiestas, restaurantes y viajes).

<Si deciden estudiar portugués, Brasil es la mejor opción para los que buscan aventura>

Después de tanto pensar y no saber a donde ir, tome la decisión de irme para Brasil, sin saber realmente como era el país o a qué parte debía ir; pues como todos saben, aquel país es un continente donde el portugués tiene tantas variaciones que en ocasiones es difícil para los mismos Brasileños entenderse entre sí.

Una nueva decisión tenía que tomar y era si quería ir al norte, al centro o al sur del Brasil, por lo que pensé “qué difícil es encontrar el lugar ideal para realizar el intercambio perfecto”, por lo que seleccione tres ciudades en distintos lugares:

1.  Salvador de Bahía, la primera capital del país y en la ciudad donde realmente se vive el verdadero Brasil.
2.  Rio de Janeiro (claramente la ciudad a la que todos queremos ir algún día) porque tiene todo en un solo lugar, cultura, playas, fiestas, buenas universidades y claramente, el famoso carnaval de Rio; sin embargo decidí mudar mi idea por São José dos Campos pues amigos que habían ido a la ciudad me dijeron que era muy segura, no muy grande pero tampoco muy pequeña y lo mejor de todo, a mitad de camino entre Rio y São Paulo (Ciudad donde realicé mi primer intercambio, pero que luego les contaré).
3.  Florianópolis, la ciudad donde todo brasileño quiere vivir porque tiene playas, bosques, montañas, fiestas, seguridad, calidad de vida y lo mejor de todo es que es una isla, más grande que cualquier país del caribe.

Cuando decidí que haría mi intercambio en Florianópolis (la cual, claramente era mi opción favorita) comencé a investigar un poco sobre la ciudad, las universidades que allí habían y los lugares cercanos, descubriendo que curiosamente, esa parte de Brasil tenía una importante influencia europea, debido a las migraciones del siglo XX; descubrí que existía una ciudad cercana donde se realiza el segundo Oktoberfest más grande del mundo, también que existía una región a 100 kilómetros de la ciudad, llamada el Valle Europeo, donde están poco más de una docena de pequeñas ciudades con una influencia distinta (alemana, sueca, italiana, española, portuguesa, sueca, suiza, francesa, holandesa, finlandesa y hasta de Alemania del este).

Después de pensar que mi decisión era la indicada, inmediatamente me comunique con la UFSC (Universidad federal De santa Catarina) para comenzar un curso de portugués y una maestría en Relaciones Internacionales y Cooperación Regional, entre a todos los grupos de la universidad para buscar casa y saber un poco más sobre el “ambiente” del lugar y conocer personas que ya estuvieran allá; sin embargo, como si fuese una obra del destino, una amiga brasileña que había conocido un año atrás me escribió para saludar y saber cómo iban mis planes de aprender portugués, a lo que respondí con un texto bastante largo sobre mi selección de destinos, el cual ella respondió “genial, entonces vendrás a visitarme a BC”, por supuesto no sabía que significaban esas siglas e inmediatamente le pregunte, a lo que nuevamente respondió “Balneario Camboriu, el Miami Brasileiro”.

Dos semanas después de la conversación con mi amiga, ella me pregunto “¿Por qué no haces un intercambio social en BC durante el verano?”, pregunta que no me pareció descabellada y la cual comencé a tener en consideración, ella me ayudo a contactar personas de fundaciones, hospedajes y a ver cómo sería la logística de mi llegada, teníamos todo listo para mi trabajo como voluntario y lo único que habría que hacer era esperar a que llegara la época de verano (Diciembre-Marzo); los días se me hicieron eternos desde Agosto (parecía un recluso a veras de cumplir su condena), contaba los días, mientras pensaba como seria aquella aventura.

Al final de una larga espera llego el 03 de Diciembre, día en que comenzaría una nueva etapa de mi vida, llena de aventuras y desafíos, los cuales no sabría con certeza, como serian; mi viaje comenzó en el aeropuerto El Dorado de Bogotá (ciudad de donde soy y que olvide contarles desde el principio) donde espere tres horas para embarcar en un vuelo que duraría seis horas y media hasta el aeropuerto de Guarulhos en São Paulo, en donde hice una escala de un mes en casa de unos amigos, para después tomar un vuelo de una hora hasta Florianópolis, el cual sería mi último destino, después del verano. En Florianópolis tome un taxi hasta la Rodoviária (Terminal de transporte) que queda a unos 8 kilómetros del aeropuerto, donde un amigo me estaba esperando de sorpresa con mi amiga, para dirigirnos a BC.

Después de una hora por la autopista pasamos un túnel que parecía nunca acabar, sin embargo cinco minutos después habíamos llegado a Balneario Camboriu, la famosa ciudad que había estado en mi cabeza por meses, sin embargo cuando llegamos, todo parecía distinto a lo que había imaginado, puesto que solo habían gasolineras y talleres, pero lo que no sabía es que después de seis calles comenzaría la verdadera aventura, cuando comenzamos a adentrarnos entre altos edificio por la calle 2800 hasta la tercera avenida (la avenida de ingreso a BC), que nos condujo inmediatamente a la avenida central (donde queda todo el comercio de la ciudad) y luego a la avenida atlántica que limita con más de cinco kilómetros de playa lineal.

Al llegar a la ciudad tuve un choque de emociones, que no sabía cómo demostrar y si realmente estaba allí o era un sueño, nunca había imaginado que una ciudad pudiera tener tantos edificios en un solo lugar (BC posee más edificios por metro cuadrado que São Paulo) y que tuviera una hilera de establecimientos que era casi imposible de contar, sumado a la enorme multitud de personas que había en las calles, multitud que hacía casi imposible acceder a la playa; lo único que sabía era que estaba en BC y que desde ese momento comenzaba una verdadera aventura.

Para resumir mi primer día, o mejor dicho, mi primera noche, al llegar al centro de la ciudad donde se encontraban las tres principales avenidas de la ciudad, comenzó a llover y, tuvimos que escampar en un bar, donde pude experimentar por fin la tan afamada caipirinha (cachaça y limón) para después terminar en un encuentro con todas las personas que también harían un voluntariado en la ciudad.

Después de varias (muchas) caipirinhas, nos dirigimos a la playa central, en donde había muchos turistas (mayoritariamente argentinos) que cantaban y danzaban cumbias argentinas y reggaetón, lo que nos hizo “entrar en calor” y terminar danzando y cantando toda la noche hasta el amanecer, hora en la que aún estaba llena la playa. Al comenzar mi primer día de estadía en BC, comencé a planear mi rutina y a pensar cómo podría aprovechas al máximo mis vacaciones de verano, por lo que termine yendo al morro de careca y al cristo luz (lo cual será otra historia para después).

Amanecer en verando desde la playa central de Balneario Camboriu.