Berlín y su negra historia transformada en edificio
Dentro de nuestro viaje por esta perfectísima ciudad alemana, no podíamos dejar de visitar el Museo Judío de Berlín, diseñado por el arquitecto Daniel Libeskind.
¿Por qué no podíamos dejar de visitarlo? ¡Que exagerados!
En realidad teníamos muchas razones para visitar el museo, una obvia e importante es el valor a nivel estético y de emociones que causa su arquitectura, así como el hecho de conocer un museo tan importante en el cual pudiésemos conocer un poco más de la historia de la alemania en guerra contra los judíos, así como el presente de quienes lo vivieron.
Llegamos al museo al bajarnos en la estación Kochstaze y caminamos por las calles aledañas (que fácilmente se pueden consultar en un mapa) y llegamos de frente al museo Judío tantas veces expuesto en nuestros salones de clases de arquitectura.
Era tal cual nos lo platicaron, creo que algo curioso es conocer un lugar que habías visto tantas veces antes en una pantalla o en un libro, porque es como si lo conocieras todo, pero siempre descubres que algunos detalles pueden o no ser como los habías imaginado, finalmente cada persona vive el espacio de forma individual y diferente, e imagino que esta misma versión que viví con mi amigo César, él la podría contar desde una perspectiva totalmente distinta pero con algunas objetvas coincidencias.
Al llegar nos encontramos con el edificio, una de sus fachadas erguida en metal y con las ventanas rasgadas tan distintivas del edificio. Me emocionó mucho y como ya sabía, la entrada se encontraba en el edificio de al lado, del antiguo Museo de Berlín... es decir, el edificio antiguo y el nuevo se encuentran conectados por un túnel subteráneo, por lo que a nivel de calle no es posible apreciar la conexión entre ambas edificaciones.
Creo que eso está bien, le da individualidad al edificio de Libeskind, además de que al no contar con un ingreso meramente público, se convierte en un elemento hermético al exterior.
Su fachada está hecha a base de placas metálicas, a las cuales se les realizan ciertos cortes que son las ventanas, Libeskind quizo representar ese quiebre social en todos los aspectos, tanto en la planta en forma como de rayo quebradizo, como en el exterior del edificio, a mi me recordó a un cuerpo cortado o mutilado, emana un sentimiento difícil de explicar pero que claramente tiene que ver con algún tipo de separación y dolor.
Al ingresar pagué 3 euros por ser estudiante, así que me pareció un precio sumamente razonable para la calidad de edificio que estaba a punto de recorrer.
Ingresamos desde el vestíbulo del Antiguo Museo de Berlín y bajamos unos escalones hasta llegar a un amplio pasillo que nos llevó a través de fotos de diferentes partes del mundo a una amplia escalera con vigas y ventanas angulosas. Según la guía del museo, que es gratuita en audio, comenzamos en la sala del último nivel, la cual nos recibió con un gran árbol de granadas, el cual es importante dentro de la cultura judía y al cual se podía accesar a través de una escalera que rodeaba el árbol para después darme cuenta que las granadas eran de papel y en ellas se debía escribir un deseo para el mundo. Yo escribí el mío:
Así comienza todo, mi corazón se conmovía a cada paso y elemento dentro de la exposición que iba encontrando... las fotografías, los objetos, las ropas, las historias! Tantas caras desconocidas que se convertían en conocidas al escuchar sus anécdotas... Fué muy fuerte pero también emocionalmente enriquecedor.
De hecho recuerdo una de las salas que llamó mucho mi atención, se trataba de una sala en donde se exponía la vida en su situación actual de las familias de las personas que vivieron dentro del holocausto, podíamos ver que siempre queda una herida, una cicatriz que les recuerda lo vivido, aún tratándose de nuevas generaciones... es una herida que quizás sólo con el tiempo y la aceptación se pueda sanar.
En la sala flotaban las fotografías de esas familias, y podíamos sentarnos a escuchar cada historia... yo me entretuve ahí un buen tiempo...
Al terminar con esa experiencia emocionalmente activa y sensorial en cuanto al espacio vivido, quedan por visitar los lugares más sorprendentes del museo, uno de ellos es la sala llamada "El Vacío a la memoria".
Esta sala se encuentra en una de las torres que se forman por la forma del edifio, las otras están vacías e inaccesibles, representando el vacío en el mundo que dejaron las pérdidas de los fallecidos durante la II Guerra, en esta sala que les cuento, que más que sala es un vacío altísimo, que da la sensación de estar acorralado o encerrado para siempre en algo, se encuentran miles de caras forjadas con metal a los pies... a través de las cuales se debe caminar, y al caminar se produce un sonido aterrador que eriza la piel y llena el vacío de algo parecido a chillidos de dolor.
Es súper diferente estar en un lugar como ese, muchos pensamientos vienen a la mente sobre todo después de la visita al museo.
Otro de los lugares de experiencia espacial es la torre del holocausto, un espacio totalmente oscuro hecho a base de hosmigón, por lo que dentro es frío, en el cual no ingresa ni un poco de luz de ninguna parte exceptuando la punta, tiene una leve abertura y se puede percibir muy en lo alto un rayo de luz natural... Imaginé ahi la desesperación que pudieron sentir las personas que se vieron en una situación similar, escuchando los sonidos del exterior, pero sin poder hacer nada por salir...
Otro lugar, es el jardín del exilio o eje del exilio, este es un jardín ubicado en la parte superior de unas columnas ubicadas angularmente respecto al suelo, además de que el suelo cambia de niveles con pendiente, lo que la una sensación de inestabilidad muy intensa, se supone que se representa un tipo de prisión aún en los exteriores...
Es totalmente recomendable realizar esta visita, que estoy segura se convertirá en una experiencia inolvidable para ustedes.