Cepillos, raritos y ronquidos: mi experiencia en un hostal de Bordeaux
El verano pasado, ansiosa por empezar mi año en el extranjero, decidí pasar un mes trabajando en un hostal de Bordeaux. Esas pocas semanas fueron, sin duda, de las mejores de mi vida. Pero eso no quiere decir que las cosas fueran fáciles o como me habrían gustado. En este artículo voy a daros mi opinión sincera sobre mi experiencia, con todos sus altibajos, y espero responder algunas dudas que tengáis si estáis pensando en solicitar un puesto parecido.
¿Cómo encontré el trabajo?
Encontré el trabajo en una página maravillosa llamada Workaway. Ahí puedes encontrar miles de publicaciones de voluntariado, la gran mayoría ofrecen alojamiento gratis a cambio de 20 horas semanales de trabajo. Yo sabía que quería trabajar en un hostal, y me apetecía ir a algún lugar del sur de Francia, así que a partir de eso iba escribiéndole a todas las empresas que ofrecían algo así. El sitio donde acabé trabajando al principio me respondió que les gustaba mi perfil, pero que no tenían hueco en ese momento. Por suerte yo ya me había obsesionado con la idea de ir a Bordeaux, así que seguí en contacto con ellos hasta que de milagro un puesto quedó libre. Sed persistentes, niños. ¡Merece la pena!
¿Cómo era el hostal?
El hostal en el que estaba trabajando era todo un sueño hecho realidad, estaba en el distrito emergente de Chartons, en Bordeaux, lejos del ajetreo del centro pero lo suficientemente cerca como para ir andando. En el hostal había unas treinta habitaciones para los clientes, además de los dormitorios aparte para el personal. Era maravilloso y muy acogedor. Cada noche cenábamos juntos en la zona común, y algunas noches salíamos a tomar algo o veíamos películas juntos. Si no teníamos ningún plan, simplemente nos sentábamos todos en los sofás y charlábamos o nos relajábamos en el patio. Allí se alojaba gente de todas las edades, ¡y la gran mayoría dejaba reseñas magníficas!
¿Cómo era el trabajo?
Había cuatro turnos diferentes en el hostal, el del deayuno, el de la limpieza, el de la cena y el de la noche, así que cada día te tocaba hacer algo nuevo. Normalmente solo había una persona trabajando en cada turno (aunque a veces había un supervisor ayudando), así que a veces la cosa era algo estresante. Sin embargo, la mayoría del tiempo el trabajo era muy sencillo, enseguida conocías todo del hostal.
El turno del desayuno: de 7 a 13
El turno del desayuno empezaba (¡sorpresa! ) cocinando y sirviendo «le petit déjeuner». No tenía mucha experiencia cocinando cuando llegué, así que esto me preocupaba, pero resulta que solo teníamos que hacer platos básicos como huevos revueltos y bacon. Cuando todo el mundo había terminado de comer, tenía que limpiar las mesas y lavar los platos, que sería algo muy fácil si no fuera porque también era la hora de salida de los clientes. No podría contar la de veces que he tenido que salir corriendo del fregador hasta la recepción para atender a alguien. Después hay que cambiar las sábanas de las camas mientras que respondes a las llamadas y comprobabas que la colada iba bien, todo eso mientras volvías de vez en cuando a la recepción por si había alguien esperando.
El turno de limpieza: de 11 a 15
El turno de la limpieza era de lejos el que menos me gustaba, probablemente porque era en el que más había que moverse. No te lo imaginarías, pero cambiar quince camas en una mañana era toda una rutina de ejercicio, por no hablar de fregar las duchas y retretes. Nuestros jefes eran muy exigentes con eso (querían causar una buena en los clientes), así que yo a veces exageraba un poco (y por tanto me cansaba más) solo para estar a salvo. ¡Una compañera me dijo que nunca había visto unos grifos tan relucientes! Otras tareas eran: barrer, aspirar y fregar los suelos, vaciar las papeleras, recibir a la gente (aunque no te tocara estar en recepción) y responder al teléfono. Con el tiempo te acababas acostumbrando, por ejemplo yo encontré la forma más rápida de poner las sábanas de la cama, pero no puedo decir que mis brazos se acostumbraran a doblarse y estirarse constantemente.
El turno de la cena: de 19 a 23
Del peor al mejor: el turno de la cena era definitivamente mi favorito. Para entonces la mayoría de clientes ya habían llegado, así que no había mucho que hacer en la recepción. Solo tenía (o al menos las dos primera horas) que ver cuánta gente iba a cenar allí y preparar dicha cena. Me encantaba este turno, no solo porque era uno de los más cortos, sino también porque me pasaba buena parte simplemente sentada en la mesa, socializando con los clientes y con otros trabajadores. Una vez que todo había acabado, tenías que recoger los platos, lavarlos y empezar a vender bebidas. Solía haber al menos un grupo de viajeros con intención de pasar una buena noche, así que el ambiente se animaba mucho a esta hora.
El turno de la noche: de 23 a 8
Y por último, ¡el temido turno de noche! En realidad nunca me tocó, y menos mal, ¡me habría quedado dormida en el trabajo! Los desafortunados a los que sí les tocaron estos turnos tenían básicamente que limpiar todo (excepto los dormitorios, claro) y seguir con la colada durante la noche. Me habían dicho que en realidad era un turno muy tranquilo, aunque al parecer había algún que otro incidente: clientes quejándose de los ronquidos de sus vecinos, gente que volvía borracha y la liaba, etc.
¿Cómo eran las condiciones laborales?
En general, creo que las condiciones de trabajo eran buenas. Todas las tareas que tenía que hacer eran fáciles de entender (aunque no siempre físicamente fáciles), y sabía que siempre podía pedir ayuda si no entendía algo. También tenía mucho tiempo libre (148 horas a la semana para ser exactos), así que tuve la oportunidad de explorar la ciudad y los alrededores por completo. Puedes leer mis dos artículos sobre Bordeaux, uno sobre los los mejores sitios para comer y beber y la guía definitiva de la ciudad.
Dicho esto, no todo era siempre de color de rosa. Como te habrás imaginado por la sección sobre cómo era el trabajo, esperaban que hiciéramos más de una tarea a la vez. Por ejemplo, durante el turno de limpieza teníamos que estar limpiando los baños y los dormitorios, pero a la vez teníamos que estar atentos a la recepción. Como no siempre era posible, a veces me echaban la bronca por dejar esperando a los clientes, y si encima intentaba justificarme, simplemente me ignoraban o me hablaban mal. Además, también me metía en problemas por cometer pequeños errores completamente inofensivos. Por ejemplo, una vez me gritaron por meter por error nueve sábanas en una lavadora cuando el máximo es ocho.
Otra cosa que no me gustaba mucho es que nuestros jefes a veces nos pedían que mintiéramos o que engañáramos a la gente. Me dijeron que en el turno del desayuno animara a los clientes a pedirse un menú de un croissant y un café por 1 €, las bebidas calientes eran gratis para todos, así que en realidad el precio solo incluía la bollería. A mi novio le pidieron que dejara una reseña de una estrella al hostal de la competencia cuando se quedó allí (¡no lo hizo! ). Y por último, nunca me pagaron el turno extra que hice (eran 10 € la hora). La verdad es que es en parte culpa mía, ya que nunca les insistí, pero esperaba que el jefe le pagara a sus empleados sin que tuvieran que estar pidiéndoselo. Además, a algunos de mis compañeros más insistentes les costó que les dieran el dinero, ¡incluso aunque protestaran!
¿Cómo eran las condiciones de vida?
Yo no es que tenga el listón muy alto en lo que se refiere a las condiciones de vida, así que yo estaba a gusto con el alojamiento. Compartía habitación con otros siete miembros del personal, chicos y chicas, todos en literas, y para mi sorpresa no fue ni muy ruidoso ni sentía que invadieran mi privacidad. A veces me molestaban los ronquidos de mis compañeros por la noche, o cuando se despertaban por la mañana, pero yo me pongo unas veinte alarmas al día, así que seguro que yo también puse de mi parte en molestar a la gente.
Lo que sí es verdad es que no tenía suficiente espacio. Para el almacenamiento nos dejaban dos habitaciones pequeñísimas, no es lo mejor cuando tenéis ocho maletas enormes en total, por lo que acabé teniendo que dejar un montón de cosas a los pies de la cama. Tampoco teníamos a dónde ir si nos apetecía estar un rato a solas, habría estado genial que nos hubieran dejado entrar al dormitorio desocupado de al lado de vez en cuando. Además los dormitorios olían fatal, casi nunca se limpiaban, ¡y creo que había unos cuantos ratones por el pasillo!
¿Cómo era mi vida social?
Antes de llegar me daba mucho miedo no hacer amigos y estar muy sola allí, pero no podía estar más equivocada: conocí a un montón de gente maravillosa, con muchos de ellos aún mantengo el contacto o los he vuelto a ver, ¡y uno de ellos es ahora mi novio! Pasaba el rato tanto con los clientes como con mis compañeros, y durante nuestro tiempo libre hacíamos muchas cosas juntos: nadar en el lago, ir de compras, ir de excursión, ir de bares, salir a comer o incluso sentarnos y hablar sobre nuestras respectivas aventuras de viajes.
¿Cómo fue trabajar siendo una mujer?
Antes de trabajar allí no creía que una sección así fuera necesaria, pero sí que por ser mujer mi experiencia fue muy diferente a la de mis compañeros chicos. No pasó nada muy horrible, pero desde luego no me faltaron los encuentros incómodos con asquerosos. Uno me preguntó, con un inglés muy malo: «Do you f*ck me? » (¿me f*llas? ); otro me dijo que mis manos les parecían muy sexis en el tubo de la aspiradora; otro se lanzó a besarme estando borracho (por suerte me dio tiempo a apartarme); muchos otros me miraban fijamente mientras trabajaba, sonriéndome cuando les miraba; y unos cuantos hicieron más contacto físico del que me gustaría.
Sé que hay gente que viaja para encontrar amor, pero muchos de esos hombres (y solo he mencionado unos pocos) eran mucho mayores que yo, y desde luego no pillaban ni una.
¿Qué aprendí del trabajo?
He aprendido un montón de cosas en este trabajo: que los limpiadores y el personal de los hoteles tienen un trabajo muy difícil y que debería apreciarlo siempre; que trabajar en un hostal es una de las mejores formas de ver una ciudad y tener alojamiento gratis, pero no para aprender un idioma extranjero (yo apenas hablé en francés); que hay muchísima gente por ahí fuera que conocer y de la que enamorarse; que las personas con autoridad no siempre tienen razón; que puedo (y debo) defenderme a mí misma, y por último que viajar es mi mayor pasión en la vida.
Opinión general
Como ya he dicho al principio del artículo, septiembre de 2018 fue uno de los mejores meses de mi vida y no cambiaría esos momentos por nada. Sí que había inconvenientes en el trabajo, pero sin duda los pros sobrepasaban a los contras, y espero que si estás pensando en hacer algo parecido te tomes mis experiencias negativas como una advertencia y que no te echen para atrás. A mí no me quitaron las ganas de seguir haciendo este tipo de trabajos, sino más bien todo lo contrario: ¡este verano quiero repetirlo! Da igual si es la primera vez que viajas o si ya has ido a países de todo el mundo, te recomiendo que hagas lo mismo. Harás amigos increíbles y, mientras te mantengas a salvo y alerta, tendrás una experiencia maravillosa que te cambiará la vida.
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