Segundo día en Italia
La última vez os hablé de mi viaje al lago de Garda en Italia. Pasamos la primera noche en un bonito piso, paseamos por allí y el segundo día fue aquí.
Madrugamos mucho y fuimos al centro de Verona. Miramos el mapa y escogimos los sitios que queríamos ver. Paseamos por el centro y vimos algunas iglesias. Mi amigo me dijo que hay una iglesia especial con dos pisos de estilo románico y gótico, pero la entrada era tan cara que no fuimos. De hecho, creo que eran unos tres euros, pero ya habíamos ido a la torre y quedamos en hacer un viaje barato.
Solo teníamos medio día para ver la ciudad y creo que fue suficiente porque no es muy grande. Hay un río llamado Adigio. Hacía un calor sofocante. Empezamos a quejarnos del calor nada más echar a andar.
En Verona hay un pequeño Coliseo, como en Roma. Oímos que antiguamente se celebraban combates, pero ahora se representan obras de teatro. El Coliseo fue mi parte favorita de Roma, aunque tampoco entramos. Por el camino vimos un gran mercado de comida gourmet. Enseguida nos dio antojo de fresas con chocolate o de helado. Teníamos hambre, pero era muy temprano, por lo que decidimos volver después de comer.
Por supuesto, también había pizzas deliciosas. Otro sitio al que queríamos ir era a la famosa casa de Julieta. Ya había visto muchas fotos de este lugar de gente que viajaba por Europa. Parecía bonito. Además, me gusta el musical Romeo y Julieta. Esperaba encontrar el enorme balcón de la historia de los enamorados y un ambiente romántico.
Sin embargo, encontré lo contrario. Al llegar vimos que el sitio era asqueroso porque había chicles por toda la pared. Aunque me gustó la pared llena de corazones. Además, vimos el famoso balcón de Romeo y Julieta. La entrada también era bastante cara, por lo que tampoco entramos. Encima había muchísima gente. Verona también tiene un Arco del Triunfo, como Barcelona, París, etc.
Al final decidimos entrar a alguna atracción y elegimos la torre del centro de la ciudad. Costaba 5 euros para los estudiantes. Subimos unas escaleras más largas de lo que pensábamos, no parábamos de quejarnos. Me gustan estos sitios en los que puedes subir y ver toda la ciudad. Hicimos algunas fotos aquí.
Diría que Verona es bastante pequeña y que con medio día basta para verla.
Después de la mañana de turismo, fuimos a comer a un restaurante. Me moría de ganas de comer deliciosa comida italiana. Fuimos a un restaurante en la plaza central, por lo que esperábamos algo buenísimo. Fue totalmente lo contrario. Mara pidió ñoquis, yo pedí pizza cuatro quesos, Lucy pidió espaguetis y Matej fue el único contento con su comida porque pidió tallarines con gambones.
¡Qué decepción! Tenía tantísimas ganas de comer comida italiana y la primera pizza que pruebo era peor que una cualquiera de la República Checa. Los bordes estaban quemados y no estaba especialmente buena. Encima nos salió carísimo porque nos hicieron pagar 2 euros de propina a cada uno aunque no estuviéramos satisfechos. Al final comí por 15 euros y ni me gustó. A Mara le pusieron poquísimos ñoquis. Solo a Matej le gustó su comida y fue por las gambas. Quizás por eso cocinamos tanto el resto de días, porque nos había decepcionado el restaurante. De hecho, habíamos quedado en viajar a lo barato desde el principio porque ya había gastado un montón en Francia y todos teníamos muchos planes después de Italia. Por eso hicimos la compra en Pilsen. Parece una tontería, pero ese día Lucy madrugó para preparar pollo con verduras y por la noche cenamos una ensalada riquísima.
Después de Verona, fuimos directos al sur del lago, a Sirmione. Una noche antes del viaje hicimos una barbacoa en Hradec y dio la casualidad de que mi amigo tenía una guía de Verona y el lago de Garda. Por tanto, lideré el paseo por Verona y encontramos muchísima información útil. Sirmione era uno de los lugares destacados. Había un increíble castillo en el agua en el cabo de la isla. Me encantó esta pequeña ciudad. Todo estaba junto al lago y había cientos de casitas con pequeñas calles tradicionales, tiendas y restaurantes.
Fuimos de cabeza a nadar al lago porque hacía mucho calor, unos 30 ºC. Paseamos por las calles, vimos el castillo y encontramos los lugares en los que se bañaba la gente.
Por desgracia, Lucy no se sentía bien y se quedó sentada a la sombra. Antes del viaje mucha gente me advirtió que el agua estaba muy fría, que estuviera preparada. Al mirar en Internet vi que el agua estaba a unos 24 ºC, que para mí está bien porque, por ejemplo, la piscina a la que fui antes del viaje estaba a 25 ºC y estaba bien para refrescarse con el calor. Cuando entré en el agua me dio frío, pero se pasó tras unos segundos.
El sol pegaba con fuerza, se estaba bien en el agua fresquita. Además, el agua esta limpísima en comparación al mar. Estuvimos dos horas allí y paseamos por la zona. Me encantó el sitio. Me recordaba a la pequeña ciudad de Arcachón en Francia. Era una zona lujosa de aguas cristalinas.
Era gracioso no haber oído nunca hablar de este lugar porque este año cuando fuimos me enteré de que algunos amigos ya había estado en el lago y otros querían venir este verano. Por eso me sorprendió encontrarme con dos compañeros del instituto en Sirmione. Quedamos con ellos y tomamos un helado. Se alojaban cerca de Sirmione y vinieron en moto.
Sirmione era el paraíso del helado. Tenían de todos los tipos que te puedas imaginar en todas las heladerías. Cuando vi el tamaño de cada bola, pedí solo una. Era gigantesca. Podría compararla con lo que para nosotros son dos o tres bolas. Creía que ningún helado podría sorprenderme después de haber trabajado cinco horas con helados en una cafetería. Cuando probé a trabajar en una cafetería de Praga, me dediqué a poner helados en los conos y me dejaron probarlos todos. Pero Sirmione me sorprendió completamente. En casi todas las heladerías había unos 20 sabores deliciosos y antes de pedir, ¡podíamos probarlos! Matej pidió su sabor favorito, de limón (no entiendo a este chico) y yo probé un montón de sabores y al final me decanté por el de mascarpone. Y hasta tenían dos tipos de mascarpone. Los precios eran más caros de lo normal. Una bola costaba 3 euros. He de admitir que cada bola era enorme, pero el precio era proporcional al tamaño.
De hecho, ni siquiera podía disfrutar del helado porque tras comprarlo fuimos a unos bancos cercanos a charlar y tenía que estar todo el rato vigilando mi helado. No os imagináis lo difícil que es comerse un helado enorme bajo el sol. Se empezó a derretir en cuestión de segundos. Me lo comí muy rápido, pero no sirvió de nada y acabé embarrada hasta las cejas. Aunque fuera solo un rato, fue genial ver a mis amigos de Hradec en Italia. ¿No es una casualidad enorme que estuvieran allí al mismo tiempo? ¡Y en la misma ciudad! Ellos también parecían emocionados con el lugar.
Tras ver a mis amigos, fuimos en coche hasta nuestro alojamiento: un piso en Desenzano del Garda. El piso era parte de un bar y estaba tan bien como el alojamiento anterior. También encontramos una cafetería cercana en la que tomamos un cappuccino por 1, 50 euros. Era una diferencia enorme comparado con Francia. Esa noche cenamos ensalada. Como ya he dicho, sonará raro, pero Lucy madrugó para preparar ensalada de pollo en Verona. Cuando hace calor, siempre me apetece ensalada. Nuestro anfitrión nos dijo que fuéramos a la playa más cercana y fuimos a darnos un baño. Para mí ya era tarde, así que me quedé descansando en la toalla y los chicos fueron a bañarse. Decían que ya no estaba tan caliente dado que se había puesto el sol, pero lo pasamos bien.
Esa noche estuvimos viendo Friends: mi episodio favorito, «El del bronceado de Ross». Me encanta este episodio porque tiene un montón de momentos divertidísimos. De hecho, nos pasamos todo el viaje viendo Friends. En cuanto teníamos un minuto de silencio, Matej lo ponía. Creo que fue él quien lo empezó todo. Nos fuimos a dormir bastante temprano para madrugar al día siguiente, ¡ya que íbamos Gardaland! ¡Era el día que más ganas tenía de que llegara!
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- English: 2nd day in Italy
- Polski: Drugi dzień we Włoszech