Cuando me preparaba para venir a Varsovia de Erasmus solo me preocupaba una cosa: el no comerme una buena pizza en meses.
Cuando llegué a Varsovia tenía la sensación de que mi preocupación se estaba haciendo realidad. Habían transcurrido unas dos semanas y todavía no había saciado mi ansia irrefrenable de comerme una pizza. Tenéis que saber que en Italia estamos acostumbrados a comernos una buena pizza al menos un par de veces a la semana. Dicho esto, entenderéis ahora el nivel de abstinencia que tenía.
Después, de pronto todo cambió. Un domingo, sin expectativas, mi amigo Mauro me propuso ir con él y con su coinquilino francés a probar un restaurante italiano. El nombre del restaurante era Spaccanapoli, estaba en el centro, junto al Palacio de Cultura, no llevaba mucho tiempo abierto y era de un chico italiano que se llamaba Mattia.
Spaccanapoli, amor a primera vista
He de admitir que al principio tenía dudas, pero en cuanto entré al local empecé a cambiar de idea. El restaurante tenía un diseño sencillo y moderno en tonos blancos, pero sobre todo te transmitía una sensación de familiaridad. La sala no era muy grande, de hecho no había muchos cubiertos y la encimera donde preparaban la pizza estaba situada en la misma sala, visible al público, algo muy guay para los que al contrario de nosotros los italianos, no están tan familiarizados con la pizza.
De todos los restaurantes que he visitado en Varsovia, o en Polonia en general, puede que sea el único que tiene un único menú en polaco, en inglés y en italiano. Obviamente, me salté las secciones de aperitivos y pasta, me dirigí a la parte reservada para la pizza. Mi amigo ya sabía que tampoco tenía mucho que decidir en cuanto a la pizza, mi elección fue mi pizza favorito: la diavola.
Las hermosas pizzas napolitanas no tardaron mucho en llegar desde que las pedimos. A primera vista tenía tan buena pinta que le eché una foto.
Me enamoré al primer mordisco. Me di cuenta de que habría acabado comiendo en aquella pizzería muchas veces en los meses próximos del Erasmus.
Aunque el menú presenta muchos platos interesantes, la pizza me tienta demasiado y no consigo comerme otra cosa cuando entro a Spaccanapoli. Pensad que las únicas veces que he probado platos de pasta ha sido porque no les quedaba masa de pizza. Esto es una prueba de lo bueno que es el local y de cuánta gente va. En cualquier caso, los platos de pasta también los recomiendo, sobre todo las tagliatelle alla boscaiola.
Si sois comilones, os recomiendo comer de aperitivo las zeppole o cualquier fritura y la nutellotta de postre. Para concluir, no podréis dejar escapar un buen espresso a la italiana. Uno de los pocos que encontraréis en Varsovia.
En fin, Spaccanapoli se presenta como un local genial ya sea para pasar la noche con amigos como para tener una cita con vuestra chica. Esto se debe a su ambiente cálido, familiar y tranquilo, logrado a través de la buena música italiana de fondo y unas buenas vistas al Palacio de Cultura.
Como ya he mencionado, tras haber probado Spaccanapoli por primera vez con mi amigo Mauro, estábamos allí fijos al menos una vez a la semana. En lo que a mi se refiere, he vuelto a Varsovia para vivir y trabajar, esta tradición aún no se ha interrumpido. Si me apetece una buena pizza y sentirme un poco más italiano, voy a Spaccanapoli.
Probad Spaccanapoli y veréis que tengo razón.
¡Qué aproveche!