Viaje a Roma

Este viaje era obligatorio en mi año de Erasmus en Milán: tenía que ir a Roma, la capital de Italia.

Estaba muy emocionada porque Roma era la otra ciudad (además de Milán) que podía elegir para ir de Erasmus, así que quería visitarla. Aunque ya he estado antes, la emoción de volver a una ciudad que amo era fantástica.

Al haber estado, ya sabía lo que esperar de la ciudad, qué edificios ver, etc. Sin embargo, estuve hace muchos años así que estaba ansiosa por verlo todo de nuevo.

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Primer día

Cogí un tren de Milán a Roma. Creo que es la manera más cómoda, porque los autobuses tardan unas 8 horas en llegar y no son mucho más baratos que los trenes. En tren solo se tarda 3 horas, aunque los precios dependen de cuándo saquéis el billete. Si lo reserváis con antelación (1 o 2 meses), el viaje puede costar solo 40 € o incluso menos, según la compañía. Si lo reserváis unos días antes, os puede costar 100 € o más, así que comprad los billetes tan pronto como podáis, así pillaréis los mejores precios y no os arruinaréis cogiendo el tren.

Nos quedamos en Roma durante 2 días, así que lo primero que hicimos fue recoger las llaves del piso que habíamos alquilado, para soltar las maletas e ir directos a visitar la ciudad. Como es normal, lo primero que queríamos ver y visitar por dentro era el Coliseo, uno de los monumentos más famosos y visitados de Roma. Para llegar allí, decidimos caminar por la Via dei Fori Imperiali (que traducido significa «calle de foros imperiales»). Es una calle alucinante. Va desde la Piazza Venezia hasta el Coliseo. En ambos lados de la calle podéis ver ruinas de plazas públicas que fueron construidas en la época del Imperio romano. Algunas están muy bien conservadas y podéis imaginar la vida de la gente que solía vivir ahí. Otras están más o menos conservadas, pero sigue siendo sorprendente verlas y pensar que han estado ahí durante siglos y que aún seguirán más años. Es una de mis partes favoritas de Roma. Por lo visto, podéis reservar un recorrido turístico ahí, pero nosotros no lo hicimos. ¡Mirad la información por Internet si os interesa a vosotros!

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Tras nuestro paseo por esta calle, llegamos al Coliseo. Eran las 11 de la mañana, así que había algo de cola para entrar, pero como queríamos ir, hicimos cola. Mientras esperábamos, admiramos este monumento tan impresionante. Es increíble que haya estado ahí durante más de 2000 años y que siga justo aquí, bien conservado. Es una de las razones por las que adoro visitar ciudades y sus monumentos antiguos, me deja boquiabierta.

Tras esperar un tiempo en la cola, conseguimos llegar a la entrada. La entrada normal cuesta 12 €, pero hay una entrada reducida para los ciudadanos europeos entre 18 y 25 años, que solo cuesta 7, 50 €. También se pueden reservar las entradas por Internet, pero tenéis que pagar un extra de 4 € en cada entrada. Está bien saber que la entrada al Coliseo es gratis el primer domingo de cada mes, aunque nosotros no pudimos aprovechar eso. También deberíais saber que, por razones de seguridad, el aforo está limitado a 3000 personas. Esto hace que las colas sean más largas en temporada alta.

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Al final, entramos. La sensación de estar en un sitio tan antiguo y con tanta historia es fantástica. El lugar es tan grande que os sentiréis pequeños. La arquitectura está muy bien conservada y podéis imaginar perfectamente todo lo que podía pasar ahí, desde las peleas de gladiadores hasta las de animales exóticos, como de leones o cocodrilos que traían. Hay algunas zonas que están restringidas a los visitantes por motivos de conservación, pero aún así podéis ir a muchas partes, incluso debajo de las gradas. La visita no tiene limite de tiempo, así que podéis tomaros todo el tiempo que necesitéis para descubrir este impresionante lugar.

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Después de esta visita, buscamos un sitio para comer. Volvimos a la calle de los foros imperiales, por la que podéis encontrar restaurantes y cafeterías. No tuvimos ningún problema en encontrar algo que nos gustase, ¡hay muchísimos!

Después de comer, andamos hacia la Fontana di Trevi, pero queríamos tomarnos nuestro tiempo y deambular por las calles en lugar de ir directamente. Es algo que me gusta hacer cuando viajo, caminar sin una dirección específica e ir a donde os apetezca. Tras ver algunas calles preciosas, pequeñas e inesperadas, llegamos a la Fontana di Trevi. Como era por la tarde, estaba llena de turistas, aún así, pudimos verla bien y, después de un rato, conseguimos estar muy cerca.

Es la fuente más grande de Roma y también la más famosa. Se construyó en el siglo XVIII, por lo que es más nueva que el Coliseo. El color de fondo hace que el agua se vea de un azul brillante, es un monumento muy bonito gracias a las estatuas gigantescas y al edificio que tiene detrás, el Palazzo Poli. Dicen que para tener suerte hay que ponerse de espaldas a la fuente y tirar una moneda por encima del hombro derecho. ¡Seguro que se dice de muchas otras fuentes! En la Fontana di Trevi se pueden ver muchas monedas en el fondo del agua y estoy segura de que tienen que limpiar y retirar las monedas varias veces al año.

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Después de esto, como nos habíamos levantado temprano y llevábamos andando por la ciudad todo el día, decidimos andar un poco más, buscar un sitio para cenar y luego ir directos al piso a descansar para el día siguiente.

Segundo día

Decidimos empezar el día yendo a la Ciudad del Vaticano, para poder visitar la Basílica de San Pedro antes de que se llenase de gente. El Vaticano, situado en el centro de Roma, es el estado más pequeño del mundo, a la vez que uno de los lugares más importantes para la religión católica.

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A pesar de que llegamos a las 9. 30 (pensábamos que era bastante temprano), la cola de espera daba la vuelta a la plaza. Nos pusimos a la cola y esperamos más o menos una hora para entrar. Entrar a la basílica es gratis por ser un lugar religioso, pero hay algunos escáneres de seguridad antes de entrar, de ahí la larga cola de espera. Lo que se ve al entrar es asombroso: la basílica es enorme y preciosa. Las pinturas de las paredes y de los tejados son impresionantes. El sitio entero es increíble. Podéis caminar por toda la basílica, es muy grande. Iba mirando siempre hacia arriba conforme iba andando para poder ver bien todo, era impresionante. Os recomiendo visitar este lugar si estáis en Roma, tanto por lo famoso como por lo bonito que es.

También se puede visitar el Museo del Vaticano y la Capilla Sixtina, pero no fuimos ese día. Si vais a Roma y os interesa visitar esto, podéis leer más información es esta página web.

Después de esta visita, fuimos a comer y luego a un parque muy popular de Roma, el parque Villa Borghese. Puede entrar quien quiera. Eran los jardines de los inquilinos de la villa y ahora es el parque más grande de Roma. Todas las construcciones se terminaron a principios del siglo XVII, pero la ciudad de Roma las adquirió y abrió al público en 1903.

Está muy bien caminar por el parque y ver algo de naturaleza en medio de una ciudad tan grande. También hay fuentes con agua potable por todo el parque, lo que viene muy bien para refrescarse cuando hace mucho calor. Pasamos unas cuantas horas allí, explorando y relajándonos, antes de ir a la estación de tren para volver a Milán.

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Por desgracia, estos dos días en Roma se pasaron volando. Es una de mis ciudades italianas favoritas y me encantaría quedarme allí más tiempo, pero al menos pudimos ver las cosas más importantes y los lugares y monumentos más famosos. Me encanta esta ciudad, el ambiente de sus calles y toda la historia que se puede encontrar en cada calle, literalmente. Roma era la ciudad más grande e importante del Imperio romano, y aún puede sentirse eso cuando la visitas ahora. Por último, ¡deberíais ir a Roma si tenéis la oportunidad! Creo que lo mejor es ir al menos 4 o 5 días para poder ver más y tener tiempo de apreciar la ciudad y disfrutar de todo lo que ofrece.

(Las fotos son de Pixabay porque, por desgracia, he perdido todas las que hice en mi viaje).


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