Madeira

Al vivir en Portugal, hay que aprovechar los vuelos tan cortos y baratos que hay para las islas portuguesas. O al menos eso es lo que pensamos mis amigos y yo, así que decidimos ir de vacaciones a Madeira.

Madeira es un archipiélago de la Región Autónoma de Portugal que limita con el océano Atlántico a la misma altura que Marrakech y un poco más arriba que las Islas Canarias. Debido a esto, tiene un buen clima incluso en invierno. Madeira tiene la misma zona horaria que Portugal, su lengua oficial también es el portugués y está a tan solo dos horas en avión desde Lisboa. En esta región se encuentra la isla principal, las Islas Desertas y dos islas más pequeñas llamadas Camacha y Porto Santo. El viaje lo organizamos entre cuatro amigos. Sin embargo, uno de ellos llegó antes por temas de trabajo y otro llegó después a causa de los exámenes. Nuestro viaje comenzó el domingo 22 de enero a las 7 en punto de la mañana en el aeropuerto de Lisboa y aterrizamos a las 9 en punto en el aeropuerto Cristiano Ronaldo de Madeira.

Allí fue donde tuvimos los primeros problemas. Por alguna razón que desconozco, la empresa de alquiler de coches no aceptaba mi tarjeta de crédito y la única persona que podía pagar era el conductor. Como siempre, yo era la única persona que podía conducir, ya que uno de mis amigos no tenía todavía el carné y el otro no lo tenía mucho tiempo. Además de eso, yo soy la única persona en quien confío para conducir. Tras explicar todo esto, nos dejaron pagar en metálico, pero nos cobraron el doble de lo que nos habría costado pagar con la tarjeta de crédito. Lo pagamos a medias y nos dirigimos, al fin, a nuestro hostal en un Fiat Panda de nuevo. Nuestro hostal era el Phil’s Haven de la ciudad de Funchal y lo recomiendo totalmente. Estaba muy limpio y ordenado, tenía todo lo que necesitábamos y la gente de allí era muy amable y servicial. El único aspecto negativo es que no tenía calefacción y en la cama solo nos podíamos tapar con unas sábanas. Cuando pregunté si nos podían dar una manta y me respondieron que qué era una manta, me quedé en shock. Después de un rato buscando, encontraron dos mantas y nos las dieron a mí y a mi amigo nepalí que también estaba congelado. Aunque me puse la manta, dormí con un jersey para no congelarme, ya que, aunque estábamos en Madeira, por la noche seguía haciendo frío.

Día 1

Comenzamos el día andando por el centro de la ciudad de Funchal, que a pie estaba a una media hora de distancia. Hacía muy buen tiempo, mucho mejor de lo que había visto en la predicción, y estábamos hasta sudando, ya que nos habíamos llevado mucha ropa de abrigo. Como el museo de Cristiano Ronaldo, al que nos chicos se morían por ir, cerraba los domingos, nos hicimos unas fotos con la estatua del jugador y fuimos a visitar el principado más pequeño del mundo (incluido en el Libro Guinness de los récords). Una vez allí, nos recibió el primer ministro que hizo hincapié en que le recomendáramos ese lugar a todos nuestros amigos. La Forte Sao José es una pequeña fortaleza de piedra muy bonita con un mirador desde donde podéis tomar el sol y disfrutar de las fantásticas vistas del océano mientras estáis acompañados de muchos gatos. Se estaba tan a gusto que me quedé durmiendo. Me desperté media hora después y estaba muerta de la vergüenza hasta que vi que mis amigos también se habían dormido. Cuando todos nos despertamos, decidimos que lo mejor era ir a tomar un helado para refrescarnos. Así que nos lo compramos en el paseo de la playa y, por supuesto, de sabor a maracuyá. Después de ir a comprar algo para cenar, regresamos a nuestro hostal. El centro de la ciudad es muy bonito, tiene muchas cafeterías, puertas muy coloridas y casas exóticas.

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Día 2

Ese día teníamos planeada una jornada de senderismo. Nos levantamos temprano, desayunamos y nos preparamos la comida, la bebida y algo de picoteo para la excursión. A las nueve y media más o menos nos fuimos del hostal equipados con chubasqueros, gorras, bufandas, sándwiches, galletas, plátanos y una cámara. A las diez y media llegamos al Pico del Arieiro después de conducir por las interminables carreteras de las montañas. Comenzamos nuestra caminata de 7 kilómetros desde los 1818 metros de altura del Pico del Arieiro hasta la montaña más alta de Portugal de 1862 metros llamada Pico Ruivo, donde no llega ninguna carretera. Lo más cerca que podréis llegar en coche es hasta el otro lado, donde os quedarán dos kilómetros más de caminata. Estábamos entre las nubes y el viento rugía con intensidad; hacía un frío glacial y nos alegramos de llevar tanta ropa. Allí, el viento sopla desde el océano Atlántico. El sendero es muy estrecho y en algunas zonas hay cuerdas de seguridad a medida que va empeorando. Normalmente, hay dos caminos, de manera que podéis ir por uno y regresar por el otro, pero ese día uno de ellos estaba cerrado. Puede ser que alguna zona se hubiera desprendido, cosa que no es del todo rara. Además, nosotros tuvimos que pasar por cinco túneles, por eso es recomendable que llevéis linternas. El sendero era precioso, pudimos disfrutar de unas vistas espectaculares de las montañas, los verdes valles y de los diferentes tipos de vegetación. También vimos algunos pájaros típicos de la zona y algunas veces nos cruzábamos con otros senderistas.

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Después, nos refugiamos del viento en la ladera de la montaña, donde hacía bastante calor y continuamos el camino en camiseta de manga corta. Durante el camino, rellenamos nuestras botellas de agua con el agua de los ríos y cascadas. El sendero se conserva en su forma natural, pero en algunos puntos se han añadido piedras y barandillas metálicas para hacerlo más seguro. Justo antes de llegar a la cima, pasamos por un extraño bosque. Los árboles parecían estar quemados y sin vida. Después, nos enteramos de que estaban enfermos debido a algunos insectos endémicos y a punto de morir. Al fin llegamos a la cima, donde de repente también llegó mucha más gente, seguramente venían de uno de los otros tres senderos. Las vistas eran impresionantes. Se veían los verdes bosques, las nubes entre las cimas de las montañas y los preciosos pájaros. Allí hicimos un descanso, comimos algo y observamos a los pájaros.

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Después, regresamos por el mismo camino por el que habíamos subido, ya que el coche estaba en el aparcamiento. Antes de llegar al final del camino, el sol se puso y las nubes se tiñeron de color dorado. Fue algo asombroso. En total, tardamos siete horas, hicimos 15 kilómetros y subimos 900 metros de altura para terminar el recorrido. Estábamos tan cansados que deseábamos llegar al hostal para meternos en la cama. Pero aun así, fue un día absolutamente increíble.

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Día 3

Este era el último día de viaje para nuestro amigo nepalí y, como quería ir a visitar el museo de Cristiano Ronaldo, allí que fuimos. No soy fan del fútbol, ni siquiera me interesa, pero sí que conocía a Cristiano Ronaldo y también sabía que nació en Madeira. En el museo, podréis ver antiguos balones de fútbol, botas, camisetas firmadas, copas y títulos, dos estatuas suyas de cera, cartas y dedicatorias de sus fans y de otras personas y organizaciones. Era bastante interesante pero ni de lejos estaría en mi lista de lugares que visitar en Madeira ni tampoco iría dos veces a verlo. Después de ir al museo, comenzamos nuestra visita por la isla.

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Nuestra primera parada fue en la ciudad de Porto Moniz, al noroeste de la isla. Esta ciudad es famosa por sus piscinas de lava rodeadas por el mar. Fue muy impresionante porque las olas llegaron a los 10 metros de altura ese día. Nos dijeron que el agua estaba bastante caliente (a 17 grados), pero creo que tenemos una idea distinta del concepto "caliente". Salí rápidamente del agua y me tumbé a tomar el sol mientras veía cómo las impresionantes olas chocaban con las rocas negras de las piscinas. Además, me gustaría mencionar que los únicos que estábamos en la piscina éramos los chicos y yo.

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La siguiente parada fue Sao Vicente, un poco más al este. Desde allí, podéis acceder a las cuevas volcánicas. Madeira es una isla volcánica y hasta hace poco se pensaba que los volcanes estaban inactivos, pero después de encontrar agua caliente, se ha rectificado diciendo que solo están dormidos. Podéis hacer una visita guiada por estas cuevas volcánicas que incluye muchas explicaciones sobre el lugar, un simulador, una exhibición y una película en 3D. Las cuevas en sí no son demasiado espectaculares (son cuevas negras, estrechas y con lava fría), pero las explicaciones sobre los distintos tipos de lava y volcanes son muy interesantes.

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La última para del día fue en la ciudad de Santana, donde llegamos después de ir por algunas peligrosas calles cerca del acantilado. A veces veíamos cómo se caían las piedras del camino y pensábamos en qué haríamos si nos cruzábamos con alguien. No había manera de que pasaran dos coches al mismo tiempo y eso que era una carretera de doble sentido. La ciudad de Santana forma parte del patrimonio cultural debido a sus típicas casas antiguas. Pensábamos que esas casas estarían por toda la ciudad y nos llevamos un chasco cuando no las vimos. Después de buscarlas durante bastante tiempo, solo vimos tres, pero ya en muy mal estado. Como ya estaba oscureciendo, volvimos al hostal.

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Día 4

Por la mañana temprano, llevamos a nuestro amigo al aeropuerto y después volvimos para seguir durmiendo. A una hora más decente, nos levantamos y nos preparamos para ir de excursión a Curral das Freiras, el Valle de las Monjas. Allí, subimos una montaña de un kilómetro de altura. El camino era bastante sinuoso y siempre teníamos la misma vista a unos metros de altura (no era muy interesante). Pero las vistas desde la cima eran asombrosas e hizo que el duro camino hasta arriba mereciera la pena. Allí, probé el típico pastel de castañas y después bajamos la montaña con un cielo bastante gris e incluso con tramos de lluvia. Habíamos hecho más planes para ese día, pero después de habernos empapado totalmente, preferimos volver al hostal para darnos una ducha caliente y ponernos ropa seca.

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Día 5

Ese día una chica polaca del hostal se vino con nosotros y fuimos a recoger a nuestro otro amigo del aeropuerto. Después, fuimos a visitar un pueblo de pescadores llamado Câmara de Lobos. Era un pueblo muy bonito, con una playa de piedras, un precioso centro de ciudad y un mirador en lo alto de una montaña, pero no parecía para nada un pueblo de pescadores. Tras tomarnos un café para despertarnos, continuamos hacia Cabo Girao, un puente de cristal de 580 metros de altura por encima del mar. Esa fue la primera vez que tuvimos problemas con el coche. Quería aparcar en una carretera inclinada y el freno de mano no sujetaba el coche. Encontramos un aparcamiento en llano y dejamos el coche allí, pero aun así tenía miedo de que se pudiera ir y no estuviera cuando volviéramos. El puente de cristal era impresionante y al hacer buen tiempo y el cielo estar despejado, las vistas eran alucinantes. Me sentí aliviada cuando vi que el coche seguía en el aparcamiento y cuando comprobamos los frenos, funcionaban.

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Nuestro siguiente destino era Serra d’Água, donde queríamos hacer un poco de senderismo. Como empezó a llover y, además, al llegar teníamos hambre, fuimos a Taberna da Poncha. Picoteamos algo y probamos la típica bebida Poncha que está hecha de fruta fresca y alcohol, dependiendo de la fruta que se le ponga se le echa ron o vodka y después se mezcla con miel. ¡Estaba buenísima! Probamos seis tipos distintos: la naranja, la mandarina, las frutas de la pasión, la piña, la frambuesa y el limón. Después, fuimos a subir la montaña un poco mareados del alcohol. Como no pudimos encontrar el sendero, caminamos junto a la carretera y terminamos en un restaurante con un mirador. Desde allí, descubrimos un pequeño sendero que bajaba la montaña y regresamos a nuestro coche. Por el camino, nos encontramos con un pequeño gato que nos acompañó durante un rato. Después, vimos varios perros y cabras, por lo que fue un camino muy salvaje.

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Aunque el cielo estaba muy nublado, decidimos ir igualmente al altiplano de Paul da Serra. Se encuentra en lo alto de las montañas y es completamente plano, tan plano que incluso pensaron en construir un aeropuerto allí. Pero, como había mucha niebla, terminaron descartando la idea.

Ese día también había mucha niebla. Apenas podíamos ver 200 metros de la carretera e íbamos conduciendo muy despacio. Lo bueno es que en algunas partes había menos niebla. Vimos a una vaca y un ternero corriendo libremente por la carretera y, después, nos cruzamos con dos toros con cuernos enormes. Fue muy interesante. Antes de llegar al altiplano, también pasamos por una cascada. Al otro lado del altiplano, el cielo se estaba despejando y pudimos ver el atardecer antes de regresar al hostal en plena oscuridad.

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Llevamos a nuestra amiga polaca de vuelta al hostal y después fuimos a cenar con un chico ruso que se hospedaba en nuestro hostal. Queríamos probar la especialidad típica de la región que es el pez espada. Otros platos típicos son parecidos a los de Portugal: el bacalhau y otros tipos de pescado. Para los entrantes, nos pedimos el típico pan de ajo de Madeira que a todos nos encantó. El pez espada nos lo sirvieron con salsa de vino, con plátano y con frutas tropicales. Todas las versiones estaban muy buenas. Para mí, fue un día perfecto.

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Día 6

Ese día teníamos planeada otra excursión de senderismo. Una vez más, nos levantamos temprano, lo preparamos todo y nos fuimos con nuestro amigo ruso. Ese día queríamos hacer senderismo por Cape of Sao Lourenco, que es el punto más oriental de la isla. Parecía un lugar totalmente distinto: allí, en lugar de vegetación verde y frondosa, ríos, cascadas y altas montañas, había poca hierba y tenía un color más amarillo que verde, la tierra era marrón, las montañas eran bajas, había acantilados, piedras volcánicas y rojizas. Como no había ni agua ni sombras, el camino, aparentemente fácil, fue más duro de lo que pensábamos. Siguiendo lo que habíamos hecho en los días anteriores, no compramos demasiada agua ya que pensábamos que podríamos rellenarla de las cascadas o ríos. Así que tuvimos que racionarnos el agua. Sin embargo, el paisaje hizo que todo mereciera la pena. Era muy distinto de los otros, pero muy bonito y desde allí se podía ver la isla Porto Santo. Cuando llegamos al cabo hicimos un descanso y después nos desviamos un poco hacia el mar para regresar a nuestro coche.

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Teníamos entendido que Machico era un pueblo muy bonito, pero cuando llegamos allí, no nos pareció muy interesante y fuimos a la costa para visitar una de las dos playas doradas de la isla. La arena de las playas de aquí es negra porque se trata de piedras volcánicas, por lo que la arena dorada es importada de Marruecos. Y cada año deben poner arena nueva, ya que al ser tan fina se va enseguida.

Día 7

Seguramente parecemos muy simpáticos porque todos los días alguien quería venirse con nosotros. Ese día la persona que se vino fue una señora inglesa. Iba en la misma dirección y prefería ir con nosotros en lugar de con la gente mayor y sosa. Además, como nosotros teníamos un hueco libre (nuestro amigo ruso seguía formando parte del grupo) aceptamos que se uniera a nosotros. Fuimos andando por la calle que atraviesa las montañas y llegamos a Ribeira Frio, donde hay un camino, también llamado "levada" en portugués, que nos llevó a los Balcoes o terrazas en español. Desde allí, disfrutamos de un espectacular paisaje con los verdes valles y las montañas que quedaban enfrente nuestro. Incluso pudimos ver los senderos por los que fuimos desde Pico Arieiro hasta Pico Ruivo.

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Nuestro destino principal ese día era el bosque Laurisilva, donde queríamos estar varias horas por esos senderos o levadas llamados Levada do Rei o Levada del rey en español y que han sido declarados Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Las levadas son todos los caminos que hay junto a los pequeños ríos artificiales que bajan lentamente por las montañas. Esos ríos se construyeron con el objetivo de proporcionar agua al lado menos lluvioso de la isla y a los campos de cultivo. Los caminos que hay junto a esos ríos se hicieron en un principio para protegerlos, pero enseguida se hicieron muy famosos entre los senderistas.

Ese lugar era maravilloso; caminamos por un sendero entre el frondoso bosque verde con helechos y abundante vegetación. En uno de los tramos del sendero, pasamos por debajo de una pequeña cascada que incluso nos mojó un poco. Después tuvimos frío, ya que el sol no llegaba hasta donde estábamos. Allí solo se respiraba paz. Además, dejamos de hablar para poder escuchar cómo soplaba el viento entre las hojas y cómo cantaban los pájaros. La levada terminaba en un pequeño río que debía de ser también el principio de ese camino. Al contrario que en otras caminatas por la montaña, esta fue más tranquila y no tan empinada. La mayoría de las levadas suelen ser así, ya que lo único que hacen es seguir el agua de los ríos. Además, los colores del paisaje eran muy agradables.

Tanto es así que nuestros amigos ruso y ucraniano querían pasar la noche en el bosque. Pero, intentamos convencerlos de que no porque hacía mucho frío, no llevábamos chubasqueros ni sacos de dormir ni tiendas de campaña y no podíamos hacer fuego porque no había madera y si la había estaba mojada. Además de que es ilegal, claro. Así que regresamos al hostal, nos tomamos un té, nos dimos una ducha caliente, cenamos muy bien y nos fuimos a dormir.

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Día 8

Mi amigo alemán y yo empezamos nuestra caminata solos, ya que estuvimos esperando una hora a los otros dos chicos pero no llegaban. Decidimos ir a Ilha y subir a Pico Ruivo por el otro lado, ya que mi amigo no había estado allí todavía.

Tardamos bastante en encontrar el comienzo del camino y nos dimos cuenta que es una locura ir a esos sitios sin tener ninguna información, sobre todo si llegáis tarde. Como era de esperar ninguno de mis amigos había hecho planes excepto yo, ya que cuando les decía de hacerlos nadie quería. Así que tuve que volver a planificar la ruta con la presión de que ya íbamos tarde, aunque eso no suponía un problema para mí porque ya había estado en Pico Ruivo. Nuestra idea era comenzar la caminata en los 400 metros de altura, hacer 7 u 8 kilómetros hasta llegar a los 1862 metros y regresar antes de que se hiciera de noche, que normalmente es a las 6 de la tarde y en el bosque entre las montañas quizá que antes. Subir hasta esa altura significa que no hay terreno llano, todo son escaleras y más escaleras hacia arriba. No tengo ningún problema en caminar por terrenos llanos o con un poco de inclinación, pero las escaleras me matan y más ahora que llevo sin hacer deporte bastante tiempo, así que estaba súper cansada (del frío y de mis amigos tan escandalosos) y, además, tenía agujetas de los días anteriores.

Aun así, comenzamos nuestra ruta. Después de tres horas andando y de ver a varias cabras cruzando el bosque, ya estaba desesperada, lo único que quedaba por delante eran escaleras y más escaleras. Eran escaleras naturales, pero escaleras al fin y al cabo. Mi amigo me había dejado caritas sonrientes dibujadas en el suelo para animarme; le dije que él fuera a su ritmo, ya que era más fácil para todos. Eso fue lo mismo que hicimos en Nueva Zelanda. Si vais más rápidos, os cansaréis antes y si vais más lentos que vuestro ritmo normal, también. Además, no nos encontramos a nadie en todo el camino. Cuando llegamos al final, habríamos tenido unas bonitas vistas si las nubes hubieran desaparecido durante un rato.

El camino cada vez se volvía más peligroso, más empinado, más estrecho y las piedras se desprendían. Hubiera sido muy arriesgado hacer ese camino de noche. Desde allí, veíamos las cimas de las montañas que todavía quedaban bastante lejos y nosotros queríamos llegar a la más alta. Pero, me rendí porque estaba agotada y, además, no nos daría tiempo a llegar porque teníamos que regresar pronto. Mi amigo siguió andando porque quería llegar lo más alto posible. Volvió después de media hora y nos dijo que la cima estaba a la vuelta de la esquina y que no era la que nosotros pensábamos. Así que habíamos estado más cerca de lo que creíamos. Eso significa que no os tenéis que rendir nunca. Por suerte, ya había estado en la cima antes, así que no estaba demasiado triste por no haber continuado. Cuando fui allí me senté, me comí los plátanos que llevé y vi a los pájaros volar.

El camino de vuelta fue más fácil, pero estaba muy resbaladizo por las ramas de los árboles y por la gran cantidad de humedad. Estuve a punto de caerme varias veces. En el bosque, encontramos a una gata maullando que vino hacia nosotros. Se le veía muy segura y no parecía estar abandonada, perdida ni malherida. Era muy simpática, estuvo con nosotros una hora y maullando todo el tiempo. Varias veces estuvimos a punto de caer por su culpa, ya que se metía entre nuestras piernas (típico de los gatos). Después de una hora, hicimos un alto en el camino y parecía que vivía allí, ya que no quería seguir más tiempo con nosotros. Pensamos que viviría en el pueblo. Cuando volvimos al hostal, nuestros amigos nos estaban esperando con la cena. Fue un detalle increíble. Estaba tan cansada que no tenía fuerzas para hacer nada más, lo único que quería era irme a la cama. Como pude me di una ducha y probé algo de la deliciosa cena.

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Día 9

Tanto la chica polaca como el chico ruso se vinieron de nuevo con nosotros y todos juntos nos fuimos a Seixal, al noroeste de la isla. Seixal es una de las preciosas playas de arena negra de la isla y estuvimos dando un paseo por ella. Se estaba genial; íbamos en camiseta de manga corta y hacía mucho sol, pero no hacía el calor suficiente como para darnos un baño.

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Después, fuimos en coche a Ponta do Pargo, donde nos montamos en teleférico para bajar por la montaña. El teleférico se movía mucho por el viento y teníamos un poco de miedo, ya que estábamos solo con un walkie talkie para comunicarnos con el chico que estaba arriba de la montaña y avisarle de cuándo queríamos volver. Cuando bajamos, nos dimos un paseo junto al mar y vimos un antiguo pueblo. No llegamos a descubrir si seguía viviendo gente allí o no. La mayoría del pueblo parecía estar abandonado y en ruinas, pero había casas que sí parecían estar habitadas. Parecía sacado de otra época, todo era tranquilo y silencioso, ese sería un modo de vida más sostenible. No sabemos cómo la gente llegaría allí en el pasado ni cuánto tiempo estarían los teleféricos, pero no parecía haber otro medio de transporte para llegar. Se comenzó a formar una tormenta que se acercaba a nosotros, así que decidimos regresar para no quedarnos atrapados allí. Además, cuando hay tormenta, los teleféricos dejan de funcionar. Una vez arriba, bebimos chocolate caliente y probamos el típico bolo de mel, que es algo parecido al pan de jengibre. Después, continuamos hacia una de las torres de luz y aprendimos muchos datos interesantes sobre ellas, sobre su uso y las luces.

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Día 10

Este sería nuestro último día, pero muy emocionante también. Por la mañana, fuimos a la ciudad y nos dimos un paseo, fuimos a la playa a descansar, hicimos algunas compras y nos tomamos un helado. Después, quedamos con nuestro amigo ruso y fuimos a Mercado dos Lavradores, donde hay todo tipo de verduras, frutas y especias que podáis imaginar. Pudimos probar mucha de esta comida y conocimos algunos de los tipos tan raros de fruta que hay: una fruta que es mezcla de plátano y manzana, plátanos amarillos y grisáceos, una especie de platatanos (así es como yo los llamo) que recibían el nombre de Philodendron, pero "platatanos" suena mejor y es un tipo de fruta que solo crece en Madeira y en las Islas Canarias. También había una mezcla de maracuyá y tomate, maracuyá y limón, maracuyá y frambuesa, maracuyá normal y corriente, etc.

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Luego, fuimos al pueblo que hay antes de Funchal, llamado Monte. Nos subimos todos al Fiat Panda y seguimos las instrucciones que nos daba el GPS, que nunca nos había dado problemas. Terminamos en una carretera muy empinada, como otras de las veces anteriores. Es muy divertido (o no, según como se mire) porque en las carreteras siempre hay una señal de stop y a partir de esa señal empiezan a ser cada vez más empinadas. Estaba segura de que si me paraba en esa calle empinada, ya no podría volver a arrancar el coche. Le dije a los demás que en lugar de pararme iba a tocar el claxon y pasar por el cruce que es lo que la gente de Madeira suele hacer. Pero, no funcionó porque vi a un coche venir y tenía miedo de que no frenara o que yo no pudiera frenar. Así que, cuando el coche pasó, intenté salir hacia delante, pero no pude. Nos fuimos hacia atrás. Lo intenté de nuevo. Tampoco funcionó. Los comentarios de mis amigos fueron de gran ayuda: "Tienes que pisar a fondo" ¡Anda! ¿Qué creéis que estoy haciendo? Después de más comentarios así de estúpidos, intenté hacerlo de otra manera. Puse el freno de mano, puse el pie en el freno y... nos volvimos a ir marcha atrás. Volví a poner el pie en el freno y mi amigo puso el freno de mano tan fuerte como pudo. En cuanto quité el pie del freno, volvimos a irnos hacia atrás. El freno de mano no era lo suficientemente fuerte. No había manera de hacerlo diferente. Lo intenté de nuevo con el freno de mano, como mi amigo vio que yo no tenía fuerzo para hacerlo, el puso toda la fuerza que pudo. Poco a poco comenzamos a andar y ya todo el mundo estaba más contento. Metí la primera y pisé a fondo, pero el coche se iba hacia atrás más y más. Les dije que no lo conseguiríamos y mi otro amigo empezó a gritar "pisa a fondo", pero el coche murió. Se empezó a oler fatal y el coche ya no arrancaba más. Así que decidí dar marcha atrás. Les pedí a dos de los coches del cruce que miraran si venían otros coches y llevé el coche hasta el principio de la calle. Cuando llegamos abajo, les dije a mis amigos, totalmente de los nervios, que no volvería a conducir nunca más. Pero como ninguno más conducía, tuve que seguir haciéndolo. Cogimos otra carretera con muchas curvas que iba hacia la montaña.

Cuando llegamos a Monte, ya no tenía ganas de hacer ni ver nada. Solo seguí a los demás y vimos el parque, la iglesia y el pueblo, así como los típicos trineos donde se montaban muchos turistas. Por última vez, fuimos a comer comida típica de Madeira. Nos pedimos el delicioso pan de jengibre y una brocheta con varios tipos de carne. Cuando llegamos al aeropuerto, seguía aún de los nervios, pero feliz por dejar el coche y por dejarle claro al responsable que el freno de mano no funcionaba. Nos dijo que a lo mejor no iba bien por la inclinación de las montañas, pero las montañas no tenían nada que ver. Eso había sido por la ciudad y habíamos tenido problemas los 10 días. ¿Quién coño ha hecho las calles de Madeira así? Aunque yo daría prioridad en los cruces a los coches que suben de esas calles. De todas formas, nadie aparte de mí se paró allí. La gente de Madeira tiene el mismo problema que yo, pero ellos tocan el claxon para avisar a los otros coches de que les den prioridad. Pensé que ya se había pasado lo peor del día, pero no...

En el aeropuerto, los chicos querían ver los aviones y por eso llegamos tarde al control de seguridad. Había mucha gente y nadie se daba prisa en absoluto. Tardamos bastante en pasar el control de seguridad y cuando llegamos a la puerta de embarque ya estaba cerrada. Aunque explicamos lo que nos había pasado, no nos querían dejar pasar. Después de que llegaran 10 personas más con el mismo problema, nos reabrieron las puertas. ¡Vaya vacaciones! Fue agotador, hubo mucho estrés, pero fue increíblemente bonito. Me enamoré de la isla y volveré para ver más cosas. Todavía quedan muchos tesoros escondidos.


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