Escondido en un rincón de Oslo, la capital del país que nunca tiene mal clima, se encuentra un lugar para caminar, nadar, esquiar, explorar, para hacer snorkel, picnic, festejar, y sentirte en medio del bosque a solo un par de estaciones en metro del centro de la ciudad. El lago Sognsvann, uno de sus no tan concurridos atractivos, es sin duda uno de los secretos mejor guardados de los habitantes del lugar. Con una circunferencia de apenas 3.3 kilómetros le es ideal para caminar, trotar o correr, con espacios alrededor para sentarse, disfrutar de la vista y perderse entre la naturaleza.
La travesía para llegar puede comenzar en cualquier lugar de la línea 5 del metro (Oslo T-bane) que recorre de vestli a Sognsvann.
Tras el sonido de " Dørene Lukkes" cierran las puertas, el lugar más común para subir al vagón es en Majorstuen o stortinget, donde se encuentran varias líneas. A partir de ahí disfrutar de la vista que va poco a poco cambiando, del centro de una de las ciudades más caras del mundo a un lugar donde no pagarás un solo centavo para disfrutar.
De la última central del metro falta caminar un par de minutos para encontrar la entrada al lago, que se encuentra rodeado por un estrecho camino que se bifurca en varias ocasiones dejando espacios que la gente ocupa para descansar y tomar el sol en el verano. Ahí la gente descansa, come, platica o corre, pero no se permite andar en bicicleta para mantener más orden y tener más seguridad para los visitantes.
El lugar, cómo la ciudad, es bastante seguro, incluso en las noches puede encontrarse gente que camina en la zona, sobre todo cuando se pronostica que pueden ser visibles las luces del norte.
Todos los días se puede encontrar gente de todas las edades, niños en compañía de sus padres, jóvenes estudiantes, adultos jóvenes haciendo ejercicio o pasando el rato y también personas mayores que en ocasiones recolectan flores para adornar la mesa a la hora de la cena.
Cuando se acerca el otoño y llegan las lluvias el lago toma una belleza peculiar, algunas hojas cambian su color y poco a poco llegan los meses más fríos, donde el lago se congela y se cubre de nieve. Lejos de disminuir las visitas, es común encontrar el metro repleto de esquís, muchas personas que disfrutan del deporte más popular del norte de Europa.
La cultura Noruega aprecia mucho esta época del año, que aunque un poco más oscura que el resto, no es impedimento para viajar a lugares fuera de la ciudad, para pasar el fin de semana en las cabañas o simplemente para disfrutar de un par de días de las bellezas del invierno, y para los que quedan en la ciudad el lago se convierte en el lugar perfecto para pasar el día sin alejarse tanto de casa.
En primavera con las hojas reverdeciendo, en el verano para tomar el sol, en otoño a pesar de la lluvia y en invierno para hacer lo que más les gusta, esquiar... nunca hay mal clima en la ciudad para visitar el lago, pero la ropa adecuada para cada momento.
Si alguna vez te pasas por Oslo, además del Castillo Real, la fábrica de chocolates, el salto en esquí en el Holmenkollen y de la ópera, no es nada despreciable conocer un lago que aunque simple, refleja en su belleza una parte sustancial de la vida de los habitantes de esa ciudad.
