Harry Klein es una parada obligatoria en Munich si quieres descubrir la música techno y dubstep que tanto gusta a los alemanes. La zona es muy céntrica, se puede llegar desde Karlsplatz o Sendlinger Tor. El club tiene tres plantas y está bastante oscuro, únicamente iluminado por las luces que parpadean al ritmo de la música.
Aunque la segunda planta es más pequeña, está muy guay asomarse al "balcón" que tiene para beber la mesa de mezclas con las luces proyectadas en la pared y la gente bailando debajo de tus pies como si estuviera poseída.
Una de las cosas más originales del lugar es su decoración: cuadros clásicos de las galerías de arte reinventados, collages de pósters variopintos, espejos rotos, purpurina por doquier e incluso ratones de papel en los baños. Una pena que con las luces tenues las cámaras de los móviles no saquen bien el sitio, porque es una pasada.
La entrada son en torno a 12 euros sin consumición, aunque en la caja puedes coger cerillas de souvenir (algo habitual en el país).
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