Ljubljana es una ciudad pequeña, pero no os confundáis, tiene mucho encanto. Basta con levantarse pronto por la mañana, calzarse unas buenas deportivas, abrigo, los imprescindibles guantes y gorro y salir a pasear por una ciudad que te sorprende por la grandeza de sus edificios y por los pequeños detalles que esconden sus callejuelas.
Si decides un día caminar por el borde del río, llegarás a un puente que une Zoisova cesta y Karlovska cesta. Si continúas por esta última y giras a la izquierda, te encontrarás caminando por una calle empedrada. Si caminas a las 3 de la tarde de un día de invierno, parecerá que caminas en otro mundo, entre el sol que se escapa y la niebla que poco a poco se apodera de la ciudad. La calle continúa cuesta arriba, cada vez más empinada y al poco empiezas a ver los carteles de madera que te indican que estás subiendo hacia el castillo de Ljubljana. Al poco, la calle se convierte en un camino de tierra (Macja steza) que avanza entre los árboles, algunos con las hojas amarillas y otros, grises y fantasmales con las hojas ya marrones en el suelo. El abrigo de los árboles a cada lado te permite imaginar cómo debía ser subir por estas cuestas cargando fardos, comida y topo tipo de cosas hace cientos de años.
Al cabo de un rato, llegas a la cima del monte y te topas de lleno con los muros del castillo. Al pie, una pequeña explanada con bancos que miran al horizonte, te permiten contemplar el atardecer de colores rojos y rosas, en una llanura salpicada de montículos que parecen casi como estalagmitas solitarias, y al fondo, las montañas nevadas.
Poco antes de que anochezca, puedes continuar el camino bajando por unas escaleras de madera, de nuevo entre los árboles. Cuando llegas al pie del monte, te encuentras con muros de piedra y una callejuela estrecha (Studentovska Ulica). El primer edificio a la derecha, alberga en el primer piso una tienda increíble. Un pequeño escaparate te permite observar lo que esconde dentro: una colección de alrededor de 1500 piezas, toda clase de recuerdos sobre la antigua Yugoslavia, desde pins hasta libros y banderines. Una tienda abarrotada con ese aire como de años 80 con sellos y postales cubriendo cada rincón. Es como una ventana al pasado y un lugar donde aprender todo lo que ha ocurrido en este país y entender cómo ha llegado a ser, lo que es hoy en día.
Si continúas recto, llegarás al mercado central, donde puedes encontrar puestos de comida al borde del río. Las mesas de madera te permiten terminar el día cenando quizás con nuevos amigos o simplemente con los habitantes de esta pequeña pero increíble ciudad.