Jardín de Cactus
El Jardín de Cactus es una de las visitas imprescindibles (a mi parecer) dentro de Lanzarote, éste se encuentra en la localidad de Guatiza, una de las pequeñas ciudades que se dispersan a lo largo de toda la isla. La mejor forma de llegar es alquilar un coche a través de una de las múltiples compañías que se dedican a ello en la isla, o bien directamente contratándolo a través del hotel, si te hospedas en uno.
Tengo que avisaros de que la entrada está un poco escondida y el GPS, como suele pasar, no ayuda mucho en estos casos, solo diré que si no parece la entrada no lo es, ya que mi padre tratando de ser previsor casi se mete en una propiedad privada por si acaso nos pasábamos y acabamos infringiendo un poco las normas de tráfico para reincorporarnos al camino bueno.
El recinto total está abierto todos los días lo cual da mucha libertad a la hora de organizar todo el viaje ya que muchas de las principales atracciones turísticas tienen un horario reducido, o bien condicionado por grandes esperas por que haya mucha gente, por tanto esta flexibilidad es muy positiva. Sin embargo, solo puede visitarse de 10:00 a 17:45, lo cual es una franja un poco limitada.
En cuanto a los precios los adultos pueden entrar por 5,50 lo cual es un poco caro, a no ser que seas canario residente, en cuyo caso se reduce a 2,20. Mis padres y yo para evitar pagar 5 euros o más en los 6 puntos turísticos más emblemáticos, decidimos coger una de las 3 opciones de bonos que te ofrecen, pues la mayoría de lugares de interés comparten una misma administración y dirección. Hay un bono de 3 centros, otro de 4 y otro completo de los 6 centros, los cuales oscilan entre los 20 y los 30 euros para adultos y de los 10 a los 15 para niños.
La opción del bono es sin duda la más recomendable pues os puedo asegurar que cuando ves los precios individuales, el ahorro se nota, lo malo es que el bono no se puede coger en cualquier lugar, pero en el Jardín de Cactus sí, asique sería un gran punto por el que comenzar a conocer Lanzarote (por cuestiones técnicas más que nada)
Realmente esta era una de las visitas que tenía más ganas de hacer cuando llegamos a la isla, y nada más entrar al recinto la visión total del jardín impresiona lo suficiente como para haber hecho honor a mis expectativas. El lugar se organiza alrededor de un gran centro donde están los cactus más altos y llamativos que recuerdan a los típicos de las películas ambientadas en México, de hecho en algunas zonas hay cartelas que solo te informan de la procedencia del cactus, y la mayoría de las especies eran autóctonas de México.
En torno a ese gran círculo se desarrollan calles periféricas que te permiten pasear acercándote a todas las variedades circundantes, de tamaño mediano, intercaladas con cactus más pequeñitos, aunque la gran mayoría de estos últimos se sitúan en una serie de plataformas concéntricas escalonadas que conforman el perímetro del recinto.
El jardín está muy bien pensado, es original y llama mucho la atención, como ya he mencionado me apetecía realmente verlo porque soy un gran apasionado de los cactus y por eso mi pena fue mayor cuando acercándonos a ver las especies más de cerca, muchas de ellas sobre todo las más espectaculares, presentaban un evidente estado de deterioro.
Los cactus son plantas que no necesitan muchos cuidados pero no por eso son infinitas y daba la impresión de que había plantas que no habían sido reemplazadas desde el año de la fundación del Jardín que fue por cierto en 1990. Era una verdadera lástima ver cómo a pesar de la enorme variedad de especies que tienen y lo bien organizado que está, no se disfruta completamente por tener esa sensación de ver algo en deterioro o más bien resulta descuidado. Algunos estaban negros en su base, otros blanquecinos, cenicientos y perdiendo el color desde sus bifurcaciones superiores.
Con todo, se hace una visita interesante que te hace ir descubriendo pequeños rincones con clases de cactus que no se parecen en nada a la idea general que todos tenemos de estos elementos naturales. Algunos imitaban las flores y parecían suaves, otros parecían rosas aunque con una textura más rugosa. Por supuesto están las variedades que desarrollan flores de verdad, lo cual aportaba mucho color al conjunto.
A primera vista parecía que las especies semejantes o de una misma rama, es decir, cactus redondos, chumberas o cactus más típicos película del Oeste estaban agrupados en diversas zonas; sin embargo era usual encontrar especies mezcladas o cactus redondos pequeños desperdigados aquí y allá lo cual se agradece mucho ya que rebaja la sensación de orden artificial y refuerza el sentido de jardín natural que permite disfrutar mucho de un desorden poco típico en los jardines turísticos.
Resultaba muy entretenido y didáctico ir avanzando a través de las plataformas laterales, aunque sí tenéis vértigo, como mi madre, es poco recomendable que subáis, ni siquiera al nivel más bajo porque no hay ningún tipo de valla y el camino es un poco estrecho.
El conjunto se completa con la casi obligada tienda de suvenires, un molino situado en lo alto de unas escaleras que actúa a modo de mirador desde el cual observar la totalidad del jardín, y una cafetería para descansar y tomar un tentempié o alguna bebida ya que sí te recorres todo el recinto de arriba abajo tardas como una hora y te quedas algo cansado.
Nosotros paramos en la cafetería y la recomiendo totalmente, el servicio era inmejorable y el camarero fue muy amable invitándonos a unas aceitunas con el mejor mojo que probé en todo el viaje (que en la carta costaban entre 2 y 3 euros). A pesar de que no comimos allí, ya que habíamos picado algo antes (un error del que todavía me lamento) recomiendo totalmente detenerse y tomarse una tapa de albóndigas o unas papas arrugadas ya que tenían una pinta increíble y el precio era bastante asequible.
En definitiva es una visita recomendable que no es lo típico que suele verse haciendo turismo y con lo que disfrutas si te gusta, como a mí, apreciar los rincones originales e incluso un poco estrafalarios.