plaza santa ana
¿De qué se trata en esta ocasión?
De otra plaza, de una de esas grandes, amplias, de las que gustan en Castilla, pero sobre todo en Castilla y León, hablaré de la Plaza de Santa Ana, la cual sigue encontrándose en Ávila como mis últimos artículos en los que escribí de la ciudad.
¿Dónde podemos encontrar este lugar?
A un paso de la estación de autobuses y por tanto en las cercanías del llamado Paseo de la Estación. Si siguiéramos hacia arriba en su dirección llegaríamos a la Avenida de Portugal, siendo su perpendicular oeste la Calle Duque de Alba, con su mítico BBVA que siempre termina apareciendo estés en la ciudad en la que estés. La Calle Arévalo será una continuación de la Plaza de Santa Ana y lógicamente el convento de Santa Ana se encontrará en la misma plaza, recogido en una de las esquinas que le da cabida y lugar, además de frescura y actividad a la misma. Como es de costumbre, el enlace de google maps donde aparece más claro todo:
¿Cómo llegar de manera simple hasta lo que me estás explicando?
Si normalmente abogo por ir a pie como medio claro de explorar y ver cosas de una ciudad que no es la tuya, siendo casi obligatorio el irte fijando en lo que aparece a tu paso; lo cierto es que ahora cambio de tercio al tener la estación a menos de tres minutos andando. Y es que no tiene sentido alguno entonces el venirte en coche cuando desde cualquier lado del país te podrías venir en autobús a un precio de fábula, y encima dejarte justo al lado de esta plaza, donde se encuentran bares, restaurantes, hoteles y todo tipo de servicios cerca que te harán no tenerte que desplazar en demasía para cubrir tus necesidades básicas. Los Jardines del Recreo son magníficos y los recomiendo de forma segura y sin contemplaciones.
¿Algo de historia me puedes comentar con respecto a ello?
Empezó a construirse en 1331 concluyéndose hacia 1350, es decir, en el siglo XIV. Quedan algunos restos de aquella primitiva construcción como la puerta a la que nos hemos referido o algunos muros de mampostería gruesa que aparentan gran solidez. El propósito inicial del convento fue el de alojar con la dignidad debida a las monjas cistercienses que por entonces habitaban otro en San Clemente de Ávila, situado en la margen izquierda del Adaja, algo alejadas de la ciudad y sufriendo por el estado casi de ruina del edificio.
En aquel tiempo se le dio a este nuevo convento el nombre de San Benito y los historiadores no se ponen de acuerdo en por qué se le cambió al de Santa Ana durante el siglo XV. Podría coincidir con una reforma de la casa madre de estas religiosas con sede en el monasterio de Santa Ana de Valladolid o puede, según manifestaba una monja en aquellos años, que se hubiese encontrado una estatua de la nueva santa en unas obras realizadas en los campos aledaños.
En todo caso, hacia 1502 el monasterio recibió a las monjas de los conventos de San Millán y Santa Escolástica llegando la comunidad a integrar a 50 monjas en total, multiplicándose las dádivas y rentas recibidas, lo que no fue óbice para sufrir tensiones internas entre los distintos grupos integrados en el monasterio hasta el punto de que parte de ellas decidieran abandonarlo. En todo caso, siguió su prosperidad, particularmente en el siglo XVI que, al compás de una bonanza económica general en el país, permitió un notable crecimiento en las rentas y donaciones recibidas tanto por que tuvo en este monasterio siempre alojamiento.
Aquí residió algún tiempo la infanta Isabel, hermana del rey Enrique IV, antes de su proclamación como reina y su interés por el nuevo monasterio dominico de Santo Tomás. Aquí recibió diplomáticamente a los mismos que habían protagonizado en la ciudad unos años antes la llamada “farsa de Ávila”. Aquel fue un acto teatralpor el que un conjunto de nobles como el arzobispo Alfonso Carrillo, el marqués de Villena, el conde Benavente y otros, afrentaron al rey Enrique IV privando a un monigote que lo representaba de las insignias de rey. Le acusaban de homosexual, amigo de musulmanes y, sobre todo, de no ser el verdadero padre de la por entonces heredera del trono, Juana, llamada desde entonces la Beltraneja. Este grupo de nobles opuestos a su hermano Enrique sostuvieron a un nuevo candidato en la persona de Alfonso XII, hermano de Isabel asimismo, pero al morir éste poco después se dirigieron a la joven que permanecía residiendo en el convento de Santa Ana, a fin de apoyar su candidatura a la monarquía castellana. Ésta, más diplomática que su hermano, el fallecido Alfonso, exigió la aceptación previa por parte del monarca reinante, Enrique IV. Aprobada por éste la sucesión los acuerdos correspondientes se firmarían precisamente en la sacristía de la Catedral de Ávila en octubre de 1468.
Del mismo modo y en un acto más protocolario que político, en este monasterio se llevó a cabo la puesta de corto del futuro rey Felipe II en 1531. Había sido llevado hasta allí por su madre, la emperatriz Isabel, a fin de que recobrara una salud que era débil entonces. Tras comer con las monjas la emperatriz ordenó a su caballerizo mayor, el marqués de Lombay, que quitara los faldones infantiles a su hijo de cuatro años y lo vistiera de cortesano, modo en que se presentó poco después ante la nobleza castellana reunida en el monasterio. Un momento como éste sería recordado públicamente por un anciano rey en 1596, dos años antes de morir, cuando visitara la ciudad con motivo de las obras de remodelación de la muralla.
La desamortización no terminó con el monasterio de Santa Ana pero redujo de tal manera sus rentas que terminó por ser abandonado ante la imposibilidad de su mantenimiento. Es por ello que, con el tiempo, ha terminado en manos de la Junta de Castilla y León que tiene aquí su Administración territorial. Por ello la entrada principal no es por la puerta sur que describimos antes y por la que se entraba a la iglesia sino por otra oeste, lugar por donde se accedía al convento. Toda esta parte obedece a la completa remodelación que se llevó a cabo desde 1540 y durante toda la segunda parte del siglo XVI, el mejor momento de riqueza del monasterio.
¿Me podrías describir físicamente el sitio?
Me alojé junto con mis acompañantes, en la plaza de Santa Ana, muy cerca de la estación de autobús a la que llegamos todos en nuestro viaje por sus tierras, siendo por todo ello, que conozco prácticamente a la perfección la plaza de la que hablo. La primera vez que visité la ciudad seguí precisamente ese camino buscando los monasterios de las Gordillas y el de Santo Tomás, más allá. Me sorprendió llegar a una plaza moderna, amplia, llena de almendros que en ese momento
estaban en flor añadiendo belleza al conjunto. A uno de los lados de la misma se levantaba un convento grande con una espadaña elevada donde anidaban las cigüeñas y al cual me acerqué con interés. Era el monasterio de Santa Ana que da nombre a la plaza.
Lo primero que observé fue su iglesia, a la que no se podía acceder pero que mostraba al exterior una puerta con un arco ojival interior de otros siglos pasados y otro exterior de a saber cuándo, cuando todo el conjunto fue renovado. En la parte superior una pequeña cadena recuerda que en este monasterio se alojaron personas de la realeza española mientras que en la parte superior, en una hornacina, aparece el fundador del mismo, Sancho Vázquez Dávila, cortesano de los tiempos de Alfonso XI y Pedro I. Con estos detalles ya tenemos algunas de las claves que hicieron importante a este monasterio en la historia de Ávila.
A ese tiempo corresponde lo más importante de la visita: el espléndido claustro. Estuve paseando por él a una hora temprana, cuando las sombras eran profundas. Subí por unas escaleras del lado norte que permiten recorrer los tres pisos que, excepcionalmente, lo componen. Las columnas
son de fuste liso y las balaustradas aparecen adornadas con bolas pero el conjunto es austero, dentro de la línea arquitectónica de aquel tiempo. No es fácil fotografiar el lugar porque aparece acristalado, bien cuidado, eso sí, con oficinas en las antiguas celdas del convento, de donde salían y entraban personas ocupadas que apenas dirigían la mirada a aquel turista que se apartaba prudentemente a su paso mientras trataba de fotografiar desde el piso más alto la belleza y elegancia de ese claustro que vale la pena visitar.
¿De qué ambiente dispone el lugar en sentido número de personas y qué tipo?
Por las mañanas la gente camina con aparentes objetivos profesionales o comerciales, algunos grupos se detienen pero es más frecuente que todo el mundo vaya y venga con destinos definidos. Hay tiendas, escaparates, junto a un convento una casa señorial reconvertida en sala de exposiciones, al tiempo que en una plaza se levanta un museo y, junto a él, pasan furgonetas de reparto a toda velocidad, mientras otros coches esperan y algunos ancianos sentados miran el discurrir de la vida ciudadana.
Lejos de esas truculentas historias la plaza de Santa Ana es un continuo ir y venir de coches y transeúntes. En la puerta del antiguo convento me indicaron dónde ir para alcanzar las Gordillas. Fueron amables aquellos guardias. No se puede decir lo mismo de todos los abulenses, la mala educación y la chulería también está en sus calles como tuve ocasión de comprobar con una furgoneta cuyo conductor se me enfrentó en plan desafiante porque le había obligado a reducir la alta velocidad a la que iba. Eso está en todas partes, la falta de educación y la incultura, el reducir al maltrato verbal la relación social de la calle. En cambio, también encuentras a personas amables que vale la pena tratar e incluso detenerse a intercambiar alguna opinión. Como en todas partes.
¿Qué nos ofrece de manera general y sobre todo, qué mejor en particular?
Situémonos ahora en la parte este de la ciudad. Allí las calles se aprietan para abrirse en plazas por las que discurre un tráfico fluido pero denso, aunque cuando fui en marzo los almendros aparecían
blancos, llenando de su espléndido color el caminar de los viandantes y el aspecto general de la plaza. Camino de las Gordillas topé con una pequeña ermita a la que tuve que acercarme para averiguar su nombre: Santo Cristo de la Luz. Este antiguo y humilde humilladero fue fundado nada menos que en 1647 por Juan Núñez Dávila (del cual ya sabéis muchas cosas por otros artículo míos sobre la ciudad). Tiene una apariencia sólida al estar construido en granito y al tiempo airosa por contar incluso con una campana. Delante tiene una cruz de piedra del siglo XVI y al interior debe accederse por una escalera que no pude subir por encontrarme el interior cerrado en las ocasiones en que pasé al lado.
Su antigüedad es más chocante por levantarse justo detrás el hotel Santa Ana, donde pernocté una noche. Mi habitación, en el segundo piso, hacía esquina entre la plaza y la avenida de la Estación que marcha más hacia el este. Desde ella pude acodarme en el balcón una noche de calor para ver a la gente que seguía pasando a horas tardías por las inmediaciones mientras la mole del convento se perdía en la oscuridad.
De particular decir que fue en esta ermita donde comprobé la repetida costumbre de muchos templos abulenses que colocan en sus portadas esquelas donde se anuncian los fallecimientos de algunos de sus convecinos. Por ello no es raro encontrar ancianos que las leen trabajosamente para intentar averiguar si corresponde a alguien conocido por ellos.
Oye, pero.... ¿qué pasa con los precios?
Pues en cuanto a la plaza en sí, lógico que sea gratuito el hecho de pasar por allí y disfrutar de ella. Pero en cuanto al hotel en el que me encontré esos días junto con mis demás compañeros de viaje, he de decir que el precio no era para nada malo. Una noche, 10 euros con desayuno, si bien he de confesar que cogí por una vez en mucho tiempo, el hotel con suficiente antelación como para que no me saliera por un ojo de la cara; y estando en una de esas Plazas míticas de la ciudad, lo cierto es que cualquier persona acabaría contento con la transacción y no seré para menos en este caso.
¿Lo recomendarías para otra ocasión?
Es una respuesta clara, pues la plaza es bellísima, amplia, agradable y con gente que transita y de la que siempre aprenderás algo. Todo ello junto hará que la experiencia sea buena, alegre y que por supuesto te recuerdes durante algún tiempo de la plaza de la que he hablado y que no pase simplemente como una cosa más, que no tiene mucho sentido contar.
¿Para quiénes está pensado este lugar de la ciudad?
Al final como casi todo en la ciudad, acabarás pasando sin quererlo ni desearlo por la plaza, por lo que verás todo lo que te ofrece sin habértelo planeado antes. Es por ello, que no está pensado para nadie en concreto ni ningún tipo de personas, y en cambio, cualquiera podrá tener de ella justo lo que espera y desea.
Y tras haberlo visitado.... ¿ahora qué me recomiendas?
Seguir andando por la zona, yéndote al barrio norte como yo mismo luego hice y por supuesto al monasterio de Santo Tomás y a la Catedral. Toda aquella zona merecerá la pena y vale perderse algunos minutos por ello explorando lo que puede llegar a darte.
¿Valoración en punto del uno al diez y razones?
Le doy un 6 y es que a pesar de que haya sido una buena experiencia sobre todo por el hecho de haberme quedado allí una noche y por lo tanto haberla visto en todo su color y figura tanto por el día como por la noche; lo cierto es que no ofrece lo que sí hacen otras plazas de la ciudad, conventos, monasterios o el mercado; por lo que mi nota es de aprobado pero no un notable.
¿Algún link que me haga dejarlo todo más claro en cuanto a imágenes se trata o información?
Aquí os dejo un par de links en color para que veáis mejor las imágenes de la plaza:
2º- Convento: https://www.google.es/search?q=plaza+de+santa+ana+avila&biw=1025&bih=472&source=lnms&tbm=isch&sa=X&ei=5BgQVcmJD4XzarnAgMAC&ved=0CAcQ_AUoAg#imgdii=_&imgrc=_nNn7E-7XZGKtM%253A%3BMirsztpX2hvfqM%3Bhttp%253A%252F%252Fwww.xn--espaaescultura-tnb.es%252Fexport%252Fsites%252Fcultura%252Fmultimedia%252Fgalerias%252Fmonumentos%252Fclaustro_santa_ana_avila_t0500627.jpg_1306973099.jpg%3Bhttp%253A%252F%252Fwww.xn--espaaescultura-tnb.es%252Fes%252Fmonumentos%252Favila%252Freal_monasterio_de_santa_ana.html%3B660%3B365
¿Conclusión?
Finalmente tuvimos que despedirnos de esta hermosa plaza que, sin embargo, sea por aquellos almendros o por haber dormido en ella, recuerdo con verdadero agrado. Desde ella salí una mañana, tras un buen desayuno, para recorrer todo el barrio norte. Por ella pasé en cada uno de mis viajes, sea para marchar al cercano convento de las Gordillas y desde allí al de Santo Tomás (del cual hablé en el anterior artículo) o para dirigirme a la muralla o la Catedral. En todas las ciudades hay rincones que nos reciben y acogen, lugares que quedan en nuestra memoria como señales de una estancia que es difícil de olvidar, y éste en Ávila siempre será uno de ellos.
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