Ferragosto en Italia
Italia nunca dejará de sorprenderme. Esta vez volví con mi novio, Iacopo, a su país natal para pasar Ferragosto con su familia. Esta fiesta religiosa italiana es para pasarla con la familia y amigos entre montañas de comida y vino; y eso es justo lo que hice.
Esta iba a ser mi tercera visita al pueblo de Iacopo en los Alpes italianos. La pequeña y rústica ciudad de Ponte in Valtellina está situada en un inmenso valle rodeado de montañas, manzanos y viñedos. De verdad que parece salido de un cuento de hadas.
Primeros dos días en Pietrasanta, Toscana
Este año, un amigo de Iacopo de Ponte nos invitó a pasar unos días en la playa de Marina di Pietrasanta, en Toscana, ya que su novia tenía allí una casa familiar. Volé directamente de Glasgow Prestwick al aeropuerto de Pisa donde Iacopo me recogió con el coche de su amigo. ¡La playa estaba a unos 40 minutos y hacía un tiempo estupendo! Nos llevamos el almuerzo y nos quedamos en la playa hasta las seis de la tarde, luego volvimos a la ciudad de Pietrasanta para ducharnos y tomarnos el aperitivo con Aperol y algo de picar.
Era la noche de San Lorenzo en Italia, durante la cual se pueden ver las estrellas fugaces en el cielo. Esa noche tuvimos suerte porque había una Sagra en un pueblo cercano. Una Sagra es como una gran fiesta al aire libre con un escenario, música en directo y un montón de largas mesas en las que te puedes sentar y disfrutar de una gran variedad de deliciosa comida. Éramos cinco, así que pedimos varios platos para compartir como codillo de cerdo a la parrilla, raviolis y verduras asadas. Todo estaba buenísimo y al final acabé llena.
Al día siguiente volvimos a la playa después de desayunar. Por desgracia, a la hora de comer hubo una tormenta eléctrica tremenda. Nos lo tomamos como una gran oportunidad de refugiarnos bajo los toldos de los restaurantes y comer marisco. Observamos el paso de la tormenta y luego volvimos a las tumbonas, donde nos quedamos dormidos.
Fue un viaje largo desde la costa hasta Ponte, pero aproveché que no conducía yo para recuperar el sueño que había perdido la noche anterior. Tardamos 5 horas en volver, atravesando dos regiones de camino hacia el valle de los Alpes italianos. Nos dimos cuenta de que volar de Escocia a Pisa era más barato que conducir de Ponte a Pisa, ya que los peajes de la autopista eran más caros que mi vuelo; y eso sin contar el coste de la gasolina.
El martes por la mañana, después de dar vueltas en la cama, me desperté en el entorno perfecto. Abrí las ventanas de la habitación para que la luz del sol, la belleza de las montañas de alrededor y el verdor inundaran la habitación. Parecía sacado de un cuento. Los padres de Iacopo nos llamaron para desayunar. Fue muy agradable ponerse al día con ellos, ya que no nos veíamos desde hacía un año.
En los Alpes: Ponte in Valtellina
Esa mañana, Iacopo y yo paseamos por el pueblo y vimos el viñedo de su padre y la bodega donde hace el vino; de nuevo esto es la vida real, no un cuento de hadas.
Volvimos a la hora de comer y tomamos pasta, algo de carne y queso, algunos tomates, algo de fruta, algo de chocolate y un café con licor. Acabé llenísima, y para cenar fue más de lo mismo pero con más carne en la olla. Aún no entiendo cómo los italianos están tan delgados con todo lo que que comen. Estuvieron toda la semana animándome a comer más y a probar esto y aquello. Comí tanto que una noche me puse mala, ¡solo por comer demasiado! Es increíble. La comida en Italia es genial, pero de verdad que no puedo acostumbrarme a las porciones.
La celebración de Ferragosto
El miércoles era Ferragosto, el día del que me habían hablado tanto. Es cuando Iacopo y el resto de su familia suben a la apartada casa de verano de su tía en las montañas con vistas a Tresivio y al resto del valle. El paisaje era impresionante, el sol resaltaba todo el valle. Nos saltamos el desayuno para dejar hueco en el estómago para la gran cantidad de comida que se iba a servir.
Empezamos con dos ollas de guisos de conejo y de pollo con setas recogidas en la ladera de la montaña, acompañado de polenta y varios quesos y embutidos (platos tradicionales del norte de Italia y de la montaña). Después hubo una tanda de verduras asadas y aún más estofado. Luego nos animaron a comer algo de fruta y a tomar un café con un licor casero, sin olvidarnos de la botella de vino tinto de 2 litros sacada directamente de la bodega. ´
Por la tarde nos echamos una pequeña siesta siesta bajo el sol y disfrutamos de una merienda de té con pan casero, mermelada y mantequilla muy amarilla comprada directamente al ganadero en la cima de la montaña. Pensamos que sería mejor dar un pequeño paseo para ayudar a digerir parte de la comida antes de volver a volver a la carga en la cena. Cenamos pasta con un delicioso jugo de champiñones hecho por la tía de Iacopo, ¡por supuesto acompañado de más verduras, pan, carne, queso, fruta y vino! Comí tanto que al final del día no podía ni hablar. Me quedé frita en cuanto como mi cabeza tocó la almohada. Qué vida tan dura, que te den de comer todo el rato.
Nos pasamos el jueves remoloneando mientras nos recuperábamos del Ferragosto. Por la tarde, visitamos a un amigo de Iacopo y a su hija pequeña de dos años. Por la noche, pasamos el rato tranquilamente con sus padres en el pub local.
Excursión a Alpe Rogneda
El viernes nos levantamos temprano para ir a comprar auténtico queso y mantequilla de las montañas a un ganadero. Empezamos la caminata en Boirolo, luego subimos hasta el refugio de Santo Stefano. Pasados unos cuantos senderos empinados, al fin llegamos a Alpe Rogneda. donde también vimos Lago di Rogneda.
El senderismo no es mi fuerte así que me estuve quejando casi toda la subida. Sin embargo, fue sobre todo porque Iacopo se había dejado la botella de agua en el frigorífico. Cada pocos cientos de metros, nos encontrábamos con un pequeño arroyo que pronto se volvió nuestro «¡punto de agua! » que siempre decíamos con gran entusiasmo para tapar el maldito error de olvidarnos el agua. A pesar de la deshidratación, fue una caminata agradable, ¡y las vistas eran increíbles! Nuestro punto de partida en Boirolo ya estaba más alto que el pico más alto de Escocia. ¡Parece una locura que los ganaderos vivan en la cima de estas montañas de más de 2000 metros de altura!
Nos encontramos con el ganadero en la cima y compramos un kilo de mantequilla amarilla y un kilo de queso, todos productos orgánicos hechos en las montañas. Descubrí que cuesta menos comprar el queso y la mantequilla directamente al agricultor que en los supermercados, es como una especie de compensación por la dura caminata.
La bajada fue algo más complicada, ya que teníamos que tener cuidado de no dejar demasiado peso en los tobillos y rodillas. ¡Se me quedaron las piernas como gelatina! Volvimos por la vía Zia a las montañas para comer ñoquis, por supuesto todo hecho a mano.
Después de echarnos una siesta y ducharnos, estábamos listos para salir con los padres a comer el famoso plato de pizzocheri y sciatt, la gastronomía tradicional de las montañas llena de comida pesada, mantequilla y delicias.
Fuimos al mejor restaurante del pueblo, Osteria al Sole, que fue diseñado por el primo de Iacopo y que en realidad era propiedad de otro pariente: ¡un pueblo pequeño! La comida estaba buenísima, pero, como siempre, era demasiado, pues también tomamos un sorbete de postre y un café, además del entrante y el plato principal. Entonces quedamos con un amigo en un bar y, una vez más, estaba demasiado llena y cansada como para relacionarme con la gente; ¡solo me apetecía acostarme y dormir!
Lago de Como
El sábado habíamos pensado en hacer una excursión al Lago de Como. Estaba muy emocionada porque nunca había ido, y eso que está muy cerca del pueblo de Iacopo.
Fuimos a un pequeño sitio llamado Domaso, donde pasamos la tarde junto al lago tomando el sol y comiendo marisco. (¿O debería decir «laguisco»?... Comimos pescado). Era agradable estar junto al lago, pero prefiero la playa. El lago está rodeado de piedras, por lo que el camino al agua es bastante doloroso. ¡Aun así fue un gran día!
¡Noche de pizza!
Fuimos corriendo a casa, con las canciones del verano sonando a todo volumen antes de salir a visitar a otro amigo de Iacopo. Este amigo en particular tiene un enorme horno de pizza en su jardín trasero... Cosas de cuentos de hadas, ¿no? Nos pasamos la tarde amasando, poniendo ingredientes y horneando pizza casera. Éramos unos 15 amigos, así que había muchas pizzas y, además, había codillo de cerdo asado a la parrilla (stinchi) y «coppa». Todo esto rematado con no uno, sino dos tiramisús. ¡Una muy buena noche!
Los domingos están para comer
El domingo volvimos a las montañas para comer barbacoa: costillas, salchichas y filetes cocinados en una barbacoa improvisada. Obviamente también teníamos todos los «contorni» y el vino que te puedas imaginar. A mitad del primer plato, me dijeron que era el primero de tres platos... ¡Pero si yo ya estaba llena! A esas alturas ya había aprendido a tomar pequeñas porciones de cada cosa para poder probarlo todo sin que me explotara el estómago. Por la tarde preparamos mermelada casera con higos recogidos a mano, recogimos los huevos de las gallinas y clasificamos varios frijoles. Así era la vida rústica y campesina, me encantaba.
Excursión a Laghi di Cancano
El lunes fue nuestro último día en el norte, así que Iacopo y yo decidimos hacer una sencilla excursión a las montañas cerca de Livigno.
Empezamos en el bosque y terminamos en las increíbles presas de agua azul de los glaciares. El lugar se llamaba Laghi di Cancano y en el camino de ida y vuelta disfrutábamos de unas impresionantes vistas de un precioso paisaje natural. Fue un día genial, pero después de seis horas andando en nuestras deportivas baratas de nuestras vacaciones en Vietnam, nos dolían los pies y las piernas. El último kilómetro parecía eterno, pero conseguimos llegar y nos premiamos con una cerveza y algo de picoteo.
Fuimos a Livigno, cerca de la frontera suiza, para echar gasolina libre de impuestos, ¡y luego volvimos a Ponte a través de Suiza! Volvimos corriendo a casa, cogimos un par de cervezas y pizza y pasamos el rato con algunos amigos. Me despedí y prometí volver en Navidad antes de irme a dormir.
Viaje a Venecia
Nos despertamos sobre las 7 del martes para desayunar y despedirnos de los padres de Iacopo. Eran encantadores y me lo pasé genial con ellos, pero no podía evitar estar emocionada por nuestra siguiente parada: ¡nos íbamos a Venecia!
Día 1 en Venecia: Murano y Burano
El viaje duró unas 4 horas atravesando otra de las regiones de Italia. Llegamos a Venecia sobre el mediodía, dejamos el coche y fuimos a la ciudad flotante. Compramos dos billetes de 24 horas para el Vaporetti (un barco-autobús que te lleva por la ciudad), ya que sólo teníamos dos días para verlo todo. Cargados con nuestro macuto, subimos al número 3 y nos dirigimos directamente a la isla de Murano.
Evidentemente había visto muchas películas y fotos de Venecia, pero aun sí no estaba preparada para la magnificencia de la ciudad. Estaba sorprendida por el agua verde y brillante, la impresionante arquitectura y el estilo de vida de navegación autosuficiente. Había barcos-taxi relucientes, barcos policiales o de ambulancias, cruceros y, por supuesto, las famosas góndolas. Nunca había estado en una ciudad igual, creía que Venecia estaba sobrevalorada, desbordada de turistas molestos y porquerías con las que estafarlos, ¡pero para nada! Se puede ver cómo los lugareños viven de verdad y trabajan en esta ciudad separada por canales. Tenían sus propios sistemas únicos e ingeniosos en lo que se refiere al agua, el drenaje, el transporte y la vida, era increíble.
Llegamos a Murano en unos 40 minutos en el barco Vaporetti, que estaba abarrotado y hacía calor. En el interior te podías sentar, pero con el calor era como un invernadero flotante, así que preferimos quedarnos fuera con la brisa. Pasamos una hora paseando por la preciosa isla de Murano, famosa por su producción de vidrio. Los escaparates estaban llenos de bellas, complejas y coloridas esculturas de vidrio. Cualquier cosa que puedas imaginar podría hacerse de vidrio: bolígrafos, joyas, luces, adornos y juguetes, todo de vidrio. También hay un espectáculo donde se puede ver cómo se hacen estos productos; sin embargo, como era agosto, la mayoría de los trabajadores estaban de vacaciones.
Desde Murano nos dirigimos a la siguiente isla de Burano. Fue como volver a un cuento de hadas. Todos los edificios de la isla estaban pintados individualmente en diferentes colores brillantes. Era como estar en Balamory pero con sol. La historia detrás de estas espectaculares casas multicolores es que así los marineros que volvían a casa podrían reconocer cuáles eran las suyas. Mito o verdad, tú decides. Pasamos una hora más o menos deambulando por ahí entre todos los colores vivos del pintoresco pueblo.
Se puede decir que hicimos muchas fotos por postureo. Estamos en la era de la tecnología en la que es normal ver filas de novios arrodillados en el suelo haciendo fotos de sus preciosas novias posando con morritos mientras miran al horizonte. Fue algo gracioso de ver y me quito el sombrero ante las chicas que pueden sobrevivir en un calor de 34 grados con maquillaje, yo estaba pegajosa de sudor.
Volvimos a la parte principal de Venecia sobre las seis de la tarde, así que nos fuimos corriendo a nuestro pequeño Airbnb para una ducha rápida y cambiarnos de ropa. Venecia tiene una cultura del aperitivo genial, como el resto de Italia. Hay muchos pequeños bares típicos donde se puede ir y «Farse un'ombra e do' cichetti» (tomar una pequeña copa de vino local con algo para picar) por solo unos pocos euros. Es aún más barato si te quedas «al banco», ya que no te cobran comisión por el servicio. Incluso hay una aplicación interactiva llamada «Bacarotour» que te enseña una ruta por todos estos bares típicos de la ciudad, cuesta 99 céntimos descargársela. Iacopo y yo encontramos uno cerca de nuestro Airbnb que vendía Prosecco o Aperol Spritz, ¡por sólo 3 euros cada uno!
Estuvimos allí un buen rato y, después de nuestra cuarta copa, optamos por un cambio de escenario. Nuestro plan era andar hacia la famosa Plaza de San Marcos por el Puente de Rialto, pero nos distrajimos un poco por el camino. Habíamos parado a tomar un par de copas más, así que para cuando llegamos a los sitios ya estábamos un poco demasiado idos como para apreciar bien dónde estábamos. Sin embargo, lo pasamos muy bien bailando alrededor de la Plaza de San Marcos al son de la música clásica tocada por músicos con pajarita.
Día 2 en Venecia: tour a pie
La resaca nos dio fuerte al día siguiente, así que nos levantamos a regañadientes para enfrentarnos al día. Habíamos reservado plaza en la visita guiada gratuita, que nos llevó por varias zonas de la ciudad flotante.
Recomiendo al 100% un tour a pie ya que es la mejor manera de conocer una ciudad. Nuestra guía era una veneciana que venía de Lituania, pero llevaba años viviendo en Italia. Ella conocía muy bien la ciudad y estaba encantada de responder a todas nuestras preguntas. Aprendimos cómo los venecianos inventaron los increíbles cimientos de la ciudad que han permanecido en su lugar durante cientos de años utilizando una madera particular que no se pudre. Nos enseñaron el ingenioso sistema de alcantarillado que se limpia solo y que se estropeó en los años 50 debido a la introducción de detergentes. Nuestra guía nos dijo que cada plaza se llamaba «Campo» en lugar de «Piazza», ya que literalmente solían ser campos o jardines. Incluso aprendimos la historia de Venecia y cómo era su propio y único Estado antes de ser propiedad de Austria y luego pasara a formar parte de Italia; cómo fue uno de los principales puertos del mundo; y cómo la extrema riqueza de la ciudad se está perdiendo por culpa de la corrupción. Muchas de las casas están vacías, ya que así es más barato para los propietarios. Los niveles de agua están subiendo, por lo que la ciudad se inunda cada año, pero Venecia tiene su propia manera de hacer frente a sus frecuentes inundaciones, lo que muestra una vez más lo exclusiva e ingeniosa que es la ciudad y su gente.
El tour duró dos horas y media, así que al final estábamos cansados y hambrientos. La guía nos había recomendado un restaurante para saciar el hambre. El menú del día consistía en pasta con marisco y un filete de pez espada. También comimos bacalao para empezar, ya que era un plato típico de Venecia. Estaba todo delicioso, pero pronto pasé de tener mucha hambre a estar tan llena que no podía ni moverme. Decidimos aprovechar al máximo el Wi-Fi gratuito y planear el resto del día.
Caminamos unos 10 minutos hasta llegar al centro comercial T Fondaco Dei Tedeschi. En el último piso hay una azotea con vistas al Gran Canal y a las azoteas de terracota. Puedes reservar gratis un espacio de 15 minutos en su página web, pero como no había mucha gente no tuvimos que enseñar nuestro número de reserva.
Pasamos el resto de la tarde perdiéndonos en las muchas calles insulares de la ciudad, encontrándonos con muchos pequeños «Campi» y callejones. Enseguida te das cuenta de que la grandeza de las casas se ve desde los canales, ya que las entradas principales daban al agua; las puertas traseras las utilizaban los sirvientes y, por lo tanto, no son tan extravagantes ni decorativas. Sin embargo, era maravilloso pasear sin rumbo, admirando las vistas de las góndolas que pasaban y observando a los habitantes de la zona en su vida cotidiana.
Por suerte teníamos tiempo de sobra, así que hicimos una cola de 10 minutos para entrar en la Basílica de San Marcos. La espera valió la pena, ya que todo el techo está repleto de pequeños azulejos dorados que forman los más bellos mosaicos.
Llegó el momento de volver al aparcamiento en el que había dejado mi maleta. Tardamos una media hora en andar desde Plaza de San Marcos hasta el coche, pero nos paramos a picar algo en el camino.
Nuestros dos días en Venecia fueron un sueño, disfruté mucho más de lo que esperaba. A pesar de que hacía tanto calor y había tanta gente, nos las arreglamos para hacer tantas cosas que no había duda de que me iba a dormir en el avión.
Mi vuelo salía desde el aeropuerto de Treviso, el aeropuerto de Ryanair en Venecia. Fue una despedida emotiva; mientras yo volvía a Glasgow, Iacopo volvía solo a Ponte para quedarse unos días más con su familia. Iacopo regresaba el domingo, así que solo pasaríamos un día entero juntos antes de que yo me fuera a vivir a España durante un año. Solo íbamos a estar cuatro días separados, pero no estaba lista para la despedida que iba a tener que repetir el lunes.
A pesar de mi solitario vuelo de vuelta, habíamos pasado los mejores 10 días en Italia cruzando la frontera con Suiza y un total de tres regiones (Tuscano, Lombardía y Véneto) en nuestros viajes por todo el país. Había conocido a mucha gente simpática, probado la comida más increíble, escalado montañas más altas que cualquier otro pico en Escocia y disfrutado de vistas fenomenales. Italia siempre tendrá un lugar en mi corazón y ya estoy deseando volver. ¡Las vacaciones de invierno ya están tardando en llegar!
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- English: Italy for Ferragosto
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