Hallgrimskirkja

La iglesia de Reikiavik, Hallgrimskirkja, es famosa por su particular arquitectura. De hecho, cuando nos encontramos en la explanada que hay frente al edificio, el aspecto de "órgano" que tiene el edificio es realmente impresionante.

Disfrutad de la arquitectura mientras que estéis en el exterior porque, en comparación, el interior destaca por su simplicidad. Columnas altas y blancas sostienen el techo blanco, que descansa sobre paredes también blancas. El órgano, que está encima de la entrada, destaca sobre todo esto. No sabría deciros el número exacto de tubos que lo componen, pero encontraréis la cantidad (impresionante) en un cartel que hay debajo del instrumento. Al final del pasillo, una pila de cristal recoge los rayos de sol y produce preciosos efectos de luz en el suelo y en las paredes. Solo hay que prestar atención.

Sin embargo, a pesar de los detalles, la visita no lleva mucho tiempo. Cuando acabéis, podréis ir a la tienda de recuerdos y así pagaréis el tique que os permite subir hasta lo más alto de la torre principal. Os costará 10 €. Y luego, nada de escaleras. Hay que hacer la cola y subir (no más de 6 personas a la vez) en un estrecho ascensor. Si padecéis de claustrofobia, no os aconsejo esta actividad. Y, cuando el ascensor se pare, no habrá acabado la subida. En este momento, tendréis que subir un par de escalones hasta llegar a la última planta. Una vez en ella, sin nada de ventanas estrechas, podréis disfrutar de una vista de 360º de Reikiavik. Las distintas perspectivas dan a todos los lados de la ciudad, desde el aeropuerto nacional hasta el monte Esja, pasando por las calles históricas hasta las casas de colores. Este es también el mejor momento para descubrir que la ciudad está rodeada casi por completo por el océano.

Por último, como hace un poco de frío tan arriba y con todas las ventanas abiertas, coged el ascensor en sentido contrario. Al salir, podéis continuar todo recto hasta llegar a una de las calles principales de la ciudad.