Día 23. Pasando el día en la playa blanca de Shirahama, fuegos artificiales y karaoke

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こんにちは. Me encantaría compartir con vosotros mi viaje a la ciudad de Shirahama, donde nos quedamos por la noche en un hotel bastante bueno, lo pasamos genial y nadamos en la famosa playa blanca de Shirahama, donde disfrutamos, más tarde, por la noche, de fuegos artificiales y terminamos el día con 2 largas horas de karaoke en el vestíbulo de un hotel. Vi también algunas caras conocidas después de haber estado una semana fuera de Gobo.

Todo esto ocurrió el día 23 y mi sexto día en el campamento juvenil de Osaka. Aún me quedaban 3 días más antes de volver a Gobo y luego a Zagreb, pero veamos qué pasó aquí y por qué deberíais visitar Shirahama.

Dejamos el hotel de Hojo-in

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Los que quisieran podían levantarse antes de las 6 a. m. para experimentar la práctica ascética del templo, que duraba casi una hora. Los demás, incluido yo, dormíamos hasta las 7. El desayuno era a las 7. 30 y una hora después estábamos en el autobús hacia Shirahama.

Ya hablé en el post anterior de la noche en el hotel, frente al patio, pero no añadí muchas fotos. Disfruté de la vista desde las ventanas en los vestíbulos principales ya que se podía ver el bosque y las azoteas del edificio. Ahora os comentaré algunos detalles del patio y del jardín interior. Al bajar por las escaleras de madera hacia el primer piso se puede ver una habitación bastante alargada, con unos 8-10 lavabos donde íbamos a lavarnos los dientes.

Una vez dejé la toalla en el gran vestíbulo de la planta baja, pero, por suerte, no me olvidé de ella. Todo estaba empaquetado, la maleta lista, y solo nos quedaba esperar a marcharnos. Nos reunimos todos en la entrada, agradecimos a los anfitriones por la cena, el desayuno y el cuidado en general. Los zapatos estaban en los estantes de madera pero se mantuvieron secos durante la noche.

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Tardamos unas dos horas y media en llegar a Shirahama. Ese nombre me resultaba muy familiar y estaba seguro de haber estado en un lugar llamado así. Cuando volví a Gobo y a Zagreb me di cuenta de que fui a visitar unas formaciones rocosas de Shirahama con mi familia de acogida, así como el resto de la ciudad y su esta playa. Los lugares estaban a unos 3 km de distancia, que no es prácticamente nada; pero cuando estás allí y no sabes dónde estás exactamente, podrían haberse convertido en varias horas.

El hotel Shirahama Seaside Hotel

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Al entrar a la ciudad no era fácil notar algún cambio particular, dado que no era demasiado llamativo y, hasta la costa, todo parecía igual que en otros lugares. En realidad, resulta que esta ciudad es más pequeña incluso que Gobo, en términos de población, que se cuenta en unos 23 000 ciudadanos.

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Para añadir unas cuantas palabras más sobre este lugar podríamos decir que su nombre significa "playa blanca", lo que tiene menos sentido aún cuando usamos "Shirahama White Beach" para referirnos a la... playa blanca. Y eso que la ciudad y toda la zona son muy conocidas por esta playa de arena blanca. Otra cosa aún más interesante es que la arena blanca fue importada de... ¡Australia! La otra parte que atrae a los turistas a este lugar son las, antes mencionadas, rocas, acantilados y cuevas en las que se escondían los antiguos piratas.

Entramos en algunas bahías y nos detuvimos frente a un gran hotel, a observar la cantidad de pisos que tenía. En realidad estaba al otro lado de la península pero solo a poco más de un kilómetro de la playa blanca. Aunque no lo sabíamos en ese momento, se puede ver la ciudad de Tanabe sobre la bahía del norte. Como se puede observar en el mapa, hay muchas bahías grandes y pequeñas en la zona, lo que la hace mucho más mágica y "natural" ya que no hay demasiada gente ni luces artificiales.

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Una vez que llegas al hotel te encuentras en un vestíbulo bastante grande, algo anticuado, con alfombras coloridas. A la izquierda de la entrada estaba la sala de estar y, también, zona wi-fi (aunque sin wi-fi para mi smartphone, al parecer). A la derecha había también unos cuantos sofás y sillas para relajarse. Y, hablando de eso, adivinad a quién vi. ¡Al señor Ishikura! Estaba sentado allí, hablando con uno de los jefes del campamento. ¡Menuda sorpresa! Más tarde nos acompañó a la playa e intenté hablar con él sin usar un traductor. Tendréis que esperar un poco para esa parte y la vuelta al hotel. También había un pasillo hasta el comedor donde solíamos comer, cenar y desayunar. Algo más adelante subíamos al siguiente piso (solo unos cuantos escalones, o el camino para discapacitados).

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Una vez ahí se puede ir más allá de los baños del primer piso, que la mayoría de nosotros no llegamos a usar. Los vi a la mañana siguiente, cuando mis amigos me pidieron que comprobara si alguien se había dejado una mochila allí, y tuve que ver a unos tíos desnudos. Junto al pasillo hay unas escaleras que llevan al segundo piso. Junto con el ascensor y las escaleras, toda la planta estaba repleta de máquinas traga-perras para los juegos de azar. Por último, delante de las escaleras había una especie de tienda, otro ejemplo de las tiendas del hotel. Poco después, por la tarde, había un hombre bajo las escaleras vendiendo juguetes, souvenires y nos dejaba jugar al picado sin tener que pagar.

Un nuevo hotel significaba un nuevo horario para la gente de los grupos, y me tocó compartir habitación con mi amigo italiano Biagio y con alguien más (lo siento pero no recuerdo su nombre). Nuestra habitación estaba en la última planta, los que significa que teníamos que subir hasta la quinta planta en ascensor y, luego, un piso más por las escaleras. Había que llevar cuidado con las habitaciones ya que se bloqueaban una vez que se cerraba la puerta; así que teníamos que poner un zapato entre la puerta y la pared y prestar atención a quién se quedaba dentro/fuera y quién tenía la llave.

Las habitaciones tenían un estilo más tradicional, con una pequeña mesa en el centro que ninguno de nosotros llegó a usar, varios colchones en el suelo con muchas mantas y unas almohadas muy cómodas, una TV que incluso se giraba (esto me resultó bastante extraño o, más bien, bastante japonés; como todo lo que destacaba respecto a los estándares a los que estamos acostumbrados) y una terraza con una mesa y dos sillas. Lo que se podía ver desde el balcón era una especie de castillo al otro lado de nuestra pequeña bahía. El armario se quedó intacto, a pesar de que en él había montones de mantas. Era verano y lo que teníamos era más que suficiente. Ah, y cuando entras a la habitación tienes que dejar los zapatos en la entrada y subir al suelo elevado que representa el resto de la habitación. Aquél mismo día, más tarde, cuando todos nos habíamos puesto nuestros zapatos pero olvidamos algo en la habitación, intentamos caminar sobre nuestras rodillas por el suelo, demasiado perezosos para quitarnos y ponernos otra vez los zapatos.

Los aseos estaban bastante bien, estaban pegados a los baños. Había una habitación más pequeña antes de entrar a los baños, donde solo había un espejo. Así que tenías que esperar por si alguien decidía darse una ducha o hacer pis.

Nos dedicamos a explorar las habitaciones de los demás y a ver quiénes eran nuestros vecinos. Me sorprendí, también, al mirar por la ventana hacia el patio; no había prácticamente nada excepto una máquina expendedora en una esquina cerca de la basura. Si no la hubiera visto desde arriba no la habría descubierto y nunca habría pasado por ahí.

Hora de comer

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Teníamos alrededor de una hora para comer antes de ir nadar a la playa. Nos reunimos en el vestíbulo y fuimos todos juntos hacia el comedor. La comida no tenía nada de malo; teníamos varias opciones en el bufé, incluyendo helado y bebidas. La comida se servía caliente y fresca, a lo que, en combinación con la salsa, era simplemente imposible resistirse. Cogí más de lo que podía comer pero conseguí vaciar el plato, de nuevo lleno de sushi, maguro, wasabi, ensalada, pollo frito y cangrejos fritos, vino, zumo... ¡Oishii ne! Subarashii. Eso es lo que le dije al cocinero.

Ahora, ¡a la playa!

La playa blanca de Shirahama

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Nos cambiamos de ropa en las habitaciones y nos pusimos la ropa de baño. Olvidé ponerme la crema solar al pensar que nada malo podría pasar durante un día nublado. Dos horas después parecía un tomate.

El autobús nos esperaba fuera. Yo solo cogí mi toalla y mi camiseta. Tardamos unos 5 minutos en bajar del autobús. Paramos a dos calles y después de andar unos minutos llegamos a nuestro destino.

La impresión general habría sido mucho mejor si hubiéramos tenido algo más de sol; aún así parecía algún lugar de los países del Mediterráneo, según mi experiencia en España y Cataluña, donde las playas estaban cubiertas en su mayoría por arena artificial. La playa tenía unos 700 metros de largo y era bastante ancha cuando veías lo que había que caminar desde el paseo hasta entrar al mar; yo diría que unos 50-60 metros. Ya había gente disfrutando de la playa.

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A nuestra derecha era todo bosque al rededor de los acantilados sobre la carretera. Algo más lejos, hacia la izquierda y al sur oeste estaba el final de la bahía y el bosque que nos separaba de las formaciones rocosas de las cuevas Sandanbeki de Shirahama.

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Todos acordamos que después de una hora más o menos, tendríamos tiempo para jugar y comer fruta. Los jefes del campamento trajeron una gran caja con varios melones que destrozamos en cuestión de minutos. Yo, personalmente, tenía mucha hambre después de haber estado nadando.

Bueno, vamos al agua, por fin. Corrí hacia el agua, me mojé rápidamente para acercar mi temperatura corporal a la del agua y no sentir un gran shock al zambullirme. Ahí sentí esa maravillosa sensación, cuando el mar (el océano) es cálido y refrescante mientras te sumerges. El agua estaba realmente buena y era un placer ir de un lado para otro. Fuimos a nadar en grupos por aquí y por allá e intentamos jugar a algún juego con las pelotas. Para mí, lo mejor fue tumbarme en la arena y esperar a las olas; puede que me pasara unos 45 minutos ahí (y por ello acabé quemándome). Las olas eran bastante divertidas y venían a menudo, solo tenías que esperar a ver una hacerse más y más grande hasta que te atrapaba. Definitivamente, la mejor sensación. Aunque no creo que a nadie le guste la sensación de la arena metiéndose por todas partes...

Mientras tomábamos un descanso en el campamento algunos jugaban al fútbol o a voleibol, otros se dedicaban a comer todo lo que encontraban. Yo estaba en el segundo grupo dado que, sin mis gafas, iba a ser un poco inútil en los deportes. También me fijé en que el señor Ishikura estaba allí. Mientras yo intentaba comerme una rodaja completa de melón en 5 segundos, él estaba allí como "ay señor, ¿pero qué está haciendo? " y riéndose.

Después jugamos a un juego llamado "aplasta la sandía", en el que una persona se aleja varios metros de la sandía con los ojos cerrados y un bate en la mano. Todos conocéis este juego y sabéis lo divertido que es ver a los demás intentar dar en el blanco. Después de varios intentos tuvimos un ganador.

Fui a nadar un poco más, aquella fue la primera vez en julio, aquel verano, que me bañaba en el mar, y también mi primera vez nadando en el océano (técnicamente).

Nos pasamos tres horas en la playa antes de volver al hotel. Me sentí realmente cansado después pero también me sentí genial, especialmente por mi pobre piel que necesitaba el saludable toque del mar.

Cena y preparativos para los fuegos artificiales

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En 10 minutos ya estábamos en el hotel otra vez pero, antes de entrar, nos pidieron amablemente que nos laváramos los pies. Junto a la entrada había una manguera con agua fría, así que hicimos una fila, nos quitamos las sandalias y nos deshicimos de la arena que nos quedaba. Aquí es donde perdí la funda de mis gafas, no sé cómo, en algún lugar entre el autobús y la manguera, no la encontré ni en un sitio ni en el otro. Aproveché la oportunidad, mientras estaba en el autobús, para hablar con Rena, que se sentaba a mi lado, sin saber que volveríamos vernos después del campamento.

Nos dejaron algo de tiempo para ducharnos, cambiarnos y cenar a las 6 p. m. Fue como la comida, no hay palabras para describir esa felicidad.

Nos quedaban unos 20-30 minutos antes de ir a ver los fuegos artificiales y los pasé, en su mayor parte, en el vestíbulo. Mi amigo de México y yo intentamos conectarnos al wi-fi pero al final solo conseguimos perder la paciencia. ¡Hora de subir al autobús!

Los fuegos artificiales y el mensaje de Gobo

La mayoría de los campistas se habían puesto su mejor ropa mientras que yo solo me cambié de camiseta sin saber qué era lo siguiente en el programa; yo estaba rojo como una gamba y me puse un montón de crema después de la tarde en la playa, con la esperanza de no parecer tanto un pollo frito.

Llegamos a la playa y nos sentamos en las escaleras de piedra en varias filas, esperando a que empezaran los fuegos artificiales. Escuché que es una tradición durante los dos principales meses del verano, que hayan espectáculos de fuegos artificiales cada noche para mantener uno de los centros turísticos más populares en esta parte de Japón (hablando de la región sur de Kansai y la prefectura de Wakayama).

El espectáculo comenzó y duró unos 10-15 minutos, aunque nos quedamos allí hasta las 9 p. m. También había un altavoz por el que alguien anunciaba que los fuegos artificiales eran en honor al Campamento Juvenil. A pesar de hablar en japonés pude entender algunos nombres de los campistas que mencionó. También escuché mi nombre 2 o 3 veces, lo que me hizo sentir confuso y un poco preocupado por si tenía que hacer algo, pero no veía a nadie traduciendo o diciéndome si tenía que ir a algún sitio. Al parecer, como descubrí después en Gobo, aquella persona estaba leyendo un mensaje enviado por el Club Lions Gobo en el que me enviaban saludos desde mi primera ciudad de acogida y me deseaban un buen viaje con el campamento. Me entristeció no saber todo eso en aquel momento pero lo agradecí mucho igualmente. Incluso recibí un regalo del señor Ishikura, un pequeño cuadro de madera con una imagen de Shirahama y un mensaje sobre mi estancia en Japón (y mi nombre escrito como Gureko).

Volvimos al hotel y fuimos directamente a la gran sala reservada solo para nosotros aquella tarde. Y seguimos con...

Noche de karaoke

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¡Mi tercera experiencia de karaoke en Japón! Fuimos a una habitación grande y acogedora, o más bien a un vestíbulo con varios sofás, sillas, un bar y mesas en las que ya habían servido algunos dulces. Me comí la mitad del chocolate que pusieron (¡lo siento! ).

Nos sentamos alrededor de 4 mesas a ambos lados de la habitación y nos dieron un libro muy grande para encontrar las canciones que quisiéramos cantar y que estaban en el sistema. Había dos grandes pantallas en las esquinas donde mostraban las letras. En el centro había dos mesas más con frutas y aperitivos entre la pantalla y "el escenario" (había dos micrófonos y una caja con máscaras que descubrí casi demasiado tarde. También podíamos pedir bebidas en el bar (sin alcohol) así que me pedí una "kora" algo más tarde.

Aunque duró algo menos de 2 horas, pareció mucho más tiempo. Personalmente, yo no canté, dado que odio oír mi voz y habría hecho llorar a todos; pero me uní a los demás en un grupo de 3 o 6 personas en el que podía esconderme.

Aunque no canté, sí que lideré al grupo en la pista de baile. Cuando uno de los consejeros del campamento se puso a cantar una canción japonesa que nadie más conocía me sentí obligado a apoyarle dando saltos como un loco en el centro, y descalzo. Después me acercaba a la mesa y robaba unos cuantos chocolates delante de sus narices antes de que me pillaran y me tomaba 4 o 5 rodajas más de sandía.

Al final acabamos muy cansados pero lo pasamos genial. El karaoke es siempre una buena forma de entretenerse y, ¿a quién podemos agradecer su invención sino a los japoneses?

De vuelta a la cama y planes para el día siguiente

Me metí de un salto en la cama y puse la alarma a las 7 a. m. Me dormí muy cómodo en cuanto se apagaron las luces. Ni siquiera los rayos de sol me molestaban. Al día siguiente dejamos Shirahama y dimos un paseo por Gobo y Doujou-ji, pasé por Anchin otra vez y nos dirigimos a las montañas, hacia Inunakiyam Onsen. Podéis saber más sobre eso aquí.

¡Gracias por leer!

Los derechos de las fotos los comparto con Jesse Tucek y Miori Inoue.


Galería de fotos



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