Día 22. Visita a Koyasan-Okunoin, Kongbuji y Hojo-in (y una noche con las arañas gigantes)

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¡Hola a todos! Me quedan 3 días de los 29 para describir las aventuras de mi viaje a Japón. Me gustaría continuar con el día 22, cuando ya estaba en el campamento, el cuarto día con los campistas. Nuestro próximo destino eran varios templos y un hotel tradicional en algún lugar en las montañas de la prefectura de Wakayama. Esto incluía ir al templo Okunoin, que está en la zona de Koyasan, seguido por la comida y la visita al Monumento Memorial del Club Lions, luego un viaje en autobús hasta el templo Kongobuji y, por último, el templo Hojo-in y el hotel que fue una experiencia similar al Dr. Jekyll y Mr. Hyde.

Por desgracia, no creo que podáis leer sobre este día con toda la información necesaria, porque no tengo el tiempo suficiente; visitamos tantos sitios, cada uno con su propia historia y pasaron tantas cosas que tendría que hacer dos posts. De todas formas, intentaré hacerlo breve.

Visita a Koyasan-Okunoin

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Dejamos el hotel en Osaka después de pasar el día en Universal Studios Japón. Puedes leer sobre esa experiencia en mis tres posts sobre ello. Después de desayunar salimos en dirección al templo Koyasan, el viaje duró casi 3 horas. Lo que recuerdo del momento en que llegamos es que hay una parte del complejo más grande con varios templos. Todo sugería que íbamos a pasar un día genial, especialmente para los fans de los templos budistas, los rituales y los caminos por el bosque. Por desgracia, estuvo lloviendo casi todo el día, incluso necesitamos más paraguas para sobrevivir. Todos estos lugares están en la prefectura de Wakayama, a mitad de camino entre la ciudad de Osaka y Wakayama (un poco más cerca de Wakayama).

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El templo Okunoin (parte del área de Koyasan) y especialmente la zona y el camino que lleva a él son simplemente increíbles. Tuve que revisar todas mis fotografías y mirar por Internet para recordar todos los detalles, y es que hay tantas cosas de las que hablar.

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El camino que lleva allí se recorre en una media hora o algo más, mientras caminas entre miles de templos pequeños, santuarios y tumbas por el bosque. Todo en gris y verde. Aquí es donde aprendí que las telas rojas en las esculturas o columnas de los cementerios significan que un bebé o un niño murió.

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Uno de esos sitios estaba formado por varias pirámides de pequeñas esculturas y muchas telas o pañuelos rojos atados al rededor de ellas. Por un momento uno habría pensado que estaba en otro lugar porque para mí era complicado asociar las pirámides y todo eso con Japón. Mientras caminábamos por el bosque junto a los árboles más altos llegamos ante unos cuantos puentes pequeños situados frente a las escaleras que ascendían por la colina.

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Detrás de las puertas enormes y oscuras, frente a las escaleras, se encuentra un enorme templo, también en colores oscuros, rodeado con piedras tan blancas que casi parecían nieve.

Entramos al templo y me fijé en que el techo estaba lleno de pequeños faroles. Un monje nos mostró un poco los alrededores y pasamos junto a un libro en el que podías escribir un mensaje para pedir buena fortuna o para deseársela a alguien. No era un libro de firmas, claro, y pude ver que nadie escribió mensajes estúpidos, como a veces hacían al visitar otros sitios. Junto con el libro, había muchos amuletos u objetos que daban suerte con un símbolo kanji. Incluso podíamos escribir un mensaje en unos palos de madera, pero como casi nadie sabía japonés, no llegamos a tocarlos. También había una caja para donaciones, algo bastante común en los lugares sagrados en Japón. Por desgracia, no debíamos hacer fotos del interior.

Comida y el Monumento Memorial del Club Lions

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Fuimos a comer al gran restaurante que había junto al aparcamiento. Había otros edificios grandes cerca que podrían pertenecer a una estación de tren. Después de comer (esta vez nos resultó más difícil comer) debíamos visitar el Monumento Memorial del Club Lions, pero justo entonces se puso a llover mucho. Tuvimos que coger más paraguas del autobús para los que no llevaban. Tardamos 10 minutos andando hasta llegar al cementerio y el Monumento Memorial estaba justo en el centro. Nos quedamos allí unos minutos para conmemorar a los miembros fallecidos del Club Lions. Los cementerios japoneses son un poco diferentes a los nuestros. Nosotros preferimos tener epitafios horizontales con los nombres y el texto escrito en horizontal, mientras que en Japón prefieren las columnas con el texto (símbolos) escrito en vertical. Lo que también noté es que muchas de estas columnas tienen un agujero en la parte de arriba, donde se puede colocar una vela, y encima de eso, un pequeño techo con forma rectangular, parecido al de los templos.

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Visita al templo Kongobu-ji

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Nuestra siguiente parada era el templo de Kongobu-ji, probablemente el templo más grande en el que estuvimos; cubre una zona bastante amplia. Recuerdo la arena blanca alrededor del camino, después de pasar por las enormes puertas, seguido de la costumbre de quitarse los zapatos y dejarlos en los escalones de madera. Caminamos por los pasillos que conectaban las habitaciones y los salones (puede que todo estuviera en una especie de plataforma) con nuestros calcetines hasta que nos pidieron que nos sentáramos en uno de los salones y esperásemos al té con galletas. Eso es lo que recuerdo, más o menos.

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La última parada del día era el hotel y el templo Hojo-in, no recuerdo el templo, ni si llegamos a visitarlo, pero recuerdo muy bien el hotel en el que nos quedamos. Cuando íbamos de camino, paramos en una tienda Lawson para comprar algo para picar, lo que acabó convirtiéndose en una locura de compras. El señor Toru nos dijo que no teníamos que gastarnos nuestro dinero y pagó todas las cosas él. También vi allí "revistas para adultos", lo que me hizo reír. No pude echar un vistazo porque todas están envueltas en plástico, así que era imposible sin comprarlas. Lo hice por el periodismo, claro.

El hotel hojo-in

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Empezó a llover otra vez cuando salíamos con nuestras bolsas del autobús hacia el templo. Ya era de noche pero aquel lugar parecía muy grande. Por desgracia, no hubo tiempo para pasearse, ni siquiera por la mañana, pero el hotel y el templo tenían un patio cerrado con un jardín bastante agradable, lleno de rocas esparcidas. Ah, olvidé mencionar que todos los templos japoneses tienen rocas esparcidas por el patio, pero siempre de forma equilibrada. Creo que representa algo de la energía, y los puntos de energía forman un equilibrio entre la naturaleza y la arquitectura.

En la entrada de la casa teníamos que dejar, una vez más, los zapatos en los cajones de madera o a cada lado de ellos. Después nos dieron los números de las habitaciones, o simplemente nos dirigieron a ellas. Yo estaba en la habitación con uno de mis mejores amigos allí (Ugur de Turquía). El hotel era bastante interesante, todo el complejo lo era, en realidad. La mitad del enorme edificio tenía 3 plantas en total, con mucho pasillos "ocultos" que recordaban a un laberinto. Había una zona en la que podías sentarte en los sofás e incluso llegaba la señal wi-fi, cuando había suerte. Nos pasábamos el rato caminando con los teléfonos en alto, intentando captar la señal, como en la escena de la película del Rey León.

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Las habitaciones aquí eran tradicionales y los "vecinos" (los monjes) llevaban sus kimonos todo el tiempo. Las paredes de las habitaciones eran bastante finas y se podía oír a los demás a varias habitaciones de distancia, así que ese no era el lugar adecuado para guardar secretos. Había un armario con puertas que se abrían deslizándose a la izquierda y a la derecha (igual que las puertas de las habitaciones), lleno de mantas. Teníamos dos colchas en el suelo y una zona para cargar los aparatos electrónicos. La habitación tenía unas ventanas muy grandes que cerramos para que no entrara la lluvia. Resultó ser una decisión muy acertada aquella tarde, como podréis ver más adelante.

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Cenamos en un gran salón en la primera planta (junto a la entrada) y estuvimos varias horas sentados sobre nuestras rodillas, encima de unos pequeños cojines. Cuando ya no pude aguantar más decidí sentarme en lo que en Croacia llamamos "sentarse a lo turco", con las piernas cruzadas. Esta vez comimos platos vegetarianos, puesto que esa era la costumbre en el templo. Resultó ser delicioso, incluso sin carne (yo soy un verdadero carnívoro, por cierto) y no nos quedamos con hambre en absoluto. Una vez más, los platos tenían un poco de todo. Solo había una parte complicada a la hora de usar los palillos, y es que había una cosa blanca que parecía una salchicha, y que siempre resbalaba y acababa cayendo en el bol continuamente. Tardé 5 minutos en conseguir que no se me escapara.

Les dimos las gracias a los anfitriones por la cena e hicimos unas presentaciones de países. Había que llevar cuidado, no debíamos apoyarnos en la pared que teníamos detrás porque podía estropearse fácilmente. Otro "peligro" potencial eran las puertas de esta gran habitación o salón, porque algunos de nosotros éramos mucho más altos y podíamos golpearnos la cabeza como Gandalf en Bolsón Cerrado.

Después tuvimos 2 horas libres antes de ir a dormir y, desde luego, no fue algo aburrido. ¿Por dónde empiezo? A ver... perdernos por el edificio y encontrar grandes salones en el sótano (¡a oscuras! ), cazar y huir de arañas del tamaño de una pelota de tenis, nuestra primera ducha en "público", con el resto de hombres desnudos...

Después de pasear con unos amigos y de comprobar cada planta (como apenas había huéspedes aparte de nosotros resultaba un poco espeluznante caminar por allí solos), llegamos a una planta en la que encontramos los baños y los aseos más extraños que he visto jamás. Había dos puertas, una para hombres y otra para mujeres, pero en vez de haber una pared entre ellas, el aseo (para "las necesidades grandes") estaba justo en medio y lo compartían ambos cuartos de baño, ¡qué locura! También había una habitación con lavabos donde podías afeitarte o lavarte los dientes tranquilamente. Yo lo hice, mientras estaba solo en la planta, casi esperando a que los monstruos me atacaran. Ahora recuerdo otro aseo que ninguno de nosotros sintió curiosidad por probar. El lugar en el que se supone que te sientas para hacer tus necesidades... ¡era un agujero en el suelo! Yo me preguntaba cómo era posible hacer tus cosas ahí sin caerte de espaldas y acabar en el suelo. Y había varios agujeros (llamémoslos "aseos sofisticados") en una fila, los que significa que podías estar allí con otras personas. Sin privacidad, sin papel higiénico y sin retrete. Nunca lo habría imaginado. En nuestra planta había un aseo moderno, claro; pero lo que había escaleras abajo... era como pasear por un museo.

Entonces mi compañero y yo decidimos ir a las duchas 15 minutos antes de que cerraran. Pensamos que era algo que tendríamos que hacer dentro de unos días en Inunakiyama Onsen así que podríamos probarlo en ese momento, cuando no había casi nadie alrededor y así romper el hielo. Y eso hicimos; al principio fue extraño pero en cuanto dejas de preocuparte resulta algo normal. Nos pasamos 5 minutos allí con otro de los campistas (aunque no pude reconocerlo sin las gafas) que nos preguntó "Eh, ¿de qué os reís? ", pero era algo que él no podía entender.

Lo último que quiero mencionar son las enormes arañas que nos dieron un susto de muerte a todos. ¿Recordáis que he mencionado que fue una buena decisión cerrar las ventanas de nuestra habitación? Pues los demás no lo hicieron.

Lo que ocurrió y cómo sobrevivimos a ello (si lo hicimos) lo contaré más adelante.

Los planes para el día siguiente

Por la mañana íbamos a practicar el ascetismo, pero solo era para los valientes que quisieran despertarse sobre las 6 a. m., y yo me quedé durmiendo. Después fuimos al sur, al famoso Shirahama y pasamos el día en la Playa Blanca de Shirahama, donde veríamos los fuegos artificiales y disfrutaríamos de una sesión de karaoke en el hotel.

Gracias por leer.

La fotos son de los consejeros del Campamento Lions Osaka y de los campistas (Jesse Tucek).


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