La primera vez que escuché hablar del Centre Fries, estaba de visita con mi couchsurfer por el centro histórico de Fribourg. Íbamos de paseo por la orilla del río cuando, de pronto, señaló una casa enorme que sobresalía en lo alto del acantilado y dijo: "Esa casa es la más grande de todo Fribourg. Cuando murió su propietario, se la cedió 50 años a la universidad. Desde entonces, viven ahí seis estudiantes a los que la universidad paga por organizar eventos culturales cada tarde".
Al terminar el sendero y llegar a la acera, Timy me hizo entrar al jardín del centro. Allí nos encontramos con un chico que iba sin camiseta y sin zapatos, con el pelo largo y recogido en una cola de caballo, que estaba pintando una caravana de verde. Me di cuenta de que se conocían al ver cómo se saludaron con tres besos (empezando por la derecha, porque si no lo haces así se nota enseguida que no eres de aquí) y al escuchar que el chico le dijo con un acento alemán muy marcado: "Vamos a proyectar una película el mes que viene, ¿nos ayudas con el montaje? ".
Mientras hablaban, me di una vuelta por aquel edificio tan grande. En mitad de aquel césped mal cortado, pude ver varias cosas: sillas de tres patas, sillones y antorchas, muy útiles para las noches de fiesta. A no ser que alguien te lo diga, dudo que te dieras cuenta de que tienen plantados tomates y fresas en mitad de todo ese terreno baldío. Y al levantar la vista un poco, pude ver todo Fribourg ante mi: el valle convergiendo con el agua del río Sarine, las casas en fila al borde del acantilado y la torre de la catedral, reinando bajo el cielo azul.
La primera impresión que me dio aquel "desorden ordenado", fue de que las personas que vivían en el Centre Fries eran gente "burguesa-bohemia". Este término, al menos saliendo de mi, no tiene nada de peyorativo. Lo de burgueses lo digo porque son estudiantes suizos, lo de bohemios porque tienen pinta de ser parte de esa cultura marginal que se deja llevar por la filosofía del Carpe Diem.
Esta primera impresión se confirmó cuando, semanas más tarde, toqué al interfono de la casa de estudiantes. No abría nadie, así que decidí empujar la puerta. Estaba abierta. Sin embargo, según Google Maps, el centro estaba cerrado el sábado.
Estaba cerrado al público, sí, pero yo había quedado con ellos en que iría. Tras la visita con Timy, tenía muchas ganas de venir a ver algún concierto o a alguna comida. Entré al grupo de Facebook de Centre Fries, pero en notificaciones no me salía ningún evento.
"Nuestra programación siempre es la misma: los lunes vemos películas, los martes hay una comida, los miércoles hay concierto, los jueves... lo que surja y, por último, los viernes son día libre". Me lo explicó todo Delia, una chica de cara redondita y con dos trenzas rubias. Estaba sentada descalza en plan indio sobre uno de los sofás grandes que había al estilo de Luis XV. Me enseñó la sábana blanca que hay sobre una de las ventanas para las proyecciones de las películas, las mesas que tienen recogidas para sacarlas los días de comida, la biblioteca, el bar y el salón. La decoración desenfadada de las distintas estancia se parecía mucho a la del jardín.
"¡Me encanta vivir aquí! Es mucho trabajo y, aunque ocupa la mayor parte de mi tiempo, ¡está muy chulo! ". Delia me explicó que algunos miembros del Centre Fries no pueden dar clases "normales". Pueden dedicar el 60 %, eso quiere decir que en lugar de terminar la carrera en 3 años, la terminan en 4. Si no, no sería viable.
-¿Y cuánto cobráis por esto?
-Bueno, vivimos gratis aquí y, aparte, la universidad nos paga 1000 francos al mes.
-¿¡A cada uno!?
-Sí.
Teniendo en cuenta que yo estoy de prácticas a jornada completa en Fribourg y me dan 500 francos al mes, ese sueldo me parecía una maravilla la verdad.
Delia me hizo un tour por las diferentes estancias. En la primera planta, es donde tienen su zona privada, con sus habitaciones y sus aseos. En la planta baja, está la sala de ensayos, en la que tiemblan las paredes (ponen reggaeton a tope), la sala de conciertos y la cocina, equipada con todo lo necesario.
-¿Y cómo lo hacéis para elegir quién puede venir a vivir con vosotros?
Le pregunté eso porque Timy me habló de una especie de casting muy raro que hacen.
-Somos seis, y nos quedamos dos años. Tres de nosotros están durante el primer año lectivo y tres durante el último. Antes de que estos últimos tres se vayan, los candidatos para quedarse, viven con nosotros durante una semana de prueba. Vemos cómo se comporta cada uno y cómo nos ayudan con los eventos culturales y, así, poder decidir si queremos convivir con esa persona o no.
Me fui del Centre Fries un poco decepcionada: el jueves siguiente era el último del semestre. Me enteré demasiado tarde. Pero aún así fue una buena noche. Conocí a una chica alemana que estaba un poco sola porque acababa de llegar a Fribourg para hacer su tesis; conocí también a dos estudiantes refugiados que venían de Afganistán, y a dos antiguos miembros del Centre Fries. Allí hablan tanto alemán, como francés e inglés. Si algo está claro, es que esta casa es un pedacito de diversidad.