De Liptovsky Mikulas a Banska Stiavnica, agua hasta en la sopa - 2 franceses y 35 eslovacos de campamento (4/5)
28 de mayo de 2016
Día 4
Irregular como mi sueño, la lluvia no ha dejado de caer durante toda la noche. Fuerte, luego lenta, luego inaudible, después el diluvio. Un ciclo meteorológico que se mezclaba con el canto del gallo, desde las 4 de la mañana, en esta pensión de Liptovsky Mikulas, en el valle de Demanovska. Cansado de dormir en este tumulto, he interrumpido mi noche a las 6h30. Manon, la única estudiante que ha venido de Francia conmigo, se ha extrañado: "¡Te has levantado temprano! ". Cansado de dormir, he estado posteriormente agotado durante todo el día. ¡Absurdo!
Una cascada turbia, un lago laguna
La cascada de Lucky, después de la tormenta. Incluso en invierno, la cascada no se hiela porque está alimentada por una fuente de agua caliente.
Nuestra primera visita del día, todavía nuboso, abordaba los estigmas de la tormenta. A 30 kilómetros al oeste de Mikulas, el autobús nos lleva a Lucky, pueblo donde fluye una catarata de 13 metros.
Esta mañana, Lucansky vodopad (la cascada de Lucky en eslovaco) de 13 metros de altura tenía un color barro, tiñendo el agua translucida de costumbre. Vladimir, nuestro profesor de geografía física, un poco escaso en detalles, me da una enésima noticia: "Podemos pasar a través de la cascada y entrar en una cueva, pequeña pero bonita. " Temo que prosiga diciéndome: "Si quieres, podemos ir... " Con la noche que he pasado, y el cansancio acumulado desde hace 72 horas, creo que no tengo fuerzas.
Suspiro de alivio cuando veo que la noticia no acaba en sugerencia. No subiremos más que al autobús.
La presa de Kralovanské ha sido creada en un espacio abandonado, a lo largo de la autopista.
Después de 35 kilómetros hacia el oeste, es todavía el agua la que constituye el asunto de nuestra segunda parada. El lugar se parece a una cantera abandonada. En una depresión, una presa sobre el Lom rieka ha creado un lago (Kralovanské jazero) extrañamente tintado como una laguna, sin encanto. Como ayer, algunos se han arriesgado a bañarse.
En cuanto a mí, me fui con Thomas y uno de sus amigos a sobrevolar la presa, para poder apreciarla en toda su dimensión. A la vuelta, estoy desconcertado por la pizarra de una cafetería abandonada, todavía completamente legible: "Hranolky 150". Sé que "hranolky" son patatas fritas. En cuanto a 150... No son euros, entonces esto no puede ser más que la antigua moneda.
Como Thomas va caminando a mi lado, le pido que me lo aclare, ya que es eslovaco. "Ah, eso, el precio está en coronas eslovacas. " No sabe decirme si eso era bueno o malo para Eslovaquia.
Dorota, una amiga polaca que conocí en Presov, tiene su propia versión: "Antes del euro en Eslovaquia, para nosotros, polacos, era más interesante venir a este país. Era menos caro, especialmente para el esquí. En este momento, dice ella con una sonrisa sarcástica, es lo contrario. Los eslovacos vienen a Polonia porque es menos caro. "
En barca sobre el río Váh
Las once de la mañana en la orilla del río Váh, el río más largo de Eslovaquia (406 Kilómetros). Hemos recorrido todavía 20 kilómetros hacia el oeste. Manon, los otros miembros del campamento y yo esperamos desesperadamente la salida de las balsas. Vladimir, nuestro profesor, habla con el gerente de la empresa de navegación turística.
Este gerente nos examina. Es mayor, lleva gafas tintadas y un jersey de rayas bajo su espesa complexión. Vladimir nos llama para que vayamos. Nos dice, textualmente. "¡Hola! "¡Otro francés! Michel viene de un pequeño pueblo bretón, Saint-Pol. Manon está impresionada. "¿Cómo ha conocido Eslovaquia? ¿Está lejos de Francia? ".
Y este aclara, con un manejo del idioma perfecto: "Saint-Pol tiene un hermanamiento con Strecno. Hace 26 años, me hice un amigo de este pueblo eslovaco. " Y, como si eso fuera evidente: "Para comunicarme mejor con él, he decidido aprender el eslovaco. Por eso decidí mudarme a Eslovaquia. " Sus hijos han tomado el mismo camino: "Tengo un hijo que hace asistencia humanitaria en África y una hija que está en pleno máster de inglés en París. "
Balsa sobre el río Vah, el más grande de Eslovaquia (406 Kilómetros).
Una vez embarcados en la balsa de madera de 12 plazas, nos gustaría tener su eslovaco para comprender a nuestro barquero, que lleva la embarcación con la fuerza de una pértiga alargada. El sombrero revoloteando, el bigote canoso, el perfil redondo, con su chaqueta corta bordada con botones como bombones dorados, tiene locuacidad.
El remero divierte a la tripulación, las mujeres eslovacas, raramente feas, excepto a nosotros, pobres franceses, extranjeros a su palabrería. No hay nadie que nos lo pueda traducir. Después de un periodo de respiro ayer y esta mañana, nos enfrentamos a un gran reto.
Lo que sé exactamente, es que vamos hacia una cubeta y dos castillos en ruinas: los de Stary (una ruina destruida) y de Strecno (una ruina restaurada). El paseo dura una hora aburrida, hecho que Manon confirma: "¡Era largo! " Además de no comprender nada, el Váh, como el Dunajec, que también he recorrido en barca el 16 de abril, no es un río turbulento.
Una comida confusa
Es más del mediodía. La barca echa amarre en el muelle. Estamos contentos de pasar a otra actividad que esperamos que sea más comprensible para nosotros. Rápidamente, preguntamos a Vladimir, nuestro profesor, la próxima actividad del programa. "Nos dirigimos hacia Banska Stiavnica, una antigua ciudad minera, a 110 kilómetros de aquí, hacia el sur. Cenaremos en el restaurante".
Nos esperamos, impacientes, una buena cena esta noche en el restaurante. Mientras tanto nos comemos en el autobús nuestros bocadillos, comprados el día de antes durante su parada cotidiana en el supermercado.
De repente, una hora después de nuestra salida, el autobús se para en un aparcamiento. El cielo está lleno de nubes y los cuerpos empapados de sudor. Una construcción, de color blanco, se eleva en nuestro aparcamiento. Nuestra sorpresa está dividida. ¡Se trata de un restaurante-pizzería! Pero debíamos cenar esta noche...
Acabamos comprendiéndolo. Vladimir se ha expresado mal. Ha mezclado los términos cenar (dinner en inglés) y comer (lunch). Lo habíamos interpretado al pie de la letra. No tendríamos que haberlo hecho. Manon se sienta sobre un banco de piedra y me anuncia, cabreada: "Ya me he comido mi bocadillo; no voy a volver a comer".
Por mi parte, para agotar el tiempo mientras esperamos a nuestros colegas eslovacos, subo. Tengo curiosidad por leer el menú de este restaurante de carretera. A pesar de la pesadez del aire, decido tomar una sopa de tripas. En Eslovaquia, como en numerosos países de Europa Central y del Este, la sopa es el entrante por excelencia, sea cual sea la época. ¡Madre mía la sopa humeante en plena ola de calor!
Presas mineras en Banska Stiavnica
La ventana del autobús me recuerda a mis peregrinaciones pasadas. Después de la autopista, el autobús, de nuevo lleno, vuelve a pasar delante de la ciudad de Kremnica, donde he tenido tantas dificultades para encontrar un hotel, en marzo. Luego, delante de Sklené Teplice, está la ciudad en cuyas termas me sumergí, a unos 42 °C. Por último, el calvario corona el monte volcánico, el mismo que había escalado por la tarde. Banska Stiavnica está muy cerca. Al empezar a subir a la cima del calvario tenía miedo, pero en seguida me doy cuenta de que nos dirigíamos hacia un lugar nuevo.
El tajch Klinger tiene una consonancia germánica, ya que los colonos alemanes se beneficiaban en aquella época de privilegios del rey de Hungría, especialmente para la extracción de metales preciosos. A finales del siglo XIV, Eslovaquia, que por aquel entonces formaba parte de Hungría, contaba con una población alemana que giraba entorno al 30 y 50 %.
Bueno, conozco las instalaciones, no el lugar. Había visto uno similar también en marzo, el tajch Vodarenska. Esta tarde, estamos en el tajch Klinger, a 4 kilómetros al oeste de la ciudad.
¿En francés, por favor? Los tajch o jazero son lagos artificiales que el hombre creó en el siglo XVII para la actividad minera. Con un total de sesenta en aquella época, todos no han logrado mantenerse hasta la actualidad. Su función era doble. Por un lado abastecían a las bombas de extracción para eliminar el agua del interior de las galerías; y por el otro lado, favorecían la subida de los metales preciosos por efecto de contrapeso. Antes, estas dos acciones las hacían con la ayuda de 2000 caballos.
Los tajch tan solo duran activos dos siglos. Cuando el año 1900 se aproxima, después de 800 años de extracción de oro, de plata y de cobre, la producción se agota. Solamente permanece la riqueza monumental del centro de la ciudad, con su academia de las minas, para rememorar ese pasado glorioso. Su población ha disminuido: de 20 000 en el siglo XVIII (lo que la convertía en la segunda ciudad del país), a 10 000 en 2013. Tras preguntar Manon si Banska Stiavnica era todavía rica en la actualidad, Valdimir le responde correctamente pero con mordacidad: "Es una de las regiones más pobres de Eslovaquia".
Al igual que esta mañana, los eslovacos (solo los más valientes) se han bañado en el tajch Klinger; es famoso por ser el que está a mayor altitud, exactamente a unos 685 metros. Otros, más frioleros, se toman una pivo (cerveza) en el bar.
En cuanto a mí, yo solo nado en el rectángulo de agua que posee un color esmeralda gracias a los rayos del Sol que han vuelto a aparecer. Descendiendo la ardua cuesta de jazero, Manon está sorprendida por este montículo de piedras negras le para formarlo. Ella le pregunta a Vladimir sobre el tiempo de realización, a lo que este le responde sin dar detalles: "Al menos dos años".
Es en la orilla del más grande, el tajch Pocuvadlianské (820 hectáreas), donde nosotros pasaremos la noche. Estamos a 8 Kilómetros al sur del tajch Klinger, y a 10 de la ciudad. Manon y yo tendremos nuestra habitación común, en frente de la de nuestro profesor Vladimir.
Cuando escribo mi diario de a bordo, veo que bajo mi mano hay un espesor importante de hojas ennegrecidas por la tinta azul, que empecé a escribir el 29 de enero, el día de mi salida. Estamos a sábado 28 de mayo. Mañana, el campamento habrá terminado y en diez días, todo lo que estoy viviendo no será más que un recuerdo. Estaré en Francia. Miro mi bocadillo y mi manzana, que acabo de comprar. Están tristes también. He cenado solo y Manon parece haber hecho lo mismo esta noche, que es una de las últimas fiestas en este país, Eslovaquia, que empieza a convertirse en el mío... ¡Pero no!
El lago de Pocuvadlianské es la presa más grande creada por la difunta explotación minera.
Determinado, subo la cuesta hacia el lado de Pocuvadlianské. No me hace mucha ilusión ya que, según Vladimir, "no hay restaurante". Otro punto en contra. A la izquierda de la presa, veo una especie de cabaña de madera, donde se escucha el sonido de una guitarra y donde bailan parejas cuya edad ronda los sesenta años. Delante de mí, el lago, enmarcado entre dos manzanos en final de floración y con un azul de genciana. El crepúsculo llega.
Quinientos metros separan, a lo mejor, el merendero de la pensión. Sin darme cuenta, me equivoco de camino cuando decido volver. Los eslovacos del grupo, que volvían de la playa, empiezan a reírse por detrás en su idioma al ver que me he orientado mal. No se imaginaban que pudiera entender sus burlas. Les falta todavía madurez para entender que, después de más de cuatro meses en su país, traduzco todo lo que oigo inconscientemente.
De vuelta a la pensión, un grupo de tres personas se queda fuera sentado alrededor de una mesa de madera. Una cara me es más conocida que las otras. Tiene el pelo largo, rubio y cortado a capas. Es bajita y parece tener más dificultades para expresarse que los demás.
La dejé sola hace una hora; así que deduzco que Manon ha salido con algunos eslovacos. No estaba preocupado en absoluto por el hecho de que yo me hubiera ido por ahí sin decírselo; por esta misma razón, ella me dice: "Yo tampoco tenía ganas de comerme un bocadillo. Tenía ganas de ir al restaurante. He ido al mismo sitio que tú". Otros estudiantes de Presov se acercan a nosotros, al banco que empieza a quedarse pequeño. Ellos traían su propio alcohol: borovicka (alcohol de enebro), slivovica (alcohol de ciruela) y otros vodkas tan transparentes como el agua.
Los ausentes estaban ocultos en las tinieblas, se habían ido de caminata nocturna con Vladimir hasta Sitno, un monte cercano con más de 1000 metros de altitud. Los senderistas terminarán a medianoche; los juerguistas a las tres de la mañana y, yo, entorno a las 22:30.
Galería de fotos
Contenido disponible en otros idiomas
¿Quieres tener tu propio blog Erasmus?
Si estás viviendo una experiencia en el extranjero, eres un viajero empedernido o quieres dar a conocer la ciudad donde vives... ¡crea tu propio blog y cuenta tus aventuras!
¡Quiero crear mi blog Erasmus! →
Comentarios (0 comentarios)