Cerveny Klastor, entre Eslovaquia y Polonia - El este de Eslovaquia, «naturaleza en estado puro» (3/3)
16-17 de abril de 2016
Días 3 y 4
Es viernes, después de dos horas y cien kilómetros no pude ver el nombre del pueblo donde iba a dormir a causa de la lo oscura que era la noche y los cristales tintados del minibus. Lo único que sabía era que la asociación de Erasmus de la universidad de Presov (ESN) había planeado pasar el fin de semana en el parque nacional de los Montes Pieninos, en Polonia. Pasamos ya a finales de febrero por esa carretera a Cracovia y las cuestas estaban totalmente cubiertas de nieve.
La brisa de Ardèche en la garganta del Dunajec
Desde que abrió sus puertas a mediados de abril, los grupos de balsas recorren el río de Dunajec. Aquí se ve la entrada a la garganta, con los blancos Montes Tatras alzándose entre las nubes.
El sábado por la mañana, me enteré cuando salimos del pueblo. Conforme salíamos pude ver alejarse el cartel de Cerveny Klastor. En francés significa «Monastère Rouge». Por la tarde pude entender el por qué.
Por ahora, nuestro grupo de quince personas salía para ir a hacer rafting en el río Dunajec, que lo descubrí también al salir el sol. Me subo a la balsa de madera y me siento. En cada extremo de la balsa hay un fuerte barquero, con un abrigo náutico sin manchas bordado de flores, sosteniendo una vara en mano. ¡Le suena el móvil y la música es tan típica como la ropa que lleva!
Estuvimos recorriendo durante una hora la frontera, ya que el Dunajec marca el límite entre Polonia y Eslovaquia. A los diez kilómetros, nos encontramos con un meandro en mitad de unos acantilados plisados amarillos por los cestos de oro que florecen sobre ellos y llenos de ásperos matorrales. A mitad del recorrido vemos, como dice la leyenda, a una profesora y siete niñas salir de entre las redondas rocas.
Con el reflejo del sol, la garganta del Dunajec se parecía casi a la de Ardèche en Francia. Aunque su longitud es algo más pequeña (10 kilómetros), es igual de ancho que el Ródano e igual de profundo que un lago (no más de doce metros). Además, el paseo por el Dunajec se vuelve brusco de vez en cuando por los rápidos que hay. Cuando está tranquilo y calmado, el río se escurre al igual que el tiempo. «Naturaleza en estado puro» diría Julia, la alemana.
Un monasterio rojo muy tranquilo
El Pico Tres Coronas (de 982 metros) es el símbolo de los Pieninos y se puede ver desde el cuarto patio del monasterio rojo, en Cerveny Klastor en Eslovaquia. En primer plano está la casa del abad prior que tiene pintado un reloj de sol.
Después de haber subido en bici lo que habíamos bajado por el río, dejamos las bicicletas en el segundo patio del monasterio rojo, epónimo de Cerveny Klastor. También se llama así por los ladrillos rojos que se utilizaron para las jambas y para los arcos. No suele pasar, pero el folleto que me a Daniela, una de las organizadores del viaje, está en francés.
Al conocer la historia del sitio, puedo asegurar que ni ella ni sus compañeros se equivocaron al elegir Cerveny Klastor como destino de nuestro fin de semana en los Pieninos. En 1320, los cartujos también pensaron en este sitio para retirarse porque pensaban que era "el más bonito de la región". Tan solo hay que ir al cuarto patio, el de las diez ermitas y al claustro, que están en ruinas, para deleitarse con las vistas que hay al Pico Tres Coronas, el segundo pico más alto de los Pieninos (982 metros).
Sin contar con lo fría que es la decoración (salvo la iglesia, con elementos barrocos por la influencia de los camaldulenses en el siglo XVIII), la tranquilidad del Dunajec parece que se había filtrado por sus muros. Parecía haberse fusionado con la iglesia, con las casas blancas rematadas con sus relojes de sol y con los patios donde se encuentran los humildes pozos. Aunque los monjes se fueran en 1782 por orden del emperador Joseph II, el eterno silencio que se quedó sigue llevando su nombre.
Estudiantes y naciones sin fronteras
Por la noche, la de ayer en concreto, había cierto aire a novela de Agatha Christie en nuestra habitación compartida en la orilla del Dunajec. Estábamos sentados en circulo en mitad de un amplio salón de tonos marrones, con chimenea y con un reloj de péndulo de madera. Cada uno guardaba un enigma, se curraba su imitación y ocultaba sus cartas. Todas las actividades las llevamos a cabo en grupo, dejando de lado los grupos y las nacionalidades. Aquí no hay grupos de franceses, de portugueses, de eslovacos, de Letonia o de Rumanía: tan solo hay estudiantes Erasmus, europeos risueños y despreocupados.
Al día siguiente por la mañana, cada uno tiene que describir lo que desayuna normalmente en su país. Los franceses y los portugueses somos los únicos, frente al resto de países europeos que había representados y que he mencionado arriba, que prefieren el pan con embutido antes que pan con mantequilla y mermelada. No obstante, en Eslovaquia la primera comida del día es un híbrido de las dos: mermelada con paté.
Paisaje de Cerveny Klastor (a la izquierda del río, Eslovaquia) y de Sromowce Nizne (a la derecha, Polonia) con los montes Tatras de fondo nevados, donde se alza el pico Tresa Coronas.
Así que sabiendo todo esto empieza mi domingo. Me resulta bastante útil para la ruta de cuatro horas andando que hay que hacer ida y vuelta hasta el Pico Tres Coronas (Trzy Korony en polaco).
Pero antes tenemos que pasar por la pasarela peatonal que atraviesa el río Dunajec para llegar hasta la cima que está en la otra orilla. En cuestión de segundos ya estábamos en suelo polaco. La extensión de Cerveny Klastor se une a la de Sromowce Nizne. En realidad, al salir de Cerveny Klastor a los eslovacos los sustituyen los polacos, y en Sromowce Nizne, el euro sustituye al esloti. En resumen, ¡se mezclan las naciones europeas!
El sol sale en ambas orillas del río. Cuando empezamos a andar, durante los primeros minutos ya empezamos a quitarnos el abrigo para quedarnos en manga corta. Harán unos 20°C, no mucho más.
Después de haber pasado dos horas atravesando los abetales, ya quedan unos pasos más para llegar a donde se ve la plataforma de hierro que hay en el pico. A casi mil metros de altura, puedo ver todo lo que he descubierto este fin de semana: el Dunajec, el monasterio y el pueblo. Y por detrás te giras y ves los montes Tatras, ya hace un mes que fui cuando estaba en Zdiar. El viento gélido azotando nuestra piel al desnudo nos obliga a bajar.
Las nubes empezaron a subir y formarse en el cielo.
A las cinco de la tarde, estando ya de vuelta, tras los cristales tintados del autobús el cielo se ennegrece y llora grandes gotas de agua.
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