Brujas

Visité la ciudad de Brujas durante un fin de semana a finales de septiembre, donde aún se podía estar en la calle sin chaqueta (al menos en teoría). Brujas se encuentra en el norte de Bélgica, bastante cerca de la frontera con Holanda pero bastante lejos de Maastricht, donde estaba haciendo el Erasmus. Desde Maastricht cogí un Flixbus (que en este caso es lo más barato pero también más rápido que el tren) y en unas cinco horas llegué a la estación de Brujas.

Cerca de la estación se encuentra el Minnewaterpark, un parque muy verde, perfumado, atravesado por vías fluviales y lleno de gente haciendo jogging o descansando en el césped. Al momento de mi llegar, la temperatura era agradable y, lo que era realmente increíble, el sol brillaba. Aprovechando el clima, me dirigí hacia el lago Minnewater, que alberga una gran colonia de cisnes.

Por la tarde estuve paseando por las callejuelas del centro, esperando que alguno de mis amigos que había conocido durante el Erasmus se uniera a mí. Para mi, algo obligatorio, después de relajarse en el parque, es visitar el Begijnhuisje, que alguna vez fue el lugar de vida de las beguinas de la ciudad (una especie de comunidad de monjas laicas), y que ahora es un oasis de tranquilidad en el centro de Brujas.

Más tarde, junto con mi amiga, nos detuvimos para fotografiar las icónicas casas coloridas de Markt (que una vez fue la sede de las corporaciones y ahora se han convertido en restaurantes y cafeterías), y para comer una merecidísima ración de fresas cubiertas de chocolate. No es sorprendente que Brujas sea muy famosa por el chocolate (un poco como el resto de Bélgica), pero también por las patatas fritas y por la cerveza.

Habiendo escuchado decir que uno de los platos más típicos de la región era el denominado Moules-frites (mejillones y patatas fritas), para la cena estuvimos en uno de los muchos restaurantes tradicionales cerca del Markt, acompañando nuestros platos con un cerveza belga.

Con el estómago lleno, disfrutando tranquilamente del espectáculo de los canales iluminados, caminamos hacia el albergue en el que nos hospedábamos, el Saint Christopher's Inn.

A la mañana siguiente saqueamos el bufé del albergue y, antes de que nuestros relojes señalaran las ocho de la mañana, nos encaminamos hacia el Burg, una de las plazas principales de Brujas, donde se encuentran la iglesia de San Donaziano y el antiguo ayuntamiento.

Más tarde, visitamos la iglesia del Santo Sangue, no muy lejos del Burg. Está formada por dos partes distintas, una capilla románica, casi completamente sin decoraciones, y una en estilo gótico, riquísima en frescos y adornada con magníficas vidrieras.

El resto del día lo dedicamos a visitar los museos de alimentación, el de la cerveza (donde es posible probar cientos de tipos de cerveza), y el del chocolate, probablemente mi favorito, donde también compré diversos regalos para amigos y familiares.

A la mañana siguiente, decidimos hacer del tour en barca por los canales que se deslizan por el centro de la ciudad, lo que permite apreciar unas vistas únicas y particulares. Además, aunque acababa de comenzar a llover, el recorrido fue realmente una experiencia agradable y se lo aconsejaría a cualquiera que decidiese pasar un día en Brujas. No me acuerdo exactamente del precio del tour, pero recuerdo muy bien que me llamó la atención el hecho de que no fue tan caro como me esperaba.