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10 días en Berlín: De cómo perdí la noción del tiempo. Parte 1.

Publicado por flag- Bianca Rl — hace 4 años

0 Etiquetas: flag-de Experiencias Erasmus Berlin, Berlin, Alemania


Italia es mi país consentido. Pero si tuviera que vivir en alguna ciudad europea fuera de Italia, elegiría Berlin. He estado aquí por 10 días de vacaciones, y no me han sido suficientes. Tengo muchas ganas de volver.

El motivo de mi viaje a Berlin, además de ir como turista, era primordialmente para encontrarme en verano con varios amigos que había hecho a lo largo del año pasado en Italia. Así que bueno, fue más diversión que turismo como tal, porque desde el primer día que nos reencontramos todos, lo primero que hicimos fue ir a brindar y celebrar que estábamos reunidos.

Y bueno, ¿por qué fuimos a Berlin? Creo imaginan la respuesta. Es una ciudad conocida por su vida nocturna y fiestas intensas. Un lugar que presenta muchísimas alternativas para disfrutar las noches, para todos los gustos y necesidades.

Buscábamos diversión, fiesta loca, no dormir. Para esto teníamos que salir de Italia. Y efectivamente Berlin nos dio lo que queríamos con sus largas noches de fiesta, que incluso llegan a durar más de un día. ¿Qué tan loco es esto? En Italia todo cierra muy temprano y en Berlin hay lugares que llegan a estar abiertos hasta por 3 días. Fue la locura. Perdí por completo la noción del tiempo. Llegar a un club a las 3 de la mañana, salir a las 8 de la noche, llegar a casa, darme un baño y no saber si lo que estaba por comer a continuación era desayuno, comida o cena. Así mis días en Berlin. Olvídense de preguntar la hora, nadie la sabrá con exactitud. Y los relojes mejor dejarlos en casa.

10 días en Berlín: De cómo perdí la noción del tiempo. Parte 1.

Día 1

Tomé mi vuelo desde Roma, donde conocí a dos australianos en el aeropuerto que también iban rumbo a Berlin. Para cuando aterrizamos (alrededor de las 10 de la mañana), ya éramos como amigos de toda la vida. Ellos iban a hospedarse en un hostal y a mi ya me esperaba una reservación en un hotel, pero muy cerca de donde estarían ellos. Así que quedamos en encontrarnos después de instalarnos para salir juntos a pasear y explorar nuestra zona, Mitte.

Mientras tanto di aviso a un par de amigos en Berlin, de que ya estaba ahí. El resto de los que se juntarían con nosotros iban a llegar un par de días después, así que por lo pronto quedamos de encontrarnos los que estábamos presentes hasta ese momento. El plan era ir a un bar ahí mismo en Mitte, al que no me costó trabajo llegar, pues ya estaba un poco orientada después de haber recorrido por la tarde la zona con los australianos.

Ya reunida con mis amigos, nos pusimos al día y nos actualizamos, ya saben. No nos habíamos visto en dos meses, así que cada uno empezó a contar sus aventuras. Las horas pasaban y las copas también.

Día 2

De pronto ya eran las 2 de la mañana. ¿En qué momento se nos fueron casi 7 horas en aquel lugar? Y aclaro que supimos de la hora por un reloj enorme que había en el bar, de no ser así, ni nos hubiéramos percatado de lo tarde que era. Pero la noche no acabó ahí.

Los amigos con los que estaba llevaban un mes viviendo en Berlin, así que ya se habían conocido la ciudad, sus atracciones, y por supuesto, sabían de lugares donde la fiesta es eterna. De pronto uno de ellos me dijo:

“Tu outfit es perfecto para el lugar a donde iremos de fiesta por tu bienvenida”.

Sinceramente mi outfit estaba muy cool, pero en ese momento no entendí qué tendría de especial el lugar al que me llevarían como para haber dicho eso. Y además para ser hombres, el que hayan dicho que les gustaba mi outfit me había sorprendido. Pero en fin, salimos del bar rumbo al otro lugar, que era un club por supuesto, pero más no me quisieron decir.

Resultó que no sólo se trataba de mi “bienvenida”, sino que también era sorpresa todo el plan y no querían decirme nada hasta que yo lo observara todo con mis propios ojos. Unicamente me dijeron que me iba a gustar, y como me conocen bien, tampoco le di muchas vueltas al asunto tratando de resolver el misterio de a dónde íbamos a parar aquella madrugada, simplemente confié en que sería una noche genial y que el lugar me encantaría.

Llegamos al club más o menos como a las 3 de la mañana. Nos formamos en la fila, no muy larga por suerte, tal vez con sólo unas 10 personas por delante de nosotros. Veo como la mitad de estos chicos se salen de la fila con la mirada agachada, como avergonzados. Les negaron pasar. Y no podía encontrar explicación alguna al por qué, la verdad. Se veían sobrios y decentes. Eran turistas americanos, eso clarísimo… Probablemente el hecho de ser algo escandalosos les negó el acceso.

Después llegó nuestro turno. Me sentía confiada en que nosotros no tendríamos ningún problema. ¿Por qué nos negarían pasar? Sin duda no nos parecíamos a los otros, que con el escándalo que hacían parecía como si fuera la primera vez que iban a una discoteca.

En fin, pagamos creo unos 10 euros y nos dejan pasar. Me pide uno de los cadeneros que guarde mi celular y la ropa en un locker. ¿La ropa? ¿Cómo por qué? Quise pedirle que me repitiera lo que había dicho porque me había sorprendido y pensé que tal vez no lo había escuchado bien, pero entonces volteo y veo a mis amigos en bóxers… Ya empezaba a entender en qué tipo de lugar nos encontrábamos. Los dos siguientes en la fila que pasaron después de nosotros, inmediatamente al entrar comenzaron a quitarse algunas prendas también. Se veía que eran clientes frecuentes del lugar. Tenían un outfit exótico y fetish. Sabían ya como era la dinámica.

Tal parece que era una noche especial en KitKat. Había cierto código de vestimenta y claramente no era cualquier cosa. Todos con un outfit fetichista, e incluso también hay quienes optan por quedarse como Dios los echo al mundo. Me quedó claro el por qué el celular también debíamos guardarlo en el locker junto con el resto de nuestras cosas.

No es como que yo me la viva en lugares de este tipo, obviamente jamás me pasó por la cabeza que terminaríamos en un lugar tan peculiar. Yo pensaba iríamos a un club normal como cualquier otro. Pero era evidente que mis amigos buscaban darme una buena sorpresa, sacarme de lo común, y lo consiguieron.

Ya adentrándonos en el lugar, empezamos a conocer gente y bailamos un poco de elektrotechno. Sabrán ya que no es un club como cualquier otro de los “típicos”, donde se va a bailar toda la noche hasta no sentir los pies. La realidad es que la mayoría de las personas se encuentran distribuidas entre las salas de baile, la alberca y otras áreas con las que cuenta KitKat para realizar otro tipo de actividades.

De empezar bailando con mis amigos, mágicamente terminé bailando con otros desconocidos. Con uno en particular, que dijo ser de Francia. Guapo, alto, empezaba la diversión. Pase con el casi todo el tiempo que estuve ahí, venía con varios amigos y me los presentó a todos. Y moviéndonos de una sala a otra constantemente, al fin volví a encontrarme con mis amigos, que también ya habían hecho nuevos amigos y me los presentaron también.

Fácil aquel día conocí a unas 20 personas. Algunos locales, pero la mayoría eran extranjeros. Definitivamente KitKat es un club súper famoso en Berlin. Me gustó mi sorpresa y la verdad la pase muy bien ese día. Tan bien, que de nuevo perdimos la noción del tiempo. Cuando decidí marchar de regreso al hotel, me encontré con ligeros destellos de sol en un cielo un poco oscuro. Me desconcerté totalmente porque no sabía que tan tarde o temprano era.

10 días en Berlín: De cómo perdí la noción del tiempo. Parte 1.

Al llegar a la recepción no supe que saludo dar. ¿Buenos días, buenas tardes, buenas noches?

Opté por un “Hallo!”, y algo avergonzada por llevar la misma ropa del día anterior, apresuré el paso.

Llego a mi habitación (no completamente sobria, cabe aclarar), y moría por dejarme caer en mi cama que se veía exquisita. Pero me urgía un baño, así que definitivamente me bañé antes de meterme en mi deliciosa cama y pedí que me trajeran algo de comer a mi habitación. Eran alrededor de las 3 de la tarde. Aproximadamente 12 horas estuve en el club. ¡Doce! Había roto mi récord.

Terminé mi comida y no habrá pasado más de media hora para que me quedara dormida. Larga noche. Mi cuerpo me exigía descansar.

Día 3

Desperté a las 2 de la mañana. Sin sueño a esa hora y no logrando dormir un poco más de tiempo (hasta que fuera una hora decente para empezar el día), encendí la televisión y vi un par de películas, mientras hablaba también con mis amigos de México y mis padres, que me reclamaban por no dar señales de vida y no contestarles en dos días. ¿Cómo explicarles que fue porque no estaba en mis 5 sentidos? ¿Cuáles serían los argumentos válidos para justificar que perdiste la noción del tiempo? Perdí mi cargador. Esa fue mi respuesta.

10 días en Berlín: De cómo perdí la noción del tiempo. Parte 1.

A las 7 decidí bajar a desayunar al restaurante del hotel porque ya no aguantaba el hambre. Mis amigos no contestaban aún mis mensajes para saber si habían salido con vida de KitKat. Probablemente habían tenido una noche mucho más larga que la mía y sus horas de sueño apenas comenzaban, ni como saberlo. Era cuestión de esperar.

Mientras terminaba mi desayuno recibí un mensaje de los australianos que había conocido, invitándome a comer con ellos. Me venía buenísimo el plan, pues hasta ese momento no tenía ninguna señal de mis amigos. Sólo otra amiga española estaba por llegar a Berlin al medio día. Así que pensé en esperarla para reunirnos y juntas ir con los australianos.

Para la una ya estaba con mi amiga María de España. Quedamos de vernos con los australianos en un restaurante llamado YamYam Berlin, un lugar de comida coreana. En lo personal yo no soy fan de este tipo de comida, pero les diré que no esta nada mal. Rica comida y precios accesibles.

Presenté a María con los australianos y pasamos conversando muy a gusto casi 3 horas en el restaurante. Les conté de todas mis locuras en apenas 48 horas en Berlin y los tres me pidieron a gritos llevarlos a conocer KitKat. ¿Cómo negarme?

Hay que tener una mente abierta para poder acudir a lugares de este tipo. Si optan por ir, tienen que saber de antemano con qué tipo de cosas se encontrarán, porque de lo contrario, si no les gustan estos ambientes, no valdrá la pena la noche y no la disfrutarán.

Planeamos regresar ese mismo día a KitKat porque los australianos se iban pronto de Berlin.

Aquella tarde, al salir del restaurante, nos dedicamos a explorar las calles alrededor del lugar y entramos a algunas tiendas de ropa que llamaron nuestra atención. Después fuimos al loft donde se hospedaba María y estuvimos ahí tomando cervezas hasta que dieron casi las 11 de la noche. Hora en que decidimos partir rumbo a la fiesta, sintiéndonos listos con nuestros looks “fancy”.

Día 4

Cuando por fin llegamos, alguno en la fila delante de nosotros nos dijo que creía haber entendido que ese día tocaba la “noche gay”. A María se le iluminaron los ojos. Pero los demás, ¿qué íbamos a hacer? Pensar en otra alternativa para pasar la noche, tal vez. Pero María suplico en quedarnos e intentar pasar.

Fui a la única que dejaron entrar. A María le dijeron que no parecía lo suficientemente gay. ¿Qué significaba eso? ¿Que yo si parecía? No supe como tomarlo. Graciosamente paso otra cosa inesperada después. Justo entrando me encontré a un amigo de Florencia, que al verme ahí hizo una cara de sorpresa, de que no podía creer que me encontrara en ese lugar. Mismísima cara que yo hice al verlo ahí también, pues anteriormente en Florencia me había invitado a salir y cenar cuatro veces. Muy fino, educado y mono el niño.

No es lo que parece”. Eso reflejaban nuestras caras deseosas de dar una explicación pero sin saber como hacerlo. Los dos habíamos conseguido entrar ahí por pura suerte. Sabíamos eso muy bien.

Venía con su hermana y su novia. Definitivamente iba a ser una noche aburrida para el. Dijo haber solo ido para cuidarlas y cuando le dije que estaba por salirme para ir a buscar otro lugar con mis amigos, me insistió en quedarme ahí con el. Terminé haciéndolo. Y la pasamos muy, muy bien.

Día 5

¿Cuidar a la hermana? Estuvimos con ellas por no más de una hora. Después perdimos su rastro. Sin explicarme cómo fue, esta vez pasamos casi un día entero ahí metidos. 17 o 18 horas, no lo recuerdo con exactitud. Llegamos a mi hotel como a las 6 de la tarde. Destrozados. Sentía que esa vez iba a necesitar de un día completo para recuperarme.

Darme un baño, comer, dormir. Así las cosas otra vez, igual que la vez anterior. Era lo que el cuerpo pedía. O exigía, más bien.

Día 6

Despertamos casi al medio día. Por lo menos esta vez se sentía como un día normal. Despertando tarde, pero en una hora más razonable. Aunque en esta ocasión no me sentía descansada del todo. De hecho me dolía la cabeza. Mi cuerpo odia que atrase mis horas de comidas y sueño. Y todo esto me lo cobra con bellísimos dolores de cabeza. Estaba por darme migraña. Así que sin esperar a que empeorara la cosa me tome un par de aspirinas.

10 días en Berlín: De cómo perdí la noción del tiempo. Parte 1.

Verdaderamente mis 5 primeros días en Berlin fueron una bomba. Increíbles, pero acabaron conmigo. El hecho de prácticamente haber cambiado mi ritmo de vida en esos días, hizo que este, el sexto día, lo pasara encerrada en el hotel. Estaba cansadísima, de verdad como nunca en la vida. Era literalmente un zombie, así que tuve que dormir más tiempo para que se me pasara la migraña.

Despertar sintiéndome mal obviamente hizo que ese día mi mood no fuera el mejor. El italiano no quería irse dejándome así, pero le ordené que se fuera. Y así pude descansar más tiempo. Hasta que volví a despertar por la noche sintiéndome mucho mejor por fortuna, y decidí bajar al restaurante para despejarme un poquito de todo.

Curiosamente aunque ya me sentía mejor, algo que no tenía para nada ganas de hacer, era usar mi celular. De nuevo habían pasado ya más de 24 horas sin que lo tocara, seguramente hasta ya estaba sin batería. Pero sabía que prenderlo implicaría enfrentarme a mil mensajes de mis amigos preguntando por mi, organizando otro plan por la noche, demasiada intensidad.

En este día llegaban el resto de los amigos que faltaban por unírsenos en este viaje. Y lo primero que iba a encontrarme en mi teléfono si lo miraba, serían mensajes de todos poniéndose de acuerdo para ver que hacer por la noche. Algo para lo que no estaba lista, y que mi mal humor de este día, me impidió hacer.

Así que sin pensarlo más, volví a mi habitación después de un rato y me recosté en mi cama otra vez a ver programas alemanes que no entendía, por supuesto. No tardé mucho en caer profundamente dormida, pero para mi desgracia desperté al siguiente día demasiado temprano sin más ganas de dormir.

● Bianca


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