El trabajo: primera clase

Como ya he explicado en la anterior publicación me decepcionó un poco ver que no me necesitaban en aquella escuela y me afectó un poco. Empecé la primera clase preguntándome qué es lo que haría el resto del día (todas las tardes libres, no tenía queja la verdad).

El trabajo: primera clase

Empecé poniéndome al final de la clase para tomar nota de lo que iba viendo. Las clases estaban muy entretenidas, los alumnos se ponían a recitar de memoria los poemas entre otras cosas. Los primeros días no hice mucho, tan solo me dediqué a prestar ayuda individualizada a los alumnos, corregir a la profesora, sacarle punta a los lápices... nada emocionante en particular. Con el paso de los días la profesora llegaba cada vez más tarde. Los alumnos llegaban entre las ocho y las nueve de la mañana y la profesora llegaba a las nueve. Durante un tiempo me encargaba yo de empezar la clase porque llegaba antes, sobre las ocho y media. Pero cuando vio que se me daba bien entonces empezó a llegar todavía más tarde. Incluso había veces que ni venía si quiera. Por una parte me alegro porque si no me hubiera aburrido como una ostra, pero aún así me decepcionaba un poco el hecho de estar ahí nada más que porque ella era demasiado vaga como para llegar puntual.

No tuve ningún problema cuando empecé a dar clases. Imité lo que ella hacía y sabía por dónde se habían quedado en el cuaderno de lectura o en los ejercicios de cálculo. Pero enseguida los chicos se dieron cuenta de que yo no era de poner castigos nunca. De pronto algunos empezaron a portarse mal. Cuando un alumno quería ir al baño le decía que se esperara a que llegara su compañero pero ni caso, cogía y se iba sin esperarse. Perdí un poco el control al no tener una vara para darle a más de uno, si por mi fuera hubiera preferido que la otra profesora viniera y sacara su vara e hiciera de sargento, que a mi no me gustaba. Al menos he podido aguantar dos meses sin ponerles la mano encima, no hubiera sido capaz de todas formas.


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