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Templo Dojo-ji


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De visita en el famoso templo Dojo-ji

Traducido por flag-es Marta Toledo — hace 5 años

Texto original de flag-hr Grgo Petrov

Lo siguiente en el calendario es el famoso templo Dojo-ji de Gobo (Hidaka). Este fue el primer templo budista que visitaba en toda mi vida, y también mi favorito. Por qué es especial y por qué me gustó tanto es lo que vais a descubrir enseguida.

Era el día 6 de mi estancia en Japón; aquel día, con mi madre de acogida, Mieko, hicimos un pequeño viaje por los alrededores durante todo el día. Después de desayunar en casa y trabajar un poco en el restaurante Anchin, me dijo que íbamos a visitar Dojo-ji. Lo que quiero decir es que ella intentó decírmelo, y después de un minuto, entendí que íbamos a ir a algún sitio. Entonces señaló en dirección al templo y dijo "Dojujou-ji tera"; ahí fue cuando todo quedó claro. Por cierto, la entrada al templo, las escaleras que ascendían por la colina, estaban a unos 100 metros de nuestra casa y del restaurante. ¿A que es genial?

La primera vez en el templo, más o menos...

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Como he mencionado, las escaleras que llevaban al portal rojo-anaranjado estaban a un minuto, caminando, de nuestra casa y del restaurante. Después de la primera noche en Jaṕon (llegué el día anterior por la tarde pero, a pesar de la hora local, me fui directamente a dormir), desayuné y decidí ir a dar un paseo por la zona con todas las cámaras que tenía. Después de explorar la zona lentamente y a conciencia, observando los detalles, di una pequeña vuelta por el vecindario y fue entonces cuando vi unas escaleras que subían por la pequeña colina (puede que unos 15 metros de altura).

Lo que vi al final fue el portal rojo-anaranjado e imaginé que debía ser parte de algún templo o santuario. Junto a los escalones de piedra había dos tipos de rocas o piedras que servían como columnas con caracteres japoneses grabados. En aquel momento no tenía ni idea de lo que significaban. Incluso ahora, no estoy seguro del todo de lo que decían pero imagino que debían mencionar el nombre del lugar. Subí un par de escalones pero enseguida decidí dar la vuelta. Pensé que no habría sido una buena idea presentarme allí sin saber qué esperar. Tampoco quería ser "el típico turista occidental ignorante" que va a todas partes sin respetar la cultura local. Como había venido por una calle llena de tiendas y mercados, no quería parecer estúpido o algo por el estilo, así que simplemente hice una foto de las escaleras y decidí esperar a la próxima vez, con la esperanza de que alguien de casa me explicara un poco más lo que era ese lugar.

La primera vez visitando el templo Dojo-ji (ahora sí)

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Ahora sí, ¡había llegado el día! El sexto día, mamá me acompañó al coche (ahora veréis por qué) y me llevó al templo. Fuimos en coche porque pensábamos ir directamente al centro de la ciudad después, para comer. Es decir, ella lo tenía planeado, yo no sabía qué estaba pasando, claro. Hasta el momento, yo conocía las dos entradas del templo Dojo-ji. La primera era por las escaleras que están, prácticamente, al final de la calle con muchas tiendas pequeñas de ingredientes y el restaurante. La otra es el camino por el que puedes ir con el coche. El camino hace una curva alrededor de la colina y, en poco tiempo, estás allí, en un modesto aparcamiento.

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El aparcamiento no estaba diseñado para acoger a muchísima gente, pero había espacio suficiente para, probablemente, unos cuantos autobuses. Si hay muchos visitantes, hay un aparcamiento disponible para autobuses en frente del restaurante Anchin. Recuerdo ver llegar en autobús a los clientes, cada día, a ese aparcamiento, mientras yo trabajaba en el restaurante.

Muy bien, pero, ¿dónde está el templo Dojo-ji exactamente?

El templo está en la ciudad de Gobo (Hidaka), que forma parte de la prefectura de Wakayama, que, a su vez, forma parte de la región Osaka Kansai. Gobo y Hidaka están en la parte sudeste de la región Kansai y de la península. Para los extranjeros que vienen en avión desde el aeropuerto Osaka KIX, se tarda una hora más o menos por la autopista hasta llegar a Gobo.

Atravesamos, por fin, el portal anaranjado y aprendo las costumbres

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De vuelta en el templo. El pequeño aparcamiento en la colina está justo detrás de uno de los edificios principales. Después de dejar el coche fuimos por el camino peatonal (y puede que también para bicicletas). Rodeamos el edificio y entramos al gran patio del templo, o al complejo de varios edificios (lo considero más preciso).

Recuerdo ver, en primer lugar, muchos árboles especiales, plantados cuidadosamente en el patio, un templo en el centro y algunas torres de estilo japonés a su derecha. Lo último a la derecha, y justo delante de mí, era el portal anaranjado. Todo lo demás era, en general, gris, negro o naranja, algo que podréis encontrar en Japón prácticamente en cualquier parte.

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Como estaba lloviendo un poco y todo el día había estado nublado (el auténtico chaparrón nos pilló por la tarde y arruinó el plan de mamá Mieko de enseñarme una zona turística en el oeste), cogimos nuestros paraguas y nos dimos una vuelta. Olvidé mencionar que no había nadie más por allí. Solo había una persona caminando por el patio pero en el momento en que nosotros llegamos, él ya estaba a punto de marcharse por la misma dirección en la que veníamos nosotros. Personalmente, cuando voy a explorar algún lugar o a aprender algo nuevo, prefiero que no haya mucha gente alrededor, que molesten o que se pongan en medio cuando intento hacer una foto.

Mamá Mieko me señaló el portal anaranjado y quiso enseñarme las costumbres y normas para entrar en las zonas sagradas y en los templos. Fuimos a la parte de fuera del portal, junto a las escaleras y empecé a seguir sus pasos y repetir lo que ella hacía. En primer lugar, cuando llegas, antes de entrar por el portal, debes inclinarte dos veces. También tuve la oportunidad de ver los detalles alrededor. Había unas esculturas en una esquina, la primera imaginé que se trataba de Buda. También hay un símbolo de una esvástica en las puertas, un antiguo símbolo sánscrito que, por desgracia, los nazis adoptaron en su propaganda y del que abusaron. Como la mayoría de los lectores saben por la historia cuál es el aspecto de una esvástica corrupta nazi, la original que se puede encontrar aquí, no está invertida. O parecerá invertida para vosotros cuando la comparéis con la que conocéis de las clases de historia. Por cierto, hace poco leí que están considerando quitar estos símbolos de los templos y los mapas de Japón para evitar ambigüedades, confundir o espantar a los turistas. Espero que no lo hagan porque no tiene nada que ver ni con la Alemania de la Segunda Guerra Mundial, ni con sus ideologías.

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Después de atravesar el portal como es debido nos dirigimos hacia delante siguiendo el camino embaldosado. Dos semanas y algunos días después, el día de mi vuelo de regreso a casa, pasé por ese portal yo solo, para saludar a un monje y amigo mío, y, entonces, me alegraría mucho de saber cómo comportarme gracias a las enseñanzas de mamá Mieko.

Antes que nada, hay que lavarse las manos

El edificio que teníamos delante, que tenía muchas estatuas, es a donde debíamos ir y estaba rodeado por un pequeño canal lleno de agua y con mucha vegetación a su alrededor. Había un pequeño y bonito puente que te elevaba sobre el agua; pero antes de llegar allí hay que lavarse las manos.

A mitad de camino del templo había algo como un pozo pequeño con una cuchara larga de madera con el final de metal, para coger agua. Esto es lo que hay que hacer (si no recuerdo mal): primero se lava la mano izquierda, se coge la cuchara con la mano derecha y se recoge algo de agua; entonces lavas la primera mano; y luego lo mismo con la otra. Después de lavarte las manos ya estás limpio y listo para entrar al templo. Esto es similar al cristianismo, donde lavarse representa librarse de problemas y pecados. Después de eso seguí repitiendo todo lo que hacía mamá Mieko.

Ahora estamos listos para la siguiente fase.

Nos ponemos delante del templo, observamos las estatuas y encendemos los palos de madera

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Cruzamos el pequeño puente hacia el otro lado y nos quedamos delante de unos escalones. Me fijé en varias cosas. A nuestro lado había una gran olla oscura, o una especie de bol lleno de cenizas o algún otro tipo de polvo. Había varios palos de madera en su interior. Parece que los visitantes los encienden; pero no tuve que esperar demasiado para ver de qué se trataba en realidad.

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Mamá Mieko me enseñó qué debía hacer en esa situación. Teníamos que inclinarnos otra vez, me señaló unas estatuas al otro lado (no se puede pasar ahí) y me dijo sus nombres. No fui capaz de seguirlo del todo y me resultó un poco confuso. Le pregunté sobre los palos de madera y me demostró cómo usarlos.

Se echan unas monedas en una caja grande de madera que hay en todos los templos y lugares por el estilo. Es como una pequeña donación y apreciación por usar los materiales de allí y, en general, una muestra de respeto. Cogimos dos palos de madera y los encendimos. En cuanto empieza a salir un poco de humo, tienes que intentar "cogerlo" con tu mano y "echártelo por encima" de la cabeza y de los hombros, es otro símbolo más de limpieza. Al menos así lo entendí desde una perspectiva católica. Casi siempre se trata de limpiar tu cuerpo y tu alma, física y metafóricamente, para entrar en estos sitios.

Una vez acabamos con todo eso, le pedí que esperara unos minutos para poder grabar todo mi alrededor; y después nos dirigimos al edificio principal.

Conozco al señor Ono ("ese tipo tan majo del templo") y la historia de Dojo-ji

Estábamos a punto de entrar al primer edificio por el que pasamos. Desde fuera parece que hay, al menos, tres partes principales y puede que un gran salón. Tenía muchas ganas de ver el interior y no sabía qué esperar.

Una vez dentro, conocimos al jefe (al menos, desde mi perspectiva) y aprendí un montón de cosas, incluso algunos datos interesantes sobre el restaurante en el que ayudaba.

En la entrada hay un lugar para dejar y guardar los paraguas. La parte de mí que aún estaba conectada psicológicamente a Croacia se mostraba reticente a esto, pero recordé inmediatamente que estaba en un lugar y rodeado por una mentalidad completamente diferentes. Después de entrar en el vestíbulo y la recepción procedimos a quitarnos los zapatos. Acabé acostumbrándome a esto casi desde que llegué a Japón, y después de volver a casa incluso me quitaba las zapatillas para entrar al baño de forma automática. Observé rápidamente el espacio a mi alrededor. A la derecha está la mesa de información y un montón de material didáctico y promocional de Dojo-ji, algo así como suvenires y otras cosas que no supe identificar. Por ejemplo, aquí compré unos cuantos, no sé si la palabra "amuleto" sería la adecuada, pero parecían pequeños objetos con mensajes relacionados con traer suerte. Algo como artefactos de la fortuna. Ya os contaré más sobre ellos cuando lleguemos a la parte en la que se explica su significado.

A la izquierda había una especie de armario para guardar los zapatos, había que quedarse en la tabla de madera que conecta los dos pisos y guardarlos en una bolsa de plástico que se cogía de una caja que había al lado. Después de eso estás listo y se te permite entrar a explorar las otras salas y pasillos del edificio.

Una vez entramos, mamá Mieko le dijo algo a un joven japonés que trabajaba allí y un minuto después volvió con alguien más. Fue entonces cuando conocí al señor Sunjo Ono, el monje budista que trabajaba en el templo Dojo-ji y (al menos, para mí) el jefe de ese lugar. Él es el que da la bienvenida a los numerosos visitantes del templo y el que abre sus puertas cada día, y presta atención a que todo esté en buenas condiciones. Además, el señor Ono habla inglés muy bien y de forma fluida, casi podría competir con los europeos, y desde luego, mucho mejor que aquellos que conocí en el colegio o en el extranjero. Estudió hindi en la India y también aprendió inglés allí, y gracias a sus habilidades es un miembro inestimable de la comunidad de Dojo-ji. Me alegró y sorprendió gratamente cuando se dirigió a mí hablando en inglés, yo hice todo lo posible para usar mi modesto japonés.

Fue la primera conversación decente que tenía en inglés desde que llegué a Japón (con algunas excepciones al inicio), aquí era capaz de expresar todo lo que quería y también recibía, más o menos, la misma cantidad de información sin problemas ni barreras del lenguaje. Gracias al señor Ono, que compartió con nosotros su tiempo para guiarnos por allí, pude aprender muchas cosas, no solo sobre el templo Dojo-ji y su historia, sino también sobre la región, la cultura y su historia en general. Fue realmente genial, y no me sentí tan extraño al tener a alguien como él en el barrio, solo a un par de minutos. Era muy amistoso y abierto, y también tenía curiosidad sobre mi origen cultural (y eso que ya sabía un montón). No es ninguna sorpresa que, cuando visitamos Dojo-ji con el campamento, unas dos semanas y media después (poder volver a mi antiguo "barrio" fue una de las mejores sensaciones), el señor Ono se ganó el mayor de los respetos de todos los monjes y los templos que habíamos visto y fue proclamado como "ese tipo tan majo de Dojo-ji". Seguid leyendo.

El momento en que entras a este edificio se pueden ver cientos de fotografías de una mujer en un vestido rojo, con la cara blanca y un peinado especialmente preparado para bailar. Tenía curiosidad sobre eso y quería saber quién era esa persona. Todas las imágenes estaban enmarcadas una junta a otra. Algunas eran fotografías de la mujer bailando o posando, y otras eran ilustraciones. El señor Ono me explicó que era una representación de Kiyohime (y era una actriz importante, pero no recuerdo su nombre, la que representaba a Kiyohime en el escenario), uno de los personajes principales de la historia que estaba a punto de escuchar y la leyenda que tiene mucho que ver con el templo y la zona.

Mamá Mieko, Ono-san y yo nos dirigimos entonces, directamente a uno de los dos salones. En ambos lados del pasillo había fotografías e ilustraciones que representaban a Kiyohime. En realidad, este pasillo era un puente que conectaba dos edificios, puesto que a mi izquierda podía ver el aparcamiento y a mi derecha, el patio por el que mamá Mieko y yo habíamos estado paseando hacía un rato. Entonces el señor Ono abrió las puertas del pasillo; yo me había quedado un poco atrás, observando los retratos y el techo del pasillo así que me sorprendí mucho (gratamente) con lo que vi.

El Tesoro Nacional Japonés

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No se trataba de oro o joyas, si es en lo que estabais pensando. En cuanto el señor Ono encendió las luces de la habitación pude ver que la habitación era en realidad un gran salón lleno de estatuas. Algunas estatuas tenían 700 años o más de antigüedad; y el sitio tenía una pinta genial y muy interesante. Quería saberlo todo respecto a los objetos que tenía ante mis ojos y no quería desperdiciar la oportunidad de aprender más sobre ellos.

  • También hice un vídeo del interior. Es privado así que solo se puede acceder a él con este link. Espero que os guste.

Teniendo en cuenta que normalmente no permiten hacer fotografías a los artefactos en este tipo de lugares, empecé a guardar mis cámaras en la mochila pero el señor Ono me dijo que haría una excepción por hoy, ya que yo no iba a estar siempre allí y que podía grabarlo todo para tenerlo de recuerdo y compartirlo con mi familia y amigos. También os enseñaré unas cuantas fotografías del interior y de las estatuas exhibidas.

Como todos sabemos por nuestros días en la escuela, las cosas que se ven en las fotografías no son iguales a las que tienes ante tus ojos y puedes tocar. Así que, para mí, fue una experiencia muy especial, el estar rodeado por todo eso y conocer el valor y la historia que reúnen.

Cuando entras en el salón, la primera estatua que se puede ver es una enorme de Buda sentado al otro lado del salón, en medio de la pared. Esa estatua de Buda es la estatua más grande que hay allí. Buda está allí levantando su mano izquierda. Hay otras dos estatuas de Buda, una a la izquierda y otra a la derecha. Son más delgadas y están de pie. Todas tienen una especie de "aureola" circular sobre sus cabezas, similar a la representación de las cabezas de los santos con un círculo amarillo. Si estoy en lo cierto, el Buda del centro se hizo en Japón (¿o fue importado de China? ) y los otros dos vienen del sur de Asia. Uno es de India o Pakistán y tienen distintas características faciales. Algo natural puesto que muestra el trasfondo cultural de las estatuas y la influencia regional y el entendimiento de la historia. Si el budismo o Buda se hubiera extendido por Europa, las estatuas que lo representan se parecerían a mí. Al mirar a la pared de la izquierda y a la de la derecha se pueden ver dos guerreros a ambos lados, con distintos tipos de armaduras. Una vez más, esto es así porque algunas de ellas han sido importadas de otros países y otras culturas. Como yo no soy ningún experto en historia asiática no pude ver las diferencias hasta que el señor Ono me ayudó a encontrarlas, explicando que las armaduras de los soldados japoneses son muy distintas a las de los soldados de China.

La historia de Buda, la princesa de pelo largo y Kannon

Pude escuchar algunas historias sobre Buda, el budismo y la filosofía en Japón. En la religión o la filosofía de vida en Japón no hay dioses, al contrario que en las otras tres o cuatro religiones mundiales. Como dijo el señor Ono, los japoneses cogieron un poco de todo e intentaron sacar la mejor versión. Por eso hay una mezcla de influencias del budismo, el sintoísmo y el confucianismo, aunque los elementos del budismo son los que prevalecen. Como Buda era un sencillo humano, no había nada divino en él, aquí está la historia simplificada. El budismo consiste en encontrar el camino adecuado que lleva a la verdad y a trabajar en nosotros mismos para ser mejores personas para los demás y para nosotros mismos. En cada uno hay un Buda y todo el mundo, a lo largo de la vida, puede conseguir el estatus de convertirse en Buda. Buda significa "el iluminado". Hay algo que incluye el karma y que consiste en que todo lo que hacemos en nuestra vida, tanto las cosas buenas como las malas, afectan a nuestro futuro. Si continuamos haciendo cosas buenas, al final volverán a nosotros. Y si hacemos cosas malas... bueno, habrá problemas y no estaremos satisfechos con nuestra situación, las cosas malas también volverán. También se podría añadir la reencarnación (no estoy seguro de que la gente crea en esto en Japón), según la cual, no vamos al cielo o al infierno, simplemente renacemos en una nueva forma. Está el ciclo de la vida y la rueda que gira constantemente.

Volvamos al templo y a las estatuas. Como muchos de vosotros habréis oído hablar del budismo en la escuela creo que no hay necesidad de seguir hablando de ello. Prefiero hablar un poco de los otros dos personajes. Puede que hayáis oído hablar del primero pero del segundo, lo dudo mucho.

Nuestro segundo personaje es el Kannon de los mil brazos. Hay una estatua suya de madera. Junto con otras dos estatuas Bodhisattva que hay en el salón, pertenece al Tesoro Nacional de Japón. Esta estatua de madera se remonta al siglo IX, lo que significa que tiene más de un milenio de antigüedad. Aunque no hay dioses en las creencias actuales de los japoneses, Kannon representa la deidad de la compasión y la piedad. Él o ella se representa como un hombre o una mujer con mil manos y es una de las deidades más populares y queridas de Asia. Yo voy a referirme a este personaje como un hombre. ¿Qué le hace especial? Lo que recuerdo de las historias del señor Ono es que Kannon está para ayudarnos en cualquier situación en la que nos sentimos desamparados, afligidos o estamos en problemas. Hay un artefacto con un significado simbólico en cada una de sus manos excepto una. Los artefactos representan cosas como el conocimiento, la medicina y muchos otros aspectos de ayuda inestimable para la humanidad. Así que, cuando estamos en una mala situación, deberíamos rezar a Kannon. También he mencionado la mano vacía, que sirve para advertirnos de que los problemas más grandes de nuestra vida solo se resolverán con nuestro esfuerzo.

Por último, está la leyenda de la princesa de cabello largo y la mujer del 42º emperador de Japón. La historia tiene lugar hace unos 1300 años. Las historias tradicionales locales afirman que ella fundó el templo de Dojoj-ji; y esto es lo que ocurrió:

Miyako nació en la actual zona de Hidaka/Gobo, sin un solo cabello. Sus padres lo intentaron todo para conseguir que le creciera el pelo, pero todo era en vano. Un día, cerca de allí, en el fondo del mar apareció un brillo misterioso; los pescadores no conseguían alcanzarlo con sus cañas, y nadie era lo suficientemente valiente como para sumergirse y descubrir de qué se trataba. Sin embargo, la madre de Miyako creía que tenía algo que ver con su hija y tuvo el valor de sumergirse hasta el fondo del mar. Allí encontró la imagen de Kannon, se la llevó a casa y le rezó cada día. Para la sorpresa de todos, a Miyako comenzó a crecerle el cabello; una melena larga, oscura y hermosa. Poco después la invitaron a la casa de un personaje político muy importante en Japón, como un ministro, y más tarde la enviaron a los salones del emperador para servir allí, después de difundirse los rumores y la fama de su cabello. Después de un tiempo se convirtió en la prometida del futuro emperador. Pasó su el resto de su vida allí como una princesa, pero no olvidó a sus padres, la imagen de Kannon y el lugar que antes fue su hogar. El emperador, al ver a su esposa preocupada por su familia, le dijo que no se preocupara más y ordenó construir un templo allí. El nombre del templo sería Dojo-ji.

La leyenda de Miyako se puede leer en el pergamino que nos cuenta su vida. ¡Y yo estaba a punto de escuchar otra de las historias del pergamino!

Hay unas estatuas pequeñas de Miyako, con su cabello sobre la cama, a la izquierda de Kannon.

Lo último que hay en la sala es un "amuleto" con los signos zodiacos chinos. Hay estatuas más pequeñas con cajas en las que puedes hacer una donación y unas notas con años escritos. La primera que vi y pregunté qué significaba fue la de mi año; vi el año 1993 escrito allí y, al preguntarle al señor Ono, me dijo que esa estatua y ese personaje era "mi protector" o mi representación. El señor Ono se lo tradujo a mamá Mieko, que se alegró mucho porque su año también estaba representado ahí, lo que significa que ambos compartimos el mismo signo del zodiaco chino. Se dice que mi signo representa la amistad, el fuego y el apoyo, y que ayuda al individuo con estas características. Se dice también que las personas que nacen bajo este signo son los que apoyan a otros y son muy dinámicos. El tipo (me refiero a la estatua, pero no recuerdo su nombre) también me ayudará cuando tenga problemas y siempre me impulsará a seguir adelante. El señor Ono dijo que es un guía y un apoyo para los individuos cuando entrenan, lo que tiene gracia porque estaba a punto de empezar mi primer "entrenamiento" como becario en Viena (en este momento, mientras escribo esto, ya he terminado, y me he mudado a otra ciudad de Austria para hacer unas prácticas). Fuera o no verdad, me resultó muy interesante.

Mamá Mieko me compró uno de esos y, desde ese día, no me he separado de él, sobre todo desde que llegué a Zagreb, no hubo un día que no estuviera a mi lado. Incluso ahora lo llevo (y lo he llevado durante meses) en el bolsillo de mi chaqueta, y hasta ahora he tenido suerte con todo.

La historia de Anchin y Kiyohime en el pergamino

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Después de hacer unos vídeos y fotos con mi Canon y mi móvil, y de terminar el recorrido por el salón, el señor Ono dijo que aún quedaba una sala por visitar.

Apagamos las luces, cerramos las puertas y volvimos por el mismo camino por el que habíamos venido hasta llegar casi a la entrada. Pero al llegar allí entramos a otra sala a nuestra derecha, se podría decir que era algo más grande que la anterior en cuanto a superficie.

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Al contrario que el salón anterior, con estatuas, paredes sin ventanas y sin luz aparte de la artificial y la que entraba por la puerta, esta habitación tenía unas grandes ventanas en dos de los lados del salón. Una vez más, había muchas imágenes diferentes, de distinto tamaño e ilustraciones de Kiyohime durante la adaptación dramática con la danza Kabuki. El término Kabuki se refiere a la danza-dramática clásica japonesa, con los personajes estilizados y el notable maquillaje que llevan los actores. Otra cosa llamativa de la habitación, que no se puede evitar ver, es la gran campana. Me resultaba muy familiar pero no podía recordar donde la había visto antes. Junto a las puertas de esta sala hay un almacén protegido con un cristal, donde están las páginas originales de la historia del pergamino.

Caminamos hasta el fondo de la habitación. No recuerdo todo lo que vi allí pero había un atril de madera donde se podía poner el pergamino y estirarlo para leerlo y para que la audiencia pudiera seguir la historia escrita en él. Recuerdo otra ilustración o retrato de Kiyohime en la esquina superior derecha, junto a una ventana.

El señor Ono nos dijo a mamá Mieko y a mí que nos sentáramos cómodamente delante, porque estábamos a punto de escuchar la historia de Anchin y Kiyohime. ¿Anchin? Me giré rápidamente hacia la campana y señalé también detrás de ella, puesto que el restaurante Anchin estaba muy cerca. El señor Ono se rió y dijo que el restaurante se llama así por el peregrino Anchin, uno de los dos personajes principales de la historia. En cuanto a la campana, la había visto en el restaurante, pero no le había prestado demasiada atención (un poco más tarde me puse a comprobar todas las campanas que teníamos allí). La campana o, en japonés, "tsurigane" era también la forma que le dábamos a las galletas que hacíamos en el restaurante. He visto montones (y me he comido unas cuantas, calentitas y recién hechas; ahora las echo de menos) pero no las relacioné inmediatamente con el templo. De todas formas, el señor Ono cogió el pergamino de imágenes y lo estiró en el atril de madera. En la primera mitad de un metro había un texto escrito en columnas en japonés, sin apenas ilustraciones. Lo leyó primero en japonés y luego lo tradujo al inglés. Mamá Mieko ya lo conocía, probablemente lo habría escuchado muchas veces así que mientras contaba la historia en inglés, ella seguramente lo seguía todo en japonés. Dejadme que os resuma lo que pasó. ¿Listos?

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La historia de Anchin y Kiyohime es también una leyenda muy antigua, que se remonta a la literatura del siglo XI. Es una trágica historia que tiene lugar en el templo Dojo-ji, unos 200-250 años después de su construcción. Encontré en algún sitio que todo eso pasó en el año 923. Así que... érase una vez, en la ribera del río Hidaka había una familia acomodada que tenía una hija llamada Kiyohime. Como era común, estaban en medio de una ruta hacia algunos lugares de peregrinaje populares y, por ello, muchos peregrinos pasaban por su hacienda cada día. Ellos incluso ofrecían un lugar para descansar a los peregrinos cansados, algo como el actual Couchsurfing. Un día llegó a Hidaka un joven y apuesto peregrino llamado Anchin. Se le ofreció un lugar para descansar en la casa de la familia Kiyohime. Probablemente ya podréis imaginar que se enamoraron y Anchin pospuso su viaje hacia los lugares de ascetismo durante algún tiempo. Incluso le prometió casarse con ella. Kiyohime se había encariñado mucho con él y con la vida que llevaban juntos. Sin embargo, después de un tiempo, Anchin recordó su viaje y superó sus sentimientos por Kiyohime. Él no quería quedarse para siempre en esa hacienda, quería seguir adelante con algunos planes que tenía. Dejó a Kiyohime diciéndole (o prometiéndole) que volvería después de su peregrinaje. Pero no lo hizo. Kiyohime empezó a preocuparse por él y decidió recorrer el mundo sola, en su busca.

Ella preguntaba a otros viajeros y peregrinos por la ruta hacia el lugar que Anchin había mencionado, pero los demás no pudieron ayudarla; el nombre del lugar al que se dirigía era Kumano. Ella fue aún más lejos, sola, y al final descubrió que Anchin había recorrido ese camino y que estaba en Kumano. Finalmente le encontró allí, pero él le dijo que no era la persona adecuada para ella y que no debían estar juntos. Ella se enfadó y Anchin empezó a rezar al dios de Kumano hasta que Kiyohime se marchó (o se detuvo lo suficiente para que Anchin huyera). Ella descubrió también que la había engañado, lo que la enfureció tanto que una parte de su cuerpo, su cara, se transformó en la de una serpiente. Anchin se asustó y empezó a huir de ella en dirección a Hidaka. Llegó hasta el río y le pidió al barquero que le llevara a la otra orilla; además le pagó para que no llevara a Kiyohime. Nadie creyó la historia de Anchin, de que ella se había transformado en una serpiente. Kiyohime no tardó mucho en alcanzarlo y llegar al río, pero el barquero se negó a llevarla a la otra orilla y disfrutó viendo como ella se desnudaba pues no le quedaba otra opción que cruzar nadando. En cuanto puso un pie en el agua se transformó en una serpiente gigante. El barquero y toda la gente de la zona salieron corriendo, pues temían por sus vidas; pero Kiyohime estaba centrada en encontrar a Anchin. Poco después llegó a los muros de Dojo-ji.

Al ver la serpiente a lo lejos, los monjes del templo decidieron ayudar a Anchin todo lo rápido que pudieran, y buscaron un lugar para esconderlo. Se cruzaron con una enorme campana. Anchin se escondió dentro, esperando que Kiyohime pasara de largo sin darse cuenta de su presencia y acabara por olvidarse de todo. Pero eso no es lo que pasó. Los monjes huyeron rápidamente a esconderse en algún otro sitio y Kiyohime llegó a las murallas. Sin embargo, los muros y las puertas no la mantuvieron fuera de la zona fortificada y, finalmente, consiguió entrar. Empezó a buscar a Anchin desesperada y furiosa. Buscó en cada rincón sin poder encontrarlo. La única cosa que no había revisado era la campana. Sin saber que Anchin estaba allí escondido se enfureció más aún al no conseguir encontrarlo. Se enroscó alrededor de la campana y empezó a exhalar fuego. De ese modo mató a Anchin, que, atrapado dentro de la campana, se había expuesto a temperaturas mortales. Aquellos que habían visto a lo lejos la campana y a la criatura, vieron también las llamas. Kiyohime se marchó de vuelta al río y se suicidó. Después de eso nadie se atrevió a ir allí.

Después de que Kiyohime se marchara y ya no hubiera peligro, los monjes volvieron asustados hasta la campana para comprobar si Anchin seguía con vida. Cuando levantaron la campana encontraron el cuerpo quemado, solo quedaban los huesos de Anchin. Lloraron porque no consiguió escapar, y decidieron escribir toda la historia que Anchin les había contado antes respecto a todo lo que había pasado cuando llegó Kiyohime. Usaron un pergamino, para ilustrarlo todo. Se hicieron dos o tres copias para las nuevas generaciones de monjes que cuidarían de Dojo-ji y difundieron la leyenda de esos dos por toda la población. La última copia, que tiene más de cien años de antigüedad, es la que teníamos frente a nosotros y el señor Ono es el que más disfruta compartiendo la historia con los visitantes. El monje encargado de Dojo-ji tuvo después un sueño en el que dos ángeles, que representaban a Anchin y Kiyohime en la dimensión siguiente, se le acercaron y le dijeron que habían vuelto a conectar y se desvanecieron en diferentes direcciones. Después del sueño, todo se quedó por escrito.

Y esa es la leyenda de esta pareja y una de las historias de Dojo-ji. El propósito de la historia es hacer entender que no debemos sentir celos, ira, posesividad o necesidad de controlar a los demás y que todos debemos intentar evitar esos sentimientos y comportamientos a lo largo de nuestra vida.

Después fuimos a cenar al restaurante Anchin

Con la historia de Anchin y Kiyohime dimos por concluido el recorrido por el interior del templo, por hoy. Me di una vuelta por la sala para ver todo lo demás que había allí y, como he mencionado antes, se puede ver una pieza del pergamino original (o, al menos, de una de las copias más antiguas). Yo diría que era el original porque las ilustraciones y el texto apenas podían verse y el pergamino se había deteriorado con el paso del tiempo. Aún así, resultaba fascinante ver cómo ha conseguido sobrevivir más de 900 años hasta hoy, y cómo se ha compartido la historia generación tras generación hasta el día de hoy.

Volvimos a la sala entrada y al stand de información. El señor Ono estaba hablando con mamá Mieko, después me explicó que estaban discutiendo los planes para la cena de esa noche y dijo que él nos acompañaría en el restaurante después, sobre las 6 p. m. con su mujer, así que volveríamos a vernos. Eso me alegró mucho y estuve esperándolo con muchas ganas.

Antes de volver al coche mamá Mieko me compró un libro de Dojo-ji con unas fotografías muy bonitas y de alta calidad. Todo lo demás estaba en japonés pero eso lo hizo incluso más valioso para mí. Además de los libros, también recibí una postal o tarjeta ilustrada muy bonita y sencilla de Dojo-ji que pienso guardar como recuerdo (y como parte de nuestra herencia familiar). Toda esta experiencia en Dojo-ji me resultó muy fascinante y el pergamino ilustrado me hace querer diseñar uno propio. En realidad, desde ese día tengo planeado escribir y diseñar mi propio libro de viajes sobre Japón, con algunos elementos del pergamino. Ya veremos. Pienso hacerlo este verano (pero solo en croata, estoy cansado del inglés y me hace mucho más lento).

Cogimos nuestros zapatos del armario, nuestros paraguas y fuimos hacia el aparcamiento. Había olvidado que mamá Mieko no habla inglés así que volvimos a nuestra divertida realidad de intentar entendernos a base de asentir y decir "¡oke oke! " para todo, escribir y dibujar las explicaciones o usar el diccionario del móvil.

Fuimos a comer al centro, visitamos otro templo (ya os contaré más adelante), fuimos a ver a la anciana madre de Mieko, otro sitio más y volvimos a casa. Dormí un poco antes de que llegaran las 6 p. m.

Nos reunimos todos en la entrada de la primera planta en Anchin, alrededor de unas cuantas mesas. La mitad de la familia Ishikura estaba con nosotros y pronto llegó el señor Ono con su mujer. Disfrutamos de la conversación y de la cena, que duró unas 2-3 horas. Fue genial ver allí a todo el mundo, especialmente para mí, como alguien que estaba allí por primera vez para disfrutar de una compañía tan diversa. Con el señor Ono pudimos hablar de diferentes temas y pude responder a más preguntas, y preguntar yo también, puesto que él podía ayudar con la traducción. El señor Ono me ayudó a explicar la difícil situación por la que pasaba, puesto que no tenía un adaptador para el cargador de mi portátil. Al día siguiente fuimos a la tienda y encontramos el que necesitaba (y ahora puedo usarlo cada vez que vuelva a japón).

La visita a Dojo-ji antes del campamento

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Al cambiar de familias de acogida y usar bicicletas para recorrer la zona, pude ir a visitar a mi familia y colegas del restaurante Anchin y después subir la colina de Dojo-ji y saludar a todos antes de marcharme a Osaka. No sabía que el campamento había organizado una visita a Dojo-ji. Hice algunas fotos del patio cuando ya me sentía cómodo para pasear por allí. Dejé mi bicicleta en el camino (sin temor a que alguien se la llevara), entré y le pregunté al joven de la entrada si el señor Ono estaba allí. Él vino poco después y hablamos un rato antes de despedirnos. La siguiente vez que fui allí fue con el campamento.

De vuelta con el campamento

Algo menos de dos semanas después volví a Gobo y a Dojo-ji. Esta vez, con el campamento juvenil, que estaba mayormente en Osaka aunque nos movíamos a un sitio nuevo prácticamente cada día. Una mañana dijeron que íbamos a pasar todo el día visitando templos. Yo ya había oído rumores de mi familia de acogida de que volveríamos a Dojo-ji pero ninguno de mis amigos del campamento sabía nada. Pronto nos acercábamos al sur y al paisaje familiar. No necesité las señales para conocer el nombre de la ciudad en cuanto cruzamos por el puente tan familiar y vi las calles por las que solía ir en bicicleta.

El autobús fue directamente al aparcamiento que había detrás del edificio principal, en la colina. Yo me emocioné mucho y pude ver a un miembro de mi primera familia de acogida allí arriba, hablando con los demás. Era el señor Ishikura, del restaurante Anchin. Así que mientras los demás estaban confusos y no sabían lo que íbamos a ver (excepto un amigo de Mongolia que también había estado en Gobo) yo estaba super emocionado y me sentía genial. Era como "volver al barrio". Los demás saludaban muy formalmente, estrechando la mano al señor Ishikura y a los demás. Yo simplemente me acerqué a saludarlo a nuestra manera, como colegas (¡Tadaki-san! ). Subimos hasta la entrada del edificio principal. Allí, el señor Ono nos dio la bienvenida y, una vez más (para sorpresa de los demás), me saludó y me preguntó cómo me iba en el campamento, tan lejos de allí. Estuve de muy buen humor todo el tiempo. Tuvimos la oportunidad de ir al salón de las estatuas y, allí, nos sentamos en el suelo mientras el señor Ono nos contaba las historias de algunas deidades de allí y de toda la región alrededor del templo. Como en aquel momento éramos muchos, guardamos los zapatos en las bolsas de plástico y los llevamos con nosotros. Por allí sí se podía caminar solo con los calcetines porque se estaba bastante calentito y estaba lleno de alfombras.

Después de las historia de la princesa de cabello largo, Kannon y Buda fuimos a la otra sala a escuchar la historia de Anchin y Kiyohime. Me senté en el mismo lugar en el que me había sentado hacía 3 semanas y me preparé para escuchar la historia. Como el señor Ono se había ganado el respeto de todos en el salón anterior, con sus bromas y con su estilo moderno, todo el mundo guardó silencio y prestó atención a la historia que nos contó. Una vez más, fue muy divertido e hizo referencias a situaciones y problemas modernos en las relaciones y nos hizo reír a todos. Más tarde, en el autobús, se ganó el título de "ese tipo tan majo del templo".

Un poco después dejamos el edificio principal y fuimos al que está al otro lado del puente. Allí entramos hasta estar detrás de las estatuas y nos hablaron de algunos eventos y cosas importantes. no recuerdo mucho de aquello, excepto la parte de que algo grande iba a pasar ese año o el próximo y que estábamos invitados a ir con nuestros amigos o compañeros. Eso fue algo nuevo para mí también, ya que no habíamos estado allí durante mi primera visita y no tenía ni idea de la existencia de ese lugar.

Nuestro tour en Dojo-ji había terminado. Aún así, les prometí a algunos de mis colegas que iría a darles una sorpresa durante nuestra visita con el campamento y ellos no sabían cuando sería. El problema era que el autobús no había aparcado enfrente del restaurante y estaban anunciando que faltaba poco para que nos marcháramos. Pero yo no quería perder la oportunidad de visitar a mis amigos del restaurante, así que se lo dije rápidamente al señor Ishikura (que no solo era parte de mi familia de acogida sino también uno de los organizadores del campamento) y dijo "oke oke". Eso significaba que el autobús pasaría por delante de la puerta del restaurante.

Di un salto por el portal y corrí escaleras abajo hasta mi calle, diciendo "ohayoo" a todos los vecinos y me colé en el restaurante Anchin. Fue una gran sorpresa para ellos, les dije con mi humilde nivel de japonés que estaba allí con el campamento, visitando Dojo-ji, que el señor Ishikura también estaba allí y que tenía unos minutos antes de tener que irme. Todo se paró durante unos minutos para que pudiéramos charlar, pero tampoco quise molestarlos demasiado. Me apresuré hacia la casa (que está a un metro por detrás del restaurante), encontré a nuestro gato, Mitsa, y sorprendí a mamá Mieko. Después de abrazarla y tomar un vaso agua en nuestra cocina, volví al restaurante, me despedí de mis colegas y salí. Allí me encontré con algunos miembros de la familia y esperé al autobús, que tardó un minuto o dos en llegar. Mis amigos del autobús estaban confusos porque yo había desaparecido. Pero yo me puse muy contento cuando todo salió como había planeado. El señor Ishikura nos dio unos regalos y galletas Anchin para todos. ¡Eso sí que fue divertido! A todos les gustaron las galletas, estaban recién hechas y deliciosas.

Ya nos marchábamos de Dojo-ji y todo el mundo hablaba de lo bien que lo habían pasado y de lo geniales que habían sido nuestros guías.

La última visita a Dojo-ji antes del viaje de vuelta a casa

El último día de mi estancia, aquel verano, en Japón había llegado y decidí hacer un gran tour en bicicleta para visitar a todas mis familias de acogida (las cuatro) y a la gente que había conocido allí para despedirme. Había estado en las escaleras de Dojo-ji hacía un día, pero no había llegado a entrar. El último día llegué en bicicleta y busqué al señor Ono por última vez para charlar un poco. Dimos un corto paseo por el patio y hablamos de la experiencia en el campamento y de mis pensamientos respecto a ese mes en Japón y mis futuros planes. También le pedí una foto con mi cámara analógica. Hice unas cuantas fotos más del lugar y nos despedimos hasta la próxima vez (¡tsugine! ) y me deseó un buen viaje en croata.

Eso es todo lo que recuerdo respecto a Dojo-ji. No quería saturaros con información adicional sobre nombres y fechas especiales; en vez de eso, esperaba contaros todo lo que recuerdo de las historias y lo que me pareció relevante, mi propia experiencia. Espero que os haya gustado y hayáis aprendido algo nuevo. Puede que algún día caminéis por los mismos pasillos por los que caminé yo.

¡Gracias por leer!

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