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Restaurante Anchin


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Vivir y trabajar en el restaurante Anchin

Traducido por flag-es Marta Toledo — hace 5 años

Texto original de flag-hr Grgo Petrov

He tenido la oportunidad de experimentar el trabajar y servir comidas en un restaurante japonés durante varios días a lo largo de mi viaje en Japón el verano de 2015. Pero hay mucho más de lo que hablar, cómo llegué allí, cómo era aquello, cómo eran mis compañeros. Responderé a esas y otras preguntas que podríais tener aquí.

El restaurante se llama Anchin, lleva el nombre del personaje de la leyenda de Anchin & Kiyohime, cuya historia tenía lugar cerca del templo Doujoiji, ubicado en Hidaka y en la ciudad de Gobo, el la prefectura de Wakayama, la zona sur de la región Osaka Kansai, con su centro administrativo en la ciudad de Osaka, parte del área metropolitana de Keihanshin (Osaka-Kyoto-Kobe) y una de las más grandes del mundo. Gobo es una ciudad algo más pequeña, con una población que ronda los 25. 000 habitantes, fue mi hogar durante más de dos semanas de mi estancia en Japón y allí tuve mi primer contacto con la sociedad japonesa, hice mis primeros amigos, formé parte del equipo local y se convirtió en mi segundo hogar, no solo material sino por los lazos y los buenos recuerdos con la gente de allí, que hicieron todo lo posible para asegurar que mi estancia allí fuera inolvidable.

Primera tarde en Japón y la gran cena de bienvenida en Anchin

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Al principio no iba a quedarme ahí, y al pensarlo ahora, después de haberlo pasado tan bien, supongo que sería difícil y extraño aceptar que algunas cosas habrían sido completamente distintas. Seguro que habría visitado el restaurante en algún momento durante el tiempo que estuve en Japón, o al menos habría echado un vistazo aunque fuera solo a las galletas que hacían allí; pero nunca habría tenido la oportunidad de conocer a la gente que trabajaba allí, la zona, ni la oportunidad de formar parte de un equipo. Esto es lo que ocurrió.

El día del vuelo, el 1 de julio, recibí un email urgente por la mañana, varias horas antes de ir al aeropuerto, en el que el Club Lions Gobo decía que, debido a unos desafortunados e inesperados problemas de la familia que supuestamente debía cuidar de mí, tendría que quedarme con otra familia de acogida de forma temporal. La información que me dieron añadía que eran algo mayores, en torno a los 60, eran cocineros y tenían un restaurante; su familia vivía cerca y los visitaban a menudo; hablaban inglés y japonés tanto como yo hablaba japonés al llegar allí; y por último, tenían un gato. Mitsa y yo nos hicimos buenos amigos. Estaba un poco preocupado porque no sabía cómo sería la experiencia de estar con una familia que no hablaba inglés, no tenía experiencias anteriores, ni sabía si seríamos capaces de superar la barrera del idioma. Resultó ser una de las mejores cosas que me pasaron ese verano. El hecho de que los planes cambiaran, así como mi destino, me permitió conocer mucha más gente y experimentar algo completamente distinto, cosa que no podría haber imaginado antes.

El 2 de julio mi avión aterrizó en el Aeropuerto Internacional de Osaka (KIX) sobre las 10 a. m. (hora local de Doha, Qatar). En Croacia serían las 8 a. m. probablemente. En cualquier caso, después de que mi familia de acogida, los Ishikura, me recogiera en el aeropuerto y me llevara a casa (un trayecto de una hora más o menos), el cielo se oscureció rápidamente y la noche reemplazó al día. Fue ligeramente sorprendente para mí ya que dejé Qatar a la 1. 30 a. m. por la noche y llegué a Japón después de un vuelo de 9 horas y otra vez era por la tarde, si no de noche. En cuanto llegamos al aparcamiento, junto a la casa y el restaurante, el cielo se oscureció y comenzó a llover.

Era en esos momentos cuando me sentía algo cansado (en realidad, necesitaba estirarme después de estar sentado tantas horas) y al mismo tiempo excitado porque mis 28 días en Japón estaban a punto de comenzar. No sabía qué esperar, cómo iba a sobrevivir sin saber japonés (excepto 3 o 4 frases) y cómo iba a ajustarme a la vida local. Durante el camino en coche había 3 personas más que me estaban esperando en el aeropuerto; se trataba del señor Ishikura, el cabeza de la familia Ishikura y del negocio de restaurantes locales, con quien iba a quedarme; y dos miembros del Club Lions Gobo, que me ayudaron a organizar mi llegada. Una de ellos, Mamiko-san, hablaba inglés bastante bien así que me ayudó desde el aeropuerto hasta llegar a la casa de la familia Ishikura. Se sentó a mi lado en el asiento de atrás y me ayudó traduciendo a los otros dos en el coche. También me salvó varias veces durante las fiestas de bienvenida, cuando no sabía qué estaba pasando ni qué se suponía que debía hacer; también cuando tenía que ir al banco y explicar al personal del banco mi problema al no poder sacar algo de efectivo. La dejamos en su casa de camino al restaurante; y quedábamos tres.

Después de bajar del coche con mi pesada maleta conocí a mamá Mieko Ishikura, que me enseñó mi habitación y el resto de la casa. Después me senté en el salón y conocí al resto de miembros de la familia Ishikura. Allí estaban el hijo del señor Ishikura y su esposa e hijos. Como ellos hablaban muy poco inglés y yo la misma cantidad de japonés tuvimos que usar diccionarios y las manos. Yo estaba allí sentado pensando lo bien que iba a pasarlo y los retos que me encontraría durante los próximos días hasta que me acostumbrara a todo. Después de 20 minutos fuimos invitados a ir a un restaurante, o eso entendí. En aquel momento no sabía que el restaurante estaba junto a la casa (y el nombre Anchin estaba escrito solo en japonés y yo no sabía leer nada mi primer día). Estaba, literalmente, a unos 3 metros de distancia.

Junto a una de las entradas (la entrada sur) hay una máquina expendedora que vende bebidas. Estas máquinas son mucho más grandes que las que hay en Europa. Entramos al interior y mi primera experiencia con la cocina japonesa estaba a punto de empezar. Nos sentamos en una mesa y mis ojos se cruzaron con un reloj que ya marcaba las 7 p. m., lo que significaba que mi familia estaría almorzando en ese momento en Croacia, donde serían las 10 a. m. Nos separaban 9 horas de diferencia, más de un tercio de la tierra; además, para ellos yo vivía a 9 horas en el futuro. Estábamos sentados en las mesas del primer piso; luego descubrí que había 2 grandes vestíbulos y más habitaciones en el segundo piso.

El interior del restaurante era bastante acogedor y cómodo. Al menos el primer piso parecía mucho más abierto a todo tipo de clientes que el segundo piso. Había mesas y sillas para al menos un autobús y medio de clientes. Las mesas tenían manteles amarillos. A mi izquierda estaba el mostrador donde uno podía pedir su comida y ver qué se ofrecía para comer y beber. Había algo escrito en la pared, justo encima, además de una campana y un dragón a su alrededor escupiendo fuego. Como yo era nuevo no sabía qué pasaba en la ilustración ni qué tenía que ver con el restaurante; pero todo cambió después de visitar el templo de Doujouji. Detrás del mostrador había una puerta que llevaba a la cocina. Frente a mí había otro mostrador, puede que el principal, rodeado de artefactos y periódicos. Hablando de dichos artefactos, muchos tenían también la forma de esa misteriosa campana con un dragón. Sentía curiosidad por los periódicos y quería leerlos (es decir, no entender nada pero admirar el sistema de escritura japonesa y su forma de escribir en columnas). Este mostrador estaba bajo unas escaleras que llevaban al piso superior; y esa era la entrada este, con una puerta automática, así como un pasillo que llevaba al fondo de la tienda y al frigorífico. Una vez fui allí, el día que vi la Copa del Mundo de Fútbol, con la bandera croata y así pude enseñársela a mis compañeros.

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Y por último, ¿qué nos esperaba en la mesa? ¿Comida? Fui recibido con una mesa llena de diversos platos japoneses; algunos de ellos (como el sushi) pude reconocerlos, pero la gran mayoría eran desconocidos para mí, y no podría adivinar su nombre, con sinceridad. El señor Ishikura se sentó frente a mí mientras me iba diciendo los nombres de todo lo que tenía delante. Aún recuerdo perfectamente el momento en que señaló el maguro, ebi, tai, ika, soba, suika... Recordé los nombres y los usé solo en japonés, pero no sabía cómo se decían en inglés ni en croata. Cuando pasaba por algunos restaurantes japoneses, después en Zagreb, no podía reconocer el nombre croata y relacionarlo con las imágenes, pero podía nombrarlo en japonés después de ver las fotos de la comida. No tenía mucha hambre ya que había comido en el avión y había tomado un sándwich, pero intenté comer todo lo que pude esa tarde y al final conseguimos vaciar la mesa casi por completo. Entonces sí que estuve lleno.

Intenté comer sushi, que es arroz con algunos otros ingredientes muy bien empaquetados para que puedas comerlo de uno en uno. Uno de mis sabores favoritos allí, un sabor completamente nuevo para mí, era la mezcla de maguro (atún) con wasabi, que le daba un sabor bastante fuerte. Aprendí que no se toma el wasabi solo, sino, más bien, mezclado con otras salsas y se mojan los ingredientes, como el pescado, ¡pero solo un poco! Hablando de lo que nosotros llamamos "pasta", que para ellos es "soba", empecé a comérmelo automáticamente enrollándolo en mi tenedor. Entonces el señor Ishikura empezó a corregirme "no no no, iie iie, no italian stayru, japanese... " y me enseñó cómo hacerlo. Desde entonces, incluso hoy me como la pasta levantándola un poco en el aire en vez de enrollarla. También fue algo difícil acostumbrarse a los palillos al principio, pero conseguí aprender a usarlos de la forma adecuada (aunque más tarde los abandoné). Después de media hora disfrutando de la comida (y de algunas cosas que para mí era la primera vez), especialmente comiendo arroz con los palillos y su salsa, intentamos comunicarnos un poco pero aún era muy complicado. Intenté usar algunas de las frases que había estado aprendiendo en el avión cuando el hijo del señor Ishikura iba a marcharse; probé con "¡Mata ne! " y resultó ser la elección adecuada. Ayudé a limpiar la mesa y entré a la cocina por primera vez. Aún no sabía que iba a pasar varios días ayudando allí. Sigue leyendo por favor.

Fiesta de bienvenida del Club Lions de Gobo

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Después de la cena me hablaron de una fiesta de bienvenida para mi segundo día en Japón. No tenía ni idea de a qué se referían (y la palabra "fiesta" probablemente se asocia con algo más salvaje). Anchin era también el único lugar en el que había conexión al wi-fi así que contacté con mi familia y amigos desde ahí y sorprendí a aquellos que no sabían que iba a Japón al subir las fotos de la cena. Para muchos fue simplemente "¡¿Pero qué?! ¡Si te vi hace dos días en el centro de Zagreb! ¿¡Qué estás haciendo en Japón?! " y otros dijeron, después de subir más fotos los días siguientes, que pensaban que había buscado fotos al azar y las había descargado para gastar una broma. De todas formas, la otra mañana, después de no dormir mucho por el jet-lag (mi cerebro estaba totalmente confundido, igual que mi ritmo biológico) desayuné sobre las 9 a. m., fui a dar una vuelta por la casa y encontré a Ishikra-san viendo la televisión en el salón y le dije que iba a dar un paseo por el vecindario para que supieran donde estaría (no creo que me entendiera pero dijo "oke oke"). Más tarde, cuando volví a casa y me hice una opinión de lo que había visto y de lo que había hecho fotos. Mamá Mieko me trajo la comida del restaurante, que incluía arroz, por supuesto, con unas salsas deliciosas y algunas verduras. Me sentí muy satisfecho y no me quedé con hambre después.

Me pasé el resto del día entrando una vez más al restaurante, pero fue muy rápidamente ya que no quería molestar a la gente allí y me relacioné muy poco con ellos. No estaba seguro de si sabían que me quedaba con Ishikura-san y habría sido muy difícil explicarlo con mi pobre nivel de japonés. En vez de eso, volví a mi habitación, leí el material de aprendizaje y después me fui a dormir otra vez, cuando empecé a sentir dolor de cabeza. Solía dolerme la cabeza por la mañana justo después de despertarme y por la tarde después de comer. Tardé casi una semana en acostumbrarme a la zona horaria en Japón. Por la tarde escuché "¡Gureeego! " desde la parte baja de las escaleras, Ishikura-san me dijo que me pusiera pantalones largos porque nos íbamos a la fiesta.

Usamos las escaleras exteriores para subir a la segunda planta del restaurante; allí nos quitamos los zapatos y caminamos solo con nuestros calcetines. Vi que una parte del piso superior estaba bañada en luz y cerrada, por lo que era más que obvio que aquel lugar estaba reservado y no era para que otros lo vieran. Entonces, entramos en la parte reservada del vestíbulo.

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Me sorprendí bastante al ver a unas 30 personas en traje, hombres del Club Lion Gobo, y estaba un poco asustado respecto a lo que tenía que hacer o decir. No sabía si alguien hablaba inglés para ayudarme un poco, y tampoco sabía si tenía que preparar un discurso frente a ellos. Todos se giraron hacia mí y empezaron a aplaudir y a darme la bienvenida en japonés, lo que también me hizo sentir algo extraño, pues no esperaba eso para nada. La comida ya estaba preparada en las mesas. Nos dirigimos hacia el centro de la mesa y me senté junto al señor Hiro, el presidente del CL Gobo. Nos presentamos y les estreché la mano a todos a mi alrededor. La mitad de la gente hablaba mientras miraba en mi dirección. La mayoría de la gente presente aquella tarde eran señores algo mayores, pero a mi izquierda se sentaba el más joven (relativamente hablando) de ellos y hablaba inglés. Al parecer, era el miembro de la familia que se suponía que debía acogerme pero debido a unos problemas no pudo ser. Me dijo que no me preocupara por nada y que me ayudaría si me quedaba atascado con la barrera del idioma.

Entonces empezó la diversión con la cena. Teníamos un gran y variado bufet justo delante de nosotros así que empezamos a disfrutar de la comida. Había algo de vino y sake, y muchos platos tradicionales distintos. Como he dicho antes, me encantó el sushi de maguro con wasabi. También trajeron una tarta que llevaba escrito "Gureko". Tenía curiosidad sobre su significado, así que le pregunté a alguien. Al parecer era mi nombre. Desde aquel día y desde el momento en que envié esa foto a mi familia y amigos, se convirtió en uno de los símbolos de mi viaje y uno de los nombres favoritos para mis abuelos desde el momento en que lo vieron. Todo estaba delicioso y, de nuevo, me sentí más privilegiado de lo que debería como invitado. Pusieron mucho esfuerzo en hacer que mis primeros días allí fueran geniales; incluso intentaron casarme con cada chica que había desde que, siendo ingenuo como soy, les dije que no tenía novia. Después de eso tuve que inventarme una historia en la que sí tenía una para poder disfrutar de mi tiempo con paz y tranquilidad. En realidad, el señor Inglés (llamémosle así) intentó meterme en una relación con cada chica o mujer de mi edad que se cruzara. Él empezaba a contar historias sobre mí (¡y yo sin tener ni idea de lo que decía! ) y yo solo podía pensar en escapar. Pasó en un restaurante y en un bar karaoke. Afortunadamente no pasó durante el partido de béisbol.

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Llegó un momento en el que tuve que decir unas palabras y, me sentí tan confuso que ni si quiera pude recordar cómo decir "Lo siento pero no hablo japonés". Al final todo salió bien. Los tipos que estaban frente a mí (los vi un par de veces más, incluyendo el día de antes de mi vuelo) me dijeron que conocían a Mirko Filipović y sabían algo de fútbol. La mayoría de ellos habían conocido Yugoslavia y sabían que se separó en los 90 pero no mucho de los nuevos países independientes. Algo que me resultó especialmente gracioso fue cuando uno de los tipos frente a mí me dijo que mi cara se parecía a la de Bill Gates. Creo que, para ellos, yo parecía otro occidental más (y estoy bastante de acuerdo con eso). Otra cosa graciosa fue cuando, al terminar la cena y nos preparábamos para volver a casa, uno de los miembros del club se acercó a mi otra vez, muy feliz, y quiso saludarme personalmente. Me preguntó si era canadiense (después de que mencionaran "Kuroachia/Croacia" unas 50 veces). También conocí ahí a mi tercera familia de acogida. Analizar la situación desde la comodidad de casa, habiéndolo experimentado todo ya, hace que todo se vea mucho más claro que cuando estás ahí, eres el nuevo y estás un poco perdido con toda la información.

Alguien sacaba muchas fotos de nosotros y una grupal de todos, rodeado de mis familias de acogida y yo en el centro. Me las entregaron los últimos días y las guardo como recuerdo. El señor Ishikura me dijo que el día siguiente ayudaría en el restaurante. Dijo "tomorrow, arbaitu arbaitu, oke oke? ". Yo acepté con curiosidad por el día siguiente y me fui a dormir.

Primer día de trabajo en el restaurante y bienvenida a los clientes de Hong Kong

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Después de otro dolor de cabeza por la tarde (mi segunda noche) me desperté sobre las 8-9 a. m. y me quedé 15 minutos en la cama pensando "solo unos minutos más, por favor... ". Entonces escuché "Guregooo"; Ishikura-san me llamaba. Me levanté rápidamente, me preparé, tomé el desayuno y él se acercó con la ropa blanca del trabajo de mi talla. Estaba cada vez más emocionado, me parecía una cosa genial, y al mismo tiempo estaba un poco asustado ya que nunca había hecho algo así. No se trataba de ayudar a alguien en la cocina, sino en el restaurante, con todos los clientes que iban allí cada día, y me incomodaba pensar que podría hacer algo mal. Otra cosa que me preocupaba un poco era que no sabía cómo iba a formar parte del equipo allí y socializar cuando casi todos los que trabajaban en el restaurante eran mayores y solo hablaban japonés, claro (con la excepción de un señor mayor que sabía inglés para las situaciones de emergencia y una persona de mi edad que estaba aprendiendo). Esto es lo que pasó.

Entré al restaurante por las puertas automáticas con Ishikura-san y llegamos a la pequeña habitación en el centro del restaurante, que era el lugar por el que los trabajadores entraban y salían. También solía ser otra salida cuando cargaba las cajas de las comidas servidas a un coche en el patio y, por último, era también el sitio donde se cogían los guantes nuevos, las máscaras de protección para la cara, los trajes blancos y las botas.

Me dijeron que me pusiera la máscara para preparar las comidas para asegurar que la preparación de las comidas era lo más segura posible (pero no tenía que ponerme nada en la cabeza, al contrario que las mujeres allí). En cuanto a las botas o calzado especial, tuve que coger el número más grande que, aún así, era más pequeño que mi número así que mis dedos o la parte de atrás quedaban un poco por fuera. ¡También los había en rosa! Más tarde, cuando estábamos limpiando la cocina por la tarde, después de terminar el trabajo me quedé a ayudar, pero necesitaba las botas; el número más grande que encontré fue el del jefe, el señor Ishikura.

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Entramos, entonces, a la habitación grande con varios trabajadores más y aquí es donde empieza mi historia y donde todo cambió. En cuanto entré vi varias mesas con un montón de platos y cajas alrededor con platos preparados o medio preparados. Había dos filas de mesas y puede que unas 30 o 40 cajas en las que ponía Anchin en japonés. Este fue también el principio de mi estudio de Hiragana. Había varias personas que sentían curiosidad sobre mí así que nos saludamos pero esperamos a más tarde para hablar. Tenía mucho cuidado de no hacer ninguna estupidez y estaba nervioso por si todo estaría bien. La primera tarea que Ishikura-san me enseñó fue a preparar los platos para la comida; esto consistía en la preparación de maguro, wasabi y gambas con arroz (o sushi, una de sus variantes). Al principio iba algo despacio, asegurándome de no hacer nada mal, pero pronto alcancé el ritmo adecuado. Después de preparar varias cajas de comidas (en cada caja había espacio para 4 o 6 platos, dependiendo del tamaño y la importancia) los envolví todos con plástico de envolver. Después de mi primer trabajo bien hecho todo lo demás fue fácil, y las únicas barreras que me frenaban eran las lingüísticas, ya que a veces me costaba entender qué querían que hiciera a no ser que me lo mostraran (especialmente cuando me explicaban a dónde llevar algo, de cada 10 palabras yo entendía una).

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Otra cosa que debería mencionar y que era muy importante y parte de la identidad del restaurante, tal y como yo lo recuerdo, era la música. Había música tradicional sonando de fondo en todas las habitaciones de la primera planta, sobre todo en la cocina y la otra habitación. No podías estar ahí y no escucharla. Se me metió en la cabeza desde el momento en que entré al restaurante y pasé horas ahí dentro. Puedes escuchar algo similar aquí.

Podría pasar horas hablando de todo, refrescando mi memoria con todas las tareas, así que aquí tenéis una lista de varias cosas que tenía que hacer allí:

  • Preparar sushi de maguro (atún), wasabi, ebi (gambas) y arroz en platos amarillos y luego envolverlos en el plástico. También hay que añadir las hojas verdes de plástico junto al arroz, eso que la mayoría reconoceréis inmediatamente en las fotografías de la comida. Esta parte la disfruté ya que, a veces, el olor era bastante fuerte y no podía evitar coger algo de maguro (que sabe simplemente genial) y comer un poco. Después ponía los platos preparados en las cajas que, más tarde, se llevaban a los lugares reservados para los clientes.

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  • Otro de mis trabajos era el de preparar la ensalada con varios ingredientes. Esto a veces consumía mucho tiempo ya que podían haber 4 o 5 ingredientes diferentes en el plato que requerían una proporción y una forma de ser organizados especiales, y me costó un tiempo acostumbrarme a las medidas y al ritmo adecuados. Por ejemplo, el señor Ishikura cogió un poco de los vegetales y dijo "sukoshi, sukoshi" ("un poco, no demasiado") y me lo mostró; aunque luego estuve poniendo un poco más de lo necesario y tuve que arreglarlo. Después de eso bromeábamos diciendo que en Japón sukoshi era solo un dedo, como medida, y en Croacia era más bien un puño. Él se reía y decía "no no no, japanese stayru (estilo)". Cuando miro la imagen, es solo un poco de lechuga, unos cuantos cubos de carne, una verdura amarilla/naranja que no sé cómo se llama y el agua con especias. Después se cubría con otro bol más oscuro cuando se servía a los clientes en la mesa y también se envolvía después con el plástico de envolver.
  • También podría incluir distintos tipos de postres. En una de las fotos de abajo podéis ver qué pinta tenían. Algunos llevaban muchos ingredientes y otros llevaban solo unos cuantos. Cortábamos la fruta, poníamos algo de nata y algún otro sabor, pero no era mucho trabajo, solo un poco de todo para conseguir un equilibrio con el resto de comida. Algo que aprendí allí es que en los restaurantes (y, a veces, también en casa) intentan comer mucha comida de distintas clases pero haciendo lo posible por mantener un equilibrio; al contrario que nosotros, que en casa preparamos una tonelada de una sola comida, ellos prefieren mantener la diversidad en pequeñas cantidades.
  • Preparar sopas también resultó interesante. También incluían muchos ingredientes que no conocía. Recuerdo cargar con una olla enorme de un lado para otro con el agua caliente que se servía en los boles de metal y añadía unas cuantas cosas más que eran algo picantes.

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  • Usaba la máquina en la que metías el arroz y lo sacaba perfectamente enrollado, rollos de arroz. La máquina tenía una especie de plato que giraba 360 grados y sacaba el arroz enrollado en pequeños cilindros. Entonces yo los cogía rápidamente y antes de eso metía mis manos en agua para arreglar los pequeños cilindros o rollos. Después de unas palmaditas tenía que fijarme de qué lado los dejaba en la caja ya que eso importaba (la parte donde podías ver cómo la máquina había pegado dos partes). Había entre 70 y 80 rollos de arroz por caja; luego los combinábamos con otras comidas, enrollados en las tiras negras o les colocábamos una gamba encima, rellenos con algo, etc. casi siempre haciendo algún tipo de sushi.
  • Empaquetar las galletas. Este trabajo era más cómodo y sencillo, y es al que antes me acostumbré. También aprendí a hacerlo durante mi primer día. Me sentaba en una mesa y veía cientos de galletas envolverse en el plástico antes de salir de la máquina. Las galletas se hacían con forma de campana, la misma forma que había visto antes en la pared sobre el mostrador y en otros souvenires; y la misma que vi después en el templo Doujouji. El hombre que hacía este trabajo estaba en la tercera habitación entre nosotros y la tienda; él era el que hablaba inglés y yo lo conocía como el señor English-jin. Allí teníamos varias cajas de madera donde se ponían las galletas empaquetadas. Aquí podéis ver qué pinta tenían:

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    Había una pila de doscientas galletas a la izquierda de la mesa, recién hechas y llegadas de la otra habitación. También teníamos un ventilador que intentaba enfriarlas. Mi trabajo era traer el plástico de embalar del lado derecho del paquete de plástico, uno grande, y meter 5 galletas empaquetadas prestando atención de ponerlas del lado adecuado al meterlas. Y tenía que coger las galletas más frías, no era bueno meter las que aún estaban demasiado calientes. Aquí aprendí las palabras "yakkuri, atsui/atatakai dame dame, samui/tsumetai oke oke" que podría traducirse como "despacio caliente/cálido no es bueno, frío bien". Hacía esto durante unas dos horas y estaba bien porque este era el tipo de trabajo donde no tenía que pensar mucho en otras cosas, simplemente tenía que prestar atención a meter las galletas de la forma adecuada en el plástico. Esto era algo que disfruté bastante. También solía dejar a mi lado mi móvil y mi cuaderno para escribir pensamientos, notas y traducir vocabulario cuando era necesario (ahora hablaré un poco más de esto). Después de meterlas en el plástico, metía los paquetes en las cajas de madera donde cabían unos 15 o 16 paquetes de 5 galletas. Llené varias cajas de madera y las iba poniendo en su sitio. Había otros dos compañeros que hacían lo mismo que yo o el paso siguiente del proceso, y el siguiente paso era ponerlas en una caja de cartón junto a algún papel, listo para la tienda y los posibles clientes. Algunas veces, cuando terminaba de meter las galletas en el plástico grande, cambiaba a la siguiente parte y empezaba a llenar cajas blancas con las galletas y un papel de color con información y algunas curiosidades de Anchin.

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Cuando no estaba trabajando o tenía un descanso me paseaba por el restaurante y la tienda para ver qué había y cómo eran los precios allí. Fue especialmente interesante ver a los turistas bajando de autobuses frente al restaurante y pasando por delante. Muchos entraban a la tienda y compraban algo. Me sentía muy contento cuando veía un paquete que había hecho yo y cuando alguien lo compraba. Los clientes iban a visitar el templo Doujouji y luego les esperaba su cena en Anchin, en la primera planta o en la planta superior.

  • Preparar distintas comidas principales. Solo tengo algunos flashes de memoria de cuando iba a la cocina a por gambas recién cocinadas o hechas a la lancha y las ponía en los platos en la habitación en la que pasaba el 70% del día. Yo debía poner adecuadamente la "tempura", unos cangrejos o pescado frito, en los platos junto a unos cuantos complementos como salsa o ensalada.

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    Entregar la comida en coche. Había otro restaurante muy cerca, a unos 50 metros, y también se llenaba cada día; por eso teníamos que ir varias veces al día a llevar rápidamente cajas de comida. Recuerdo la primera vez que escuché la palabra "kuruma", que significa coche; no tenía ni idea de qué querían de mí. Los seguí por el restaurante con 3 cajas de plástico amarillas, llenas de comida y confuso porque no sabía dónde debía entregarlas. Al final pasamos por las puertas automáticas (ocurría unas 100 veces al día sin parar) y me mostraron dónde debía ponerlas, en la parte trasera del coche. Solía ir con mi compañera Kira-san, que era una persona bastante abierta y temperamental, muy habladora (y hablaba bastante rápido, no entendía casi nada del vocabulario que había aprendido). Cuando intentaba decir "disculpa" ya estábamos allí con el coche, es un paseo de 30 segundos. Bajábamos en seguida y llevábamos las cajas dentro del restaurante, a la parte reservada al personal, donde se podían lavar o cambiar por otras. Había alguien que servía a los clientes esperándonos, nos dio las noticias/necesidades/requerimientos. Se suponía que debía bajar las cosas rápidamente del coche y recoger las cosas nuevas. Entonces volvíamos rápidamente a Anchin #1 y cogíamos los nuevos platos que nos esperaban en las cajas. Y a repetirlo todo.

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    En cuanto al otro restaurante, lo vi una vez cuando no había clientes y cuando el señor Ishikura nos llevó a mamá Mieko y a mí. Tenía la ilustración de la esposa del señor Ishikura-san y una obra muy bonita de estilo tradicional japonés con toques modernos en el techo y las puertas. Escuché que este restaurante era mayormente para los hombres de negocios o "ese tipo de gente", no sé si me entendéis.

  • Poner el arroz recién hecho en las cajas. Una de las compañeras mayores, una mujer mayor, me enseñó cómo poner la cantidad adecuada de arroz para cada recipiente que debía ser para una sola persona. Yo la llamaba "sensei" (profesora), algo que divertía mucho a todos allí, incluso a ella, y estaban siempre riendo. Después íbamos a la cocina y llenábamos varias cajas con unos cien boles llenos de "gohan" fresco (arroz). Luego yo los llevaba a las mesas.
  • Preparar las mesas para los clientes y coger las sillas. Otra de mis tareas favoritas en el restaurante. Yo ayudaba a llevar los platos de la cocina y la otra habitación en las cajas de plástico amarillas al vestíbulo para los clientes. Mi trabajo incluía ordenar los platos y boles adecuadamente, y tenía que ir y venir 3 o 4 veces normalmente para dejar todos los platos. Esta era la parte divertida, envolver otra vez todos los platos para proteger la comida y antes de que llegaran los clientes tenía que encender las pequeñas velas. Al final todo estaba perfecto. Yo tenía cuidado de no romper o tirar nada al suelo. A veces, solo por diversión, cogía un periódico y fingía que lo leía para entretener a los demás. Si había alguien más bajo o alguien mayor, intentaba ayudarles llevando su parte y hacerles trabajar menos, al menos los días que yo estuviera.

    No solían enviarme a la planta superior a preparar la comida ya que usábamos el ascensor de la cocina donde yo ponía las cajas amarillas con los platos y pulsaba el botón de subir, y alguien de arriba lo recogía. Aún así, cuando teníamos que traer más sillas en caso de que faltaran, unos cuantos de nosotros cogíamos las sillas de la habitación en la que trabajaba y las subíamos por las escaleras. Yo intentaba ayudarles de nuevo llevando el doble y les decía que no se preocuparan. Esto no me pareció agotador o aburrido, en cambio, esperaba la oportunidad de poder ayudar. Cuanto más trabajaba con ellos, antes conseguíamos entendernos a la perfección.

De vuelta a nuestra historia con los clientes de Hong Kong. Es probable que hayáis olvidado el título después de tanto texto. Así que, como estaba pasando más y más tiempo con mis compañeros, nos acostumbramos los unos a los otros y nos lo pasamos muy bien. A fin de cuentas estaba intentando ayudarles y para mí era divertido y ellos se entretenían viéndome o incluso cuando intentaba hablar en japonés. Hubo también una escena divertida durante las primeras dos horas de trabajo aquel día cuando el más alto de la cocina se me acercó mientras yo empaquetaba las galletas. Los demás se reunieron rápidamente a nuestro alrededor para ver. Se puso a mi lado y se estiró a su altura normal. Después de un momento de confusión entendí lo que quería ver; así que hice lo mismo y me estiré hasta que se pudiera observar mi altura natural. Aún era unos centímetros más alto, puede que 2 o 3 pulgadas, así que todos se echaron a reír mientras él ponía una cara triste por no haber conseguido el triunfo deseado.

Working and living at the Anchin Restaurant

La cocina antes de limpiar.

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¡Tomando un descanso con Pocari!

La tarde que el cielo se oscureció un poco (además era un día nublado así que oscureció más rápido al no poder ver el sol) lo teníamos todo preparado y estábamos esperando a nuestros clientes de Hong Kong, que iban a visitar Doujouji y luego vendrían al restaurante. Aquel día me dijeron (bueno, fue el gracioso señor Ishikura, claro) que tendría que ponerme el sombrero de cocinero y dar la bienvenida a los clientes. Yo no me lo creí demasiado pero lo que pasó no se alejaba demasiado de la verdad.

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Encendí las velas y, en efecto, me puse el gorro blanco en la cabeza. Aún llevaba el traje blanco y mis compañeros me dijeron que solo tenía que quedarme junto a la puerta con los demás cuando empezaran a entrar y darles la bienvenida en japonés diciendo "¡Irashaimase! ", que es algo así como "bienvenidos" refiriéndose a una tienda o algún servicio. En fin, llegó el momento y yo empecé a decir eso y a inclinarme con los demás. Creo que ellos estaban más sorprendidos y confundidos cuando me vieron ahí que cualquier cosa antes. Les hice una foto y un vídeo, y pude ver sus caras felices mientras disfrutaban de la cena en Anchin. Una hora antes había preparado la mesa al completo con uno o dos compañeros así que todo estaba perfecto.

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Podría decir que el primer día fue todo un éxito. Después de eso pude conocer a todos mucho mejor y, a lo largo de las dos semanas siguientes, como visitaba a mis compañeros a menudo, teníamos nuestras bromas y conseguimos superar las barreras del idioma. Mi japonés el primer día y una semana después se diferenciaba en unas cien o doscientas palabras y frases en cuanto a vocabulario, las más importantes y las que me ayudaban en las situaciones diarias.

Lo cual nos lleva al siguiente tema, que es:

Aprender japonés en Anchin

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Cuando pienso en todo, meses después, puedo decir que la mayor parte del vocabulario japonés lo aprendí el tiempo que pasé con mi primera familia y compañeros del restaurante Anchin. Durante los dos o tres primeros días tuve que esforzarme un poco para comunicarme con los lugareños ya que no tenía ningún conocimiento previo del idioma local. Esta fue también mi primera experiencia yendo a un lugar o país donde se habla un idioma que desconozco. En Austria y Suiza podía pasar usando el alemán; incluso en Italia, si me veía forzado a hablar italiano en vez de inglés, probaba con algunas frases y sobrevivía. Aquí fue muy diferente dado que, a excepción de un par de frases, entré en un mundo completamente distinto a nivel tanto cultural como lingüístico.

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Mi día a día con las familias de acogida y especialmente en Anchin siempre era algo así: a donde quiera que fuera, solo, con alguien o en grupo, en casa o en el trabajo; siempre llevaba una libreta y un bolígrafo en mi bolsillo, y varios papeles con el vocabulario elemental de japonés y frases para turistas y principiantes. Tomaba notas de todo, algo que encontré muy útil y que me ayudó a sobrevivir. También llevaba mi móvil lleno de aplicaciones para aprender japonés; entre estas se incluían algunos diccionarios inglés-japonés y japonés-inglés, aplicaciones que me ayudaban a aprender a leer y escribir hiragana y katakana, y una que me ayudó con la gramática básica y las frases para viajar.

Hablando únicamente de Anchin, fue allí donde aprendí la mayoría del vocabulario, interactuando con mis compañeros. Al principio no les entendía apenas pero intenté grabar todas las palabras que decían y buscar su traducción en los e-diccionarios. Los esfuerzos dieron sus frutos pues fui capaz de formar una base de, más o menos, lo más importante que decían. Esto incluía cosas como " rápido, despacio, a la izquierda, a la derecha, todo recto, en el coche... " y también los nombres de la comida. Mientras empaquetaba las galletas, por ejemplo, dejaba mi cuaderno en la mesa de al lado para, en caso de emergencia, poder buscar las palabras o escribir otras nuevas.

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A mis compañeros les resultaba también muy interesante seguir lo que hacía y mi progreso con el idioma. No tenían tiempo de aburrirse, ciertamente, cuando estaba con ellos y espero haber hecho esos días algo más entretenidos para ellos. Después de varios días estudiando la gramática con mi teléfono y los papeles, intenté expandir mi vocabulario y construir frases más largas en japonés, pero solo en tiempo presente. Así que podéis imaginarme allí, delante de ellos, intentando hablarles de mis aventuras en Japón, qué hice y qué vi, de Croacia y de casa, en un japonés chapucero. Cada vez que tenía un descanso me ponía a revisar todo lo que había escrito hasta entonces y hablaba conmigo mismo o con ellos por diversión. Intenté escribir Hiragana una vez, pero en aquel momento solo conocía unos diez caracteres en total; aprendí a leer Hiragana cuando volví a casa (en cuanto al Katakana, lo he olvidado casi todo, veo los símbolos pero he olvidado la lectura).

Cada noche antes de dormir solía pasarme una hora en mi habitación leyendo el material e intentando recordar las frases o entender más gramática. Esa fue la única experiencia y una buena situación para poner a prueba mis métodos, experimentar un poco y ver qué funciona mejor a la hora de aprender un idioma de cero pero estando rodeado de nativos todo el día. Por supuesto, el objetivo del intercambio del Club Lions no tiene nada que ver con aprender idiomas, quiero decir que aprender el idioma no era el objetivo ni el propósito de viajar a otro país. Era yo quien quería aprender japonés porque, ¿por qué no? yo creo que todo el mundo debería intentar aprender el idioma local del lugar que vas a visitar y en el que vas a estar ya que muestra tu respeto hacia ellos. Aprender el idioma local es también una oportunidad excelente para sumergirse en la sociedad y la cultura; verás y entenderás las cosas desde una perspectiva distinta y, por supuesto, desde la de los lugareños. Para mí resultó fascinante la forma en que los japoneses ven el mundo en relación al idioma y especialmente usando 3 sistemas distintos al mismo tiempo en su escritura (o 4 incluyendo el latín, que también son capaces de escribir). Quería saber cómo de difícil sería desarrollarlo y reaccionar para alguien que no ha estado rodeado por este sistema desde una edad temprana. La verdad es que me sentía como Indiana Jones cada vez que reconocía y acertaba el significado de algún símbolo kanji o algún signo hiragana en los productos o en los monumentos.

En cualquier caso, después de revisarlo todo y de intentar aprender más vocabulario, intentaba usarlo en las conversaciones con mis compañeros del restaurante, y ellos siempre me motivaban y me apoyaban con cualquier fallo o cualquier intento que hacía y me animaban a seguir adelante. Según lo que escuché, para ellos era imposible o muy raro ver a extranjeros (o a occidentales como yo) intentando hablar en japonés ya que puede que no estén acostumbrados ni a ello ni a la idea de Japón como una isla y casi un planeta por sí solo.

También les di los apuntes a mis compañeros para que escribieran en hiragana o intentaran escribir en latín algunas palabras o frases. A veces tenía que dibujar las cosas, literalmente lo que quería decir (una casa, el sol, la tarde, la comida... ) para que nos entendiéramos y, bueno, supuso bastante creatividad pero al final fue divertido.

En conclusión, todo el japonés que recuerdo en este momento y que podría usar en una conversación con nativos por la calle, lo aprendí mientras ayudaba en el restaurante, visitándolo después e interactuando con los compañeros de allí.

El resto de días antes de ir con otra famila

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A pesar de que estuve una semana con mi primera familia de acogida, los dueños del restaurante, no iba a trabajar todos los días al restaurante, sino que algunos días preparaban excursiones por la zona para enseñarme los lugares interesantes y las vistas. En otras ocasiones me iba por mi cuenta o me quedaba en casa. Encontré un piano en una de las habitaciones de mi familia de acogida pues mis hermanas de acogida y los nietos del señor Ishikura tocaban el piano. Después de tocar para ellos, mamá Mieko invitó a dos compañeros del restaurante para que tocara un pequeño concierto para ellos.

En realidad, cuando no tenía nada que hacer y no me apetecía quedarme en casa, llegué a ir en dos ocasiones al restaurante, dado que ahora me sentía más cómodo con mi entorno, cogí mi ropa blanca y mis zapatillas, me puse los guantes y empecé a ayudar con la preparación de la comida. Pensé que sería un desperdicio de tiempo quedarme sentado en casa sin hacer nada (o dar algún paseo puesto que ya lo había visto todo) y estaba realmente contento de poder quedarme con los demás y ayudar. Les preguntaba a todos si necesitaban ayuda, si no, iba directamente a preparar las galletas y las empaquetaba mientras dejaba que mis compañeros escucharan algo de música de mi móvil (puesto que a ellos les parecía bien). Dicho esto, las galletas de Anchin se empaquetaban con canciones de TBF de fondo. Me sentía muy satisfecho y "sabía cuál era mi lugar", dónde tenía que estar y dónde quería estar mientras trabajaba allí. Ya había aprendido el procedimiento y las fases diarias de preparar la comida y la cena para los clientes; sabía todo lo que tenía que saber del reparto en coche y qué hacer en el otro restaurante, coger el ascensor en la cocina para enviar los platos arriba, cargar las sillas, preparar las mesas, etc.

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Al final de la semana, durante mi último día, les mostré la vestimenta nacional del norte de Croacia, lo que les resultó muy interesante y algo completamente diferente a lo que estaban acostumbrados. Al final, Ishukura-san se convirtió en un "zagrebí" con un "škrilak" en la cabeza.

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También me llevé mi portátil con fotos de Croacia y una revista en japonés así que todos se tomaron un descanso y fueron a leer a la mesa.

Visitando Anchin en bicicleta

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Cuando cambié de familia de acogida estaba a unos 1, 5-3 km del restaurante. Pregunté si tenían una bicicleta y, como sí tenían una, me resultó un verdadero placer ir en bicicleta por las calles de Gobo. Después de pasar a mi tercera familia de acogida, que estaba a 1, 5 km, cogí su bicicleta, miré en google maps por dónde tenía que ir y fui a darles una sorpresa a mi primera familia y a mis compañeros del restaurante. Dejé la bicicleta en la puerta con mi gorro y mis auriculares dentro y entré. Ellos siempre se alegraban y se sorprendían al verme, luego me daba una vuelta por el sitio e incluso entraba en la casa familiar para darle una sorpresa a mamá Mieko, al resto de la familia y a nuestro gato Mitsa.

Los visité 3 o 4 veces con la bicicleta. Una vez, mientras estaba con mi cuarta familia, fui para una visita rápida pero me hicieron quedarme a comer, algo a lo que no me negué; comí en la cocina de la casa familiar y decidí quedarme un poco más para terminar el empaquetado de las galletas y por si necesitaban ayuda en alguna otra cosa.

Visita inesperada en el campamento

Dos semanas después, cuando me uní al campamento, hicimos un viaje a Gobo y a Hidaka para visitar el templo Doujouji. Ishikura-san estaba también con nosotros. Después de visitar el templo yo quería ver a mis compañeros así que bajé corriendo por el portal y las escaleras de la colina del templo hasta la calle del restaurante. Saludé a todo el mundo y empecé a contarles todo lo que había visto con el campamento (habíamos visitado Hiroshima, Osaka, Universal Studios Japón y algún otro sitio), les enseñé algunas fotos y les prometí que nos veríamos a finales de julio.

Saludos de Anchin y CL Gobo mientras estaba en el campamento

Durante uno de nuestros viajes por la región de Kansai pasamos un día y una noche en un hotel cerca de la playa Shirahama. Después de varias horas por la mañana nadando en el Pacífico, en un mar y una arena templados (y, tonto de mí, me olvidé de echarme crema solar y me quemé como un tomate), disfrutamos de unos fuegos artificiales en nuestro honor, aquella tarde en la playa. Entonces, pasó algo que me dejó confuso y en una situación un poco incómoda dado que no tenía ni idea de lo que estaba pasando. Durante los fuegos artificiales escuchamos al locutor decir algo en japonés. Pude escuchar varias veces Club Lions XY incluyendo CL Gobo, el nombre de unos cuantos participantes más y por último el nombre de las familias Ishikura, Yanase, Anchin y Club Lions Gobo; y mi nombre "Gurego-san" también. Estaba confundido y no tenía ni idea de lo que estaba pasando, ¿tenía que decir algo o qué? Cuando volví a Anchin y al Club Lions Gobo después de la experiencia en el campamento me explicaron que mis amigos de Gobo me mandaron un saludo mientras estaba en el campamento. Me sentí culpable por no entender el mensaje y porque nadie allí tradujo lo que estaban diciendo. Me sentí muy contento, orgulloso y sentí mucho respeto por ellos y por lo que hicieron. Incluso me entregaron un regalo del señor Ishikura más tarde, un marco con una foto de la playa de Shirahama y el texto en japonés sobre mí y la experiencia con CL allí como recuerdo.

Último día en Japón y Anchin

Pasé otros 2 o 3 días más en Gobo antes de volver a casa en Croacia. Quería aprovechar al máximo la oportunidad de salir con los demás todo lo que pudiera antes de marcharme. Por ello, aproveché esta oportunidad para volver a Anchin, hablar con los demás y ayudarles como había hecho 3 o 4 semanas antes, "donde empezó todo". También fueron otras personas del Club Lions Gobo de los que algunos sabían inglés, así que pude hablar con facilidad de mi experiencia y mis pensamientos durante aquel mes. Los últimos dos días fui a pasar algunas horas allí.

El último día me lo pasé entero dando vueltas en bicicleta y visitando a todos los que conocía por última vez (¡hasta la próxima! ). Lo último en la lista era visitar Doujouji para hablar con el señor Ono y visitar Anchin. Tuve que compartir con los demás que aquel día estábamos empaquetando las últimas galletas juntos hasta que volviera, y eso me puso algo triste. Después de una visita rápida les dije que tenía que volver para comer con mi tercera familia, los Yanase, y que volvería más tarde antes de montarme en el coche de camino al aeropuerto.

Pero eso no pasó. No hubo tiempo después para volver a Anchin y perdí la oportunidad de hablar con mamá Mieko y mis compañeros de allí. Al menos pude pasar por Anchin antes de comer, ya que tenía planeado hacerlo después.

Conclusión y lo que pasó después de Japón

Working and living at the Anchin Restaurant

Me resultó extraño estar de vuelta en Zagreb, rodeado de mi familia, amigos y mi vida diaria. ¡Hacía solo 24 horas estaba en un restaurante en Japón!

Mantuve el contacto con muchos de ellos por Facebook o a través del email o Whatsapp/Line para compartir las noticias. Además, recibieron cartas con saludos de Croacia, Dalmacia y Viena durante las vacaciones de Navidad. Nos enviábamos entre nosotros mensajes, fotos y demás.

Debo mencionar unos cuantos regalos memorables de Anchin que van a formar parte de la herencia familiar y que, espero que se usen más a menudo cuando vuelva a casa después de Austria.

Cuando estaba dejando a mi primera familia y el restaurante me regalaron dos cajas de madera originales, un plato redondo para el sushi y un almuerzo japonés empaquetado. Me sentí muy contento y agradecido. También conseguí palillos de alta calidad para toda la familia e intentamos comer con ellos cuando Madoka se quedó con nuestra familia en agosto. Estos van a ser seguro buenos recuerdos de los fantásticos días que pasé en Japón, en Anchin y con los demás. Hace poco recibí también una foto de Ishikura-san y otro compañero de la cocina (el cocinero que conocía a Mirko Filipovic y que supervisaba lo que yo hacía diciendo "so so so") enviada por otro amigo que trabaja allí.

Gracias por leer.

Galería de fotos



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