Excursión a Cai Be: Delta del Mekong

Delta del río Mekong

Siete de los profesores de Vinalearn decidimos hacer una pequeña excursión de un día lejos del ajetreo de la ciudad. Me hacía mucha falta después de tres semanas de mudanza, horarios de clase que cambian continuamente y profesores entrometidos, por no hablar de lo difíciles que son los niños. Empezamos a planearlo al principio de la semana, pensamos en ir de excursión a ver los mercados flotantes por el Delta del Mekong. Algunos sugirieron lugares distintos y, al final, decidimos coger un autobús local a Cai Be en vez de pagar por un tour carísimo; íbamos a hacerlo por nuestra cuenta. Todo eso está muy bien si al menos una persona del grupo sabe lo que estábamos haciendo. O eso esperábamos todos. En realidad, nadie tenía ni idea de lo que estábamos haciendo aparte de coger un autobús a Cai Be. Pero, ¿luego qué?

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El viaje:

Quedamos el domingo a las 7:30 a. m. en la estación de autobuses de Mien Tay en el Distrito 1 de la ciudad de Ho Chi Minh. Fuimos a la ventanilla y pedimos 7 billetes hacia Cai Be, que está de camino a Vinh Long por la autovía QL1A.

El billete nos costó 84 000 VND a cada uno, lo que nos parecía una ganga hasta que nos dijeron que bajáramos, después de dos horas de viaje, en una calle atestada sin ningún río y ni mucho menos mercados flotantes a la vista. Los siete llamábamos mucho la atención, desorientados y perdidos en una pequeña ciudad vietnamita lejos de la comodidad de nuestra gran ciudad. De la nada se nos acercaron cinco hombres o así en moto hablándonos en vietnamita. Les enseñamos a dónde queríamos ir: a 3 km andando en el húmedo calor. Llámalo suerte o pura coincidencia, los hombres llamaron a más conductores y nos ofrecieron llevarnos hasta el río por 100 000 VND, un precio ridículo por un viaje de 3 km. Cuando nos negamos enseguida rebajaron el precio a la mitad, dejándolo a 50 000 cada uno. Sin saber qué otra opción teníamos, nos subimos de mala gana a las motos, armados con cascos demasiado sueltos, y nos dirigimos hacia nuestro destino. Un extraño giro de los acontecimientos que al final salió bien.

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¡Por fin podíamos ver el río! El muelle estaba rodeado de varios autobuses turísticos y vendedores. En ese momento nos dimos cuenta de que nadie sabía lo que estaba haciendo. ¿Cómo llegábamos al mercado? ¿Alquilábamos un bote nosotros mismos? ¿Nos arriesgábamos a hablarle a los vendedores y que nos timaran? Decidimos que al menos deberíamos preguntar e informarnos un poco.

Una mujer vietnamita que llevaba un vestido tradicional nos explicó la ruta: una barca grande nos llevaría a un río más pequeño, donde nos montaríamos en un pequeño bote de remos y seguiríamos por un pequeño arroyo tropical y serpenteante. Volveríamos a la barca más grande y nos llevarían al pueblo donde se hace caramelo de coco, vino de plátano, papel de arroz y otros productos típicos vietnamitas. Después iríamos a otra isla para probar sus frutas tropicales y volveríamos al puerto. El viaje duraba entre dos horas y media y tres horas; sonaba estupendo y nos esperábamos que costara una barbaridad, pero nos dijo que en verdad solo costaba 190 000 VND cada uno, ¡menos de siete libras! Aceptamos sin dudar. El único inconveniente era que el único guía disponible hablaba francés y vietnamita pero poco inglés. Fui una de los que tuvimos que ofrecernos a interpretar para el grupo a pesar de mi francés oxidado, ¡pero fue una oportunidad estupenda para practicar!

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Nos montamos los siete en el barco, parecía un tour privado. Nuestro guía nos enseñó varias islas y barco-taxis y nos explicó que muchos de los barcos tienen ojos pintados para asustar a los pocos cocodrilos que quedan en el delta. La temporada de lluvias dejó el agua turbia y marrón, ¡pero el aire estaba fresco y por una vez no llovía!

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Llegamos a una curva en el río donde nos recibieron dos botes largos en los que remaban mujeres con sombreros de paja. Despacio y entre tambaleos nos subimos a los pequeños botes, donde nos dieron los sombreros de paja tradicionales para protegernos del sol. Bajamos por el arroyo a una velocidad lenta y relajada, acompañados solo por el sonido del agua y la fauna de la jungla cercana. No había oído un silencio así desde que me mudé a Saigon. Qué agradable y apacible fue alejarse de la locura de la vida urbana.

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Después de media hora río abajo, le dimos propina a nuestros conductores y volvimos a la barca más grande. Partimos hacia el pueblo en la isla donde se hacían varios productos vietnamitas. Nos enseñaron cómo hacían palomitas de arroz, parecidas a las de maíz pero hechas de arroz. Se mezcla el arroz con arena sobre el fuego y se remueve, se retiran las cáscaras y la arena y se deja el arroz inflado. Entonces se mezcla el arroz con varias especias como jengibre, azúcar y otros sabores varios para hacer única cada tanda.

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Pudimos ver la pequeña fábrica de caramelo de coco. Se hierven virutas de coco con azúcar para hacer una especie de caramelo que también se mezcla con varios ingredientes para hacer distintos sabores. Entonces se deja el caramelo en un molde y, una vez endurecido, las mujeres cortan las tiras en cuadraditos y los envuelven en papel de arroz, ¡haciendo paquetitos de caramelo de coco! Yo compré un paquete de sabor a cacahuete, ¡pero hay muchos otros sabores para elegir!

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Luego pudimos probar vino de arroz de distintos sabores. El primero estaba en una jarra con una serpiente muerta dentro. No sabía a vino ni estaba hecho de uvas, era como algo de alcohol o licor con un aroma raro. El «vino» en una jarra con plátanos sabía prácticamente igual pero seguro que alguien con un paladar más experimentado podría apreciar las diferencias.

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Después vimos cómo se hacía el papel de arroz, el material que se usa para los rollitos de primavera y de verano y muchos otros platos. Se pone la mezcla de agua y harina de arroz cocida en una placa térmica casera, como si fuera un crepe, se cocina durante unos segundos y se deja secar.

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Tras visitar las diferentes minifábricas del pueblo nos dieron té de jazmín y muestras de los productos que habíamos visto cómo se hacían, que podíamos comprar en una pequeña tienda además de otros productos y remedios caseros.

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Una vez de vuelta en la barca nos dirigimos a otra isla para probar la fruta tropical. En un restaurante local probamos lichis, sandías, plátanos, piñas y guayabas mientras escuchábamos a una banda y un cantante tradicionales de Vietnam. Entonces empezó a llover.

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Esperamos un rato pero estaba claro que no iba a parar pronto, así que corrimos bajo el aguacero bajo el techo de nuestra barca de vuelta al muelle. Volvimos a las 13:30, pensábamos que íbamos a tener que coger el autobús de las 16:00 pero nos las arreglamos con tiempo de sobra. Otra vez por suerte o por pura coincidencia, un minibús volvía a Ho Chi Minh y nos ofreció llevarnos al Distrito 1 por 150 000 cada uno, mucho mejor que buscar una moto-taxi que nos llevara a la estación de autobuses más cercana, que estaba a 10 km, y luego coger otro billete a HCMC. ¡De nuevo aceptamos sin pensárnoslo dos veces y volvimos a Saigon! Llegamos al Distrito 1 sobre las 16:00, así que decidimos ir al restaurante indio que nos habían recomendado, Baba's, que estaba en la famosa calle Bui Vien. Nos moríamos de hambre y no nos decepcionó. Lo recomiendo al 100 %.

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Ya estoy de vuelta en casa, lo que significa que toca volver a planificar las clases para la semana que viene.

A pesar de la falta de organización, ¡fue un gran día y un viaje que volvería a hacer!


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