Por qué me voy este verano sola a Turquía
Este verano me voy a Turquía, y me voy sola. No ha sido una decisión fácil. A mi alrededor, tanto mis amigos como mis familiares han intentado convencerme de que era una mala idea, pero ahora que ya he reservado el alojamiento, tengo el billete de avión y tengo un visado, estoy segura de que ha sido la decisión correcta. A continuación, he hecho una lista de todas las razones por las que voy a embarcarme en esta aventura, y si alguien intenta volver a quitarme la idea de la cabeza, les diré que lean este artículo. Para todos aquellos que no me conozcáis, aquí me voy a sincerar de una manera que no he hecho antes en este blog, y haciéndolo, espero inspiraros a que abandonéis vuestra zona de confort y cumpláis vuestros sueños más salvajes.
¿Por qué he elegido Turquía?
Mi interés por este país empezó hace cinco años con un sueño. En él, sobrevolaba un brillante mar de color turquesa, viendo como sus aguas chocaban contra una rocosa orilla. No pasó nada más en toda esta visión nocturna, pero recuerdo dos cosas: (a) sentía una maravillosa calma, y (b), sabía que estaba en Turquía, aunque no había estado nunca. Curiosamente, voy a pasarme la mayor parte del viaje lejos de la costa, pero me gusta pensar que este sueño tiene algún significado.
Antes de que empecéis a pensar que estoy loca, dejadme que avance media década hasta junio de este año. Mientras navegaba por una página web de viajes, y aunque me arrepiento, tengo que decir que no me acuerdo de su nombre, me crucé con una fotografía del cielo rosado de Capadocia al amanecer, lleno de globos aerostáticos. La belleza de este sitio me dejó sin palabras, y, aunque lo sienta por mi cuenta bancaria, revivió mis antiguas ganas de viajar a este lugar. A partir de aquí, descubrí Estambul, Pamukkale y Esmirna, y en un segundo, ya había hecho un itinerario que me llevaría por todas estas extraordinarias ciudades.
Además, descubrí muchas cosas sobre la forma de vida turca; desde su cocina tradicional hasta sus baños turcos. Aun así, no solo me atrajeron la vistas y la cultura de este lugar. A continuación, indico los tres principales puntos de interés de este país.
Es barato
Ya sabía que, dejando de lado el coste del viaje en avión, serían unas vacaciones más baratas de lo normal, pero creo que, hasta que no investigué en profundidad, no era consciente de lo barato que es el país en realidad. Una cama en una habitación normal de albergue cuesta sobre 12 € la noche, la mitad de los viajes largos en taxi cuestan más o menos lo mismo, incluso el precio de comer en un restaurante apenas alteraría la cuenta del banco. Como estudiante que soy, cuando descubrí todo esto se me iluminaron los ojos, y, la verdad, es que este fue el último empujón que necesitaba.
La industria del turismo está empezando a florecer en Turquía, aunque, con tanta gente que no quiere ir por la tensa situación política del país, sigue siendo un tesoro oculto. Así que, ahora es el mejor momento para visitarlo. Además, y con el Brexit siendo inminente, me gustaría aprovechar al máximo el aceptable valor económico de la libra antes de que caiga en picado.
Quiero retarme con las barreras del lenguaje
A lo largo de mi corta vida, he viajado muchísimo, sobre todo estos últimos años, pero nunca he ido a un país que tuviera una lengua con la que no estuviera familiarizada o donde el inglés no sea una lengua que se hable mucho. En este sentido, Turquía va a ser un gran reto, sobre todo porque no voy a tener a nadie que me pueda ayudar a comunicarme.
¿Cómo pienso hacerle frente a este problema? Bueno, en las semanas que faltan hasta que me vaya de viaje, voy a aprender todas las palabras y frases básicas en turco que pueda (ya escribiré sobre esto cuando empiece). Como soy una estudiante de Lenguas Modernas, creo que va a ser un pasatiempo divertido. Si estando allí tengo problemas, utilizaré glosarios, traductores online, y supongo que también un poco de lenguaje de signos para hacerme entender.
Quiero desmontar estereotipos
Llamadme ingenua, pero cuando alguien me dice que no debería ir a Turquía porque me van a atacar o a matar, apenas me inmuto. Principalmente, porque estos crímenes ocurren incluso en los lugares más seguros del mundo, aunque sí que pasan con menos frecuencia, pero creo que la probabilidad de que yo sea la víctima de uno de ellos es muy baja. Además, siendo una persona increíblemente cabezota, es imposible que algo como esto me quite las ganas de visitar lo que podría ser perfectamente uno de los países más bonitos del mundo.
Aun así, y puede que sea lo más importante, más de la mitad de las personas que me advierten de estos peligros no han estado nunca en Turquía, y están haciendo suposiciones basadas en cosas que han oído en los medios. Mi intención es ir allí y ver como son las cosas por mí misma, y espero que esto ayude a disipar algunos mitos que me han repetido una y otra vez durante estos meses.
¿Por qué sola?
Si habéis leído mis artículos sobre las ventajas y las desventajas de viajar solo (podéis encontrarlos aquí y aquí), sabéis que me gusta mucho viajar por mi cuenta. Hay algo muy liberador en hacer lo que te apetece, cuando te apetece, sin tener que dar explicaciones a nadie. Eso no quiere decir que no haya pensado en invitar a alguien al viaje, es más, le he dado muchísimas vueltas. A continuación, explico las diferentes razones por las que, al final, decidí no hacerlo.
Quiero afrontar mis miedos
Por si todavía no os habéis dado cuenta, soy un poco miedosa. Si oigo un ruido estando sola en casa entro en pánico, solo con pensar en hacer una presentación en clase me dan temblores y ni loca me verás cerca de una babosa. De verdad, tengo muy claro que cuando muera quiero que me incineren, y solo porque no quiero que bichos viscosos se coman mi cadáver. Así que, en este viaje, quiero ponerme aprueba de todas las maneras que pueda.
Hay dos problemas importantes en los que me gustaría trabajar durante mi viaje a Turquía: mi miedo a la muerte y mi ansiedad social. El primero apareció hace un par de años, cuando en Europa empezaron a haber ataques terroristas con más frecuencia. Recuerdo que hubo un momento es que hablaban sobre ellos con tanta asiduidad que ya casi no reaccionaba cuando informaban de un nuevo ataque.
Desde ese punto, he tenido miedo a la muerte. No es algo que me haya condicionado, es más, mi vida no ha cambiado, pero hay algunas situaciones que me ponen más nerviosa de lo que lo hacían antes. Es solo que, creo que he empezado a darme cuenta de lo corta y frágil que es la vida. Hay tantas cosas que quiero hacer, y ni siquiera es seguro que me despierte mañana por la mañana. Nunca sabes que puede pasar.
Por otro lado, y dejando un poco el tema morboso, la ansiedad social es algo contra lo que llevo luchando toda mi vida. Desde los dos años a los once sufrí mutismo selectivo, y, aunque lo superé ya hace tiempo, a día de hoy todavía hay pequeñas cosas de este trastorno que influyen en mi día a día. Por ejemplo, no me gusta entrar en habitaciones llenas de gente a no ser que haya quedado con alguien, y normalmente, asumo que no le caigo bien a la gente, y a no ser que me dejen claro que eso no es así, no termino de asimilarlo.
¿De qué forma me va a ayudar viajar a Turquía con estos problemas? En el caso del miedo a la muerte, voy a vivir muchas situaciones en las que voy a poner mi vida en peligro, aunque no vaya a pasar nada. Voy a estar dos semanas en un país que aparece normalmente en la lista de los países más peligrosos del mundo; voy a coger varios aviones durante mi viaje; seré una mujer extranjera y visiblemente sola andando por un país en el que los hombres piensan que las occidentales somos «chicas fáciles», o al menos eso he oído; y, en algunos momento, voy a estar muy cerca de la frontera con Siria.
Ahora mismo, estas cosas no me asustan, es más, después de convencer a un montón de personas de que todo va a ir bien, estoy muy segura de que es verdad. De todas maneras, soy consciente de que cuando esté allí, voy a sufrir pequeños ataques de pánico. En ese momento, mi trabajo será superarlos sola, y esperar que conforme vaya pasando el tiempo, empiece a tener más confianza en mí misma.
Mi ansiedad social es otra historia. Desde el principio, habrán ciertas cosas que me pondrán a prueba. Voy a hospedarme sola en albergues y voy a conocer a gente nueva todos los días, pero mi meta principal es empezar a sentirme cómoda en mi propia piel. Tengo esperanza de que cuando termine el viaje de una pieza, (¡tocad madera!), me daré cuenta de mi potencial, y eso me ayudará a ser más segura de mí misma. Creo que, a la larga, este cambio de mentalidad me ayudará mucho. Cuando dé el primer paso, lo demás será más fácil.
Me gusta callar bocas
Ya lo he dicho antes, pero lo haré de nuevo: soy una persona increíblemente cabezota. Puede que normalmente dude de mí misma, pero si alguien me dice que no puedo hacer algo, me encanta demostrar que se equivocan. Cada vez que me han dicho que este viaje no es una buena idea, más ganas me han dado de hacerlo. En especial cuando la gente utiliza mi género como su principal argumento. No entiendo por qué el ser una mujer tiene que limitar las oportunidades que tenga en la vida, y me niego a que esto sea así.
Esto no quiere decir que no lleve cuidado. Soy totalmente consciente de que las mujeres en Turquía no tienen la misma libertad que las mujeres en Reino Unido, y me vestiré de forma modesta para no atraer la atención no deseada de un hombre. Aun así, no dudéis de que estoy deseando montarme en el avión el 28 de agosto lista para empezar la aventura y, ¡demostrar a todos esos cínicos que se equivocan!
Tengo confianza en mí misma
Sé que en el fondo de este pozo de odio que tengo hacia mi misma hay un rayito de esperanza al que me gusta llamar «autoconfianza». Sé que puedo hacer este viaje, y quiero demostrármelo a mí misma. Estoy muy emocionada con esta visita a Turquía, pero creo, que de lo que más ganas le tengo es a volver a casa. ¿Por qué? Porque podré echar la vista atrás y pensar «de verdad lo he hecho».
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