Sorrento y la Costa Amalfitana

Sorrento y la Costa Amalfitana son el paraíso al que nunca pensé que podría permitirme ir, pero en realidad se puede ver esta bonita costa con un presupuesto ajustado.

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Cuando mi novio Iacopo y yo reservamos nuestro vuelo, al principio pensamos que yo llegaría desde Vietnam y luego iríamos directamente, así que solo reservamos una semana. Mi aventura por Asia terminó antes de lo esperado y volví a Escocia en mayo una semana antes de partir a Italia. Al final una semana fue bastante tiempo, pero nunca diría que no a pasar más días en Italia.

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Fuimos a finales de mayo/principios de junio para una boda, la del compañero de Iacopo, Francesco, y su prometida alemana, Laura. Los dos habían vivido juntos en Glasgow y tuvimos suerte de que nos invitaran. Fue todo un sueño. Era la época del año perfecta, no hacía demasiado calor ni había muchos turistas. ¡Las calles y las playas estaban prácticamente vacías!

La llegada

Nuestro vuelo salía algo tarde desde Glasglow hasta Roma, y nos quedamos en un Airbnb a 20 minutos de Termini. Salimos sobre las once de la noche a por una cena, que ya nos hacía falta, lo último que nos habíamos tomado era una botella de Prosecco entre los dos en el tren al aeropuerto de Prestwick.

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Compartimos una pizza y una mezcla de típicos platos fritos de Roma, con una cerveza para acompañar. Caímos rendidos en cuanto llegamos a la habitación, y menos mal porque nos levantábamos muy temprano para coger el tren hasta Nápoles. Después de un café con un croissant, llegamos al tren a solo un minuto de que partiera.

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Tardamos sobre una hora en llegar a Nápoles. Íbamos a pasar el día allí al final del viaje así que, sin tiempo que perder, cogimos el tren directo a Sorrento. Eso sí que fue una experiencia. El tren no asegura asientos para todo el mundo ni te garantiza que vaya a llegar a tiempo o a llegar siquiera. Por suerte apareció, pero nos pasamos la mitad del viaje encima de las maletas hasta que todo el mundo se bajó en Pompeya y por fin pillamos sitio.

Nuestro alojamiento en Piano di Sorrento

Afortunadamente Iacopo era muy organizado y había reservado nuestro Airbnb ya en en enero. ¡Era perfecto! Teníamos nuestra propia habitación en un apartamento enorme y la propietaria era muy simpática, muy habladora y siempre dándonos consejos y recomendaciones. Nos hizo el desayuno cada mañana y nos sentíamos tan en casa que al final de la semana éramos como sus hijos. Ya estaba en la cama cuando llegábamos a casa y estábamos fuera casi todo el día, así que no parecía que estuviéramos invadiendo su casa. El apartamento estaba en Piano di Sorrento, a un viaje en autobús o 30 minutos andando de Sorrento. Era el lugar perfecto donde quedarse, ya que no era muy turístico pero había muchas cosas que hacer y que ver aunque no hubiera sitios turísticos. Sin duda recomiendo quedarse en Piano antes que en Sorrento.

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Como estamos en Sorrento desde el miércoles hasta el siguiente martes, alquilamos una scooter tres días para poder explorar la costa libremente. ¡Fue estupendo! La alquilamos en una empresa de Sorrento, nos costó unos 80 € los tres días y mereció mucho la pena. Hay autobuses que van a lo largo de la costa que son muy baratos y frecuentes, pero ir en moto a lo largo de las largas y serpenteantes carreteras costeras es algo espectacular.

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Primer día con la scooter: Baia di Ieranto

Nos pasamos el primer día con la moto explorando la zona alrededor de Sorrento, Francesco nos había recomendado ir a una playa apartada llamada Baia di Ieranto.

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¡No teníamos ni idea de que estaría tan lejos! Imposible llegar en moto. Tuvimos que llegar andando en bajo el sol del mediodía por un camino de piedras y en sandalias por la orilla de la costa donde nos esperaban un millón de escalones hasta esta legendaria cala. Claro que mereció la pena pero no estaba muy contenta en ese momento. A pesar de que estábamos en un acantilado costero, no se me había ocurrido que las playas no están al mismo nivel que las carreteras y que tendríamos que subir y bajar tantas cuestas y escaleras para llegar al nivel del mar y a las preciosas playas.

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Ya me daba miedo solo de pensar en el camino de vuelta hacia arriba, mis piernas ya parecían gelatina con el camino tan inestable y la ausencia de barandilla. Me dolía el cuello de tener que vigilar cada paso que daba. Al final llegamos a la playa, estaba muy aislada, solo 8 personas disfrutando de la privacidad. No podía esperar para meterme en el agua para refrescarme. Otra cosa para la que no estaba preparada eran las playas rocosas, y en esta costa no esperes encontrar arena suave. El corto camino al agua fue otro paseo doloroso pero también mereció totalmente la pena.

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Nos quedamos unas cuantas horas y, cuando nos terminamos nuestra única botella de agua ya caliente, decidimos volver a subir. Para Iacopo fue pan comido, él es de los Alpes, pero yo odio escalar. De verdad que odio pasar calor y el sudor durante mucho tiempo. Iacopo subió la colina en un segundo mientras que yo iba ahogada y muy despacio detrás de él, con la cara roja como un tomate italiano. Lo conseguimos, a pesar del poco fondo que tengo. Tenía tanta hambre y sed que paramos en una tienda a por un refresco de limón y un melocotón. Nada me podría haber sentado mejor. Aunque habría estado mejor tomárselo una media hora antes, cuando estaba a punto de desmayarme.

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Volvimos a Piano, nos dimos una ducha rápida y nos preparamos para quedar a tomar algo con Francesco, Laura y sus amigos en una terraza al atardecer. Los ocho euros del spritz los compensaban las vistas y la buena compañía. Iacopo y yo nos fuimos a cenar con la dama de honor y su marido a un restaurante de Piano que nos habían recomendado, Le Tre Arcate. Cuando llegamos estaba tan lleno que nos quedamos en un bar a tomar prosecco hasta que se despejara alguna mesa. Tuvimos suerte porque entraba en la hora feliz y con el prosecco nos dieron un montón de tapas deliciosas como focaccia, sardinas, minipizzas y patatas fritas caseras. Había tanta comida que no nos cabría mucha cena, pero pedimos más. Ese es un buen truco si vas a Italia: pide siempre un cóctel en el bar y te darán algún aperitivo antes del plato principal. Era perfecto. Iacopo y yo decidimos compartir una pizza de mozzarela bufala y espaguetis cacio e pepe. Estaba delicioso pero al final fue demasiada comida.

Segundo día con la scooter: Positano y Il Sentiero degli dei

¡El primer día fue maravilloso! El día siguiente lo pasamos explorando el famoso Positano y Il Sentiero degli dei. Una vez más no estaba para nada preparada para las actividades que íbamos a llevar a cabo. En mi cabeza el Sendero de los Dioses era un agradable y corto paseo por la ladera con vistas a la Costa Amalfitana. En realidad es una escalada de 7 km desde Nocelle hasta Bomerano o viceversa. Incluso había una señal que advertía que lleváramos cuidado con las rocas y que lleváramos calzado adecuado, no deportivas o chanclas. ¿Adivinas qué llevaba yo?

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Como el paseo es cuesta arriba en la montaña, la mayoría de gente paraba en un extremo a comer y después bajaba las largas escaleras hasta Positano. Llevábamos la moto así que sabíamos que no haríamos todo el camino y que tendríamos que dar la vuelta. Pensamos en hacer solo una parte del camino para ver las vistas, al final creo que llegamos como a la quinta parte. Había partes muy rocosas y a pleno sol y había otras a la sombra del bosque. Me gustó el camino y me gustaría volver a hacerlo en condiciones, pero la próxima vez con mejores zapatos.

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Paramos a tomar un delicioso zumo de limón casero en una cafetería familiar muy mona en las montañas antes de volver a coger la moto y bajar a la costa.

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La ciudad de Positano era nuestra siguiente parada y fue impresionante. Esta ciudad en la cima está llena de casas de colorines encantadoras y de adorables calles rodeadas de flores. Me encantó cada milímetro. Calles sin fin de tiendas de cuero, colorida ropa de playa y cafeterías acompañados de un dulce olor a limón en el ambiente. Parece sacado de un cuento.

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Encontramos una pequeña pizzería para llevar en la que te podías sentar en una terraza al sol. Nos pedimos la tradicional pizza frita, típica del sur de Italia. Estaba rellena de queso, jamón y pesto de pistachos, ¡fue la mejor pizza que he probado nunca! También compartimos una "coppa" llena de delicioso marisco frito. No tienes que convencerme de vivir aquí, me mudo en un segundo.

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Entonces pedimos el café y la camarera, que sabía que no era italiana, me preguntó is podría soportar el café napolitano. Le aseguré que estaría bien, o al menos hasta que di un sorbo de la cucharita y lo escupí por los sobres de azúcar, ¡estaba ardiendo! Menos mal que la camarera no lo vio, o habría tenido razón y yo habría quedado como una idiota.

Después del incidente del café fuimos a la orilla, pasando por las tiendas que había de camino. Paseamos por el muelle y decidimos pasar las últimas horas de sol en la playa. Como Positano es una zona con bastante prestigio, la mayoría de la playa pertenece a empresas que venden hamacas o paseos en barco y hay una pequeña zona cerrada pública y gratuita. Con tantos barcos en el agua, la zona para nadar gratuita era un pequeño triángulo marcado con boyas y algo de cuerda. No era mucho pero estaba bien ya que solo necesitábamos refrescarnos de vez en cuando.

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Una vez que el sol se escondió tras la cima y sus montañas, cogimos la moto y volvimos a casa. Para cenar fuimos al centro de Sorrento. Nos tomamos una cerveza en la plaza principal y después nos fuimos a Marina Grande a Trattoria di Emilia a por una cena de marisco.

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Nos pedimos una garrafa de vino blanco y mejillones como entrante, seguido de una parrillada de marisco y ñoquis con almejas para compartir. Estábamos llenísimos pero fue una de las mejores cenas de marisco que he tomado nunca.

Tercer día con la scooter: Amalfi y Ravello

El viernes lo dedicamos a las ciudades de Amalfi y Ravello. Habíamos decidido con meses de antelación las ciudades que queríamos visitar y planeado a las que íbamos a ir, ya que no teníamos tiempo de verlo todo. El camino hasta Amalfi nos llevó una hora y media desde Piano, y eso que no había tráfico. No quiero ni imaginarme cómo habría sido en julio o agosto.

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Amalfi era preciosa. Paseamos mientras visitábamos la famosa catedral y la orilla. Todas las cafeterías, tiendas y restaurantes eran geniales y el olor a marisco llenaba el ambiente. No pudimos resistirnos y fuimos a por una coppa para llevar y nos pedimos una llena de sardinas fritas y otra de calamares y otros mariscos. ¡Estaba de muerte!

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Nos montamos en la moto y fuimos a la ciudad de Ravello en lo alto de las montañas. Ravello es una pequeña ciudad conocida como la ciudad de la música, llena de colorida cerámica y arcos de piedra.

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Decidimos dar una vuelta por la famosa Villa Ravello, es preciosa y antigua y está rodeada de impresionantes jardines de flores, típicos de postal.

Teníamos que devolver la moto el viernes por la tarde así que nos dimos una última vuelta a lo largo de la costa, empapándonos de la brisa marina y de las coloridas ciudades esparcidas por el acantilado. Como la tienda de alquiler de motos estaba en Sorrento, dejamos nuestra fiel scooter allí y fuimos a cenar a una pizzería que nos habían recomendado, “Da Nello”. Estuvo a la altura. Era la víspera de la boda de Francesco y Laura, así que no queríamos quedarnos hasta muy tarde, pero también era la víspera del cumpleaños de Iacopo, que cumplía 29, por lo que nos quedamos a tomar algo para celebrarlo.

Día de la boda

El sábado era el gran día. Nunca había estado en una boda tradicional en una iglesia, y mucho menos en Italia en una ceremonia entre italiana y alemana.

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Todo era espectacular. La ceremonia tuvo lugar en una iglesia de Piano. Iacopo se había traído su gaita y tocó una canción en la llegada de la novia, fue increíble ya que aportaba un poquito de Escocia a la boda.

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De allí nos fuimos en coche hasta Grand Hotel Europa Palace para la recepción. Nos reunimos en una gran terraza repleta de comida y bebida con unas vistas fantásticas del mar.

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Nos recibieron con prosecco y coppi de marisco, varios quesos italianos y otros aperitivos típicos, teníamos que llevar cuidado de no hincharnos antes de la comida principal. Era un menú de seis platos, cada uno acompañado de un montón de vino blanco que complementaba el marisco. Había un animador que tocaba música relajante mientras comíamos y ponía canciones fiesteras para que bailáramos entre platos. Sobre las siete salimos del salón y volvimos a la terraza a por el poste y unos chupitos para bajar la comida mientras veíamos la puesta de sol. Fue el final perfecto.

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La gente empezó a marcharse e Iacopo y yo fuimos de los pocos que nos quedamos hasta medianoche. Por suerte otra pareja de la boda nos llevó a casa, si no habría sido una caminata agotadora hasta Piano.

Día de resaca en Piano y Sorrento

Nos habíamos dejado el domingo libre como día de resaca, pero como al final habíamos dejado de beber sobre las nueve de la noche no estábamos tan mal, así que después de un buen descanso nos fuimos a explorar Piano di Sorrento. Fuimos hasta el muelle y nos dimos una vuelta por la ciudad.

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Todo estaba muy tranquilo ya que era domingo, así que fuimos andando hasta Sorrento.

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Pasamos la tarde noche paseando por las bonitas y coloridas calles hasta que volvimos a cenar en el Marina Grande. Acabamos llenos, nos pedimos 3 platos principales para compartir y una garrafa de vino blanco. Tomamos espaguetis con almejas, mis favoritos, pasta con marisco variado y fritura de marisco. Tuvimos que volver andando a casa para bajar tanta comida.

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Un gomone por Capri:

¡El lunes fue un día de barco!

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Alquilamos un pequeño barco a motor (gommone) en el muelle de Piano. Costaba unos 100 € el día entero, que habría estado bien dividirlo entre un grupo de amigos, lo pagábamos solo Iacopo y yo pero no me importó ya que era algo que no habíamos hecho nunca. Nos tomamos cuatro cervezas, una botella de vino y algo de ensalada y pasta que habíamos preparado el día antes.

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¡Nos las arreglamos para salir de la isla de Capri y explorar varias cuevas gratis! Fue maravilloso dar una vuelta alrededor de la isla. Vimos la mayoría de atracciones turísticas sin tener que pagar las entradas o el ferri. Echamos el ancla y paramos en una bahía a nada y tomar el sol. Por desgracia, el mar estaba muy agitado ese día y me mareaba, así que me pasé la mayor parte del tiempo a la sombra en posición fetal. Volvimos a la costa en tierra firme y volvimos a encontrar sitios donde darnos un chapuzón y tomar algo de comer.

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Tengo que admitir que me sentí mucho mejor después de haber devuelto en el barco. Ya estaba lista para irnos, así que tomé el timón y volvimos al muelle.

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Aún nos quedaban unas horas de sol así que paramos en una pequeña playa junto al muelle y me quedé frita (un consejo: tómate alguna pastilla para el mareo antes de subirte en un barco en la costa de Sorrento).

Volvimos a nuestro Airbnb y empezamos a hacer las maletas y organizarnos para el vuelo de vuelta desde Nápoles del martes.

Un día en Nápoles

Partimos por la mañana temprano después de un buen desayuno que nos hizo nuestra maravillosa anfitriona y cogimos el tren de vuelta a Nápoles. Dejamos el equipaje en la estación de tren y fuimos a explorar la ciudad. Paseamos por las laberínticas calles del impresionante, aunque precario, barrio español.

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Pasamos por la Galería Humberto I y el Castillo Nuevo y luego nos fuimos a la Plaza del Plebiscito. Nos encontramos por casualidad con uno de nuestros amigos de la boda que iba a coger el mismo vuelo de vuelta e Edimburgo. Jugamos a un famoso juego en la plaza en el que te tapas los ojos e intentas andar en línea recta hasta acabar en medio de las dos estatuas, que aunque son enormes y están muy distanciadas, es realmente difícil acabar entre ellas con los ojos tapados. El suelo es tan desigual e inclinado que te parece que te engaña y crees que estás andando recto cuando en realidad has girado 90º justo ante la estatua. Es increíble, si alguna vez vas a Nápoles con amigos y estás en la Plaza del Plebiscito tienes que probar este juego. ¡Te sorprenderá el resultado!

Ninguno de los tres podía irse sin probar una verdadera pizza napolitana así que fuimos al famoso Sorbillo's junto a la costa. Con una lista de espera de media hora, paramos en un bar a por un spritz y algo para picar. Después de ver el tamaño de las pizzas de Sorbillo's nos dimos cuenta de que había sido un error tomar algo antes.

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Cargados con las sobras, fuimos a ver la famosa Spacanapoli, una calle larguísima que divide la ciudad en dos. Estuvimos unas dos horas explorando las calles escondidas que daban a la principal, en cada una se vendían productos tradicionales como Limoncello, marionetas, cerámica y, por supuesto, comida.

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Enseguida se hizo la hora de tener que ir a por las maletas a las estación de tren y subirnos al autobús hacia el aeropuerto.

Como siempre, quería llegar con tiempo así que pasamos el control de seguridad y aduanas y nos acomodamos para terminarnos el resto de la pizza y relajarnos antes de coger el vuelo de vuelta a Escocia. Obviamente allí hacía mucho frío. Por suerte conseguimos pillar al autobús de vuelta a Glasgow por unos minutos, si no tendríamos que haber esperado en el aeropuerto de Edimburgo hasta la una de la madrugada hasta el siguiente autobús. Así que asegúrate de salir rápido del avión si tienes que coger el autobús.

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Sorrento y la Costa Amalfitana fueron todo un sueño. Nunca pensé que podría visitar sitios así pero pudimos hacerlo sin gastarnos una fortuna, volvería sin pensármelo.

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Consejos si vas a Sorrento y la Costa Amalfitana

  • Alquila una scooter: es fácil y muy emocionante explorar la costa a tu propio ritmo (por unos 80 € por 3 días)
  • Muévete en autobús: es muy barato y práctico pero no tan divertido como ir en tu propia moto.
  • Alquila un barco para un día y ve a Capri: una gran experiencia sin tener que pagar entradas turísticas y sin colas (100 € por un día).
  • Come comida callejera para ahorrarte el dinero de los restaurantes caros: puedes probar la pizza frita, coppi y varios postres en cualquier pastelería.
  • Evita los restaurantes elegantes de Sorrento: os recomendamos sitios que están bien de precio como Trattoria di Emilia en Marina Grande, Da Nello en la ciudad y Le Tre Arcate en Piano.
  • Pasea por el Sendero de los Dioses (Il Sentiero degli dei): una caminata hacia arriba de tres horas a lo largo de la costa (nosotros solo estuvimos una hora antes de volver al aparcamiento, también se puede llegar en autobús). Lo más común es empezar en Boremano, andar unas 3 horas hasta Nocelle y bajar las mil escaleras hasta Positano. O como nosotros, puedes alquilar una moto y hacer solo una parte.
  • Explora las playas gratuitas. Las mejores son: Baia di Ieranto y Baia di Arienzo, ten en cuenta que hay que bajar mucho para llegar hasta la playa así que piensa en llevarte calzado adecuado, y la subida de vuelta es más dura al sol pero merece la pena.

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