La antigua República Romana; de la gloria a la decadencia (2/2)

El imperio romano alcanzó su máximo esplendor durante la época de la República, pero los abusos y las continuas malas prácticas hicieron mella y comenzaron a resquebrajarlo.

La confiscación de las tierras públicas y el uso que de ellas hacían las élites romanas, el desorbitado número de esclavos que trabajaban las tierras y el incremento de sus privilegios frente a la indignación de los ciudadanos libres, despojados de sus propiedades y con escasas posibilidades de procurarse una mejor vida, llevaron a la crisis agraria. Además, había carencia de soldados porque el porcentaje de población libre iba disminuyendo al mismo tiempo que el número de esclavos se incrementaba y también se acrecentaban las posibilidades de revueltas.

La Ley Sempronia, a favor de los más débiles, solo pudo ser sacada adelante con la destitución de Marco Octavio y mediante la constitución de una comisión compuesta por los hermanos Tiberio y Cayo Graco además del suegro de Tiberio. Este último, Tiberio, solo pudo permanecer un año en el cargo, pues fue brutalmente asesinado en el año 133 a.C. junto a trecientos de sus seguidores el mismo día en que tendría que haber sido reelegido como tribuno de la plebe. Se le acusó de desear granjearse las simpatías de la plebe con el único fin de acabar proclamándose rey. Tiberio fue sustituido por P. Licinio Craso Muciano (suegro de Cayo Graco) a cuya muerte, Cayo Graco y marco Fulvio Flaco tomarían el mando de la reforma.

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Tiberio Sempronio Graco (Fuente)

Cayo Graco, elegido en el año 124 a.C. en contra del Senado, tenía una única intención: la renovación de la República; decretó mediante una ley frumentaria la entrega de una medida de trigo a cada plebeyo. El rechazo político fue inmediato. Realizó asimismo un traspaso del poder judicial con el objetivo de debilitar al Senado y facilitar concesiones al orden ecuestre, pero ni unos ni otros le respaldaron ante sus populares propuestas de conceder la ciudadanía romana a los aliados latinos y de establecer una colonia romana en Cartago. Cayo se hizo matar por el esclavo que le acompañaba en su huída tras haber sido ordenado su arresto al no haber conseguido ser reelegido como tribuno de la plebe y haber pretendido imponerse por medio de la fuerza. La legislación agraria de los Graco fue enmendada a posteriori, en detrimento (nuevamente) de los más desfavorecidos.

Entre los años 91 y 88 se produjo un levantamiento, en toda Italia, urdido por las élites urbanas a consecuencia de la oposición de Roma a conceder la ciudadanía romana tanto a latinos como a aliados; a posteriori hubo una nueva revuelta por reivindicaciones de corte social e independentista. La ciudadanía romana acabó otorgándose a todos los latinos y a los aliados que no tomaron las armas; así lo establecía la Lex Iulia de civitate Latinis danda, pero aún quedaría concretar la posición de los nuevos ciudadanos en el marco político. El incremento en el número de ciudadanos censados en Roma hizo necesaria la aplicación de una política aperturista que conllevó grandes reformas, especialmente para la clase dirigente, pero también fueron necesarias transformaciones en los ámbitos jurídicos y sociales que provocaron profundos cambios en la estructrura social; dichos cambios iban a poner en riesgo la resistencia de un imperio en cuya balanza se hallaban los intereses oligárquicos, por un lado, y las reivindicaciones sociales por otro.

Así, la crisis agraria llevó a una crisis política que auspició una tremenda guerra social en Italia y diversas guerras civiles en Roma que propiciarían el comienzo de un fin incontenible; los poderes republicanos comenzaban a cuartearse. El desigual reparto de riquezas y prebendas, las posiciones encontradas entre los ostentadores del poder y los populares en la guerra contra Yugurta, el enfrentamiento entre Saturnino (defensor de la dignidad del pueblo), y sus seguidores contra parte de la oligarquía, la hostilidad de Mario con la nobililitas, el desproporcionado poder político de determinados generales y destacados oficiales romanos, la heroificación de Pompeyo y su posterior caída y las dictaduras de Sila y César son algunos de los elementos que llevarían a un punto de no retorno entre sangre y revueltas.

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Lucio Cornelio Sila en un denario acuñado por su nieto (Fuente)

El deterioro de las instituciones fue en aumento a lo largo del siglo I: la asignación de ilícitos poderes a particulares, vilipendiando los fundamentos de la República, la corrupción, la especulación y las frecuentes prácticas indecorosas de los senadores además de la incompetencia para reconducir la situación hacia un gobierno constitucional llevaron a una crisis de valores que, unida al desprestigio institucional, daría paso a una nueva crisis de trece años a partir de los idus de marzo.

Pero no solo la moralidad se vio tocada, también la religión perdió reconocimiento al ser usada en pro de intereses políticos y personales. Este hecho fomentó el helenismo durante el siglo II  y también la pasión por el conocimiento como ruta hacia la evolución y el  progreso.

La República se tambalea

la-antigua-republica-romana-grandeza-a-dJulio César fue asesinado durante los idus de marzo. Pintura de Camuccini (Fuente)

Tras el asesinato de Cayo Julio César en el año 44 a.C. con el objetivo de reinstaurar el sistema republicano, Marco Antonio fue el primero en dirigirse a Regia para reclamar su testamento (a pesar de que Octavio era el heredero legítimo) y pertenencias, usando estas a su complacencia para acallar a posibles opositores a cambio de favores. Fue entonces cuando comenzó una intensa guerra propagandística de difamación entre Marco Antonio, quien tenía como seguidores a los veteranos del ejército, y Octavio, que contaba con poder legislativo incondicional y fue apoyado por Cicerón en su nombramiento como senador y propretor. Tras cinco cruentas guerras, Octavio se reconcilió con Marco Antonio por intercesión de Lépido y Polión. Antonio, Lépido y Octavio pactaron un triunvirato por cinco años y se repartieron, de forma provisional, las provincias.

Oriente permanecía en poder de quienes habían asesinado a César; en el año 42 Antonio venció a Bruto y Cassio en Filipos y en el año 36 Sexto Pompeyo fue derrotado en Sicilia por Lépido. Así, Octavio se hizo con el poder sobre Occidente mientras el nuevo reparto permitió a Marco Antonio gobernar en Oriente y a Lepido en África; este reparto, ya definitivo, puso fin al triunvirato. Lépido renunció a sus funciones.

Tras la paz de Brindis, Antonio inició una campaña contra los partos, quizás teniendo como aspiración un gran reino oriental integrado también por Egipto; ante su fracaso, marchó a Egipto y se casó con Cleopatra (repudiando a Octavia, la hermana de Octavio, con quien se había casado antes) y reconoció a los tres hijos de la reina egipcia, entre quienes repartió tierras de Oriente.

En el año 33, un Octavio muy herido por los acontecimientos y decidido a mostrar al pueblo la condición de traidor de Marco Antonio, publicó el testamento de éste en el que aparece Cesarión como hijo legítimo de César (y de Cleopatra) y su heredero legal. La guerra contra Marco Antonio y Cleopatra y, por tanto, entre Roma y Egipto se puso en marcha. El 1 de agosto del año 30 a.C. tuvo lugar la toma de Alejandría y Marco Antonio y Cleopatra prefirieron acabar con sus vidas que formar parte de los trofeos de Octavio; así, tras la victoria en la batalla de Accio, Occidente acaba imponiéndose sobre el Oriente.

Bajo el mandato de Augusto, el orden ecuestre (al servicio del Estado en tiempos de César) se convirtió en uno de los contrafuertes más firmes del nuevo régimen; entre sus ingresos figuraba el dinero procedente de las proscripciones, los caballeros adquirieron de esa forma un poder económico similar al de los senadores y, lo más importante, tenían la posibilidad de ejercer el poder oficialmente. También los Centuriones, los soldados e incluso los hijos de éstos fueron objeto de ascensos sociales llegando a alcanzar nombramientos como los de caballeros o senadores. Asimismo, la participación de los libertos en la administración municipal se vio incrementada. De este modo, los libertos y los esclavos, junto a los senadores y los caballeros, constituyeron los cuerpos menores de la administración.

Comenzó, al mismo tiempo, a producirse un cambio en las mentalidades sobre los valores romanos. La literatura augústea promovió el “ nacionalismo” itálico y romano como consecuencia de la guerra social. La mejoras ya impulsadas por Julio César llevaban al ideal de "patria" como concepto natural que vincula las raíces con aspectos vitales y políticos. Augusto, por su parte, instrumentalizó la religión a fin de hacese a sí mismo poseedor de un don de naturaleza divina para conseguir victorias; hacía suyos, de esa forma, los triunfos de la patria.

La nueva realidad social y las escuelas filosóficas replantearon la concepción de la vida; la paz y la abundancia se convirtieron en estandartes de la felicidad. En el año 27 el Senado concedió a Octavio el título Augustus; Octavio se ocupó de que el pueblo vinculara la figura de César exclusivamente con la guerra; las atribuciones de Octavio, al margen de los abusos y la miseria, eran de índole divino. La propaganda imperial divulgaba el importante rol de un buen gobernante para procurar el bienestar del pueblo. Se pasó pues de "rey y tirano" al epicureísmo político defensor de la figura del buen rey.

la-antigua-republica-romana-grandeza-a-dEstatua de César Augusto en el Museo Chiaramonti (Fuente)

Es más que probable que el uso del poder y el abuso del mismo en un sistema que acabó favoreciendo y amparando las injusticias de una élite corrupta que puso al Estado a su servicio personal contribuyera al declive y posterior caída de la República. La decadencia fue imparable, habría sido necesaria una reforma y una reestructuración social y política.

El surgimiento de la nueva aristocracia, la tiranía de Sila y los frecuentes conflictos, en época de César, entre los caballeros, ávidos de poder, y los optimates, remisos ante la pérdida de "negocio", llevaron a una situación que convirtió a la República romana en una monarquía (con ficticia apariencia de república), durante el Alto Imperio, que duró cinco siglos.

 


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