Días 14 y 15: abandonados en las islas Surin

La segunda parte de relax en el mar tropical la pasamos en un lugar muy lejos de la civilización a unos cincuenta kilómetros por la costa oeste de la península tailandesa: se trata del parque nacional de las islas Surin, dos islitas exhuberantes en medio del mar de Andaman.

Para llegar fuimos con otros turistas en una barca grande que organizaba paseos y inmersiones en días de sol. En nuestro caso, en cambio, no volvimos en el mismo día sino que pasamos una noche completamente solos en la isla deshabitada.

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Después de un par de horas habíamos llegado cerca de la costa de las islas y hicimos bastante submarinismo en la barrera de coral, que poco a poco se estaba recuperando después del desastre del tsunami en esa región marítima. El agua era de un azul tan intenso que parecía de mentira y la cima de la isla boscosa tiene la forma perfecta de una pirámide.

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A mitad de la tarde atracamos en una playa de la isla Ko Surin Nuea y, atravesando un sendero en el bosque, llegamos a una pequeña estructura con vistas a una preciosa playa de arena blanca. Allí había también tiendas de campaña a disposición para quien quisiera pasar una noche en la isla y dejamos, por tanto, las pocas cosas que llevábamos dentro. La paz en aquel lugar era perfecta.

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A lo largo de la playa había un columpio, varias hamacas y un par de lianas larguísimas para divertirse haciendo el mono; yo primero cogí la más larga y divertida de estas lianas y me lancé al aire como Tarzan. Después, tomamos también el sol y jugamos al fútbol.

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Las quemaduras del sol de los últimos días comenzaban a notarse y intentaba lo máximo posible de proteger mi cara roja con crema solar, porque en invierno en Tailandia el sol pica mucho aunque no lo parezca. Además, en ese punto estábamos practicamente en el ecuador.

Por la tarde, en el refugio principal, nos ofrecieron la cena de estilo buffet y luego algunos se fueron. Dado que estábamos sólos y todo estaba completamente oscuro, no nos quedó más que irnos a dormir a las tiendas de campaña. Aquí también como en la otra experiencia en las montañas perdidas de Chiang Mai, el silencio era total y el cielo estaba lleno de estrellas. Mientras me dormía, podía ver más allá de la entrada de la tienda de campaña, débiles luces que se reflejaban en el mar y escuchaba las olas al romper como una dulce canción de cuna.

Por la mañana habíamos sobrevivido todos sin ningún incidente, el día estaba claro y el tiempo era espectacular, para después caminar por bastante tiempo por el mar dado que la bahía no parecía demasiado profunda; además estando la marea baja, el agua parecía casi blanca de lo transparente que estaba y estando allí en medio de la inmensidad de la bahía, el espectáculo era realmente increíble.

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Hacia el mediodía, volvimos a la barca con los turistas y nos fuimos de la isla. Antes de llegar al continente hicimos una última parada en la otra isla Ko Surin Tai en la cual había sólo una aldea local de aquel parque natural. Las casas eran simplemente cabañas sobre palafitos y los habitantes de la aldea vendían objetos hechos a mano. La atmósfera de este ambiente era realmente particular.

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Había llegado el momento de volver con la barca a Phuket. El viaje por el sur de Thailandia estaba a punto de terminar y nosotros queríamos celebrar como se debe estas espléndidas vacaciones, por lo que después de habernos preparado en el hotel, salimos a Patong Beach para hacer una noche de resaca en los locales llenos de gente, de la paz solitaria del parque natural a la vida mundana y lasciva de esta localidad de playa pero valió la pena.

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Descubre en este último artículo come terminaron las vacaciones porque todavía quedaba alguna que otra sorpresa.


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